Mamá se despidió de mí y de Emanuel con un beso en los labios, llevaba un sombrero color violeta con un ala ancha y un maquillaje ligero. Papá ya se encontraba tras el volante del auto del doctor Caster y bajó la cabeza para mirar a Emanuel.
-Por favor Emanuel, como una sola vez.
Emanuel y yo reímos de la advertencia de papá.
-Puede comer cuantas veces quiera.-Lo consintió la señora Leticia con su típico acento extraño. Mamá nos lanzó un beso desde su mano y se alejó en el auto con papá. Así que a partir de ese día, lunes de julio, a las 8:00 de la mañana, se despejaría la incógnita de la enfermedad de mamá.<
A partir de ese momento no me cansaba de observar a mamá, papá cada vez lucía más triste, no paraba de halagarla, y si antes aparecía con presentes para ella, ahora casi a diario aparecía con detalles que si no eran costosos si eran muy delicados y significativos.Mamá y yo siempre habíamos pasado mucho tiempo juntas, pero ahora me dedicaba u tiempo precioso, yo limpiaba la casa con ella, ya no cocía, al entregar el trabajo d ella señora Núñez no continuó con esas labores, fue recogiendo poco a poco ese cuarto hasta que estuvo completamente ordenado. Estaba totalmente dedicada a sus clases de cocina en mi compañía, una variedad de comidas preparamos, también nos sentó una tarde a Emanuel y a mí para mostrarnos el uso adecuado d ellos cubiertos y aunque Emanuel se mostraba aburrido asimiló la clase más rápido que yo. Al d&iacu
Mamá y papá viajaban a Barcelona dos veces por semana, mamá trataba de ser fuerte y compartir el mismo tiempo con nosotros pero su cuerpo no se lo permitía, por otro lado su espíritu era tan fuerte que apostaba a la resistencia y después de superar los síntomas provocados por las terapias volvía a ser la madre afable de siempre. Emanuel lejos de imaginar lo que se avecinaba aprovechaba al máximo su compañía, los días de vacaciones eran pocas y hasta cuando llovía a cántaros él quería salir a jugar. Cuando cumplí los doce años el doctor Caster trajo una torta con crema y fresas y en compañía de ellos y míos padres soplé las doce velas rosadas.Anteriormente mis padres organizaban una celebración pero esta vez, debido a la enfermedad de mamá, nada de eso sucedió. Resultaba sorprendente, por un lado los not
Papá tomó al pequeño Emanuel por los hombros. -¿Qué dices Emanuel, cuál hermano? -Tu hermano papa.-El niño lo miró detenidamente.- Con sus ojos, tu cabello, tu voz. -¡Maldita sea! -¡Arturo, que dices! - Papá no la escuchó, fue al cuarto corriendo y sin calzar bien los deportivos blancos corrió fuera de la
La lluvia no daño a nadie. El doctor Caster revisó a mamá y si no la encontró bien tampoco mal. Nadie estornudó, nadie tosió y la lluvia continuó. Gotas y gotas sobre el jardín y los pequeños lirios blancos. Luego del almuerzo, cuando me disponía a tomar una siesta en compañía de Emanuel llegó el auto de la directora Monroy. Papá salió a recibirla con un enorme paraguas y ella a su lado entró al porche y luego a la casa. La observé a través de la ventana de mi recamara, no traía maquillaje y calzaba tenis azules oscuros ¿Dónde estaba su ropa señorial? Lo que habló con mamá nadie lo supo, pues lo hicieron en la habitación de costura. Cuando la directora salió parecía llevar zapatos de plomo, ni siquiera le sonrió a Emanuel, ni aceptó el paraguas de papá, su primo le abri&
Cuando iba camino a clases, en compañía de papá y Emanuel, pensaba en el relato de mi mamá. La vida podía ser muy cruel y de pronto hermosa, para mis padres la suerte había dado un giro violento, un giro que los había sumergido en el amor, un bálsamo de paz luego de rechazar a sus familias y de ser rechazados por ellos, su amor y el nacimiento de sus dos hijos les traía dicha. Pero ahora, mamá prendía que yo fuera fuerte, que fortaleciera y respaldara a mi familia, ¿con qué fuerzas? ¿Con qué edad? ¿Con qué supuesta madurez? Lucía cansada los mediodía, papá y yo hacíamos el almuerzo y muchas veces las cena, no quiso regresar a las terapias, así que el doctor Caster estaba en casa muy temprano en la mañana y bien
La directora nos ofreció su auto para ir a casa, sin embargo, papá no aceptó. Sin insistir se marchó escuché antes de irse que le hablaba a papá muy bajito: -Pueden tomarse la semana los tres, yo estaré al pendiente. -Gracias.-Papá continuaba con los brazos caídos hacia los lados de su cuerpo, la mirada perdida en el sueño. -Referente a lo que Lourdes me pidió… -Olvídalo.-Papá la miró y rotundamente negó con la cabeza. -Aun así iré
La sola idea de abandonar a mi familia me deprimía tanto o más que la muerte de mamá, ¿por qué decidió eso? ¿Por qué no pensó en lo que me haría sufrir?Emanuel cayó en un estado de tristeza que nos preocupó mucho, sirvió en cierta forma para aliviar los recuerdos de mamá. El niño deseaba ser mimado y atendido y tan sólo pensar que yo partiría lo mantenía callado y en completo mutismo.Pero el día nueve de la muerte de mamá las cosas inevitablemente cambiaron. La directora apareció en nuestro porche, su expresión delataba su determinación de hacer cambiar las cosas en la casa. Papá la recibió y habló con ella a solas, esa mañana Emanuel había ido a visitar al doctor Caster y estábamos solos los tres.Con la mayor seriedad me senté con ellos en la sala, pap
Los gritos de mamá para despertar a Emanuel, me despertaron. De un golpe me senté en la cama y miré a mí alrededor, quizás mi hermano hubiese sufrido otra convulsión y eso era lo que alarmaba tanto a mamá, pero luego de espabilarme escuché a Emanuel quejarse: -Cinco minutos mamá, cinco minutos por favor. Me lancé de un golpe otra vez en la cama y miré el techo blanco de mi habitación con algunas filtraciones del lado derecho donde se hallaba el tanque del agua de la casa. En menos de cinco minutos mamá tocaría a mi puerta para despertarme e ir al colegio. Me envolví de nuevo en la cobija y suspiré, a mis once años la vida era