EMMA Mis pensamientos son un torbellino. Camino de un lado a otro por la sala de espera, con las manos temblorosas y la respiración entrecortada. El recuerdo de Damian llamándome, incluso inconsciente, no deja de resonar en mi mente. Su voz, rota y desesperada, se siente como un eco constante que no puedo ignorar. ¿Me vio realmente? ¿Sabe que estaba allí? Intento encontrar sentido a lo que sucedió, pero todo parece una nebulosa. No puedo olvidar la forma en que sus ojos se abrieron y se clavaron en mí, aunque fuera solo por un instante. ¿Fue real? ¿O solo fue mi imaginación? Melissa está sentada cerca, observándome con preocupación. Finalmente, se pone de pie y me detiene tomándome suavemente por los brazos. —Emma, tienes que calmarte —dice, su voz firme pero comprensiva—. No puedes seguir así. —¿Cómo quieres que me calme? —le respondo, casi gritando—. Damian abrió los ojos, Melissa. Me miró. ¡Él me vio! ¿Qué voy a hacer ahora? Melissa suspira y sacude la cabeza
El motor del auto de Melissa zumba suavemente mientras avanzamos por la carretera. Hoy el día amaneció nublado, el paisaje es gris y desolado, como si incluso el mundo entendiera la gravedad de lo que estamos a punto de hacer. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, acompasado por el leve golpeteo de mis dedos contra el asiento. Melissa mantiene ambas manos firmes en el volante, sus labios apretados en una línea fina.—Todavía creo que deberíamos esperar —dice finalmente, rompiendo el silencio—. Alex estará mejor en unos días, y podría ser útil tenerlo con nosotras. Esto es un riesgo innecesario, Emma.Niego con la cabeza antes de contestar, sin quitar la vista del camino frente a nosotras.—No puedo esperar, Mel. Necesito respuestas. Si Tomas está involucrado en todo esto, no podemos permitirnos perder más tiempo.Melissa suspira profundamente, pero no insiste. Sin embargo, su siguiente comentario viene cargado de advertencia.—Si vamos a hacer esto, entonces tienes que obedecerme c
DAMIÁN El zumbido constante de los monitores me acompaña cuando abro los ojos. La luz blanca y cálida del hospital me obliga a parpadear varias veces antes de acostumbrarme. Mi cuerpo se siente pesado, adormecido, pero lo primero que viene a mi mente no es el dolor. Es ella. Emma. Mi respiración se acelera mientras el recuerdo se clava en mi mente. La vi. No fue un sueño, no fue un delirio provocado por el sedante. Estaba ahí. Sus ojos, su voz... Me llamó. No fue mi imaginación. Y ella me pedía que me quedara. me decía que me necesitaba… Que Luna me necesitaba. Trago saliva y cierro los ojos, tratando de volver a ese momento. Pero con cada intento, el recuerdo se desvanece más, dejando tras de sí una mezcla de esperanza y frustración. ¿Cómo es posible? Todo el mundo la dio por muerta. Yo la di por muerta. Pero ahora, no puedo quitarme de la cabeza la posibilidad de que nunca se fue. Y entonces nace la siguiente pregunta, si está viva ¿Por qué nos ha mentido ? El sonido d
DAMIÁN EL ROSTRO DE Melissa al escuchar el nombre “Luna” es todo un poema y siendo sincero el hecho de que ella reaccione de esta forma enciende todas mis alarmas. ¿Quién es Luna? ¿Por qué demonios parece ser tan importante ? Muchas hipótesis empiezan a formarme en mi mente pero las ignoro. Ya no hay tiempo para hacerme ideas. Ahora mismo lo único que quiero es la. Verdad. Sin embargo, lo único que escucho es el zumbido constante de los monitores que es lo único que llena el aire mientras Melissa me mira fijamente. Su expresión está cargada de emociones: nerviosismo, culpa… y algo más que no logro descifrar. Sé que está a punto de derrumbarse, pero tengo que ser cuidadoso. —No… No sé de qué… — empieza ella pero la interrumpo. NO MÁS MENTIRAS. —Ya basta, Melissa. Sé que has reconocido el nombre y eso solo puede ser por una razón así que voy a preguntarlo solo una vez más. ¿Dónde está Emma? ¿Por qué ha fingido su muerte? —digo, con voz baja pero cargada de intensidad. Melissa
EMMA El silencio en el apartamento es sofocante, roto solo por el leve murmullo de Melissa mientras prepara café en la cocina. Luna duerme profundamente en su Corral, y yo me encuentro junto a ella, incapaz de quedarme quieta. Mis manos tiemblan mientras las entrelazo, tratando de calmar los nervios que me recorren como una corriente eléctrica. —Emma, debes relajarte —dice Beatriz en voz baja desde el sillón, aunque su expresión traiciona la misma tensión que yo siento. —Todo saldrá bien. —¿Bien? —susurro, sin apartar la mirada de la puerta. —Nada de esto va a estar bien. ¿Cómo voy a enfrentarlo después de todo lo que ha pasado? ¿Qué se supone que le diga? ¿Lo siento por fingir mi muerte y esconderle a su hija? Beatriz no responde. En cambio, se levanta y coloca una mano en mi hombro, presionando suavemente. Pero su intento de consuelo no hace nada por calmar la tormenta en mi interior. Entonces escucho pasos en el pasillo, firmes pero acompasados, seguidos por el sonido de
DAMIÁNEl sonido del bastón golpeando el suelo acompasa mis pasos mientras entro al apartamento de Melissa. Mi mente está ocupada, pero no con detalles triviales, sino con una única pregunta que me consume desde que me dio esa pista: ¿Estará Emma aquí? ¿Es este el momento en que finalmente la veré después de un año de creerla muerta?No estoy listo para enfrentarla, pero al mismo tiempo no puedo permitirme dudar. Si está viva, si realmente todo este tiempo estuvo oculta, necesito saber por qué. Necesito respuestas, y no voy a salir de este lugar sin obtenerlas.Mi mirada recorre la estancia al entrar, pero lo primero que noto no es a Emma. Es a un hombre de pie junto a Melissa, cruzado de brazos. Mi mente se tambalea un momento al reconocerlo. Es el mismo hombre del juzgado, el que vi junto a esa mujer que juré era Emma. Algo dentro de mí se enciende, una mezcla de furia e incertidumbre.—¿Qué hace este hombre aquí? —pregunto, mi voz cortante como una navaja.Melissa intenta inter
EMMA El silencio que sigue al llanto de Luna es tan pesado que siento como si pudiera cortarse con un cuchillo. Damian no aparta los ojos de mí, y aunque no dice nada, la intensidad de su mirada es suficiente para hacerme retroceder un paso. Siento el calor subiendo a mi rostro y la culpa clavándose en mi pecho como un ancla. —¿Luna? —repite, su voz ronca, como si el nombre le costara pronunciarlo. Sus ojos se llenan de una mezcla de asombro y desconcierto, como si intentara unir piezas que simplemente no encajan. Lo observo mientras parpadea lentamente, y noto cómo su respiración se acelera ligeramente. El impacto emocional es evidente en su rostro, una tormenta de emociones: confusión, incredulidad, algo de esperanza y una sombra de dolor. Su mirada viaja de mí a Samuel, para luego regresar a mí con una intensidad que me atraviesa como un rayo. Tomo aire, intentando encontrar las palabras correctas, pero no hay manera fácil de explicar esto. Sólo puedo decir la verdad, y
DAMIÁN El mensaje en el teléfono de Emma arde en mi mente como un hierro al rojo vivo: “No importa dónde te escondas. Siempre te encontraré. Esta vez no habrá escapatoria para ti ni para los que amas.” Mi mandíbula se tensa, y el peso de la amenaza se mezcla con un recuerdo que no puedo ignorar. El mensaje que recibí hace semanas, ese que decía: “Para acabar al rey, se extingue a los herederos.” En ese momento, no entendí a qué se refería, pero ahora todo tiene sentido. Luna. —Recojan todo —digo, mi voz más fría de lo que esperaba—. Se vienen conmigo. Emma se gira hacia mí, su rostro endurecido por la tensión, pero antes de que pueda responder, el hombre que estaba con ella, el tal Samuel, interviene. —Ella no va contigo a ningún lado, y mucho menos Luna. Las palabras salen de su boca con tal autoridad que siento un estallido de ira recorriéndome. Lo enfrento, sintiendo cómo mi sangre hierve. —¿Y quién demonios eres tú para decidir eso? —digo, mi tono lleno de rabia mientras