Ambos salieron al pasillo, cerrando la puerta con suavidad. Una vez fuera, Nolan se giró hacia su hermano, y lo que había estado conteniendo durante días estalló. —¿Crees que puedes simplemente aparecer en la vida de Alaia y pretender que todo está bien? —espetó Nolan, su voz era baja pero estaba llena de furia contenida—. La dejaste cuando más te necesitaba. Y ahora vienes aquí diciendo que te arrepientes. Es demasiado tarde, Liam. Liam lo miró, con su propia ira mezclada con dolor. —Sé que la lastimé —admitió con voz cansada—. Pero tú también lo hiciste. La alejaste cuando más te necesitó. Ambos hemos fallado, Nolan. Las palabras de Liam cayeron sobre Nolan como un golpe. Sabía que había cometido errores, pero escuchar a Liam señalarlos le hacía arder por dentro. —Esto no es lo mismo —gruñó Nolan, acercándose—. Yo no la desterré, no la traicioné como tú lo hiciste. Siempre he intentado protegerla. Liam dio un paso hacia él, enfrentándolo con firmeza. —¿Y crees que alejá
Cuando Liam finalmente se alejó, Nolan tomó una respiración profunda, aprovechando el momento para acercarse a la puerta de la habitación de Alaia. Sabía que era un riesgo, pero no podía dejar pasar la oportunidad. Con un gesto decidido, tocó suavemente y entró. Alaia, aún con los ojos cerrados, pensaba que era Liam de nuevo. Suspiró con cansancio.—No tengo más que decirte, Liam… —comenzó, pero se detuvo al abrir los ojos y ver a Nolan de pie frente a ella.—No soy Liam —dijo Nolan, esbozando una leve sonrisa que intentaba disimular la tensión que sentía—. Solo quería asegurarme de que estabas bien.Alaia lo miró, un poco sorprendida, pero mantuvo la distancia emocional que había adoptado desde hace tiempo.—Estoy bien —repitió las mismas palabras que le había dicho a Liam, aunque esta vez su tono era algo diferente. Con Nolan, el muro que había levantado parecía no ser tan impenetrable, pero aún así era palpable.Nolan se acercó lentamente, manteniendo una distancia respetuosa. Ca
—Estás dispuesto a sacrificarlo todo, ¿verdad? —preguntó ella, con un tono de admiración y desdén—. Incluso a tu propia familia.—Si eso significa proteger a la manada y a ti —respondió Nolan, sin titubear—, entonces sí, lo estoy.Alaia sintió que su corazón se aceleraba, pero no era por la rabia que había esperado sentir. Era por la confusión. Durante mucho tiempo, había creído que tenía el control, que Nolan sería alguien fácil de manipular, de alejar. Pero ahora, este Nolan era fuerte, decidido, y lo que era peor, parecía verla más allá de la coraza que había construido.—No puedes salvarme, Nolan —dijo en un susurro, bajando la mirada.Él dio un paso más hacia ella, pero aún se mantuvo a una distancia prudente. No quería forzar nada, pero tampoco iba a dejarla escapar tan fácilmente.—No quiero salvarte —replicó suavemente—. Quiero caminar contigo a donde sea que decidas ir. No estás sola, Alaia, y por más que intentes empujarme, no me voy a ir.Ella alzó la vista lentamente, y p
Alaia se quedó helada por un momento, como si las palabras de Nolan hubieran detenido el tiempo. La confesión que siempre había querido escuchar se sentía ahora como una trampa, un ancla que la retenía en un lugar donde no podía permitirse estar.No podía mirarlo. No después de lo que había dicho, después de todo lo que estaba en juego.—No puedes amarme —susurró, casi en un tono desesperado—. No después de todo lo que he hecho, lo que pienso hacer.Nolan no se movió. Su mirada permanecía fija en ella, decidido, aunque podía ver la lucha interna en los ojos de Alaia. Sabía que ella no estaba huyendo por falta de sentimientos. Lo estaba haciendo por miedo.—Lo que sienta por ti no va a desaparecer solo porque no lo aceptes —dijo en voz baja, pero firme—. No voy a dejar que eso sea una excusa para seguir alejándome de ti. Si me odias por eso, entonces odiaré yo también ese sentimiento, pero no voy a negarlo.Alaia sintió que una lágrima se deslizaba por su mejilla antes de que pudiera
El viento aullaba a través de los árboles, llevando consigo un eco de la tormenta que se avecinaba en el corazón de Alaia. La ciudad se sentía tensa, como si todos los habitantes supieran que algo importante estaba a punto de suceder. Alaia se encontraba de pie en el claro del bosque, un lugar que había sido su refugio, y sin embargo, en ese momento, era un recordatorio de todo lo que había perdido.Sus pensamientos eran un torbellino. ¿Era su deseo de venganza lo que la mantenía en movimiento? Durante años había buscado justicia, un equilibrio que solo podía conseguir enfrentando a Liam, el Alfa que le había robado a su hijo y que había fallado en proteger a su manada. Pero a medida que la hora del juicio de Agnes se acercaba, las dudas comenzaron a asediarla. La voz de Nolan resonaba en su mente, un recordatorio de lo que podía perder si seguía adelante con su plan.Recordó la noche en que Liam había tomado a Logan. Las sombras del pasado la envolvían, y el dolor era tan fresco c
Al día siguiente, Nolan se levantó con la sensación de que el tiempo se le escapaba. La presión de la reunión del consejo lo había dejado exhausto, pero el temor de perder a Alaia era aún más abrumador. Si Liam lograba persuadir al consejo, podría asegurarse de que Nolan no ascendiera al poder. —No puedo permitir que eso suceda —murmuró para sí mismo mientras se preparaba. Se reunió con algunos miembros leales de la manada, incluido su viejo amigo Kai, quien siempre había creído en su potencial para ser Alfa. —¿Estás listo para enfrentarlo? —preguntó Kai, con su tono lleno de confianza. —No tengo otra opción —soltó un largo suspiro—. No puedo dejar que Liam continúe dictando el futuro de nuestra manada. Y, sobre todo, no puedo perder a Alaia.La determinación llenó el aire mientras se dirigían hacia el claro.La conversación con Alaia aún resonaba en su mente. La idea de que ella pudiera marcharse, llevándose consigo la paz que tanto deseaba, lo atormentaba.“Tengo que encontrar
El día del juicio contra Agnes había llegado, y el aire en la sala del consejo estaba cargado de tensión. La gran estructura de piedra, con altos ventanales que dejaban entrar la luz del atardecer, parecía aún más imponente ante la gravedad del momento. La manada se encontraba dividida, algunos susurraban entre ellos, mientras otros observaban en silencio, incapaces de predecir el desenlace. Alaia estaba de pie frente a todos, su rostro imperturbable, pero por dentro, sentía el peso del juicio como una losa sobre su pecho.—Agnes—la voz del anciano del consejo resonó en la sala, acallando cualquier murmullo—. Estás aquí para enfrentar los cargos que se te imputan, entre ellos, el más grave: la administración de veneno a Alaia Grayson hace siete años y el robo de su hijo Logan, haciéndolo pasar por tuyo.Agnes, atada de manos y con el rostro pálido, alzó la mirada. Aún mantenía una expresión desafiante, pero había algo en sus ojos que revelaba su miedo. No era el mismo tipo de miedo
El crepúsculo teñía el cielo de un profundo carmesí mientras Alaia permanecía en su consultorio, observando la pequeña botella vacía sobre su escritorio. Había tomado la última dosis de la cura y su corazón latía con una mezcla de ansiedad y esperanza. El ambiente en la pequeña habitación se sentía cargado, casi eléctrico. Alaia respiró profundamente, tratando de calmar los nervios que revoloteaban en su estómago. Sabía que, si la cura funcionaba, no solo significaría el regreso de Nyra, sino la posibilidad de haber encontrado un remedio para la Luparia, el veneno para matar lobos.Respiró profundamente, sintiendo cómo su ser se completaba nuevamente. Cerró los ojos, permitiendo que la conexión se afianzara, inundando su pecho de una mezcla de alivio y gozo.De repente, sintió una vibración en lo más profundo de su ser y permitió que esa sensación la invadiera, sin oponer resistencia. Y entonces, como un torrente, la presencia de Nyra la envolvió.—Nyra… —susurró Alaia, sus labios