Kael.
Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. —Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. Eso era todo lo que necesitaba oír. —Puedes irte. —¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. —Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. —¿Vale? Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. —No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. Ella asintió. —Puedes estar tranquilo, no conozco a mucha gente —bromeó. Su cabello negro se movió con su giro, y abrió la puerta para marcharse. Cuando la cerró y mi cuerpo supo que ella estaba alejándose, mi pecho dolió otra vez. Gruñí desesperado, necesitaba soportar el inmenso dolor que me causaba transformarme en un lobo sin control. Mis dientes apretados hicieron que mi mandíbula se tensara. Cada hueso de mi cuerpo crujió, dándome a entender que Celeste era la única que podía ayudarme a mantenerme cuerdo. Mis vellos crecieron más de lo normal hasta cubrir mi piel, y al convertirme de nuevo en una bestia salvaje, no tuve conciencia más allá del dolor insoportable que me azotó. (...) Al día siguiente me encontraba en mi oficina firmando varios documentos importantes cuando Damián, mi hermano, entró sin tocar la puerta. —¿Qué te he dicho de entrar así? —Alcé una ceja, mirándolo en desaprobación. Damián tenía solo cinco años cuando acabé con la vida de mamá por accidente, y cada día me arrepentía por haber dejado a un niño sin su figura materna. Tuve que hacerme cargo de él con ayuda del grupo de sanadores, por eso Damián desarrolló ese tipo de poder. Le conté la verdad cuando cumplió doce años, y para mi sorpresa, se lo tomó con bastante madurez. Nunca me echó la culpa. —Lo siento —Se rascó la nuca tontamente—. ¡Pero te llegó una carta de Felipe! En el título dice ser de suma importancia. Lo miré extrañado, pues Felipe rara vez me enviaba cartas. Se trataba del alfa de la manada Rosset Moon, nuestro aliado más cercano y el que nos pedía ayuda cada vez que era necesario. A cambio, él nos proporcionaba recursos. —Déjame ver —Estiré mi mano. Damián se negó. —¿Puedo leerla? —Me hizo ojitos—. Por favor. Rodé los ojos. —Te comportas como un niño. —¿Y no lo soy? Todavía tengo quince años —Arrugó la boca con diversión. Carraspeó—. Querido alfa Kael de la manada Moonlight, te imploro tu ayuda. Resulta que el nuevo alfa de los DarkMoon quiere apoderarse de mi pequeño territorio, y sabes que nos centramos en cosechar como si fuéramos una enorme granja. Por favor, habla con él y llega a un acuerdo, estoy seguro de que a ti sí te escuchará. Planea aniquilarnos si nos resistimos… atentamente: Felipe Rotson. Esa carta me dejó un mal sabor de boca. ¿DarkMoon? ¿No era la manada de Celeste? —Celeste también me contó su historia —Mi hermano abrió la boca con sorpresa—. ¡Iré a decirle! —¡Damián! —Alcé la voz—. No lo hagas. Deja que yo me encargue primero y depende de lo que suceda, hablaré con ella. Me levanté y agarré mi saco para cubrir mis brazos expuestos. —¿Piensas ir ahora? —inquirió, extrañado—. ¡¿Solo?! —Ni una palabra a Celeste hasta que regrese —lo señalé con el dedo índice. Él hizo un cierre en su boca en aceptación. La manada DarkMoon era la más cercana a nosotros, y en medio se encontraban los Rosset Moon. Felipe tenía un territorio pequeño, pero próspero en cosecha. ¿Por qué el ex prometido de Celeste quería aniquilarlo? Inhalé hondo y salí del pueblo para reunirme de imprevisto con el nuevo alfa que seguramente me traería problemas… Una vez estando en su territorio, lo primero que vi fue una enorme mansión brillando bajo la luz del sol. Dos hombres armados cuidaban la entrada. —¿Tiene cita? Ningún forastero puede entrar sin cita previa —Me detuvo uno. —Necesito hablar urgentemente con su alfa —pedí. —No puede entrar sin cita —zanjó el otro. Yo también era un hombre conocido por perder la paciencia rápido. Agarré a uno del cuello y lo alcé hasta que la punta de sus pies casi tocaban el suelo. —Quiero hablar con tu alfa —sentencié, asesinándolo con la mirada. El hombre se cagó de miedo cuando me vio y trató de soltarse, su compañero simplemente se quedó en shock. Ahí supe que ninguno de los dos estaba capacitado para el puesto que les dieron. —¿Qué demonios sucede aquí? —Otra voz más masculina me hizo soltar al hombre. Cayó de culo en el suelo y empezó a toser. Me giré y lo vi a él. Su cabello rubio satinado brillaba por los rayos del sol, y tenía ambas manos metidas en los bolsillos de su bata de dormir. Iba en pantuflas. Lo acompañaba una mujer castaña con mirada juzgadora. —¿Quién eres tú? —cuestionó ella—. Luther, te he dicho que no permitas que cualquiera entre en nuestro territorio. —Ustedes dos van a morir —aseveró, señalando a los dos guardias—. ¡Vayan solitos al calabozo si quieren piedad! Temblando de miedo, los dos corrieron lejos de nosotros. Celeste tenía razón al decir que quedaron a cargo dos idiotas. —¿Eres el alfa? —pregunté. —Sí, ¿por? —Soy Kael Valtor, un conocido de Felipe, y necesito que hablemos sobre su territorio —Le estreché la mano y él me aceptó. Luther me miró intrigado. —¿Kael? ¿Te llamas como el alfa más poderoso de todos según las historias? —Su tono salió burlón. —Soy ese mismo. El que fue capaz de enfrentarse a un clan entero de vampiros sin ayuda —sonreí de lado, orgulloso de mis habilidades. La carcajada que ambos soltaron fue insólita. —¿Bromeas? Pareces un inútil. Pensé que tendrías el cabello plateado como la luna o no sé —alegó el hombre. —Todos sabemos que esas historias son ficción, además, Kael es muy bondadoso para tener esa mirada odiosa que traes —La mujer arrugó la frente—. ¿Verdad, cariño? Se aferró al brazo de Luther y sus pechos quedaron apretados. Rodé los ojos, no tenía tiempo para estupideces. —Está bien, hablaremos sobre Felipe y su territorio. Acompáñanos —Comenzó a caminar por el jardín. Tuve que seguirlos sin ganas. —¿Puedo preguntar qué pasó con los antiguos alfas? —indagué, tenía curiosidad de oír su respuesta. Ambos se detuvieron al pisar una rama que crujió. —Es lamentable que toda la familia haya muerto —expresó Luther, fingiendo dolor en su expresión—. Claro que Elise era la única heredera, y yo al ser su pareja, me convertí en el alfa. —El lado bueno es que estoy embarazada —Sobó su vientre con una sonrisa—. Tendremos una nueva familia. Aunque admito que extrañaré a mis padres y hermana… Vaya par de mentirosos… —Fue un accidente horrible. No sabemos qué pasó, pero Elise y yo encontramos los dos cuerpos sin vida de sus padres —Luther apretó los labios. —Creemos que mi hermana lo hizo y huyó… —murmuró Elise—. Solo espero que nunca vuelva para matarme a mí. Se abrazó a sí misma y Luther la apoyó. —Basta —mascullé—. Hagamos un trato, Luther. Tú dejarás en paz a la manada de Felipe, y a cambio yo seré tu aliado temporal. Él me miró con curiosidad y una sonrisa maliciosa. Estiró su mano para estrechar la mía. —Me parece una excelente idea. Como si me importara Celeste, sentí una inmensa frustración en mi corazón por contenerme y no acabar con esos dos de una vez por todas. Mi puño se apretó. Cumplí con mi objetivo, que era dialogar con Luther respecto a la manada de Felipe y lo que planeaba. —Te lo advierto, Luther, deja en paz a Felipe. Él es un buen hombre… —Por supuesto que le haré caso al alfa más poderoso de todos los tiempos —bromeó, riéndose—. Es una joda. Acepto tu trato, pero tendrás que venir cuando necesite tu ayuda. —De acuerdo —respondí. —Ya puedes irte… tienes un olor repugnante que me recuerda a alguien del pasado… —Elise se asqueó y cruzó de brazos. ¿El olor de Celeste todavía estaba en mí? Negué con la cabeza. —Nos vemos luego —Me despedí de ambos. Haberme ido de ese lugar me hizo sentir más calmado. No podía creer que Celeste se enamoró de un tipo como él, ¿qué le vio de especial?Celeste. Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba.Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo.—¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. —La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. Quise gritarle porque no l
Celeste. —¿Ves? También puedo sanar animales —comentó Damián, animado—. Me alegra que Kael haya dejado que te quedes, aunque no me ha dicho la razón. Habían pasado dos días desde que entrené con Kael, y él decidió que lo haríamos tres veces por semana para no sobrecargar mi cuerpo y acostumbrarme. —Es increíble. Me encontraba agachada con su hermano cerca de una madriguera de conejos. Uno de ellos tenía una herida en la pierna y creí que iba a morir, hasta que Damián decidió acercarse a mí y ayudarlo. —¿Creíste que no podría? —Se levantó, haciéndose el importante—. Puedo ser joven, pero sé que cuando cumpla dieciocho me convertiré en el beta y la mano derecha de Kael. Sonrió con orgullo. Me levanté también, dejando libre al conejito para que volviera a casa. —¿Y quién es el beta? Todavía no lo he conocido y ya llevo dos semanas aquí —pregunté, curiosa. Rodó los ojos. —Un tipo que se cree la gran cosa —Usó un tono fastidiado—. Es un completo galán con las mujeres. Parpadeé.
Celeste. Otro día de luna llena llegó en un abrir y cerrar de ojos. La prueba definitiva sería esa noche, y yo tenía que escabullirme y evadir a los guardias como la primera vez. Kael me pidió que fuera por mi cuenta, ya que él estaría ocupado, tampoco queríamos levantar sospechas. Una vez que llegué al frente de la cabaña elaborada custodiada por varios guardias, me escondí detrás de un arbusto. Sería fácil rodear el lugar y entrar por una ventana. —¿De qué nos escondemos? —¡Ah! —grité, caí de culo en la tierra. Ni siquiera me había dado cuenta de que Damián estaba a mi lado. ¿En qué momento? Fue demasiado sigiloso para que mis oídos lo escucharan. —¿Q-qué haces aquí? —cuestioné, en un tartamudeo.—Lo mismo te pregunto yo —Alzó una ceja—. Se nota que quieres entrar. Apreté los labios. Él no tenía idea de que ya yo sabía acerca de la maldición de su hermano. Damián no dejaba de verme expectante, como si esperara respuestas. —No es lo que parece. Simplemente ando explorando
Celeste. El silencio era demasiado incómodo. Podía escuchar mi propia respiración y los latidos de mi corazón galopar dentro de mi pecho. Él simplemente permanecía con los ojos cerrados, esperando el momento con serenidad. —Kael —Decidí romper el silencio. —¿Mmh? —¿De verdad te enfrentaste a un clan entero de vampiros solo? Necesitaba que habláramos o me volvería loca dialogando con mi mente. Kael no abrió los ojos, se mantuvo calmado y apoyando un antebrazo sobre su rodilla alzada. —Sí. —¿Y cómo fue? —Si soy fuerte, es porque toda mi vida he estado en el frente de batalla. He liderado a un pequeño escuadrón, o a uno grande, pero siempre obtenemos la victoria —comentó, no aparté la mirada—. Esa vez aniquilaron a todo mi escuadrón por un descuido mío, y por supuesto, la llama de la venganza puede hacer milagros. Vaya dato… —Entiendo. —No se nace siendo poderoso, Celeste. La fuerza la puedes obtener en el camino si así lo deseas —proclamó, abriendo los ojos. Esas iris café
Kael. Volví a la normalidad en cuestión de minutos, no me separé de ella por miedo a perder el control y hacerle daño. Sus brazos rodeaban mi ancha y musculosa espalda, provocando un desborde en sus emociones y el aumento de sus latidos, logré escuchar cada golpe que daba su corazón. Cuando recuperé por completo la conciencia, me levanté un poco, apoyando ambas manos en el suelo para no aplastar a Celeste y la miré a los ojos. —Estabas muy lejos, tal vez por eso me transformé —comenté. Era lo más lógico. Celeste estaba a un lado de la habitación, y yo me alejé cada vez más cuando sentí que iba a volverme una bestia salvaje. Si recuperé la cordura, fue porque la olfateé. —E-es lo que pensé —Volteó el rostro con tal de evitar mis ojos. Su cara estaba roja como el tomate, tal vez porque mi camisa se había roto por completo y lo único que me cubría era el pantalón. Un aroma cálido y fresco, como si usara un perfume natural, calmó cada parte de mi interior. La maldición azotó mi p
Celeste. Nuevo día, nuevo entrenamiento para mí. Me senté a descansar en un tronco que se había vuelto mi silla favorita, porque ya había corrido el circuito por más de veinte minutos sin parar y en mi forma de loba también. Bebí un gran sorbo de agua y jadeé. Kael estaba sentado en una piedra, mirando el río y perdido en sus pensamientos. Desde que un grupo inferior de vampiros atacó a la manada, él empezó a comportarse extraño. Algo le preocupaba. —¿Estás bien? ¿Ya me vas a decir qué ocurrió? —interrogué. Agarró una piedra pequeña y la lanzó con fuerza. Literalmente me ignoró. Rodé los ojos. —Tierra llamando a Kael —Alcé más la voz—. Te estoy hablando. Recién volvió a verme y tenía la mirada perdida. —¿Ya descansaste? —preguntó. —¡No escuchaste lo que te dije! —me quejé, frustrada. —De hecho, hay algo de lo que tenemos que hablar. —¿Ahora te das cuenta? —Alcé una ceja, cruzada de brazos—. Desde que atacaron los vampiros andas en el limbo. Kael se levantó con lentitud
Celeste. Era mi día de descanso, pero aún así solía irme al campo de entrenamiento para trotar un rato en las mañanas sin la supervisión de Kael. Necesitaba volverme fuerte lo más pronto posible, y mostrarle que ya podía avanzar a la siguiente etapa. El que a veces me acompañaba era Damián, ya que aprovechaba para recolectar plantas medicinales por esos lados del bosque. —¿Terminaste? —Me preguntó al verme sentada y jadeando. Tenía su bolso lleno con todo tipo de plantas. —Dame un minuto —pedí, mi pecho quemaba. —Sabes, no tienes que hacer esto todos los días. El cuerpo también necesita descansar para recuperarse —comentó.—Descanso sábados y domingos —bromeé—. ¿Y para qué son las plantas? Si ustedes tienen el don de sanadores desde que nacen… Damián me vio con una ceja alzada y se sentó cerca de mí, dejando el bolso a un lado. —Veo que entrenar con Kael no te ha servido de mucho —comentó, riendo—. No nací con este don. Me criaron los sanadores para no dejarle todo el peso a
Celeste. Faltaba poco para el anochecer y tenía que ir a la habitación de Kael debido a la aparición de la luna llena. Mientras esperaba, me encontraba hablando con Samanta en una banca cercana a la cabaña de Kael. —Sabes, cada noche tengo ese mismo sueño de cuando caí al río —comentó, viendo el cielo de tonos naranjas—. Es aterrador. —Pronto dejarás de soñar con eso. Me pasó lo mismo al ver la muerte de mis padres… —confesé, cabizbaja—. Es un trauma que se queda durante un tiempo. —¿Tus padres murieron frente a ti? —Abrió la boca con horror y se la tapó con la mano—. Debió de ser horrible, Celeste. Me acarició el hombro en apoyo. —Estoy bien, porque sé que algún día lograré vengarme —Estiré mi mano en dirección al cielo, viendo que la luna estaba por asomarse—. Eh, tengo que irme… —¿Por qué? —Tengo que encontrarme con Kael. —No puedes, Celeste —Agarró mis manos para detenerme—. Hoy hay luna llena. ¿No has escuchado a la gente? Me han advertido tantas veces que ver a Kael du