Marina, Cris y Gavin fueron al clan MacTavish cerca de mediodía, este clan era notoriamente más pequeño que el MacLeod, en vez de castillo era una casa, aunque muy grande y llena de niños de todas las edades, el jefe Liam era un hombre con más de 60 años, pero sé veía muy activo y sano, su esposa era una mujer bajita y risueña. Los recibió con comida, muy hospitalaria y con curiosidad con respecto a Marina. Liam que ya la conocía la presentó, Marina sonrió disimulando que no los recordaba. —Mi esposa sufrió una caída que le hizo perder algunos recuerdos —informó Gavin y Liam se puso serio de inmediato. —No puede ser, entonces no podrá ayudarnos. —Sí podré —dijo Marina—. Verán, es algo extraño, pero no olvidé mi experiencia y estoy segura que podré ayudar a la cooperación en negociaciones en conjunto, solo que no se molesten si deben repetirse algunas conversaciones que hayamos tenido. —Yo no la conocía —dijo la esposa de Liam—. Pero he escuchado hablar de usted, veo
—Deseo de una vida en paz, de recordar quien fui, quiero que mi vida no sea esta red de engaños en la que desperté sin tener idea de como comportarme —expresó Marina con desesperación. Gavin cerró los ojos y dejó salir el aliento. —Te lo diré, te diré porque entre nosotros una relación es mala idea… De la nada, y sin previo aviso varios hombres cayeron de las ramas de los árboles a su alrededor. Marina chilló y Gavin la protegió con su cuerpo dejándola a su espalda, dio un rápido giro de 360 grados y descubrió que estaban rodeados por seis hombres, demasiados para él, no estaba armado más que con su arco y un filoso cuchillo, de andar solo se enfrentaba a los hombres. De andar solo no lo habrían sorprendido, pensó lleno de rabia. —Pero mira que tenemos aquí, una linda pareja amiga de los jefes MacTavish. Quien les habló era el líder del grupo, eran muy jóvenes, apenas adolescentes, sus ropas estaban sucias y raídas, con algunos dientes podridos, aunque llevaban
Gavin se había rendido a lo que sentía cuando tenía a Marina en sus brazos, pero Marina tenía muy presente su rechazo de la noche anterior así que retiró la cara y se consiguió con las fauces llenas de baba de un perro enorme que como a un metro de distancia les gruñía. Marina apretó a Gavin. —Por favor no grites —suplicó Gavin tratando de salir bien salvados de esa peligrosa situación. Un silbido advirtió la presencia de un hombre que se acercó con recelo. —Válgame Dios —murmuró el hombre—. Nick aléjate. — ¿Nick? —Preguntó Marina. —Una manera de referirse al diablo —contestó Gavin. El escoces se echó a reír. —Eso habla del carácter de mi perro, atrás Nick, deja a los jóvenes amantes —el perro movió el rabo y fue con su dueño saltando como cachorro juguetón—. Perro sinvergüenza, debes aparentar que eres muy bravo, ya te delataste. —Gracias buen hombre —murmuró Gavin. — ¿No sabe que hay mejores lugares para retozar con una mujer? —Estamos de paso buen
Marisol se echó a reír. —No me sorprende que no creas en algo como el destino, después de todo no podemos controlarlo y se nota que eres un hombre autoritario —Marisol abrazó a su esposo sin dejar de observar a Gavin. — ¿Qué hay de eso de que labramos nuestro propio destino? —Inquirió Gavin condescendiente. —Somos dueños de la decisión que tomamos, no del destino que se nos presenta. —Muy conveniente —observó Gavin escéptico pelando un conejo con habilidad. —Es como el amor verdadero, este no se consigue sin que exista algún reto que superar; cuando Finn me conoció en el mercadito donde vendía plantas medicinales estaba furioso. —Su hermano me había embaucado —completó Finn riendo y Marisol afirmó. —Yo estaba acostumbrada y muchas veces me tocó pagar por las fechorías de mi hermano, otras veces escapé… —Pero de mí no pudo escapar —interrumpió Finn robándole un beso a su esposa. —Nuestro destino estaba escrito —declaró Marisol mirando a su marido con amor y
Marina y Gavin estaban acurrucados dentro de la pequeña carpa, envueltos en el tartán Cameron. —Jamás imaginé este escenario posible. —Me dirás que el jefe MacLeod jamás durmió a la intemperie con una mujer. —Sin duda, pero en mi tartán, dentro de mi territorio. Marina se echó a reír. —Debería sentir miedo, pero tendré que darte razón, el infortunio nos persigue. —Tú deberás decidir si es infortunio, solo responde para ti —Gavin hizo mofa a Marisol haciendo reír a Marina. —Eres un pesado, un brusco que no tiene nada de tacto. —Debería ser una noche romántica. —En cambio hablamos de otras mujeres. —No hablo de mujeres, eres demasiado celosa Marina. —Y tú demasiado patán, eres el culpable, seguro estás pensando en Camila y en todas las veces que han dormido en el bosque en tu tartán. —Ella tiene tartán no necesita quitarme el mío. Marina le pegó en el hombro. —Mejor cállate, eres un medio para obtener calor. Gavin se reía, para Marina era nue
A la mañana siguiente Marina despertó al escuchar el trinar de los pájaros, estaba muy calentita donde su cuerpo se pegaba al de Gavin, pero al moverse el resto de la superficie estaba fría como un témpano. Ella hizo una exclamación que despertó a Gavin que reaccionó abrazándola con más fuerza apretando sus glúteos contra él. Ahora estaba despierto por completo, y todo su cuerpo lo demostraba. Marina sonrió. —Buenos días. Gavin le dio un beso en la punta de la nariz sin abrir los ojos. —Ya amaneció, debemos irnos. —Dentro de un momento. —Gavin, el niño. Gavin suspiró y la soltó. —Está bien vámonos. Pero pronto para ellos fue imposible despedirse, Marisol se había quedado dentro de la caravana, tenía mucho dolor aunque juraba que aún no era momento de dar a luz. Finn estaba hecho un mar de nervios por su querida esposa. —Quizás aún le falte, pueden ser contracciones de práctica o algo así —inquirió Gavin. Marina entró a la caravana y Marisol s
— ¿Marina qué pasó? ¿Marisol está bien? Marina limpió sus lágrimas, se sorprendió al ver a Gavin, su corazón dio un vuelco, por alguna razón lo sentía más lejos, ahora lo comprendía y lo lamentaba tanto. No sabía cómo controlar su llanto, eran muchas las emociones que había vivido y la nostalgia de ver el amor que se profesaban Marisol y Finn muy lejano e imposible para ella y Gavin. — ¿Marina, te sientes mal? —Insistió Gavin. —Estoy bien, no sé por qué estoy llorando —mintió Marina—, Graham vino y llevaron a Marisol en camilla, me dejaron encargada de la caravana y el perro. Gavin se acercó a ella y levantó su rostro y le dio un beso en los labios. —Es normal que te sientas abrumada, yo aún siento que las piernas me tiemblan, nunca había atendido un parto. —Lo hiciste bien, menos mal que estabas aquí, si no quién sabe qué hubiera pasado. Gavin hizo una mueca y negó con la cabeza. —Si las carreteras no se hubieran dañado ellos ya estarían en casa de la fami
Marina cerró los ojos y frotó sus muñecas, en su mente la sensación del roce de las ataduras era un nítido recuerdo, pero el resto estaba oculto en una bruma espesa. Marina abrió los ojos y observó a Gavin, lucía muy serio y determinado. — ¿Hemos tenido sexo con ataduras? Gavin afirmó con la cabeza. Marina vio a lo lejos a su hijo jugando muy feliz con el perro y es tan evidente que es hijo de Gavin, no solo sus ojos azules se asemejan a los de su padre, tienen la misma sonrisa, esa que a Gavin no le había visto hasta que estuvieron completamente solos y en dificultades. —Supongo que es algo que te gusta —murmuró tratando de racionalizarlo aunque no tiene ni idea si a ella también le gusta. —No me disgusta —contestó él con la misma determinación. Marina alzó las cejas y está muy roja y no por el esfuerzo de la caminata. Gavin la tomó de la mano y siguieron caminando. Gavin continuó: —No sabes cómo sentirte al respecto, pero si hablé de eso no fue para ped