Camila se va de la casa de Leonel, a pesar de que él le pide que no lo haga. Regresa a su departamento y se pone a trabajar. Durante el fin de semana, no responde el teléfono a nadie, ni siquiera a Lisandro. Al volver el lunes al trabajo, él la llama a su oficina.—Licenciada Fernández. Espero que tenga una buena razón para no atender su teléfono en fin de semana —reclama Lisandro, molesto.—No me pagan horas extras, y ya he acumulado demasiado trabajo —responde ella de mala gana. Sabe que no debería hablarle así a su jefe, pero no puede evitarlo.—Estoy hablando en serio. Perdimos medio millón porque usted tenía las únicas copias de unos documentos. No se crea el ombligo del mundo y preste atención antes de llevarse los originales si no piensa contestar el teléfono —le reprocha Lisandro de manera severa.Camila se siente avergonzada. No sabía que se había llevado justo los expedientes que necesitaban. Se siente peor al saber que la empresa perdió dinero por este motivo. Ha arruinado
Desde pequeña, Camila nota a su madre poco comprensiva con su padre, sin embargo, hoy parece querer que ella no le reclame al hombre.—No digas nada, hija —le ruega su madre—. Tu padre ya está devastado con lo ocurrido. Seguramente ella le insiste en invertir; y también se siente culpable.Camila continúa revisando los documentos, pero no encuentra ningún bache legal en ellos para poder apelar en la corte. El contrato es específico. Si ellos ganan, duplicarán sus inversiones, pero si pierden, se quedarán sin nada. Ella no puede entender cómo su padre ha accedido a firmar algo así porque no lo considera un hombre ambicioso y tampoco influenciable.Por la noche, Lisandro la llama por teléfono para preguntarle cómo está. Ella trata de sonar calmada, pero él se da cuenta de que algo le pasa.—Mi padre está metido en un lío y estoy tratando de resolverlo —dice ella finalmente.—¿Quieres contarme de qué se trata? —le pregunta amablemente.Camila no quiere mezclar las cosas, por lo que le di
Todo el día, Camila está recibiendo a sus vecinos. Prácticamente, el pueblo entero va a su casa ese día. Ya cerca de las cinco de la tarde, todos se van y su madre se recuesta nuevamente, no tiene ganas de hablar o comer, solo duerme todo lo que puede. Por el contrario, Camila no ha podido descansar.—Cami, ¿por qué no te vas a descansar un poco? —le pregunta Leonel.Él no se ha separado de ella ni un momento.—Si llaman del hospital te despertaré —le asegura él, para tratar de convencerla.A diferencia de Ismael, las palabras de Leonel no tienen tanto peso sobre Camila y él lo sabe. Aun así, no quiere que termine desmayándose por el cansancio. Él entiende el dolor y la preocupación por la que Camila está pasando, ya que vivió algo similar cuando era niño, con solo diez años su padre los dejó del mismo modo.Por suerte, ella le hace caso y se va a recostar. Él se queda con su teléfono, al cual se le prende la pantalla cuando lo va a guardar en su bolsillo, le sorprende ver cuántas lla
Lisandro tiene muchísimo trabajo, por lo que no le presta mucha atención a su hija o a sus tíos cuando va a visitarlos. Los días que le dedica a Camila hacen que necesite ponerse al día cuando no la tiene cerca. Eso lo ayuda un poco a no estar tan obsesionado con ella y a no tenerla tan presente en su cabeza.—Papá, te la pasas trabajando —reclama Clara, renegando de él.—Lo siento. Sé que se supone que estamos de vacaciones, pero debo entregar esto en el juzgado el lunes por la mañana —indica él, mientras sigue organizando las cosas.—Lo sé, ¿pero Nicolás o Camila no pueden hacerse cargo? ¿Para qué tienes empleados si no te van a ayudar? —dice la joven de manera que su padre la mire.—Ellos tienen otras cosas de las cuales ocuparse —le responde, y empieza a beber el té helado que su hija le ha traído.—No mientas. Uno de mis amigos me contó que Camila se fue a la casa de sus padres el lunes por la noche. ¿Te parece justo para ti? —le pregunta Clara.—¿Has discutido con Camila? —pregun
Camila le cuenta todo y, mientras entra a ver a su padre, él comienza a hacer un par de llamadas. Cuando ella y su madre salen de la habitación, él ya está desocupado.—Me gustaría comentarles algo, si les parece. Sería mejor que nos sentáramos —les dice Lisandro.La madre de Camila les propone ir al bar del hospital para tomar un café. Cuando entran, él les abre la puerta y, sin pensarlo, les acerca la silla a ambas. La madre de Camila ya se ha dado cuenta de las intenciones que este hombre tiene con su hija. Y si bien parece tener unos años menos que ella o su esposo, se ve muy jovial y elegante con el traje que lleva.Una vez que los tres piden algo para beber y el mozo se aleja de la mesa, él comienza a hablar.—Antes que nada, quisiera pedirle disculpas por la intromisión, Roxana. Sé que no me compete entrometerme en asuntos familiares. Aunque frente a la situación que me comentó Camila, me pareció pertinente intentar ayudarlas —dice Lisandro con su forma particular de hablar.—Pr
Gracias a su gran experiencia, Lisandro encuentra la manera de ayudar a los padres de Camila con lo del embargo del banco. Incluso pone él mismo el dinero que necesitan para poder salir adelante. También inicia una demanda contra la empresa que causa la caída de sus acciones, pero le advierte a la madre de Camila que es casi imposible ganar esos casos.—Lo importante ahora es cuidar de la salud del padre de Camila y volver a trabajar los campos como si nada hubiera pasado —indica él.Sin embargo, sin que Camila sepa, también le da dinero a su madre para que esta les devuelva a sus amigos, a los cuales ellos habían incentivado a invertir. Según Lisandro, es la mejor manera de conservar una amistad que es necesaria para que el padre de Camila se recupere lo antes posible. Él es un hombre orgulloso, por lo que Lisandro entiende su postura. Así que le pide a Camila y a su madre que no le digan de dónde proviene el dinero. Solo debe saber que Camila consigue el préstamo y que basta con ir
Al ver que Camila aún tiene la puerta abierta de su departamento, el chico que es hijo de los amigos de sus padres y vive en el edificio la saluda con la mano y luego se va. Camila no sabe por qué, pero ese muchacho no le cae bien. Es algo extraño, ya que nunca la ha tratado mal, pero no puede controlar.Ya dentro de su departamento, ayuda a que sus amigos se puedan sentar cómodamente, puesto que es bastante reducido el espacio que tiene. Ellos no se hacen problema y agarran algunos almohadones y los tiran en el suelo. Guadalupe sigue abrazando a Camila mientras ella busca algo para ofrecerles de beber.—Si el vino se me cae por tu culpa, te voy a terminar golpeando —le dice Camila para tratar de conseguir que su amiga se calme un poco.—Ven aquí, Guada —dice Ismael y la abraza, algo que Camila no puede evitar notar. Ismael tiene treinta y dos años, por lo que le lleva diez años a Guadalupe.Camila toma unas cuantas copas y se las pasa. Mientras les sirve una copa a cada uno, Ismael ha
—¿Sales con Lisandro? —pregunta Leonel sin tapujos, y Camila lo mira sorprendida.—Leo, sabes que te aprecio muchísimo. Pero por el momento no quiero hablar de esas cosas contigo —aclara ella.—¡Es que no puedes salir con él! —replica Leonel enojado al entrar nuevamente en el departamento de Camila.—¿Perdón? Creo que ya quedó claro que eso no es asunto tuyo —le asegura ella, molesta mientras busca el dinero en su cajón.—Ese hombre es una mala persona, Cami. Sé que destruye todo a su paso —dice Leonel—. No quiero que te haga sufrir. No te mereces... —dice, pero Camila lo detiene.Ella le da el dinero para el taxi y le pide amablemente que se vaya de su casa. Está muy enojada con su amigo por su conducta. Y si bien ambos están algo ebrios, no quiere discutir su vida personal con él. Además... ¿Qué sabe Leonel de Lisandro? ¿Cómo se atreve a hablar mal de él sin conocerlo?—Lo siento —se disculpas Leonel, ya estando fuera del departamento de Camila—. No lo digo solo porque estoy celoso.