Decir que Freya no había llorado por su segundo hijo perdido era una vil mentira, incluso a veces, en sus noches más solitarias se encontraba recordando aquellos días, y lloraba hasta quedar dormida abrazada a una almohada. Incluso ella había estado enfrente del cementerio en muchas ocasiones, pero nunca había tenido el valor de entrar. Le costaba hacerse a la idea de que su pequeña había crecido lo suficiente para tener una pequeña tumba y no había crecido lo suficiente para ser fuerte y nacer antes de tiempo.
Axel y Freya parecían estar en el mismo estado de transe, esa noche la pasaron observando por su ventana de su respectivo departamento, las luces de la noche eran hipnóticas y sus corazones jamás estuvieron tan en sincronía como en ese instante.Axel suspiró con los primeros rayos de sol en la mañana, aún tenía en sus manos un peluche dAsí como lo planeó Axel, Freya no pudo salir esa noche con Salvador Sorní a cenar, ni la siguiente, ni la siguiente. Freya se clavó en clasificar esos documentos y cada vez estaba más convencida de que él lo había hecho apropósito, encontró archivos que no tenían nada que ver con lo que ella le había pedido. Y Salvador, él tuvo que volver a viajar por negocios.Era ya la cuarta noche que se quedaba hasta tarde cuando Axel entró por la sala de juntas, estaba arrepentido por ello, podía ver las ojeras y el cansancio en su rostro. Hacía todo lo posible para encontrársela en el ascensor en las mañanas, así Freya cambiara cinco minutos antes o después su hora de llegada. También casualmente se lo había encontrado un día al salir a la hora del almuerzo, Axel la invitó a comer, pero terminaron saliendo con ca
— Freya… Cálmate y siéntate.— ¿Sabes todas las horas que perdí metida en esos estúpidos papeles? Solo quiero terminar este maldito proyecto de una buena vez. ¡Quiero volver a Toronto! ¡Quiero estar lejos de ti! — ¿Quieres estar lejos de mí? — inquirió él, antes de…Antes de que Axel sintiera un tirón en el timón, y viera lentamente como se deslizaba la vela de izquierda a derecha, el viento cambió de dirección y lo que más temía ocurrió.Freya ni siquiera alcanzó a ver como la botavara se acercaba a ella a gran velocidad, lo único que sintió fue un golpe seco entre el pecho y el hombro derecho, el golpe la desestabilizó, el velero se ladeó por el cambio de corriente lo que hizo que ella terminara cayendo a las aguas heladas del Johnstone Strait
— Axel… Sigue conmigo ¿Sí? — le golpeó suavemente el rostro — Ayúdame a llevarte a la cama. — Yoo deberíaa lle-llevarte a la camma — balbuceó, intentaba levantarse, pero el mareo le estaba ganando, sus ojos se sentían pesados y ya no los podía abrir. Lo único que podía sentir es que se aferraba a las caderas de Freya como si no hubiera un mañana. — Vamos, Axel… Levántate… Necesito llevarte a la cama… — exclamaba preocupada Freya, lo veía realmente mal, la tos no quería mermar y la temperatura solo subía. La chica intentó levantarlo, pero a menos de que él le ayudara, no podría hacerlo. Le sería imposible —. ¡Vamos, no puedo sola!— Fre-Freya…— ¡Vamos, cielo! ¡Por favor! — gimió, las
Freya estuvo en un letargo horrible, entre dormida y despierta intentando verificar la temperatura de Axel cada tanto, y en algún momento del día, no supo exactamente en cual se quedó dormida, con una mano sobre su mejilla, y un brazo de Axel rodeándole la cintura con posesividad. Allí, juntos pasaron las horas más reparadoras que podían dormir. El primero que abrió los ojos fue Axel, se habían acomodado en algún momento, él estaba completamente aferrado a ella, rodeando su brazo desde su cintura, y deslizando su mano por la espalda, con su nariz enterrada en ese cabello castaño, y ella tenía su rostro hundido y sus manos sobre su pecho, con sus piernas entrelazadas. Ambos estaban perfectamente calientitos, Axel no había vuelto a toser desde hacía un par de horas y eso era excelente, quizá solo era frio o la falta de su cercanía. Ella gimió después de sentir el olor de Axel que tanto la desorbitaba, también había sentido el cambio del ritmo en el corazó
— ¿Te arrepientes? — Aún no — contestó con sinceridad ella — ¿Y tú? — su voz se entrecortó de los nervios. — Jamás — suspiró — Jamás podría arrepentirme de estar contigo. Freya abrió la boca y la cerró repetidas veces, pero al final no pudo decir nada. Ella había quedado rendida después de haber hecho el amor por toda la habitación, Axel se había quedado observándola dormir, acariciándola de vez en cuando para reafirmarse que eso no era tan solo un sueño. Al final le tocó levantarse a regañadientes y separarse de su lado porque el hambre lo estaba partiendo en dos y ya había escuchado gruñir el estómago de la castaña un par de veces.Ahora, trataban de comer sin pensar mucho, pero era inevitable Axel se carcomía por dentro intentando saber que se le pasaba a ella por la mente. Si en realidad si se estaba arrepintiendo, pero tan solo por no hacerlo sentir mal no decía nada. — No quiero que te sientas mal por haber engañado a tu esposo…
El sonido estridente de un timbre de teléfono lo despertó unas horas más tarde. Se levantó buscando de donde provenía el sonido hasta que lo halló dentro del bolso de Freya, miró hacia arriba de las escaleras para percatarse que ella no se hubiese despertado, abrió el bolso y se encontró con el nombre que su instinto le decía que se encontraría. “Salvador” brillaba en la pantalla, y Axel sintió como el suelo se hundía bajo de él. Ese era límite de su felicidad, una vez llegaran a Vancouver podrían pasar dos cosas, que ella mintiera lo suficientemente bien para que Salvador, su esposo no se enterara de aquella aventura o que ese mismo Salvador le partiera el rostro al enterarse de la verdad. Axel apagó el teléfono, dejando un hombre preocupado e histérico del otro lado del teléfono. Horas más
— Freya… —murmuró.— Axel… — escuchó a lo lejos, una voz dulce que lo llamaba y lo sacaba de la oscuridad en que estaba sumergido. Axel medianamente pudo abrir los ojos, su rostro estaba inflamado, su cuerpo magullado, aunque exactamente en ese momento no podía sentir todo el dolor real que iba a sentir una vez se pasaron los efectos de los medicamentos. Se sentía un poco desorientado, pero poco a poco fue cayendo en cuenta que se encontraba en la sala de un hospital, las luces blancas en el techo, ese horrible olor a medicamento y lejía que tanto detestaba y… la mujer que tenía en frente no era la que había nombrado. — ¿Laia? ...— Estas bien, cariño. No te muevas — le apremió su hermana, mientras le acariciaba las manos, con un gesto de preocupación y cansancio en su rostro. Y al mismo tiempo tecle
— Axel… — escuchó medio adormilado, de nuevo estaba soñando con aquella mujer dulce, de cabello castaño y ojos color sol.— Freya… — gimió de dolor, mientras abría sus ojos y encontraba a la mujer de su sueño de pie, junto a él — ¿Eres tú o es otra ilusión?— ¿Ilusión? No, Axel. Soy yo, Freya… Aquí estoy… — le acarició suavemente el rostro moreteado.— ¡Maldición! — se quejó él, cayendo en cuenta que si era la verdadera Freya — No quería que supieras nada, no quería que te sintieras culpable. — ¿Culpable? ¿Cómo que culpable? — Pues por esto… — se señaló Axel así mismo. — ¿Culpable? — repitió incr&eacu