Giovanni estaba sentado tras su gran escritorio, rodeado de papeles y su computadora. Al levantar la vista, sus ojos gris claro se encontraron con los de Kathia, y ella sintió que su corazón latía con fuerza. —Señor Andreotti, la señora Cárter desea hablar con usted —anunció Giancarlo, el mayordomo, manteniendo su tono respetuoso. —¿Si?, bien. Puedes dejarla aquí —respondió Giovanni. El mayordomo asintió y se retiró, cerrando la puerta tras de sí. Con determinación, la mujer se acercó a Giovanni. Ella se detuvo a menos de un metro de distancia del escritorio. La penetrante mirada gris de ese hombre en ella, era tan intensa como si buscara descifrarla. Kathia sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Había algo en la forma en que Giovanni la miraba que la hacía sentirse siempre expuesta. —Giovanni —comenzó a hablar ella, su voz un poco temblorosa—, necesito hablar contigo sobre un viaje que quiero hacer a Roma. La expresión de Giovanni no cambió, pero su mirada se
—Y también elegiré la lencería que usaré para ti en nuestra noche de bodas. Será una linda sorpresa, "esposito" —sonrió Kathia con picardía. Giovanni intentó mantener la seriedad, pero el comentario de su prometida era imposible de ignorar. Oh sí, él sabía que ella estaba tratando de provocarlo, de jugar con sus deseos. Eso significaba que era plenamente consciente de la fuerte atracción que él sentía por ella, al menos en lo físico. Una sonrisa se escapó de los labios de ese hombre atractivo que la mantenía sujeta por la cintura. —¿Crees que puedes chantajearme, linda profesora? —dijo él, sin apartar la mirada de ella. Pero Kathia ya no lo miraba con dudas o nerviosismo. Sabía que con Giovanni no servía dudar ni titubear. —¿Chantaje? —el tono de Kathia se volvió más dulce, como una trampa tentadora. Su voz adquirió un matiz suave y sensual, mientras parpadeaba lentamente, todo intencional para captar la atención de ese italiano—. Solo pensé en hacer algo que te haga feliz. Su
Las manos de ese hombre se deslizaron lentamente sobre la cintura de Kathia, enviando una corriente electrizante a través de su cuerpo. El calor de esas grandes manos se filtraba por la ligera tela de sus pantimedias, haciendo que su piel se erizara al contacto. Giovanni, decidido, separó los muslos de Kathia, avanzando un paso hasta quedar de pie justo en medio de sus piernas, sus cuerpos rozándose peligrosamente. La profesora levantó la mirada y se encontró con la suya. Un pequeño suspiro escapó de sus labios mientras luchaba por mantener una fachada de firmeza. —Hablo en serio. No estoy de ánimos y tengo cosas por hacer… —dijo ella, intentando nuevamente rechazarlo. Pero sus manos yacían tranquilamente a los lados sobre el escritorio, sin hacer el mínimo intento por apartar a ese descarado italiano. Giovanni Andreotti se inclinó hacia ella, una de sus manos ascendiendo lentamente, acariciando su muslo a través de la suave tela de las pantimedias. La otra mano se dirigió a la me
✧✧✧ La noche de ese día, en la mansión del señor Andreotti. ✧✧✧ Al Kathia llegar a la puerta principal, el mayordomo Giancarlo la esperaba, abriéndola para ella y escoltándola con su porte impecable y una expresión serena, aunque sus ojos parecían mostrar preocupación. Kathia se detuvo y con una voz que trataba de sonar firme, preguntó: —Giancarlo, ¿dónde está Giovanni? Me dijo que vendría conmigo… Y no lo veo por ninguna parte. El mayordomo suspiró, y dejó el mensaje de su señor a Kathia: —Señorita Cárter, el señor Andreotti salió hace aproximadamente una hora. Mencionó que se dirigía a la mansión de sus padres por asuntos de negocios. Me pidió que le dijera que fuera sola. Aseguró que estaría suficientemente resguardada y que él iría por usted a Roma. El corazón de Kathia dio un vuelco. Una mezcla de sorpresa y desilusión la invadió. Giovanni había sido tan atento, tan comprensivo con ella… ¿Por qué ahora esta decisión abrupta? ¿No le dijo absolutamente nada, y simplement
✧✧✧ La mañana del día siguiente, en Roma Italia. ✧✧✧ El sol brillaba intensamente sobre Roma mientras Kathia y Marina se dirigían a su cita en la boutique de novias "Sogni d'Amore", un lugar conocido por su elegancia y sofisticación. Al entrar, el aroma a flores frescas y perfumes delicados envolvía el ambiente, mientras los suaves acordes de un piano en vivo creaban una atmósfera mágica. —¡Estás lista para encontrar el vestido perfecto! —exclamó Marina, guiándola hacia la sección de vestidos. —¿Perfecto?, jaja~ no exageres. Bastará algo decente. El espacio estaba decorado con cortinas de seda y espejos de cuerpo entero que reflejaban la belleza del lugar. Varias asistentes, vestidas con elegantes uniformes oscuros, se movían organizando los deslumbrantes vestidos que colgaban en perchas doradas. Kathia comenzó a explorar los vestidos, pasando los dedos sobre las delicadas telas. Observó un vestido de encaje con mangas largas y una falda de tul pomposa que se extendía majestu
—¿Ah? ¡¿Enamorado de quién?! —le preguntó Marina a su amiga, Kathia. —De Valentina Bianchi —respondió Kathia, dirigiendo su mirada al suelo—. Es una mujer peligrosa, Marina. Claramente lo amenazó cuando él la dejó por mí, delante de sus padres… La provocó, y ahora soy odiada por esa mujer, que incluso intentó poner a Alessandro en mi contra. Marina frunció el ceño, aún incrédula. —Sé que no conozco a ese hombre. Pero Giovanni no parece un hombre enamorado, Kathia —exhaló Marina, restando importancia a la vez que hacía un gesto con su mano—. Si él realmente la amara, no la dejaría en vísperas de un compromiso para buscarte a ti. Eso no tiene sentido. El silencio pesado llenó la habitación, y Kathia sintió cómo el aire se volvía denso. —Pero creo que lo haría, Marina. He visto cómo actúa. Lleva esa m@ldita cadena de ancla, y no parece algo que un hombre como Giovanni usaría por gusto —susurró, su voz temblando—. Esa cadena tiene zafiros, y los ojos de Valentina son de un celeste
Kathia se ruborizó en ese momento. El recuerdo intenso de ese momento en la oficina del señor Andreotti, causó que su corazón latiera desenfrenado. —Sí… Yo… Prometí a Giovanni, que compraría una lencería muy sexy para la noche de bodas… —dijo la mujer castaña, en un susurro que fue de más a menos, casi apagando su voz. —¡¿Qué hiciste?! —gritó Marina, totalmente incrédula, casi soltando su taza de café—. ¿Pero no dijiste que no hay nada entre ustedes y que él no te importa? —arqueó las cejas la mujer, con sorpresa—. No entiendo, Kathia. Kathia se sonrojó y sintió que su amiga la miraba con atención. —No es eso, es solo que… —Kathia dudó, tratando de encontrar las palabras correctas—. Giovanni es alguien intrigante e indescifrable. A veces siento que es confuso para mí… Solo buscaba una excusa y pensé que la lencería era buena idea, no hay hombre que no esté interesado en el sexo, ¿no? Marina cruzó los brazos, mostrando su sorpresa. —¿Él es confuso? —preguntó Marina, con una
—¿Qué hará con la niña? —preguntó Shirley. La mención de Abigail Smith, lo irritó aún más. William sintió que la frustración lo envolvía. Sin pensarlo dos veces, respondió a Shirley con un tono frío y cortante: —No es asunto tuyo, Shirley. Yo me ocuparé de eso —dijo ese CEO, con desdén. Shirley, que estaba al otro lado de la línea, frunció el ceño, sorprendida por la brusquedad de su jefe y también… amante. La voz de la mujer tembló ligeramente. —Señor Johnson, pero… William no le dio tiempo a terminar… Colgó el teléfono de un golpe, sintiendo cómo la irritación se acumulaba en su pecho. —M@ldita sea… —soltó ese hombre rubio. Que marcó rápidamente el número de la mansión. El tono sonaba en su oído, y su mandíbula se tensaba con cada repetición de ese "biip". Cuando el mayordomo contestó, su voz sonó dura y decidida: —Envía a alguien al hospital por la niña —ordenó, con un tono que no admitía discusión—. Una vez que llegue, enciérrala en una ala de la mansión, lo suf