Ayyyyyyyyyy que me ha encanto estooo!! Gracias por leer cariñitos :)
EMMA La luz tenue que entra por las cortinas me despierta. Me giro sobre el colchón, pero el espacio vacío a mi lado me hace abrir los ojos de golpe. Busco a Luna, pero su cuna está vacía. Mi corazón comienza a acelerarse, y un frío sudor me recorre la espalda. —¿Beatriz? —llamo en un susurro, pero no obtengo respuesta. Sin perder tiempo, me levanto, tomo una bata y salgo al pasillo. La casa está silenciosa, salvo por algún leve murmullo que viene desde el piso inferior. Apresuro el paso, intentando calmar mi creciente ansiedad, pero las imágenes de todo lo que podría estar mal me atormentan. Cuando llego al pie de las escaleras, el alivio y el desconcierto se mezclan al mismo tiempo. Ahí está Damián, dormido en una mecedora, con Luna plácidamente acomodada en sus brazos. Me detengo un momento para observarlos. Luna parece completamente tranquila, su pequeño pecho sube y baja al ritmo de su respiración, y su manito está aferrada a la camisa de Damián. Él, aunque dormido, tiene un
DAMIÁN El aire en la sala está cargado de tensión, y aunque todos tratamos de mantener la compostura, sé que cada uno de nosotros está al borde. Los días han sido largos, pero el momento que hemos estado planeando finalmente está aquí. No hay marcha atrás. Melissa está sentada frente a un tablero improvisado con planos de edificios, rutas de escape y posibles lugares de encuentro. Alex, siempre tan meticuloso, está de pie a su lado, señalando con un bolígrafo cada punto estratégico. Beatriz está junto a Emma, sosteniendo a Luna mientras la pequeña juega con un juguete que chirría suavemente, un contraste extraño en medio de la seriedad de la escena. Pero mis ojos no pueden apartarse de Emma. Ella está inquieta, jugando con los bordes de su camisa, su rostro tenso mientras escucha cada palabra de Melissa. Su nerviosismo es palpable, y aunque quiero calmarla, sé que cualquier intento sería en vano. Emma no es de las que aceptan consuelo fácilmente, especialmente de mí. Finalm
EMMA El silencio tras las palabras de Damián es ensordecedor. Samuel me mira con el ceño fruncido, claramente furioso por lo que acaba de escuchar, pero yo no puedo apartar la vista de Damián. Su confesión, tan inesperada como contundente, retumba en mi cabeza una y otra vez: “Estoy dispuesto a todo por recuperar a la mujer que amo.” Mis dedos se tensan alrededor de la tela de mi camisa, un hábito nervioso que no he podido abandonar. Mi corazón late con fuerza, y la mezcla de emociones que me invade es insoportable. Rabia, confusión, dolor… y algo más. Algo que no quiero admitir. Samuel da un paso hacia Damián, claramente dispuesto a enfrentarlo, pero levanto una mano, deteniéndolo. —Samuel, por favor, déjanos solos —digo, tratando de mantener mi voz firme, aunque por dentro estoy hecha un desastre. —¿Estás segura? —pregunta, su tono cargado de preocupación. Asiento, evitando su mirada. No quiero que vea lo vulnerable que me siento en este momento. Con un gruñido d
DAMIÁN El aire de la mañana entra fresco por la ventana de mi habitación, pero no es suficiente para despejar el torbellino de pensamientos que se ha instalado en mi mente desde anoche. No dejo de pensar en Emma, en ese beso que compartimos. Su sabor, su calor, todo de ella sigue tan vívido en mi memoria que apenas puedo concentrarme. Es como si mi cerebro estuviera dividido: una parte enfocada en el plan para atrapar a Tomás, y otra, más insistente, pensando en cómo recuperar por completo a la mujer que amo. “La mujer que amo”. Aún suena extraño admitirlo en voz alta, pero es la verdad. Ya no hay forma de ocultarlo ni de engañarme a mí mismo. Solo espero que, al final de todo esto, Emma pueda verme con los mismos ojos con los que yo la veo. Me levanto y me visto rápidamente. Necesito despejarme. Camino hacia el jardín delantero, dejando que la brisa matutina me golpee el rostro. El vecindario está tranquilo, con algunos vecinos paseando a sus perros y otros sacando la basura
EMMA El día ha llegado. Hoy empezamos a poner en marcha el plan para atrapar a Tomás. El nudo en mi estómago no me deja respirar con normalidad. Me muevo de un lado a otro en la habitación, incapaz de quedarme quieta. Cada minuto que pasa siento que el reloj juega en nuestra contra. Luna está dormida en la cuna improvisada junto a mi cama, ajena al caos que vive en mi mente. Él va a exponerse. Va a caminar directo hacia el peligro. Y lo peor de todo es que yo lo dejé hacerlo. Tomo aire y lo suelto lentamente, tratando de calmarme, pero mis pensamientos no dejan de girar en círculos. Samuel no ha hablado conmigo desde la discusión de ayer. Su mirada distante y llena de juicio me persigue. Cada vez que recuerdo sus palabras, me pregunto si he tomado la decisión correcta al darle a Damián una oportunidad de redimirse. «¿De verdad lo has perdonado?», había dicho Samuel, y esa pregunta me sigue torturando. ¿Lo he perdonado? No lo sé. Pero lo que ses que el miedo de perderlo me c
DAMIÁN El sol golpea con fuerza, filtrándose a través de las ramas de los árboles que bordean el parque. El aire está cargado de un murmullo constante: familias jugando, parejas paseando, niños corriendo tras pelotas o bicicletas. Es un día cualquiera, pero para mí, no hay nada ordinario en esto. Cada paso que doy es calculado, cada mirada que lanzo, sospechosa. Estoy en territorio enemigo, aunque nadie aquí lo sepa. Mi cuerpo está tenso. La sensación de que alguien me sigue no me abandona desde que llegué. Mis ojos recorren el parque, buscando algo o a alguien fuera de lugar. Respiro profundamente para calmarme, pero mi mente está en constante alerta. Un hombre se acerca desde la izquierda, demasiado cerca. Es alto, delgado, viste ropa casual que no llama la atención, pero su mirada parece fija en mí. No tengo tiempo de reaccionar antes de que me hable. —Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar una cafetería cercana? —pregunta, con una voz que intenta sonar relajada, pero not
DAMIÁNEl aire dentro de la sala está cargado de tensión, pero no es nada comparado con lo que siento en el pecho. Emma está frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión de pura determinación que me recuerda por qué me enamoré de ella en primer lugar. Pero también me desespera.—Emma, te lo dije. No vas a venir al almacén —repito por quinta vez, esforzándome por mantener la calma.—Y yo ya te respondí —me dice, elevando la barbilla desafiante—. No pienso quedarme aquí sin hacer nada. Quiero estar ahí. Esa mujer sabe cosas que afectan mi vida y la de Luna. No me voy a quedar esperandoRespiro hondo, cerrando los ojos por un momento. Su terquedad es agotadora, pero también... fascinante. Ella no es la misma mujer que conocí hace un año. Esta Emma pelea, y aunque me saque de quicio, no puedo evitar admirarla.—No es seguro —le digo, mi voz más baja pero no menos firme—. Sofía no es de fiar. No sabemos cómo reaccionará si sabe que estás vva, suponiendo que no lo sepa. Y si Tomás
DAMIÁNEl volante tiembla bajo mis manos mientras conduce hacia la casa. Mi mente es un torbellino de emociones, una mezcla de incredulidad, rabia y una urgencia aplastante. Cada kilómetro que recorro parece eterno, cada semáforo un obstáculo deliberado.No puede ser él. No tiene sentido. Pero los hechos no mienten, y ahora, sabiendo lo que sé, tengo que actuar rápido. Lo más importante ahora es proteger a Emma y Luna. Nada más importante.Cuando finalmente llego, dejo el auto prácticamente en marcha y corro hacia la puerta principal. Alex y Melissa me esperan en el vestíbulo, sus expresiones graves confirmando que ellos también entienden la gravedad de lo que acabamos de descubrir.—Vayamos al estudio —les digo, manteniendo mi voz baja. No quiero alarmar al resto del personal.Melissa asiente y se dirige hacia la puerta mientras Alex se queda un momento a mi lado.¿Estás seguro de que quieres decírselo? —pregunta en voz baja.—Tiene que saberlo —respondo, mi tono firme.Alex asiente,