Los labios de Giovanni se movían con una lentitud calculada, como si estuviera tomándose su tiempo para saborear esos carnosos y rojizos labios de su prometida. Cada roce hacía que el corazón de Kathia latiera con más fuerza, como si estuviera a punto de explotar… Sin poder resistirse más, sus labios comenzaron a responderle, encontrando el ritmo del beso. —Mmm~ —la mujer soltó un pequeño gemido, en una de las pequeñas pausas. Él clavó en ella sus ojos grises con intensidad, a la vez que subió más su pierna, ahora, su rodilla rozando deliberadamente la tanga de la profesora. Pero, antes de que ella pudiera decir algo… Él volvió a besarla. Ella no quería quedarse atrás, no quería parecer menos que él… La mano de Kathia subió con decisión hasta la nuca de Giovanni, sus dedos enredándose en su cabello mientras lo atraía más cerca, eliminando cualquier espacio entre ellos, y fue entonces cuando sus lenguas se encontraron, un roce cálido, húmedo, que hizo que ambos se estremecieran
Kathia estaba por quitarse el sostén, cuando… —¡Ah! —soltó un gritito, cuando ese hombre se movió en segundos y con gran facilidad, nuevamente tumbándola en la cama boca arriba. Sus manos atraparon las muñecas de Kathia, inmovilizándola contra el colchón. —Te lo advertí, hermosa. Jugar conmigo puede ser peligroso —sonrió él, viendo a la mujer en ropa interior. La mirada de Kathia lo recorrió, desde sus ojos grises cautivantes, hasta la erección visible en su boxer. Ella apartó la mirada en segundos, recordando cómo él la había tomado anteriormente, cómo se sentía… Kathia se ruborizó… Lo deseó dentro suyo, mordió su labio inferior levemente, pero, recordó que no estaba buscando ser dominada, y… volvió a mirarlo, esta vez desafiándolo, aunque su corazón latía desenfrenado. —No me asustas, Giovanni~ Él sonrió, una sonrisa que era a la vez seductora y peligrosa. —Eso es lo que me preocupa —murmuró más para sí mismo. Giovanni se inclinó hacia ella, su rostro a solo centímetros
Marina invitó a pasar a Stéfano Rinaldi y, al hacerlo, notó el frasco de pastillas que había dejado descuidadamente sobre la mesa. Se sintió culpable por su dependencia, así que, apresuradamente, lo tomó en sus manos, su mirada nerviosa buscando dónde guardarlo. —¿Gustas algo de beber? —le dijo con amabilidad nerviosa, mientras sus ojos seguían buscando, finalmente, viendo un mueble cercano. —Un café estaría bien. —¡Claro! ¡Tengo café! —exclamó Marina tratando de desviar la atención de lo que recién él vio. Pero, Stéfano, que observaba la escena con curiosidad, no pudo evitar hacer un comentario: —¿Tomando esas cosas de nuevo? —preguntó, con un tono entre la preocupación y el sarcasmo. Recordando su encuentro en la fiesta de compromiso de Kathia y Giovanni. Ella lo miró, frunciendo el ceño. —No son de tu incumbencia —replicó, nada contenta. Pero él no se detuvo. Con un movimiento ágil, se acercó a ella, acorralándola contra la pared—. ¡Hey! —gritó Marina. Pof~ Un pe
✧✧✧ Dos días más tarde. En el interior del avión privado del señor Andreotti. Rumbo a Italia. ✧✧✧ Alessandro, estaba dormido en un asiento reclinable, su pequeño rostro angelical iluminado por la luz suave del interior. Giovanni hizo un gesto hacia una de las servidoras del avión, que se acercó con una sonrisa. —Llévate a Alessandro a su habitación —dijo Giovanni, su voz demandante. La mujer asintió y con cuidado, tomó al niño en brazos. Alessandro se movió ligeramente, pero no despertó. Mientras la servidora salía, Kathia observó la escena. Y una vez quedó a solas con Giovanni: —¿Qué pasó después de la llamada de mi amiga, en el restaurante? —preguntó Kathia, su voz temblando ligeramente. La mujer no podía ocultar la curiosidad que la consumía. Durante los dos días en Centroamérica. Giovanni había evitado hablar del tema, solo le había mencionado que su amiga estaba bien. Giovanni se reclinó, cruzando los brazos sobre su pecho, y su mirada se volvió distante. —M
✧✧✧ Al día siguiente. En Nápoles. ✧✧✧ Era una mañana soleada, la luz dorada del sol se filtraba a través de las grandes ventanas de la biblioteca de la mansión del señor Andreotti. Kathia Cárter, sentada en un cómodo sillón, miraba a Alessandro con una sonrisa mientras el niño, con su energía contagiosa, hojeaba un libro de imágenes. —Mira Kathia, este es un dinosaurio muy feroz~ —exclamó Alessandro, señalando una ilustración colorida con sus ojitos celestes brillando de emoción—. ¿No sé ven terroríficos?, me gustan los animales feroces~ —reía el niño imitando con sus manitas y haciendo un sonido de "Grrr~" —Los dinosaurios son encantadores —respondió Kathia, disfrutando del entusiasmo del niño. La forma en que él absorbía la información la llenaba de alegría. No había nada más gratificante que ver su curiosidad florecer, y era uno de los motivos por los que felizmente estudió para profesora. —¿Y tú los has visto en museos de tu país, Kathia? —preguntó Alessandro, con su peq
Giovanni estaba sentado tras su gran escritorio, rodeado de papeles y su computadora. Al levantar la vista, sus ojos gris claro se encontraron con los de Kathia, y ella sintió que su corazón latía con fuerza. —Señor Andreotti, la señora Cárter desea hablar con usted —anunció Giancarlo, el mayordomo, manteniendo su tono respetuoso. —¿Si?, bien. Puedes dejarla aquí —respondió Giovanni. El mayordomo asintió y se retiró, cerrando la puerta tras de sí. Con determinación, la mujer se acercó a Giovanni. Ella se detuvo a menos de un metro de distancia del escritorio. La penetrante mirada gris de ese hombre en ella, era tan intensa como si buscara descifrarla. Kathia sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Había algo en la forma en que Giovanni la miraba que la hacía sentirse siempre expuesta. —Giovanni —comenzó a hablar ella, su voz un poco temblorosa—, necesito hablar contigo sobre un viaje que quiero hacer a Roma. La expresión de Giovanni no cambió, pero su mirada se
—Y también elegiré la lencería que usaré para ti en nuestra noche de bodas. Será una linda sorpresa, "esposito" —sonrió Kathia con picardía. Giovanni intentó mantener la seriedad, pero el comentario de su prometida era imposible de ignorar. Oh sí, él sabía que ella estaba tratando de provocarlo, de jugar con sus deseos. Eso significaba que era plenamente consciente de la fuerte atracción que él sentía por ella, al menos en lo físico. Una sonrisa se escapó de los labios de ese hombre atractivo que la mantenía sujeta por la cintura. —¿Crees que puedes chantajearme, linda profesora? —dijo él, sin apartar la mirada de ella. Pero Kathia ya no lo miraba con dudas o nerviosismo. Sabía que con Giovanni no servía dudar ni titubear. —¿Chantaje? —el tono de Kathia se volvió más dulce, como una trampa tentadora. Su voz adquirió un matiz suave y sensual, mientras parpadeaba lentamente, todo intencional para captar la atención de ese italiano—. Solo pensé en hacer algo que te haga feliz. Su
Las manos de ese hombre se deslizaron lentamente sobre la cintura de Kathia, enviando una corriente electrizante a través de su cuerpo. El calor de esas grandes manos se filtraba por la ligera tela de sus pantimedias, haciendo que su piel se erizara al contacto. Giovanni, decidido, separó los muslos de Kathia, avanzando un paso hasta quedar de pie justo en medio de sus piernas, sus cuerpos rozándose peligrosamente. La profesora levantó la mirada y se encontró con la suya. Un pequeño suspiro escapó de sus labios mientras luchaba por mantener una fachada de firmeza. —Hablo en serio. No estoy de ánimos y tengo cosas por hacer… —dijo ella, intentando nuevamente rechazarlo. Pero sus manos yacían tranquilamente a los lados sobre el escritorio, sin hacer el mínimo intento por apartar a ese descarado italiano. Giovanni Andreotti se inclinó hacia ella, una de sus manos ascendiendo lentamente, acariciando su muslo a través de la suave tela de las pantimedias. La otra mano se dirigió a la me