Entonces sí que Marina sintió muchísimo miedo. El estar por completo a oscuras despertó un pánico tal que su corazón parecía se saldría de su pecho, sus manos hormigueaban y su respiración era entrecortada, pero ella igual corrió, no se iba a quedar paralizada, buscaría luz. La penumbra era absoluta, pero le pareció ver una pequeñísima llama, quizás una luciérnaga pensó, eso la dirigió. Un horrible presentimiento de que no era la primera vez que corría por este pasillo en penumbras llegó a ella tan vivo que aunque no recordaba podía asegurar que el miedo que sentía se atribuía a una horrible experiencia. Marina derribó una escultura y gritó desesperada, no veía nada ni sabía por dónde corría y entonces escuchó una puerta abrirse y una luz blanca la cegó momentáneamente, escuchó la voz de Gavin llamarla. — ¡Gavin! —Gritó Marina y se aferró a él hundiendo el rostro en su pecho. La luz blanca venía del teléfono móvil de Gavin y a Marina le pareció como si fuera un áng
Gavin se deleitó entre sus pechos maduros y firmes, pero suaves al tacto y receptores a sus caricias. Marina emitió un gruñido desesperado que sonó dulce como la miel a oídos de Gavin cuando succiona un pezón y jugó redondeando la punta con su lengua. Marina se aferraba a él como si estuviera en un caballo, apretándolo con las piernas para sentir la fricción de ambos clavó las uñas en sus hombros y él acarició su otro pezón con pulgar e índice, con la presión justa para imitar lo que hacía su boca. Gavin la tendió en el sofá, él sobre ella continuó besándola hasta que sus dedos fueron investigando al sur de su cuerpo hasta hallar la humedad que lo recibía. Gavin empapó el gel de su excitación y jugó con el brote de nervios sin introducir los dedos, hasta que su boca se unió a la de ella y hundió en ella no un dedo, un par y de manera rítmica aplicó presión dentro y fuera. Marina abrió más las piernas y cuando la sensación de pánico regresó, la pudo soportar ya que est
En el área destinada a las visitas del castillo, Alistair ya vestido y afeitado observaba a Camila dormida en su cama. Estaba envuelta en su tartán, que era en varios tonos de azul y verde. La veía hermosa, a su juicio: perfecta en su tartán, y no el de los MacLeod que tenía trazas naranja. Alistair se sentó en la cama y acarició su cabello. Camila abrió los ojos y lo miró con mala cara. —Sin duda eres más hermosa dormida… O no, en realidad eres más hermosa llegando al éxtasis en mis brazos, o envuelta en mi tartán, la verdad no me decido. Camila se quitó el tartán de encima como si tuviera ácido. — ¿Qué hora es? Ya salió el sol, debí irme hace rato. Camila se levantó completamente desnuda y Alistair la observó de pie a cabeza. —Sin duda te ves más hermosa desnuda, aunque me veas con tu habitual altivez, sé cómo ponerte a rogar linda MacLeod. —Ni lo sueñes, aléjate de mí Cameron. Alistair se echó atrás y ahora él tenía la mirada asesina mientras la veí
Marina descubrió lo que era ser puesta a prueba por personas que apreciaban el coraje, pero que lo exigen férreamente cuando se es la señora de un clan. —Elsbeth, no creo que aún hoy en día esto sirva para algo. Marina tenía en su mano un guante de cuero y Elsbeth traía en su mano a un enorme halcón de plumas doradas y ojos afilados. —No le tenga miedo señora. —No lo hago, pero hay cosas más importantes en qué ocuparme. —Ha decidido ser la señora de este clan, pero aún tiene mucho en contra, no solo por ser extranjera, desafía al jefe a cada instante. —Necesitan televisión y computadoras, entretenerse en otra cosa que no sean los dramas de Gavin y sus mujeres —contestó Marina con resentimiento. —Aunque sean cosas tontas ahora, la tradición es importante para nuestro clan, cuando se celebre el inicio de la temporada de cacería, se espera que la señora del clan la inicie con el vuelo de su halcón. —Así que debo arreglármelas para llevarme bien con este halcón d
Marina, Cris y Gavin fueron al clan MacTavish cerca de mediodía, este clan era notoriamente más pequeño que el MacLeod, en vez de castillo era una casa, aunque muy grande y llena de niños de todas las edades, el jefe Liam era un hombre con más de 60 años, pero sé veía muy activo y sano, su esposa era una mujer bajita y risueña. Los recibió con comida, muy hospitalaria y con curiosidad con respecto a Marina. Liam que ya la conocía la presentó, Marina sonrió disimulando que no los recordaba. —Mi esposa sufrió una caída que le hizo perder algunos recuerdos —informó Gavin y Liam se puso serio de inmediato. —No puede ser, entonces no podrá ayudarnos. —Sí podré —dijo Marina—. Verán, es algo extraño, pero no olvidé mi experiencia y estoy segura que podré ayudar a la cooperación en negociaciones en conjunto, solo que no se molesten si deben repetirse algunas conversaciones que hayamos tenido. —Yo no la conocía —dijo la esposa de Liam—. Pero he escuchado hablar de usted, veo
—Deseo de una vida en paz, de recordar quien fui, quiero que mi vida no sea esta red de engaños en la que desperté sin tener idea de como comportarme —expresó Marina con desesperación. Gavin cerró los ojos y dejó salir el aliento. —Te lo diré, te diré porque entre nosotros una relación es mala idea… De la nada, y sin previo aviso varios hombres cayeron de las ramas de los árboles a su alrededor. Marina chilló y Gavin la protegió con su cuerpo dejándola a su espalda, dio un rápido giro de 360 grados y descubrió que estaban rodeados por seis hombres, demasiados para él, no estaba armado más que con su arco y un filoso cuchillo, de andar solo se enfrentaba a los hombres. De andar solo no lo habrían sorprendido, pensó lleno de rabia. —Pero mira que tenemos aquí, una linda pareja amiga de los jefes MacTavish. Quien les habló era el líder del grupo, eran muy jóvenes, apenas adolescentes, sus ropas estaban sucias y raídas, con algunos dientes podridos, aunque llevaban
Gavin se había rendido a lo que sentía cuando tenía a Marina en sus brazos, pero Marina tenía muy presente su rechazo de la noche anterior así que retiró la cara y se consiguió con las fauces llenas de baba de un perro enorme que como a un metro de distancia les gruñía. Marina apretó a Gavin. —Por favor no grites —suplicó Gavin tratando de salir bien salvados de esa peligrosa situación. Un silbido advirtió la presencia de un hombre que se acercó con recelo. —Válgame Dios —murmuró el hombre—. Nick aléjate. — ¿Nick? —Preguntó Marina. —Una manera de referirse al diablo —contestó Gavin. El escoces se echó a reír. —Eso habla del carácter de mi perro, atrás Nick, deja a los jóvenes amantes —el perro movió el rabo y fue con su dueño saltando como cachorro juguetón—. Perro sinvergüenza, debes aparentar que eres muy bravo, ya te delataste. —Gracias buen hombre —murmuró Gavin. — ¿No sabe que hay mejores lugares para retozar con una mujer? —Estamos de paso buen
Marisol se echó a reír. —No me sorprende que no creas en algo como el destino, después de todo no podemos controlarlo y se nota que eres un hombre autoritario —Marisol abrazó a su esposo sin dejar de observar a Gavin. — ¿Qué hay de eso de que labramos nuestro propio destino? —Inquirió Gavin condescendiente. —Somos dueños de la decisión que tomamos, no del destino que se nos presenta. —Muy conveniente —observó Gavin escéptico pelando un conejo con habilidad. —Es como el amor verdadero, este no se consigue sin que exista algún reto que superar; cuando Finn me conoció en el mercadito donde vendía plantas medicinales estaba furioso. —Su hermano me había embaucado —completó Finn riendo y Marisol afirmó. —Yo estaba acostumbrada y muchas veces me tocó pagar por las fechorías de mi hermano, otras veces escapé… —Pero de mí no pudo escapar —interrumpió Finn robándole un beso a su esposa. —Nuestro destino estaba escrito —declaró Marisol mirando a su marido con amor y