Ubicación: Argentina

Entro a mi cuarto y tomo la caja que siempre está debajo de mi cama. Saco una bolsa y comienzo a poner todo el dinero que hay ahí. Luego, lo meto todo en una mochila. Justo cuando estoy por tomar mi equipaje para irme, golpean la puerta.

—Amanda —dice el señor Li. Abro y voy a buscar el resto de mis cosas—. ¿Por qué dices esas cosas? Eres mi hija, como lo son Luz, Paz o Clara. Te quiero más que a nada y solo estoy tratando de hacerte entender.

—Si alguien hubiera abierto las piernas de Luz y visto su intimidad para luego drogarla y dejarla en manos de un pervertido para que abusara de ella, no estarías tan tranquilo —le aseguro.

—¿Crees que estoy tranquilo? —pregunta el señor Li, obligándome a mirarlo—. Aprendí a ocultar mis sentimientos hace mucho tiempo, pero si dependiera de mí, esos hombres hubieran sido la cena de Olga hace mucho tiempo.

—¿Y de quién depende? —pregunto aún enojada.

—De ti, dijiste que querías hacerte cargo en persona —me recuerda—. Fuiste tú