Elaine había sentido el miedo durante muchos momentos de su vida, por no decir que cada momento de su existencia había sido dictado por el terror. Aun así, y a pesar de vivir bajo su sombra día y noche, la sensación que le generaba el miedo, el terror, seguían agobiándola de un modo increíble. Sus músculos se habían tensado por completo gracias a la adrenalina que corría a gran velocidad por su torrente sanguíneo, el cual era empujado por un latir desbocado de su corazón.El frio y el sudor se hicieron uno, generando aquel estado digno de horror y espanto.Con sus manos aun temblorosas, Elaine se aferro con violencia a las cuerdas del caballo, mientras observaba a Azriel, aguardando el momento culminante en el que el llamaría a los guardias, los cuales la arrestarían y arrastrarían al calabozo más cercano.En el momento que los labios del hermoso hombre se separaron, el miedo culmino en su cuerpo, mientras aguardaba oír las palabras que serian su condena final. Pero no fueron estas la
El corazón de Elaine se había quedado duro como una roca, mientras miraba a Damino directamente a los ojos, temerosa de apartarlos y encontrar su fin.—Te hice una pregunta, Elaine—volvió a decir el príncipe con su tono de voz notablemente afectado, mientras su mirada se colmaba de más lágrimas.El apretaba la carta entre sus manos con fuerza, como si intentase aferrarse al recuerdo de su vida antes de que ese trozo de papel la arruinara. Damino no se movió de la cama ni un solo centímetro, el simplemente se quedó mirándola a los ojos, con un dolor inmenso.>—¿No dirás nada? —insistió el, pero el terror que se arremolinaba con violencia en el corazón de Elaine la había dejado paralizada, a unos pasos de la puerta, preparada para huir de ser necesario.Damino noto aquello, y una lagrima se deslizo por su mejilla, mientras sus ojos se deslizaban hacia el morral con las pertenencias de Elaine, que ella mantenía apretada entre sus manos con fuerza.Los labios del príncipe se apretaron en
Damino salió del cuarto sin saber quemas hacer, sintiendo como su corazón se apretaba de manera extremadamente dolorosa en el centro de su pecho. El único consuelo que el príncipe tenía sobre aquella situación era que Elaine no amaba a Azriel, al menos él podía seguir consolándose con la idea de que escogiera a un hombre mejor para custodiar su corazón.Con una sonrisa triste surcando sus labios, Damino recorrió gran parte del castillo, intentando encontrar un pequeño lugar para él, para descansar. Cuando finalmente encontró lugar cerca de una ventana, en un corredor apartado del castillo, el simplemente se sentó contra estas y se dedico a observar las estrellas, contemplando su belleza, mientras en silencio pedía un deseo.Uno que no era para él, sino para Elaine.El le suplico a las estrellas que Elaine pudiera ser feliz con el hombre que amaba, incluso aunque eso le destrozara el corazón a él. Lo único que Damino deseaba en ese momento era la felicidad de Elaine.Y el le confió su
El son brillaba con fuerza en el cielo, y hacia varias horas ya había logrado borrar cualquier rastro de la noche en el firmamento. El príncipe Damino sopeso durante un largo tiempo que hacer, si seria prudente asistir al desayuno y toparse con Elaine luego de lo ocurrido la noche anterior, o sería mejor quedarse allí y saltárselo.Al cabo de varios minutos el decidió que lo mas prudente seria asistir al desayuno, de lo contrario se lamentaría por no haberlo hecho y los fantasmas de su propia consciencia lo devorarían.Liberando un profundo suspiro, Damino salió de su pequeño escondrijo, se alisto lo mejor que pudo intentando no dar una apariencia de lamento y miseria, aunque así se sintiera realmente, y finalmente salió a su encuentro.Jamás, en toda su vida, el camino hacia el comedor había sido tan rápido. Quizás era solo el deseo de no llegar lo que hacia que la tortura se volviera increíblemente mas próxima. Aquel abnegado deseo de escapar de algo que a su vez el deseaba era tan
Cuando Elaine finalmente logro llegar a su cuarto, Ambar ya se encontraba allí, aguardando su llegada. Solo necesito de un intercambio de miradas antes de que un profundo sollozo fuera arrancado de sus labios con notable dolor.Elaine se tambaleo, y Ambar fue en su auxilio, envolviéndola entre sus brazos con un fuerte abrazo, el primero que daba en toda su vida.—Debes ser fuerte, Elaine—dijo Ambar en su oído—. Es por el bien de ambos.Elaine simplemente se limito a asentir, mientras se apartaba de la mujer, sintiendo repentinamente un poco de incomodidad por haber abrazado a la mujer de aquella manera.—Lo lamento, yo…—comenzó a decir Elaine con las mejillas sonrojadas.—Necesitabas un hombro donde llorar, está bien, yo también los suelo necesitar… pero bueno, sabes que es difícil para alguien en esta posición conseguir llorar en un hombro sin que eso demuestre tu vulnerabilidad—la interrumpió Ambar, con una sonrisa triste alzando las comisuras de sus labios.Elaine observo a Ambar d
—¡Elaine! —llamo una voz masculina desde el interior del castillo.Ella se dio la vuelta lentamente, encontrándose con la mirada compasiva y calmada de Azriel, quien correteaba detrás de ella, intentando alcanzarla.>—Lo lamento, princesa, pero necesitaba saber que estaba bien—explico Azriel cuando finalmente se detuvo a su lado, su mirada denotaba tranquilidad y cierta pena hacia ella. Sin embargo, la falsa princesa ya conocía la verdadera identidad que habitaba el alma oscura de Azriel.Esforzándose con todas sus fuerzas para lograr esbozar una sonrisa en su dirección, Elaine le respondió:—Gracias por su preocupación, Azriel, pero no es necesario que me llame princesa, al menos no cuando estamos a solas… ambos sabemos la verdad de mi linaje—explico ella con una sonrisa ladeada colmada de tristeza.—Tonterías, para mi sigues siendo una princesa… y siempre lo serás—dijo el con firmeza, mirándola directamente a los ojos, con una convicción casi aterradora.—¿Eso lo dices porque estoy
—No. —dijo el príncipe Damino de manera firme y rotunda—. No, Elaine, no quiero escuchar.Ella observo al príncipe con notable sorpresa, mientras intentaba comprender que pensamientos habitaban su mente, cuerpo y alma. Damino no parecía enfadado, tampoco molesto, pero si estaba claro que algo le preocupaba. Con delicadeza, el alzo una mano y la coloco en la mejilla de ella, acunando su rostro con delicadeza y ternura, disfrutando especialmente aquel delicado y gentil contacto en el que sus cuerpos se encontraban.Damino había aprendido a apreciar cada mínimo encuentro de sus cuerpos, atesorándolos en lo mas profundo de su ser, como si aquella fuera la ultima vez que pudiera disfrutar aquello.>—Hoy no, Elaine… no por favor—pidió el, con la voz y el corazón roto.—¿Qué ocurre, Damino? —pregunto ella con notable preocupación, tomando el rostro de el entre sus manos y elevándolo hacia sus ojos, necesitando verlo directamente para asegurarse de que no estaba herido.Damino noto aquel gest
El sol brillaba en el cielo desde hacia varias horas, la noche había sido reemplazada por los vibrantes y majestuosos colores de un nuevo día. Lentamente, Elaine abrió los ojos, encontrándose con un par de brazos cálidos que se enredaban alrededor de su cuerpo aun desnudo, como si intentaran protegerla incluso de sus malos sueños.Elaine esbozo una sonrisa perezosa, mientras observaba el rostro durmiente del príncipe, quien parecía increíblemente pacifico. Sin poder evitarlo o tan siquiera contenerse, ella comenzó a acariciar con suavidad el rostro del el, maravillándose de la suave y cálida textura de su piel.Ante aquel contacto, Damino abrió sus oscuros ojos con pereza, mientras esbozaba una sonrisa que podría ser capaz de erradicar la oscuridad en el mundo entero.—Buenos días, princesa… ¿Disfrutas de las vistas?—ronroneo Damino con tono rasposo, mientras se incorporaba levemente, en un intento por acercarse aún más a ella, necesitando con desesperación de su contacto físico, de s