«Demonios... Sofi, ¿qué estoy haciendo?» Se reprende Gavin internamente. Gavin pone a Marina sobre el colchón con rapidez y aunque no la lastimó, sí fue brusco, se pone de pie, le da la espalda porque no se atreve a ver su cuerpo ahora mismo o regresará a ella como un animal salvaje en busca de desahogo. Ve de nuevo el cuadro y quita su mirada culpable, él prometió honrar a su mujer por lo que le quedaba de vida, él al menos en el plano espiritual era solo de ella y esta su habitación, el único lugar en el mundo donde habían sido felices hasta que la enfermedad mental de Sofi les arruinara la vida a ambos. Él sencillamente no podía manchar su recuerdo retozando con otra en su lecho. —Lo… Lo siento, no podemos hacer esto aquí. Gavin corre al baño y se mira al espejo y maldice audiblemente. Ahora entiende porqué su parte malévola lo lleva a Marina. —Ella es fuego, mi infierno personal —se lamenta por permitir que las cosas llegaran a este punto. Marina mirando
Marina despertó antes de que el sol se alzara sobre las colinas, vio desde la ventana en el sillón que descubrió muy cómodo y acogedor de un deslustrado y antiguo escritorio que contrasta con el resto del mobiliario moderno, entre libros de poesía se sentía muy cómoda. Observó cómo se fue tiñendo el cielo en tonos dorados. Aunque su memoria seguía siendo un enigma, no podía sacar de la cabeza los ojos de Gavin, sentía un estremecimiento involuntario solo de pensar en él. La sensación no es desagradable, solo el saber que no es correspondido el sentimiento. Marina se levantó con una resolución férrea, lucharía por su matrimonio, por al menos conocer a Gavin, por entender porque es que era tan imposible que pudieran ser un matrimonio normal. En cuanto salió de la habitación para ir con Cris a ver como amaneció se encontró con Elsbeth, estaba conversando con Fiona y sonrieron al verla. —Buenos días —saludó Marina en portugués y Fiona contestó, Elsbeth no. —Cómo está
—Pues no se desperdiciará comida preparen el pescado —dictaminó Camila. —Si tanto te duele el desperdicio que hagan el pescado, pero apuesto que solo querrás comerlo tú —ratificó Marina. Camila observó la actitud desafiante de Marina y sonrió negando con la cabeza. —Muy bien, a ver que piensa Gavin al respecto. Camila dio la espalda y Marina buscó el delantal del día anterior y lo amarró a su cintura. —Ahora les enseñaré a preparar este platillo, es de lo más sencillo. La cocina se llenó de risas infantiles, a Cris siempre le gustaba la tarea de escoger los frijoles ya que podría tener pequeñas piedras, ramitas o granos en mal estado, y al resto de los niños le pareció de lo más interesante, sobre todo porque las comenzaron a lanzar entre ellos. Marina se unió a la travesura infantil haciendo reír a los pequeños. Las mujeres del servicio sabían que Marina se había metido en problema, pero les gustó su valentía al no dejarse amilanar por Camila, sobre todo Elsbeth.
—Elsbeth, quiero que después del almuerzo me lleves a los almacenes, me presentes al personal, me muestres todo lo que deba saber para dirigir este castillo. —Señora, ahora es diferente, el señor dijo que debía usted preguntar todo a Camila… —Yo no escuché esa parte Elsbeth, ya sabes, tengo problemas de memoria —Marina le hizo un guiño y la anciana sonrió. —La verdad ahora yo no tengo la misma concentración de antes, me están pegando los años. Ambas sonrieron y procedieron a servir el almuerzo a los clanes, fueron pocos los que eligieron pescado por temor a conocer una comida nueva, así que la feijoada se acabó y sobró pescado. —Necesito que el pescado que quedó sea desmechado, para mañana haremos un pastel con patatas, así quedará muy bueno, necesitaré algunas especias y alcaparras, espero que hayan y no arruinar al clan por unas alcaparras. Elsbeth la miró con una sonrisa. —El jefe jamás ha sido tacaño, creo que estaba celoso. Marina frunció el ceño, pero
Fiona regresaba al castillo desde la capilla cuando se encontró por el camino a Ewan. —Aún te gusta mojarte en la lluvia —murmuró Ewan al verla. —Ya sabes, no todo cambia en la vida. —Quizás solo no aguantas los pecados que traes que necesitas darte golpes de pecho en la capilla. —Buenas tardes Ewan —dijo Fiona queriendo pasar. —No me importa cuanto lo niegues, sé que Camila es nuestra hija. Fiona se devolvió y enfrentó a Ewan. —Estás loco, Camila es hija de Fergus y Prudence, que en paz descansen. —Camila es exacta a mi madre. —Nuestra hija murió al nacer. Ewan se acercó. —Prudence y tú estaban embarazadas al mismo tiempo… —Y tú no tuviste una excusa plausible para no estar conmigo cuando más te necesitaba, mucho menos puedes venir ahora a acusarme de nada. —Te comprometiste, creí que no había sido nada para ti. —Mi padre me comprometió con un tirano y tú me abandonaste, mi esposo era un bárbaro que me dejó lisiada para siempre cuando enten
—Sabes perfectamente que eres mi esposa, pero no puedes pasar sobre mi autoridad, ¿lo comprendes? —Perfecto —dijo Marina alzando las palmas—. ¿Quieres que siga siendo un desorden el almacén? Bien, ¿quieres que se mueran las aves de corral de frío? No hay problema. —Yo administro mi clan de manera eficiente. —No es cierto, quien lo administra es Camila, una mujer amargada y mezquina. —No hay razón para que te expreses así, ella conoce sus obligaciones y jamás pasa sobre mí. —Ella se equivocó, el pescado quedó a la intemperie. — ¿Estaba dañado? —No, pero el olor a pescado atrae moscas. —Por favor, estamos como a cuatro grados centígrados —espetó Gavin irónico. Marina apretó los puños. —Bueno, aunque no haya moscas, no hay justificación para que el pescado pasara una noche sin refrigeración. —Solo fueron unas horas, si el pescado hubiera estado en mal estado no lo hubieran preparado. —El olor era nauseabundo, las cajas se llenaron de agua de lluvia,
Gavin estaba tentado, pero no podía hacerlo, él se enorgullecía de ser un hombre leal y sin caretas, solo la situación desafortunada con Marina era cuestionable en su comportamiento. Sonrió con Camila, tampoco quería que siguiera disgustada. —Estamos en alianza con los MacTavish, pero gracias a la intervención de Marina, no puedo pedir permiso de traspasar su territorio para ir contigo a tierras bajas. — ¿Por qué no? A ningún MacTavish debe importarle con quien se acuesta el jefe MacLeod. —No es digno, no lo haré. Camila se acercó a él. —Entonces hagámoslo ahora, aquí, en tu oficina. A Gavin le dio rabia la insistencia de Camila. —Sabes perfectamente que no tengo sexo dentro del castillo que creas que insitiendo me tentará me ofende, somos racionales y no bestias. —Si es por Sofi ya pisoteaste su memoria al casarte con Marina, incluso ella está sacando sus muebles en el estudio como si pudiera borrar con su existencia tu pasado. —Tanta cizaña con ella y t
Entonces sí que Marina sintió muchísimo miedo. El estar por completo a oscuras despertó un pánico tal que su corazón parecía se saldría de su pecho, sus manos hormigueaban y su respiración era entrecortada, pero ella igual corrió, no se iba a quedar paralizada, buscaría luz. La penumbra era absoluta, pero le pareció ver una pequeñísima llama, quizás una luciérnaga pensó, eso la dirigió. Un horrible presentimiento de que no era la primera vez que corría por este pasillo en penumbras llegó a ella tan vivo que aunque no recordaba podía asegurar que el miedo que sentía se atribuía a una horrible experiencia. Marina derribó una escultura y gritó desesperada, no veía nada ni sabía por dónde corría y entonces escuchó una puerta abrirse y una luz blanca la cegó momentáneamente, escuchó la voz de Gavin llamarla. — ¡Gavin! —Gritó Marina y se aferró a él hundiendo el rostro en su pecho. La luz blanca venía del teléfono móvil de Gavin y a Marina le pareció como si fuera un áng