—¿Dónde la tienen? —gruñó, acercándose al hombre, casi exigiendo respuestas.—No lo sabemos aún. Agnes fue muy astuta —suspiró con frustración—. No dio tiempo de reaccionar. La camioneta en la que la llevaron no tenía placas y ella no se ha comunicado con nadie aún.Nolan apretó los puños, con su mente trabajando frenéticamente. El miedo por la vida de Alaia lo desgarraba por dentro. Sabía lo cruel que podía ser Agnes, y no le cabía duda de que la mujer haría cualquier cosa para vengarse de Alaia. “¿Cómo no me di cuenta antes?,” pensó, furioso consigo mismo. “Estaba tan consumido por mi enfermedad, tan cansado, que no vi lo que pasaba a mi alrededor”.No podía perder más tiempo. Salió de la habitación, decidido a hacer lo que fuera necesario para encontrarla. Se dirigió directamente a casa de Liam, sabiendo que, a pesar de su disgusto hacia él, ambos compartían el mismo objetivo.***Liam estaba en su sala, con los mellizos a su alrededor, quienes le hacían preguntas sin cesar sobr
—No es asunto tuyo, Nolan. Alaia no está siendo obligada a nada —dijo Liam con sequedad, volviéndose a él—. Ella salió conmigo porque quiso, por su propia voluntad.—¿Cuándo? —Nolan lo interrumpió con brusquedad, su pecho ardía por la confusión y el miedo de haber causado un daño más grande del que imaginaba.Liam se quedó en silencio un segundo, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa. Luego, finalmente respondió.—Hace unos días, justo después de que saliste del hospital —admitió casi de mala gana—. El mismo día que...Nolan sintió que el estómago se le encogía. Sabía exactamente a qué día se refería. “El día en que la rechacé,” pensó con agobio.Por primera vez, una punzada de culpa lo atravesó. Todo comenzaba a tener sentido, el dolor en la mirada de Alaia, su desánimo. Quizás, su decisión de acercarse a Liam no había sido otra cosa que una respuesta al rechazo, una forma de lidiar con la soledad y la desesperación.El silencio que siguió fue pesado, ambos hombres est
Agnes tiró con más fuerza del cabello de Alaia, acercando su rostro al de ella hasta que sus labios casi se rozaron.—¿Mentiras y manipulaciones? —murmuró con una dulzura venenosa—. Eso suena a celos. Tú, tan recta, tan moral, siempre tan digna, ¿dónde te ha dejado eso? Atada y sola, mientras el mundo sigue girando sin ti.Alaia respiró con dificultad, el dolor punzante recorriendo cada fibra de su cuerpo. La rabia bullía en su interior, pero la impotencia era aplastante. Intentó ignorar la cercanía de Agnes, su aliento cálido y su mirada cruel. Tenía que mantenerse firme, aunque sus fuerzas estuvieran menguando.—¿Y qué tienes tú, Agnes? —susurró con amargura—. ¿Una jaula dorada donde todo lo que tienes es fruto de la destrucción? Estás vacía, siempre lo has estado.Agnes soltó una carcajada aguda, mientras su mano abandonaba el cabello de Alaia con un gesto de desprecio. Se enderezó lentamente, saboreando cada palabra que pronunciaba como si fueran dulces venenos.—Lo que yo tengo
—No… me siento… —musitó Alaia, antes de tambalearse.Nolan apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando ella se desplomó en sus brazos, su cuerpo quedó flácido y pesado. El pánico lo golpeó de inmediato al sentir lo débiles que estaban sus pulsaciones. La alzó con delicadeza, sosteniéndola cerca, mientras gritaba a los guardias que llamaran una ambulancia.Su mente iba a mil por hora mientras la veía inconsciente, cada segundo era una eternidad. ¿Cómo había permitido que esto pasara? Se sentía impotente, incapaz de borrar el sufrimiento que Alaia había soportado.—Aguanta, Alaia. Por favor, aguanta —murmuró desesperadamente, sin saber si ella podía oírlo.Cuando llegaron los paramédicos, Nolan casi no podía despegarse de ella. Se sentía como si dejarla fuera sinónimo de perderla de nuevo. Subió a la ambulancia con ella, aferrándose a la idea de que todo estaría bien, aunque su corazón le gritara lo contrario.Horas después, Nolan permanecía de pie, mirando la puerta de la sala de emerge
—Liam —dijo Alaia en un susurro, manteniendo la mirada baja mientras acariciaba distraídamente el cabello de uno de sus hijos—. Llévalos a casa... cuídalos hasta que yo pueda salir de aquí.Él se acercó, y su semblante se suavizó al oír su petición. Sabía que, pese a todo, ella confiaba en él para algo tan importante. Una leve sonrisa se asomó en su rostro.—No voy a fallarte, Alaia —prometió con convicción, con su tono cargado de orgullo por el rol que le estaba confiando.Alaia no respondió, limitándose a asentir levemente mientras abrazaba a sus hijos con fuerza. Cuando Liam se retiró con ellos, el ambiente en la habitación cambió, volviéndose tenso de nuevo. Nolan no había quitado la vista de Alaia en ningún momento.—Alaia... —comenzó Nolan, sus palabras arrastrando toda la preocupación que sentía—. No voy a dejarte sola aquí, me quedaré hasta que estés bien.Ella lo miró por un breve instante, con sus ojos aún apagados, antes de sacudir la cabeza.—Ve a casa, Nolan —dijo con v
Agnes golpeaba las paredes de su celda con frustración, su voz rasgada y cargada de furia resonaba por el pasillo de la prisión subterránea de la manada. —¡No pueden tenerme aquí! —gritaba, con los ojos desorbitados y el cabello despeinado que caía sobre su rostro, dando un aspecto casi demente—. ¡Soy la legítima luna! ¡Todo lo que hice fue por el bien de estas tierras, por mantener el orden!Los guardias permanecían impasibles, ignorando los gritos mientras ella continuaba con su arenga. Agnes se aferraba a las rejas, sus nudillos blancos por la tensión.—¡Liam! —gritó cuando lo vio entrar en el pasillo de la prisión. Su mirada, llena de expectativa, se iluminó al verlo—. Sabes que todo lo que hice fue por el bien de nuestra gente, por nuestro legado. No pueden dejarme aquí... ¡Tú puedes sacarme!Liam se detuvo a unos metros de la celda, observando a la mujer que alguna vez había sido una figura de autoridad en su vida. Su rostro estaba endurecido por la ira contenida, pero sus ojos
Ambos salieron al pasillo, cerrando la puerta con suavidad. Una vez fuera, Nolan se giró hacia su hermano, y lo que había estado conteniendo durante días estalló. —¿Crees que puedes simplemente aparecer en la vida de Alaia y pretender que todo está bien? —espetó Nolan, su voz era baja pero estaba llena de furia contenida—. La dejaste cuando más te necesitaba. Y ahora vienes aquí diciendo que te arrepientes. Es demasiado tarde, Liam. Liam lo miró, con su propia ira mezclada con dolor. —Sé que la lastimé —admitió con voz cansada—. Pero tú también lo hiciste. La alejaste cuando más te necesitó. Ambos hemos fallado, Nolan. Las palabras de Liam cayeron sobre Nolan como un golpe. Sabía que había cometido errores, pero escuchar a Liam señalarlos le hacía arder por dentro. —Esto no es lo mismo —gruñó Nolan, acercándose—. Yo no la desterré, no la traicioné como tú lo hiciste. Siempre he intentado protegerla. Liam dio un paso hacia él, enfrentándolo con firmeza. —¿Y crees que alejá
Cuando Liam finalmente se alejó, Nolan tomó una respiración profunda, aprovechando el momento para acercarse a la puerta de la habitación de Alaia. Sabía que era un riesgo, pero no podía dejar pasar la oportunidad. Con un gesto decidido, tocó suavemente y entró. Alaia, aún con los ojos cerrados, pensaba que era Liam de nuevo. Suspiró con cansancio.—No tengo más que decirte, Liam… —comenzó, pero se detuvo al abrir los ojos y ver a Nolan de pie frente a ella.—No soy Liam —dijo Nolan, esbozando una leve sonrisa que intentaba disimular la tensión que sentía—. Solo quería asegurarme de que estabas bien.Alaia lo miró, un poco sorprendida, pero mantuvo la distancia emocional que había adoptado desde hace tiempo.—Estoy bien —repitió las mismas palabras que le había dicho a Liam, aunque esta vez su tono era algo diferente. Con Nolan, el muro que había levantado parecía no ser tan impenetrable, pero aún así era palpable.Nolan se acercó lentamente, manteniendo una distancia respetuosa. Ca