POR FIN SE BESARON!!! Jajajaja no saben cuánto me emociona esta reconciliación! Amo esta pareja! Muy cerca el final, cariñitos
DAMIÁN El aire de la mañana entra fresco por la ventana de mi habitación, pero no es suficiente para despejar el torbellino de pensamientos que se ha instalado en mi mente desde anoche. No dejo de pensar en Emma, en ese beso que compartimos. Su sabor, su calor, todo de ella sigue tan vívido en mi memoria que apenas puedo concentrarme. Es como si mi cerebro estuviera dividido: una parte enfocada en el plan para atrapar a Tomás, y otra, más insistente, pensando en cómo recuperar por completo a la mujer que amo. “La mujer que amo”. Aún suena extraño admitirlo en voz alta, pero es la verdad. Ya no hay forma de ocultarlo ni de engañarme a mí mismo. Solo espero que, al final de todo esto, Emma pueda verme con los mismos ojos con los que yo la veo. Me levanto y me visto rápidamente. Necesito despejarme. Camino hacia el jardín delantero, dejando que la brisa matutina me golpee el rostro. El vecindario está tranquilo, con algunos vecinos paseando a sus perros y otros sacando la basura
EMMA El día ha llegado. Hoy empezamos a poner en marcha el plan para atrapar a Tomás. El nudo en mi estómago no me deja respirar con normalidad. Me muevo de un lado a otro en la habitación, incapaz de quedarme quieta. Cada minuto que pasa siento que el reloj juega en nuestra contra. Luna está dormida en la cuna improvisada junto a mi cama, ajena al caos que vive en mi mente. Él va a exponerse. Va a caminar directo hacia el peligro. Y lo peor de todo es que yo lo dejé hacerlo. Tomo aire y lo suelto lentamente, tratando de calmarme, pero mis pensamientos no dejan de girar en círculos. Samuel no ha hablado conmigo desde la discusión de ayer. Su mirada distante y llena de juicio me persigue. Cada vez que recuerdo sus palabras, me pregunto si he tomado la decisión correcta al darle a Damián una oportunidad de redimirse. «¿De verdad lo has perdonado?», había dicho Samuel, y esa pregunta me sigue torturando. ¿Lo he perdonado? No lo sé. Pero lo que ses que el miedo de perderlo me c
DAMIÁN El sol golpea con fuerza, filtrándose a través de las ramas de los árboles que bordean el parque. El aire está cargado de un murmullo constante: familias jugando, parejas paseando, niños corriendo tras pelotas o bicicletas. Es un día cualquiera, pero para mí, no hay nada ordinario en esto. Cada paso que doy es calculado, cada mirada que lanzo, sospechosa. Estoy en territorio enemigo, aunque nadie aquí lo sepa. Mi cuerpo está tenso. La sensación de que alguien me sigue no me abandona desde que llegué. Mis ojos recorren el parque, buscando algo o a alguien fuera de lugar. Respiro profundamente para calmarme, pero mi mente está en constante alerta. Un hombre se acerca desde la izquierda, demasiado cerca. Es alto, delgado, viste ropa casual que no llama la atención, pero su mirada parece fija en mí. No tengo tiempo de reaccionar antes de que me hable. —Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar una cafetería cercana? —pregunta, con una voz que intenta sonar relajada, pero not
DAMIÁNEl aire dentro de la sala está cargado de tensión, pero no es nada comparado con lo que siento en el pecho. Emma está frente a mí, con los brazos cruzados y una expresión de pura determinación que me recuerda por qué me enamoré de ella en primer lugar. Pero también me desespera.—Emma, te lo dije. No vas a venir al almacén —repito por quinta vez, esforzándome por mantener la calma.—Y yo ya te respondí —me dice, elevando la barbilla desafiante—. No pienso quedarme aquí sin hacer nada. Quiero estar ahí. Esa mujer sabe cosas que afectan mi vida y la de Luna. No me voy a quedar esperandoRespiro hondo, cerrando los ojos por un momento. Su terquedad es agotadora, pero también... fascinante. Ella no es la misma mujer que conocí hace un año. Esta Emma pelea, y aunque me saque de quicio, no puedo evitar admirarla.—No es seguro —le digo, mi voz más baja pero no menos firme—. Sofía no es de fiar. No sabemos cómo reaccionará si sabe que estás vva, suponiendo que no lo sepa. Y si Tomás
DAMIÁNEl volante tiembla bajo mis manos mientras conduce hacia la casa. Mi mente es un torbellino de emociones, una mezcla de incredulidad, rabia y una urgencia aplastante. Cada kilómetro que recorro parece eterno, cada semáforo un obstáculo deliberado.No puede ser él. No tiene sentido. Pero los hechos no mienten, y ahora, sabiendo lo que sé, tengo que actuar rápido. Lo más importante ahora es proteger a Emma y Luna. Nada más importante.Cuando finalmente llego, dejo el auto prácticamente en marcha y corro hacia la puerta principal. Alex y Melissa me esperan en el vestíbulo, sus expresiones graves confirmando que ellos también entienden la gravedad de lo que acabamos de descubrir.—Vayamos al estudio —les digo, manteniendo mi voz baja. No quiero alarmar al resto del personal.Melissa asiente y se dirige hacia la puerta mientras Alex se queda un momento a mi lado.¿Estás seguro de que quieres decírselo? —pregunta en voz baja.—Tiene que saberlo —respondo, mi tono firme.Alex asiente,
Emma—Cinco años, Emma. Cinco largos años y aún no has podido darme un nieto. ¿Sabes lo que eso dice de ti?Las palabras de mi suegra, esa mujer altiva. Ícono temible y envidiable de la sociedad, caen sobre mí como cuchillos afilados haciéndome sentir diminuta.. Siento que mi cuerpo se tambalea de puro agotamiento, pero no solo físico. Es como si cada palabra que sale de su boca tuviera la intención de aplastarme.—Lo… Lo lamento, no me encuentro bien… —respondo con la voz algo apagada. Ahora sólo quiero irme. Quiero encerrarme y simplemente olvidar por un momento cómo mi matrimonio parece estar en la cuerda floja.De solo pensarlo siento que no puedo respirar, pero mi suegra se interpone en mi camino, sus ojos encendidos en cólera.—No te encuentras bien, nunca te encuentras bien —dice con el tono de crítica que es imposible de ignorar—. Si ni siquiera puedes tener un hijo, ¿qué sentido tiene que mi hijo se case contigo? Le estás robando su oportunidad de tener un heredero, realmen
Emma ¿Anticonceptivos? ¿He estado tomando anticonceptivos? El shock me golpea con tanta fuerza que me cuesta respirar. Mis ojos se agrandan, y las palabras parecen no tener sentido.—Doctor, debe estar equivocado. Estas… estas son las pastillas que llevo años tomando para mi aflicción, no pueden ser otra cosa y cada vez que se me acaban, mi esposo va y…-De repente mi cerebro hormiguea por un momento, sí, mi esposo…. Cada vez que se me acababa la medicación, Jhon me la compra nuevamente y la pone en el botiquín.No, no lo creo.Algo me vino de repente y arrebaté los dos frascos de pastillas de la mano del médico y me los eché en la palma de la mano.Es todo blanco, pero hay una sutil diferencia.—No... no puede ser —susurro, las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos otra vez.Nunca lo había notado, nunca había dudado de él porque lo amaba con toda mi alma y mi corazón, pero ¿por qué?—Emma, debo ser honesto contigo. Esos son anticonceptivos y no cualquiera, son una fórmula que
Emma¡¡¡Ella tiene un hijo de mi esposo!!!No. NO. NO. Esto no puede ser. Sofía sonríe con arrogancia, disfrutando de mi desconcierto.—Sí, querida. Este es el hijo que Jhon siempre quiso, él que nunca podrá tener contigo. Qué triste, ¿no crees?Sus palabras son como dagas, y antes de darme cuenta, me encuentro dando un paso hacia ella, furiosa, dispuesta a gritarle, a enfrentarla.—¡No es verdad!¡Estás mintiendo!Pero no alcanzó a hacer mucho pues en ese momento, la puerta de la oficina se abre y Jhon entra, justo a tiempo para interponerse entre nosotras.—¿Qué demonios está pasando aquí? —pregunta con el ceño fruncido, pero su mirada no es para mí. Se dirige directamente a Sofía y noto que la forma en que la ve… Nunca me ha mirado así a mí.Sofía, como si estuviera perfectamente entrenada para este momento, se lleva una mano al vientre y pone cara de angustia.—Jhon, por favor... no dejes que me haga daño —dice con voz temblorosa, fingiendo miedo mientras acaricia su vientre—. No q