El tío Joel

Mamá y papá viajaban a Barcelona dos veces por semana, mamá trataba de ser fuerte y compartir el mismo tiempo con nosotros pero su cuerpo no se lo permitía, por otro lado su espíritu era tan fuerte que apostaba a la resistencia y después de superar los síntomas provocados por las terapias volvía a ser la madre afable de siempre. Emanuel lejos de imaginar lo que se avecinaba aprovechaba al máximo su compañía, los días de vacaciones eran pocas y hasta cuando llovía a cántaros él quería salir a jugar. Cuando cumplí los doce años el doctor Caster trajo una torta con crema y fresas y en compañía de ellos y míos padres soplé las doce velas rosadas.

Anteriormente mis padres organizaban una celebración pero esta vez, debido a la enfermedad de mamá, nada de eso sucedió. Resultaba sorprendente, por un lado los not

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