A medida que mi mente se llena de pensamientos oscuros y terribles, no puedo evitar pensar en la conexión de Ericka con el secuestro de Isabella. Siento una sensación de malestar al considerar la posibilidad de que esté disfrutando de mi angustia y podría estar dispuesta en hacerle daño a Isabella, solo para lastimarme. El temor se apodera de mí mientras imagino las posibles acciones vengativas de Ericka.Llego a casa de mis padres con la cabeza llena de pensamientos caóticos. Apenas ingreso al estacionamiento, mis padres están esperando.— Hijo, — me saluda primero mi madre, quien viene a abrazarme y eso me reconforta. — ya estaba comenzando a preocuparme — Adrien — dice mi padre, dándome un abrazo también.— No puedo hacer mucho más papa. — digo con lágrimas en los ojos — Estoy agotado, pero sin Isabella no puedo descansar ni un poco. No quiero perder a mi esposa.— La falta de sueño solo empeorará las cosas. Estoy seguro de que encontraremos una manera de resolver esto juntos — di
Pov Adrien.No he podido conciliar el sueño en toda la noche. Las primeras luces del día se filtran tímidamente por la ventana, iluminando débilmente la habitación en penumbra. Observo el amanecer con los pensamientos abrumados por la preocupación. Mi mente se llena de imágenes de Isabella, y me pregunto si habrá podido dormir atada a esa silla. Un escalofrío recorre mi espalda al recordar que fui yo quien la dejó sola sin prestar atención a ese latente presentimiento que me decía que algo no estaba bien.Mientras contemplo los destellos ámbar en el horizonte, me maldigo en silencio por no haber seguido mi instinto y haberme quedado a su lado. La culpabilidad me aprisiona el pecho y acelera los latidos de mi corazón. Mis padres se quedaron conmigo durante toda la noche, preocupados por mi falta de sueño. A pesar de que les insistí en que se fueran a descansar, comprendo que su angustia por mi situación les mantuvo despiertos. Pero al final decidieron recostarse unas horas. Estaban ag
Después de un rato de espera, tomo la decisión de pedirle al detective que me indique el lugar al cual debo dirigirme. Pacientemente, anoto la dirección que me proporciona. No está muy lejos del lugar donde me citaron inicialmente.— Entonces puedo ir solo...— No es prudente que vaya solo — me interrumpe. — Enviare dos de mis hombres estarán, esperándole para ponerse a su disposición, quienes lo llevarán con mis otros hombres que se encuentran en el lugar indicado.— Está bien, le agradezco su servicio — comento y cuelgo la llamada.Volteo la mirada hacia mis padres y les explico lo que me ha dicho el detective.— Sin embargo, pienso que no deberías ir — menciona mi padre. — Ellos son profesionales, sabrán cómo resolverlo.— Papá, ¿cómo puedes decir eso? — replico, con cierta frustración en mi voz. — El detective acaba de confirmar que Isabella está en el edificio. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras la tienen cautiva.Mi madre se acerca y coloca su mano suavemente sobre m
Las cuerdas aprietan mis muñecas, experimento una mezcla de dolor punzante y malestar. La fricción constante de las ellas contra mi piel comienza a generar una incomodidad intensa. En medio de esta situación angustiante, me es imposible determinar cuánto más tendré que soportar este tormento. No obstante, en un rincón de mi mente, albergo una tenue esperanza de que Ryan pueda encontrar una pizca de compasión y decida liberarme de estas ataduras que me aprisionan. La tensión se apodera de mí cuando de repente percibo el sonido de unos pasos que se aproximan por el sombrío pasillo. Mi corazón comienza a palpitar con fuerza, anticipando algo inminente. El crujir de la puerta al abrirse interrumpe el silencio y, a través de ella, puedo divisar la figura de Ryan, recortada contra la luz que se filtra desde el exterior. Cruza el umbral y cierra la puerta tras de sí, asegurándose de que nadie más pueda observarnos.— Ryan, te lo ruego — imploro con la voz temblorosa — no siento las manos, p
— Es preciosa, Ryan — dice ella con voz chirriante, mientras pasa su mano por mi cabello. — Pero creo que le falta algo. Tal vez un poco de color.Ericka saca de su bolsillo unas tijeras y las acerca a mi rostro. Siento un pánico indescriptible, mientras lucho por alejarme de ella, pero es inútil. Me agarra con fuerza y me corta un mechón de pelo, dejando al descubierto una herida sangrante en mi frente.— ¡Mira, nene! — exclama con entusiasmo, mientras muestra el mechón ensangrentado. — ¡Qué bonito queda el rojo con lo pálido de su piel!Ryan se ríe con ella, y yo los miro con desprecio. Siento que voy a enloquecer, mientras ellos siguen torturándome con sus palabras y sus acciones. No sé cuánto tiempo podré resistir este horror. Solo espero que alguien me encuentre y me salve de esta pesadilla.Pocos minutos después, Ericka sale de la habitación dejándome nuevamente sola con Ryan.— No te angusties, ella pronto vendrá a buscarte.Ryan se aleja de mí con una risa descarada, deleitánd
Pov. AdrienReynolds se dirige hacia las escaleras, acompañado de dos de sus hombres, y las sube con rapidez. Dalton y yo nos quedamos en el pasillo, y él se acerca a la primera puerta de la izquierda. La abre con cuidado, y asoma la cabeza. Luego, la cierra y me hace un gesto de que está vacía. Así, va revisando una por una las puertas del pasillo, mientras yo espero nerviosamente, mirando el reloj y el radio.Pasados unos minutos, el radio se enciende, y escucho la voz del hombre de piel morena.— Señor Adrien, ¿me escucha? — dice, con voz entrecortada.— Sí, lo escucho — digo, acercándome el radio a la boca —. ¿Qué pasa? ¿Ha encontrado a Isabella?— Sí, señor Adrien, la he encontrado.Al oír esto, Dalton empieza a subir mientras yo permanezco alerta, escaneando el entorno en busca de cualquier posible amenaza. Mi corazón late con un ritmo acelerado en mi pecho, consciente de la gravedad de la situación. Repentinamente, mis compañeros se detienen en una de las puertas del siguiente
Al escuchar el disparo, mi cuerpo se tensa de inmediato. Instintivamente, trato de moverme, sintiendo alivio al no notar que la bala no me ha rozado. Mi mirada se dirige rápidamente hacia donde Isabella ha caído. Con un golpe fuerte, pateé la silla a la que estaba amarrada, espero que el impacto de la caída no la haya lastimado.Observo a Isabella con los ojos llenos de angustia, pero su preocupación se disipa al ver que estoy a salvo. Mi atención regresa hacia Ericka, que yace en posición fetal en el suelo. No la escucho quejarse, pero puedo ver que sigue moviéndose, lo cual me genera cierto alivio.Reynolds se acerca sigilosamente por un costado de nuestra ubicación. Puedo ver cómo entra a través de una pequeña puerta, aun sosteniendo el arma en su mano. Con un movimiento de su pie, empuja el arma que Ericka tenía y la aleja de su alcance. Ericka sigue en el suelo, hecha un ovillo. Mientras tanto, Dalton, toma su teléfono, comienza a pedir ayuda médica para Ericka y también llama a
El doctor me acompaña a recepción, dónde me indican para que firme, mientras terminan de colocarle a Isabella, vía intravenosa, el suero para hidratarla. Luego, me acompaña de vuelta a la habitación donde está ella, quien me espera en una silla de ruedas. Isabella me ve, y me sonríe con dulzura. Yo me acerco a ella, y le doy un beso en la mejilla.—. ¿Podemos irnos ya?— Sí, podemos irnos — le digo —. El doctor nos ha dado el alta. Nos despedimos y salimos del hospital. Subimos al coche, y nos dirigimos a nuestro departamento, un lugar donde ella pueda sentirse segura y cómoda. Para evitar exponerla a cualquier situación estresante adicional, le pido tanto a mis padres como a los suyos que se reúnan en nuestro hogar en lugar de desplazar a Isabella de un lado a otro. Quiero asegurarme de que tenga la oportunidad de descansar y recuperarse sin agregar más presión o incomodidad a su situación actual.Por otro lado, me preocupa cómo manejar la situación con Ericka. Afortunadamente, el d