Capítulo 5: Encuentro inesperado

Kael. 

Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. 

Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. 

—Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. 

Eso era todo lo que necesitaba oír. 

—Puedes irte. 

—¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. 

—Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. 

—¿Vale? 

Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. 

—No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. 

Ella asintió. 

—Puedes estar tranquilo, no conozco a mucha gente —bromeó. 

Su cabello negro se movió con su giro, y abrió la puerta para marcharse. Cuando la cerró y mi cuerpo supo que ella estaba alejándose, mi pecho dolió otra vez. 

Gruñí desesperado, necesitaba soportar el inmenso dolor que me causaba transformarme en un lobo sin control. Mis dientes apretados hicieron que mi mandíbula se tensara. 

Cada hueso de mi cuerpo crujió, dándome a entender que Celeste era la única que podía ayudarme a mantenerme cuerdo. Mis vellos crecieron más de lo normal hasta cubrir mi piel, y al convertirme de nuevo en una bestia salvaje, no tuve conciencia más allá del dolor insoportable que me azotó. 

(...) 

Al día siguiente me encontraba en mi oficina firmando varios documentos importantes cuando Damián, mi hermano, entró sin tocar la puerta. 

—¿Qué te he dicho de entrar así? —Alcé una ceja, mirándolo en desaprobación. 

Damián tenía solo cinco años cuando acabé con la vida de mamá por accidente, y cada día me arrepentía por haber dejado a un niño sin su figura materna. Tuve que hacerme cargo de él con ayuda del grupo de sanadores, por eso Damián desarrolló ese tipo de poder. 

Le conté la verdad cuando cumplió doce años, y para mi sorpresa, se lo tomó con bastante madurez. Nunca me echó la culpa. 

—Lo siento —Se rascó la nuca tontamente—. ¡Pero te llegó una carta de Felipe! En el título dice ser de suma importancia. 

Lo miré extrañado, pues Felipe rara vez me enviaba cartas. Se trataba del alfa de la manada Rosset Moon, nuestro aliado más cercano y el que nos pedía ayuda cada vez que era necesario. A cambio, él nos proporcionaba recursos. 

—Déjame ver —Estiré mi mano. 

Damián se negó. 

—¿Puedo leerla? —Me hizo ojitos—. Por favor. 

Rodé los ojos. 

—Te comportas como un niño. 

—¿Y no lo soy? Todavía tengo quince años —Arrugó la boca con diversión. Carraspeó—. Querido alfa Kael de la manada Moonlight, te imploro tu ayuda. Resulta que el nuevo alfa de los DarkMoon quiere apoderarse de mi pequeño territorio, y sabes que nos centramos en cosechar como si fuéramos una enorme granja. Por favor, habla con él y llega a un acuerdo, estoy seguro de que a ti sí te escuchará. Planea aniquilarnos si nos resistimos… atentamente: Felipe Rotson. 

Esa carta me dejó un mal sabor de boca. 

¿DarkMoon? ¿No era la manada de Celeste? 

—Celeste también me contó su historia —Mi hermano abrió la boca con sorpresa—. ¡Iré a decirle! 

—¡Damián! —Alcé la voz—. No lo hagas. Deja que yo me encargue primero y depende de lo que suceda, hablaré con ella. 

Me levanté y agarré mi saco para cubrir mis brazos expuestos. 

—¿Piensas ir ahora? —inquirió, extrañado—. ¡¿Solo?! 

—Ni una palabra a Celeste hasta que regrese —lo señalé con el dedo índice. 

Él hizo un cierre en su boca en aceptación. La manada DarkMoon era la más cercana a nosotros, y en medio se encontraban los Rosset Moon. 

Felipe tenía un territorio pequeño, pero próspero en cosecha. ¿Por qué el ex prometido de Celeste quería aniquilarlo?

Inhalé hondo y salí del pueblo para reunirme de imprevisto con el nuevo alfa que seguramente me traería problemas…

Una vez estando en su territorio, lo primero que vi fue una enorme mansión brillando bajo la luz del sol. Dos hombres armados cuidaban la entrada. 

—¿Tiene cita? Ningún forastero puede entrar sin cita previa —Me detuvo uno. 

—Necesito hablar urgentemente con su alfa —pedí. 

—No puede entrar sin cita —zanjó el otro. 

Yo también era un hombre conocido por perder la paciencia rápido. Agarré a uno del cuello y lo alcé hasta que la punta de sus pies casi tocaban el suelo. 

—Quiero hablar con tu alfa —sentencié, asesinándolo con la mirada. 

El hombre se cagó de miedo cuando me vio y trató de soltarse, su compañero simplemente se quedó en shock. Ahí supe que ninguno de los dos estaba capacitado para el puesto que les dieron.

—¿Qué demonios sucede aquí? —Otra voz más masculina me hizo soltar al hombre. 

Cayó de culo en el suelo y empezó a toser. 

Me giré y lo vi a él. Su cabello rubio satinado brillaba por los rayos del sol, y tenía ambas manos metidas en los bolsillos de su bata de dormir. Iba en pantuflas. 

Lo acompañaba una mujer castaña con mirada juzgadora. 

—¿Quién eres tú? —cuestionó ella—. Luther, te he dicho que no permitas que cualquiera entre en nuestro territorio. 

—Ustedes dos van a morir —aseveró, señalando a los dos guardias—. ¡Vayan solitos al calabozo si quieren piedad! 

Temblando de miedo, los dos corrieron lejos de nosotros. Celeste tenía razón al decir que quedaron a cargo dos idiotas. 

—¿Eres el alfa? —pregunté. 

—Sí, ¿por? 

—Soy Kael Valtor, un conocido de Felipe, y necesito que hablemos sobre su territorio —Le estreché la mano y él me aceptó. 

Luther me miró intrigado. 

—¿Kael? ¿Te llamas como el alfa más poderoso de todos según las historias? —Su tono salió burlón. 

—Soy ese mismo. El que fue capaz de enfrentarse a un clan entero de vampiros sin ayuda —sonreí de lado, orgulloso de mis habilidades. 

La carcajada que ambos soltaron fue insólita. 

—¿Bromeas? Pareces un inútil. Pensé que tendrías el cabello plateado como la luna o no sé —alegó el hombre. 

—Todos sabemos que esas historias son ficción, además, Kael es muy bondadoso para tener esa mirada odiosa que traes —La mujer arrugó la frente—. ¿Verdad, cariño? 

Se aferró al brazo de Luther y sus pechos quedaron apretados. Rodé los ojos, no tenía tiempo para estupideces. 

—Está bien, hablaremos sobre Felipe y su territorio. Acompáñanos —Comenzó a caminar por el jardín. 

Tuve que seguirlos sin ganas. 

—¿Puedo preguntar qué pasó con los antiguos alfas? —indagué, tenía curiosidad de oír su respuesta. 

Ambos se detuvieron al pisar una rama que crujió. 

—Es lamentable que toda la familia haya muerto —expresó Luther, fingiendo dolor en su expresión—. Claro que Elise era la única heredera, y yo al ser su pareja, me convertí en el alfa. 

—El lado bueno es que estoy embarazada —Sobó su vientre con una sonrisa—. Tendremos una nueva familia. Aunque admito que extrañaré a mis padres y hermana… 

Vaya par de mentirosos… 

—Fue un accidente horrible. No sabemos qué pasó, pero Elise y yo encontramos los dos cuerpos sin vida de sus padres —Luther apretó los labios. 

—Creemos que mi hermana lo hizo y  huyó… —murmuró Elise—. Solo espero que nunca vuelva para matarme a mí. 

Se abrazó a sí misma y Luther la apoyó. 

—Basta —mascullé—. Hagamos un trato, Luther. Tú dejarás en paz a la manada de Felipe, y a cambio yo seré tu aliado temporal. 

Él me miró con curiosidad y una sonrisa maliciosa. Estiró su mano para estrechar la mía. 

—Me parece una excelente idea. 

Como si me importara Celeste, sentí una inmensa frustración en mi corazón por contenerme y no acabar con esos dos de una vez por todas. 

Mi puño se apretó. 

Cumplí con mi objetivo, que era dialogar con Luther respecto a la manada de Felipe y lo que planeaba. 

—Te lo advierto, Luther, deja en paz a Felipe. Él es un buen hombre… 

—Por supuesto que le haré caso al alfa más poderoso de todos los tiempos —bromeó, riéndose—. Es una joda. Acepto tu trato, pero tendrás que venir cuando necesite tu ayuda. 

—De acuerdo —respondí. 

—Ya puedes irte… tienes un olor repugnante que me recuerda a alguien del pasado… —Elise se asqueó y cruzó de brazos. 

¿El olor de Celeste todavía estaba en mí? 

Negué con la cabeza. 

—Nos vemos luego —Me despedí de ambos. 

Haberme ido de ese lugar me hizo sentir más calmado. No podía creer que Celeste se enamoró de un tipo como él, ¿qué le vio de especial? 

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP