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Sueño en un Sueño

El amor es un sentimiento que puede llegar a ser la fuente de fuerza más poderosa del universo y ser la bomba destructiva al mismo tiempo. Una vez oí decir que el amor dolía, no comprendí por completo como algo tan hermoso puede llegar a doler, después me convencí que no era el amor lo que les dolía, eran las personas que amaron y por alguna razón el sentimiento murió lentamente con las acciones y desgastó al corazón. 

Yo dije que nada de eso me afectaría, porque de alguna forma sentía que todo había acabado el día en que cumplí dieciocho, y sentía que ya era un adulto responsable de mis acciones y que podía manejar mis emociones sin problemas. Nada de eso era cierto, quizá porque la vida da mil vueltas y volver a la vida no era más que el comienzo de algo mucho más oscuro.

En algún momento iba a cansarme de correr, siempre corriendo para salvar mi patética vida. Me encontraba en un rincón de una abandonada ciudad, esperaba que fuera un sueño, sin embargo, que lo sintiera tan real debido al sudor, al dolor en mis costados y mi herida en mi tobillo izquierdo que sangraba debido al movimiento, era una señal de lo despierta que estaba.

¿Qué me seguía? Estaba segura de que era un can infernal de nuevo, su peludo cuerpo negro y torcidas fauces me recordaban a uno que había leído en los libros de Cedric. No obstante, su tamaño era la de un oso y en los espacios reducidos como en los que me encontraba no podía pasar, eso me alegraba en demasía. No recordaba la razón de qué hacía en aquel lugar, simplemente Uriel me había pedido salir a caminar.

Corría tan rápido a la espera de encontrar a mi hermoso chico príncipe angelical, él se había convertido en el centro de mi universo, me sentía protegida y amada de una forma que no podía comparar con algo parecido, iluminaba mis días con su sola presencia y me ayudaba a recuperar mis recuerdos.

Había lidiado con seres más perversos hacía meses y esto no suponía un gran peligro y de algún modo mi Príncipe de la Divina Presencia me encontraría y quería, al menos, saber defenderme. No obstante, en un callejón sin salida, el perro demoniaco saltó de un tejado dejándome encerrada, sus fauces sangrientas, sus costados estaban protegidos con una carcasa que brillaba como si el fuego estuviera en ella, sus pezuñas eran tan largas que rasgaron el concreto.

Me arrastré hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra la fría pared, el oscuro rincón estaba húmedo y olía a putrefacción y por entre la b****a pude ver huesos triturados que parecían ser de humanos.

El pánico empezaba a adueñarse de mí, mi pensamiento me dijo que debía estar en la Ciudad de los Condenados y era el lugar que más quería evitar, el perro infernal se acercó con pasos sigilosos, gozando de mis miedos antes de comer mi preciada cabeza y cuando estuvo a unos centímetros de mi cara, los profundos abismos de sus ojos reflejaron mi rostro temeroso. Pero antes de continuar, ruidos y gritos se hicieron en unas manzanas, siluetas venían hacia nosotros, eso ahuyentó a la bestia, dejándome con el corazón en la boca.

Las siluetas que venían en mi dirección eran masculinas, pensé inmediatamente en Daniell, Aaron, Demon y Greg pisándole los talones, aunque con la luz de la luna, pude ver que no se trataba de ninguno de ellos, sino que vestían de manera muy distinta como para pertenecer a esta época. El joven que venía adelante llevaba una boina encima de su oscuro cabello largo y un abrigo demasiado grande como para pertenecerle, parecía que guardaba algo debajo de él haciendo que le fuera difícil correr.

Sus botas largas estaban demasiado sucias, estaba segura de que corría de ellos y no porque debía salvarme como había creído y cuando dio conmigo, se detuvo, sin inmutarse de mi presencia. No pude ver su rostro debido a la oscuridad en la que me encontraba, pero él dirigió su mirada hacia el gran muro de tres metros en el que estaba. Los que estaban detrás de él eran cuatro hombres con aspectos de ser unos malhechores que buscaban obtener lo que había debajo del abrigo del muchacho que no podría tener más que diecisiete o dieciocho años.

—Puedes ocultarte en la b****a, aun no te han visto —dije. Aunque no se percató de mi presencia ni mucho menos de mi voz, observó la b****a como pensándolo.

Los hombres habían llegado demasiado rápido a él, el chico se dio la vuelta para encararlos o quizá para buscar un punto de fuga y salir corriendo, pero entre los cuatro empezaron a empujarlo como si fuese una pelota mientras le pedían algo.

—Déjenlo en paz —hablé, pero al parecer solo estaba siendo testigo de algo pasado.

El primer hombre alto y de complexión robusta le asestó un golpe al muchacho por no responder a sus preguntas y con ello se deslizaba sangre de las comisuras de sus labios y en la nariz, luego el segundo que parecía tener barba abundante, delgado y también alto le jaló del cabello dejando caer al suelo la boina del muchacho y le hablaron en voz baja repitiéndole algo, pero él no cedía y aguantaba los golpes en los costados y en la parte baja de la espalda.

— ¡Ya suéltenlo! —Grité levantándome, mi tobillo era sangre, cartílago y carne, pero cuando estuve cerca de ellos, no pude tocarlos.

El golpeador volvió a asestarle otro golpe al muchacho, su rostro entero era irreconocible, aunque lo conociere, las magulladuras y moratones era imposible saber de quién se trataba. Gemía y jadeaba con cada golpe que le asestaban. El otro volvió a tirarle del cabello y a repetir las mismas palabras que ahora escuché:

— ¿Dónde está ella?

El joven negó con la cabeza, y entonces los otros dos que estaban sin hacer nada se le unieron a esos y le asestaron un golpe en el muslo, en las costillas y yo sin poder hacer nada porque al tocarlos simplemente los traspasaba, no podía hacer nada. El joven cayó de rodillas, y al no darles lo que pedían, el primer hombre se vio obligado a deshacerse de él sacando su navaja y procedió a insertarle en el pecho.

Desperté en la negrura de mi habitación, había sido una terrible pesadilla. Una pesadilla solamente.

¿Por qué no dejaba de tener esas pesadillas? Siempre eran las mismas, se repetía una y otra vez. Estaba toda sudada, era un sudor frío, mi corazón latía con violencia y estaba sola de nuevo. Daniell no estaba conmigo, abrazándome, calmándome como lo hacía siempre que tenía este tipo de pesadillas. Desde que todo había acabado, Akibeel de nuevo en el inferno, Cadmie muerta, las pesadillas no dejaban de estar presentes en mi vida. Los dos meses todo había estado bien, las tres chicas insoportables volvieron a ser las mismas, irritantes y engreídas.

—Solo fue un sueño —me dije a mí misma cuando mi respiración se fue regulando mientras me mecía como una niña pequeña para tranquilizarme.

Un tintineo hizo volverme, la ventana recibía pequeños golpes de guijarros, como si se tratara de Daniell pidiéndome pasar. Me levanté dando traspiés, al ver el reloj, este parecía haberse dañado, simplemente parecía borroso, restándole importancia me dirigí hacia la ventana encontrándome con la brisa nocturna y alguien que definitivamente no era Daniell. Sin embargo, sentía que lo conocía o lo había visto en algún lugar.

Estaba al pie de las escaleras, su indumentaria oscura me hizo pensar en que se trataba de un Vigilante, pero había algo en su oscura cabellera, en su porte que me daba una sensación de miedo, había algo peligroso en su forma.

Abrí la puerta que daba al balcón para reclamar porqué hacía esto siempre; lanzar guijarros y salir huyendo como lo estaba haciendo, dirigiéndose hacia el lado derecho donde conducía a un bosquecillo, como un ultrajador. Armada de valor, le seguí y aunque el frío erizaba los vellos de mi cuerpo no me importó adentrarme al bosque con niebla densa, algo de él me decía que debía seguirlo, sin perder su silueta me apresuré a alcanzarlo antes de perderse en la bruma.

Su manera de caminar despreocupada me recordaba a la de los tipos oscuros, Akibeel.

No, no era él, me detuve en seco una vez la niebla no me dejaba ver nada y de entre los arbustos, él salió, mi corazón de repente comenzó a latir de manera frenética, diciéndome que huyera, miré a mis pies que no respondían, la hojarasca húmeda se sentía fría y cuando alcé la vista el muchacho se iba acercando sin quitarse la capucha que ocultaba completamente su rostro, sus pasos eran seguros y al tenerlo enfrente solo era como estar enfrente de una serpiente venenosa, en el que no podías correr ni estar ahí simplemente.

Sus manos se posaron en mis brazos desnudos, sus dedos eran delgados, como los de un pianista, pálidas y frías. Mis ojos seguían sus manos y al alzar la vista él sonrió pero no fui consciente de que no veía rasgos de alguien conocido, no veía sus ojos, estaba oculto por su cabello negro, tan solo noté la presencia de una sonrisa maliciosa. Se inclinó, no para besarme, sino para en mi cuello y entonces…

Desperté tocándome el cuello, del bien despertado, despertada por la alarma que gritaba que era las 6:00am, despierta porque tenía que ir a clases y estar en el salón de Física a primera hora.

Solo había sido un sueño dentro de un sueño.

Me levanté de la cama, desperté al dormilón de Aris y cuando abrí la puerta este salió disparado hacia el patio. Me fui directamente al baño, necesitaba una ducha, las pesadillas siempre me hacían sentir que había corrido más de veinte kilómetros, sudorosa.

Era mi último año en Aberdeen High School, parecía que nadie había cambiado. Sin embargo, todo era diferente, desde mí hasta mis amigos más cercanos. Pasar años creyendo que era una simple humana debido a los juegos de mi padre y de un día a otro recordar todo lo que habíamos pasado, era como haber sido despertada con un balde de agua helada.

Los ángeles, criaturas y demonios eran reales.

Greg había sido mordido por un hombre lobo por culpa mía y esos recuerdos me mortificaban debido a que su primer mes como ser sobrenatural se la había pasado revolcándose de dolor, y durante todo ese tiempo fue inconsciente de los daños que había causado, y aunque trabajaba en el control de la bestia con Aaron y Cedric, hacerlo le suponía tiempo. Tiempo que debía ocuparlo con Bella, que había resultado ser hija de un hada nephilim con un nephilim puro, lo que significaba que sus días eran contados. Como Nina me había contado, los hijos de los nephilim no vivían mucho tiempo, por lo que le quedaba unos meses de vida, cuando alcanzase la mayoría de edad nephilim. .  Fue la gran revelación de toda supremacía.

El tío Cedric me había ayudado a despejar mi mente. A recordar todo lo que había que recordarse. Él era un gran brujo pero fingía no serlo ante los que le llamaban charlatán. Lo que no entendía era ¿Por qué fingir?, él hacía magia como para hacer callar esas lenguas, hacer aparecer cosas con solo el chasquido de sus delgados dedos, desaparecerse como los ángeles y aparecerse, ver el futuro, lanzar hechizos sin necesidad de una varita lo que era ventajoso, hacer cualquier cosa que un brujo sabía hacer —menos comer a niños pequeños y sacrificar a alguien—, en fin.

Debía tener sus motivos.

Nina se había ido, con ello, preparar el desayuno suponía levantarme más temprano y la ventaja era que tenía un auto, un bellísimo jeep Wrangler 1998 blanco ahorrándome el bus, mientras mamá se duchaba para ir al hospital, yo me encargaba de los waffles y la cafetera. Todo esto parecía lo normal, me esforzaba para que fuera así.

— ¡Josh, despierta! —Grité desde la cocina. 

—Huele bien. Buenos días, Linda. —Saludó mamá con su uniforme del hospital, tomando unos waffles y poniéndolo en su plato, vaciando café en una taza y bebiéndolo, se veía apurada al igual que yo.

—Buenos días —saludé mientras tiraba el resto del desayuno en el fregadero, se me estaba haciendo tarde— ¿Mamá? —Inquirí.

— ¿Qué pasa? —Replicando deteniendo lo que hacía, se sentó en una de las sillas, volvió a darle un sorbo de su café. 

—Greg, Craig y Ronnie me han invitado a cantar y tocar de nuevo con ellos en Pavilion Launge…

— ¿Un salón de fiestas?

—Sí. Bueno, sé que su primera tocada la dieron en un lugar enorme porque una mujer asquerosamente millonaria lo pidió y que con ello serían reconocidos. Pero en realidad es que no lo son tanto, les costó conseguir que le dejaran tocar esta noche y no quiero que se pierda…

— ¿Me estás diciendo que aceptaste para después decirme sin saber que te dejaría salir?

—Eso hice —dije encogiéndome de hombros, apoyándome contra la isla de la cocina.

—Bien, —suspiró limpiándose las comisuras, una manía de elegancia en ella— supongo que no puedes retractarte ahora, pero… no quiero que regreses tarde, ¿estamos?

Asentí con la cabeza y la dejé para ir a despertar a Josh, quién abrazaba su almohada, con la boca entreabierta durmiendo plácidamente se me hizo el mejor regalo del mundo, le sacudí levemente sus hombros y poco a poco abrió sus ojos quejándose.

—Buenos días —bostezando. 

—Buenos días, tienes que levantarte, tomar el desayuno e ir a la escuela antes de que me vaya.

— ¿Tendrás tiempo? —Preguntó frotándose los ojos y levantándose, era las 6:35a.m. 

—Siempre tendré tiempo para ti.

—Bien, entonces me volveré a dormir —dijo cubriéndose de nuevo, jugando conmigo.

—No dije exactamente eso —protesté jalándole las sabanas mientras él peleaba, sonriendo y le comencé a hacer cosquillas y el protestando, retorciéndose.

— ¡Cosquillas no! ¡Cosquillas no!

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