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El Beso de Judas

— ¿Cuando? —Pregunté, sería tan solo un mes, y este era el problema de haberme sentido tan segura a su lado que el imaginarme un mes sin él sería un fastidio. Podría soportarlo.

—Esta tarde. Nuestra labor está hecha, ya no podemos quedarnos más en Aberdeen —Explicó dejando de verme, sus palabras eran firmes para lo que vino a continuación. Solo lo había oído hablar así con Jack—. Será mejor que todo esto quede atrás.

Parpadeé como si fuera despertada de un sueño maravilloso con una tremenda bofetada.

— ¿Estás diciéndome que se irán para siempre? —Repliqué, no estaba entendiendo. 

—Así es. —Respondió sin algún pesar.

Me sentí enferma, como si alguien me hubiera golpeado en el costado, habíamos hablado sobre eso, tan solo sería un mes, él volvería, pero el modo en que lo estaba diciendo ahora me daba una especie de mal presentimiento.

— ¿Quieres irte? —Pregunté mordiéndome el labio, esperando la respuesta con un nudo en la garganta, tan solo iba a ser un mes o lo que hablara con sus hermanos, el tiempo allá no existía.

—Yo no decido eso —respondió y eso me dio esperanza.

—Pero, tú tienes el control. —Recordé.

—Y alguien tiene control sobre mí, no lo olvides, Raguel no tarda en venir a castigarme, tengo que dar cuentas —dijo él como si estuviera dando clases de los rangos Celestiales.

—Lo sé —no encontraba mi voz, me había contado sobre los castigos y lo que estaría por enfrentar— ¿Tú volverás?

—No, ya no. Por eso tengo que pedirte que olvides, que nos olvides… —resonaba la amargura en su voz.

—No puedes irte —interrumpí intentando no sonar destrozada, pero realmente es que era como sentirse repentinamente golpeada con un mazo invisible en mi vientre.

—Sí, tengo que hacerlo y me estoy despidiendo.

—P-pero, ¿Por qué? Habías dicho que informar sobre tu misión llevaría a lo mucho un mes.

—Olvida eso. Son cambios que han surgido. 

— ¿Y no harás nada para quedarte? —Inquirí con temblor en mis palabras.

—No.

—Pero, ¿por qué así de repente? Cumpliste tu misión hace meses y aun así te quedaste.

—Aunque no lo creas, es así. —Se veía cansado.

—Quiero verte, querré saber de ti. No puedes simplemente ignorarme o ignorar lo que pasó entre nosotros.

—No me volverás a ver. Nunca —dijo, con esa firmeza y seguridad que odié. 

No podía asimilar en lo que me estaba diciendo, traté de recordar qué era lo que había hecho mal para que se fuera y decirme eso a última hora. Como si eso no me doliera. Como si eso no significara nada para él y para mí ¿cómo alguien podía hacer eso? ¿Cómo él me haría eso?

—P-pero ¿qué pasará con nosotros? De lo nuestro —logré decir con un nudo en la garganta, conteniendo las lágrimas, apretando mis manos hasta lograr tener los nudillos blancos. 

—Ya no hay un nosotros. Linda, y déjame aclararte que nunca hubo un “nosotros” —se burló sin esconder nada, parecía que no tenía o sentía, «los ángeles caídos no tienen sentimientos, Mila...» la voz de la abuela resonaba en mi cabeza y tenía razón, pero él no era un ángel caído, era un arcángel, un Príncipe, él no podía decir que no sentía nada ahora, me lo había dicho varias veces— el Concejo y el Cónclave ha decido enviarnos de regreso y como agradecimiento quiero despejar tu mente antes de partir —seguía sin verme a los ojos, parecía absorto en sus pensamientos. 

Me quedé rígida ante tal respuesta, fue como recibir un golpe fuerte. Muchísimo muy fuerte, con un puño de espinas que se quedaban clavadas en mi pecho, mi corazón inflamándose, explotándose, dejando de latir de esa manera rítmica y convirtiéndose en apenas en un montón de b****a, este dolor no lo podía comparar con nada, la muerte de Josh había sido horrible, pero esto era más como mi muerte, lenta y dolorosa, tortuosa y dolorosa.

— ¡Mientes! Ellos no tienen poder sobre ti, tú lo tienes sobre ellos. No es razón para lo que me estás diciendo —exclamé, mi mandíbula temblaba, sentía que el aire estaba llegando cada vez más menos a mis pulmones. 

—No. Nunca lo he hecho hasta que te conocí y después volví a ser el mismo, esto es lo que soy, un arcángel no puede amar a un ser humano. Recuérdalo, tu padre te lo decía, solo eras una pieza más para enmendar sus errores —me veía, sus ojos resplandecían de un fuerte azul y era la certeza de que decía la verdad. Nada más que la horrible verdad.

—No... ¿Tienes idea de cómo me siento?

—En realidad no me importa. Puedes odiarme todo lo que quieras, tan solo cumplí con destruir las abominaciones creadas por los caídos.

—Dijiste, me prometiste que estarías conmigo, que no me harías daño. —Siseé sintiendo mi pecho un dolor extraño que iba a consumirme, conteniendo con todas mis fuerzas las lágrimas que atenazaban mis ojos. 

—Y lo estoy cumpliendo, lo cumpliré —su voz suave, ahora como manto de espinas cubriendo mi corazón, expulsando sangre por todas partes, sin dar tregua a reparación. 

—No, no lo cumplirás, me haces daño yéndote y diciéndome esas cosas sin sentido. No entiendo nada, por favor, detente.

—Créeme que te haré más daño si me quedo —su voz era diferente, todo apuntaba a lo serio que hablaba en ese momento. Y yo no quería aceptar eso. 

No y no. Estaba consciente de que estaba despierta, pero todo empezaba a parecerse una terrible pesadilla enviado por Jack-Akibeel desde el inframundo como venganza, una venganza demasiado cruel incluso para él. 

—No tienes nada nuevo que me diga que el mundo corre peligro. Pero fuiste de mucha utilidad en esta guerra de ángeles y demonios. Gracias.

—Yo sé que me sientes, no puedes decir que no, lo siento en tus besos, siento tu cariño al abrazarme —decidí enfrentarlo, acercándome a él, sintiendo su respiración pero sin nada más que eso. 

—Eres ingenua, Melinda, eso te condena ¿Quieres saber la verdad? —Preguntó severo, sus ojos llamearon, tenía una expresión de aburrimiento y molestia, pero también de presión y algo inexplicable, dejé caer mis manos y me alejé sin dejar de verlo. 

Asentí.

Quería saber porque me decía eso, él nunca me había dicho eso, no hasta ahora. 

—Ya me cansé de fingir sentimientos hacia la aberración de Kariath. Has estado, y han estado bajo un truco para poder conseguir mis objetivos. Te vi tan necesitada de amor que caíste fácil con mis palabras, la falta de una figura paterna me abrió el camino. Usé el truco más barato del mundo, el amor, que puede ser usado como arma para obtener muchas cosas, en especial para erradicar el mal que los caídos provocaron, porque para un ángel amar es caer y yo nunca lo haría. Tan solo eso fue.

Sus palabras fueron como clavos que perforaron profundamente hasta llegar a cada fibra de mi corazón, y ésta sangraban lenta y tortuosamente. 

— ¿No... Me amas? —Decidí preguntar, aunque todo ya estaba más que claro, era incluso estúpido preguntar luego de llamarme aberración. 

—Nunca te amé.

Me rompí en mil pedazos, me dejé caer de rodillas en el suelo y aunque las palabras se negaban a salir de mi boca, pude expresar entre vacilaciones.

—T-todo fue fingido entonces. —Acepté, su poder era inmenso lo sabía, había estado dentro de una burbuja de ilusiones que tarde o temprano iba a explotarse, y lo hizo.

Uriel solía tener el poder de las mentes de muchas personas, aunque rara vez lo usaba, eso es lo que sabía gracias a Cedric.

—Sí.

 —Entonces vete, vete y no vuelvas.

Él se acercó, alargando sus manos para tocarme, instintivamente me alejé, pero siguió acercándose, sin importarle el daño que me causaba, contuve mis lágrimas hasta que sus manos rosaron mis mejillas y me diera un casto y amargo beso que me llevaría una vida entera olvidar.

Cerré los ojos con todo el dolor de mi alma, juntando mis labios en línea recta para no decir nada, aguantando el dolor que sofocaba mi alma hasta dejarla muerta, solo viendo como la oscuridad se lo tragaba. Unas manos invisibles me empujaban al vacío, cayéndome al abismo, todo lo que parecía ser amor ahora se convertía en dolor, en algo que mamá me lo había advertido, aunque nunca esperé que fuera cierto, yo di mi alma, mi vida por él, porque lo había amado ciegamente.

Abrí mis ojos y él ya no estaba. 

Nunca te amé 

Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente. Mi corazón dejó de latir. Gritar no tenía sentido. Me quedé parada en el lugar que él me había dejado, me senté a observar el cielo, mi color favorito se había convertido en mi peor recuerdo, una tarde tan bella en el que se arrebujaban nubes negras, como si el cielo sintiera lo que estaba sintiendo justo en ese momento..

—Maldito ángel —susurré dejando que mis lágrimas rodaran por mis mejillas al tiempo en que cálidas gotas cayeron del cielo. 

Pensé y pensé y sus recuerdo seguían conmigo, no me había despejado de nada, hubiera ido tras él y pedir que borrara sus recuerdos, que acabara con este Truco, hubiera ido tras ellos y decirle que sin él nada tenía sentido. Que lo amaba más de lo necesario. Que me hacía falta más que el mismo oxígeno. Que sin él nada era los mismo, pero el “hubiera” no existe. Él se había ido, para siempre, llevándose consigo mi alma, mi vida.

Pero sus palabras habían sido claras, tan solo fui una pieza.

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