Bueno, bueno, son el gato y el ratón!!! Gracias por leer mis cariñitos.
DAMIANLas luces del penthouse están apagadas, salvo por el parpadeo intermitente del televisor que apenas ilumina el lugar. Una botella medio vacía de whisky reposa en la mesa del centro, junto a varios informes de la policía que ya he leído tantas veces que podría recitarlos de memoria. Pero sigo repasándolos, una y otra vez, como si al leerlos una vez más pudiera descubrir algo que nadie más ha visto.El accidente. Las llamas. Emma.Aprieto los dientes mientras mis dedos tamborilean contra el borde del vaso de cristal que tengo en la mano. Todo parece un maldito rompecabezas sin solución. ¿Cómo es posible que no haya quedado nada? Ni un cuerpo, ni una pista concluyente. Solo un anillo manchado de sangre.Mi mirada se desliza hacia el pequeño objeto que ahora descansa sobre la mesa. El anillo. Ese maldito anillo. Un simple regalo, un detalle insignificante que le di sin pensar mucho, y ahora… ahora es todo lo que me queda de ella.Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de
Emma—Cinco años, Emma. Cinco largos años y aún no has podido darme un nieto. ¿Sabes lo que eso dice de ti?Las palabras de mi suegra, esa mujer altiva. Ícono temible y envidiable de la sociedad, caen sobre mí como cuchillos afilados haciéndome sentir diminuta.. Siento que mi cuerpo se tambalea de puro agotamiento, pero no solo físico. Es como si cada palabra que sale de su boca tuviera la intención de aplastarme.—Lo… Lo lamento, no me encuentro bien… —respondo con la voz algo apagada. Ahora sólo quiero irme. Quiero encerrarme y simplemente olvidar por un momento cómo mi matrimonio parece estar en la cuerda floja.De solo pensarlo siento que no puedo respirar, pero mi suegra se interpone en mi camino, sus ojos encendidos en cólera.—No te encuentras bien, nunca te encuentras bien —dice con el tono de crítica que es imposible de ignorar—. Si ni siquiera puedes tener un hijo, ¿qué sentido tiene que mi hijo se case contigo? Le estás robando su oportunidad de tener un heredero, realmen
Emma ¿Anticonceptivos? ¿He estado tomando anticonceptivos? El shock me golpea con tanta fuerza que me cuesta respirar. Mis ojos se agrandan, y las palabras parecen no tener sentido.—Doctor, debe estar equivocado. Estas… estas son las pastillas que llevo años tomando para mi aflicción, no pueden ser otra cosa y cada vez que se me acaban, mi esposo va y…-De repente mi cerebro hormiguea por un momento, sí, mi esposo…. Cada vez que se me acababa la medicación, Jhon me la compra nuevamente y la pone en el botiquín.No, no lo creo.Algo me vino de repente y arrebaté los dos frascos de pastillas de la mano del médico y me los eché en la palma de la mano.Es todo blanco, pero hay una sutil diferencia.—No... no puede ser —susurro, las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos otra vez.Nunca lo había notado, nunca había dudado de él porque lo amaba con toda mi alma y mi corazón, pero ¿por qué?—Emma, debo ser honesto contigo. Esos son anticonceptivos y no cualquiera, son una fórmula que
Emma¡¡¡Ella tiene un hijo de mi esposo!!!No. NO. NO. Esto no puede ser. Sofía sonríe con arrogancia, disfrutando de mi desconcierto.—Sí, querida. Este es el hijo que Jhon siempre quiso, él que nunca podrá tener contigo. Qué triste, ¿no crees?Sus palabras son como dagas, y antes de darme cuenta, me encuentro dando un paso hacia ella, furiosa, dispuesta a gritarle, a enfrentarla.—¡No es verdad!¡Estás mintiendo!Pero no alcanzó a hacer mucho pues en ese momento, la puerta de la oficina se abre y Jhon entra, justo a tiempo para interponerse entre nosotras.—¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunta con el ceño fruncido, pero su mirada no es para mí. Se dirige directamente a Sofía y noto que la forma en que la ve… Nunca me ha mirado así a mí.Sofía, como si estuviera perfectamente entrenada para este momento, se lleva una mano al vientre y pone cara de angustia.—Jhon, por favor... no dejes que me haga daño —dice con voz temblorosa, fingiendo miedo mientras acaricia su vientre—. No q
EmmaNo sé quién es el recién llegado, pero lo que sí puedo notar es el impacto que su presencia tiene en mi esposo.El hombre ha entrado en la oficina junto con otro más y ambos se ven imponentes y muy, muy serios.Jhon retrocede de inmediato, palideciendo. Me giro lentamente y mis ojos se encuentran con los del hombre que me ha salvado del golpe. Un extraño, pero hay algo en él, algo peligroso ya la vez... familiar.—Señor White —dice Jhon, tratando de recomponerse—. Damian, qué pena que haya tenido que presenciar esto. No es lo que parece.Damián White… Digo en mi mente viendo de reojo al hombre. Su mano se retira suavemente de mi cabeza mientras avanza un paso hacia Jhon, con una sonrisa ladeada y una calma peligrosa.—¿De verdad? —dice Damián—. ¿Y quién es la mujer embarazada que está en sus brazos? ¿Es ella la señora Blackthorne?La sola mención de la amante me hace sentir humillada a niveles inimaginables. Sin embargo esta se recompone y, se apresura a hablar.—Mi nombre es Sof
DamianEstoy encerrado. Las barras de hierro me rodean, frías y rugosas bajo mis dedos. El aire apesta a óxido, mis gritos rebotan en el metal y desaparecen en la oscuridad. “¡Ayuda!” grito, una y otra vez. No hay respuesta, solo risas. Unas carcajadas huecas y crueles que vienen de las sombras. Y entonces, la veo... Mi madre. La lanzan como un muñeco roto dentro de la misma jaula. La sangre cubre su rostro. “¡Mamá!” grito, y las lágrimas queman mis ojos.Justo en ese momento me despierto sintiendo el cuerpo sudoroso y pegajoso, mientras mi respiración se agita al punto que me cuesta respirar. Cierro los ojos por un segundo y me repito una y otra vez que ya no estoy ahí, he salido. Veinte años, ese es el tiempo que ha pasado desde que me fui de Chicago. De mi país, luego que mi vida cambiara para siempre, y me arrebataran a la persona que más amaba en el mundo.La única razón por la que estoy vivo es por venganza.Solo venganza… *****—Club de Élite, la chica está comiendo con los
Damien—¿Por qué estás aquí, Emma y con… ¿Señor White, qué está pasando?Levanto la vista y me encuentro con Jhon, el nuevo “socio” observándonos con una expresión que trata de mantener neutral pero sin éxito alguno.Puedo ver la sorpresa, la rabia y la sospecha brillando en sus iris. Lo cierto es que el encuentro lejos de molestarme solo hace más interesante el asunto. Noto que el imbécil parece enojado aunque intenta aparentar calma, sus ojos destellan con una sombra de celos y algo más que no logra ocultar del todo.Emma se aleja de mí, muy seguro lista para dar sus explicaciones, pero quiero alargar un poco más la diversión, asi que me adelanto.—Oh Jhon, hoy parece el día de las casualidades.—digo y tiendo una mano hacia él para saludarlo y este la toma con cautela— Me han recomendado el club y me vine al salir de la reunión para almorzar y me encontré con su esposa, ella me ha estado mostrando un poco del lugar —respondo con despreocupación, y una fingida camaraderia que no sien
Emma“Vete a casa Emma” “Hay mucho que hacer en casa, Emma” Las palabras de Jhon se repiten en mi mente a tiempo que la rabia y la decepción queman con fuerza en mi interior. He estado viviendo una mentira. Todo lo que creí que era real, la poca paz que pensaba que podía tener en mi vida, nada ha sido verdad.Y es tal vez esa misma rabia la que hace que, al subir al auto no me encamine hacia la casa como me ha ordenado Jhon, sino que por el contrario me coloque rumbo hacia la única persona que puede darme algo de consuelo y claridad en estos momentos: Melissa.Mi mejor amiga.Al entrar su edificio, el vigilante, señor Juan, me sonríe amablemente, como siempre.—Niña Emma, cuando tiempo sin verla, la señorita Melissa está arriba. Pase, usted ya sabe que tiene pase libre.Le devuelvo la sonrisa, aunque me cuesta mantenerla en mi rostro.—Gracias, señor Juan.Subo en el ascensor sintiendo que el peso de todo lo que ha pasado se hace cada vez más insoportable. La verdad es que estoy aterr