114 El cobarde de mi hijo

El motor del auto de Melissa zumba suavemente mientras avanzamos por la carretera. Hoy el día amaneció nublado, el paisaje es gris y desolado, como si incluso el mundo entendiera la gravedad de lo que estamos a punto de hacer.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, acompasado por el leve golpeteo de mis dedos contra el asiento. Melissa mantiene ambas manos firmes en el volante, sus labios apretados en una línea fina.

—Todavía creo que deberíamos esperar —dice finalmente, rompiendo el silencio—. Alex estará mejor en unos días, y podría ser útil tenerlo con nosotras. Esto es un riesgo innecesario, Emma.

Niego con la cabeza antes de contestar, sin quitar la vista del camino frente a nosotras.

—No puedo esperar, Mel. Necesito respuestas. Si Tomas está involucrado en todo esto, no podemos permitirnos perder más tiempo.

Melissa suspira profundamente, pero no insiste. Sin embargo, su siguiente comentario viene cargado de advertencia.

—Si vamos a hacer esto, entonces tienes que obedecerme c
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