Damino:Las lágrimas que él había reprimido ante la mirada del mundo, de sus súbditos y enemigos, ahora se deslizaban por sus mejillas de manera perezosa, haciendo que sus ojos oscuros se suavizaran, volviéndose tiernos y delicados, eternamente tristes. La mirada de un hombre roto.Incapaz de poder sostenerse un solo minuto más, él se dejó caer ante la sepultura de su madre, mirando la estatua en busca de alguna respuesta posible. Aquella mujer, que ahora permanecía inmortalizada en una escultura de piedra, siempre se había caracterizado por su sabiduría y bondad. Un alma gentil nacida en un mundo preparado para destruirlo todo.Igual que Elaine.Damino lo había sabido, desde el primer comienzo él había sabido a la perfección que se encontraba ante un alama pura y un corazón lleno de amor, pero había sido su propio dolor y la desesperación que le habían causado las heridas aun latientes del pasado, lo que lo habían empujado a actuar así. Había sido cruel, un hombre de poco honor y sin
—Creo que los príncipes necesitan un momento de privacidad—intervino el rey con una sonrisa amable y cordial, mientras se ponía de pie.Todos los miembros de la corte siguieron el ejemplo del anciano, quien comenzó a retirarse, avanzando con pasos cansados y algo lentos por el corredor del salón del trono, sin embargo, el hombre se detuvo al llegar junto a Elaine, a quien observo con una sonrisa aun mas amable y compasiva, la mirada propia de un padre hacia un hijo.>—Me alegra que te encuentres bien, princesa, temia por tu seguridad—dijo el hombre obsequiándole una sonrisa de muecas algo arrugadas, mientras apoyaba una mano sobre el hombro de ella.>—Llenaste de luz y alegría las paredes y pasillos de este castillo, niña, y nunca te agradeci por eso—continuo el anciano inclinándose hacia ella para rodearla con un fuerte abrazo—. Gracias, pequeña, por darle alegría y esperanza a este viejo tonto.Luego de aquel agradecimiento, el anciano y los miembros de su corte allí presentes se re
El príncipe Damino camino con una sonrisa esplendorosa surcando sus labios, mientras se aferraba a la mano de Elaine, feliz de caminar a su lado. Ella lo miraba del mismo modo extraño y felizmente sorprendida que el resto de los miembros de la corte, quienes volvían sus rostros hacia el príncipe con cierta sorpresa. La mayoría de ellos, sospechaban que aquella naciente felicidad podía significar una sola cosa, un nuevo heredero se encontraba en camino.Varios de ellos los interceptaron en los corredores, para desearles felicidades a los príncipes. Damino las aceptaba de buen modo, mientras que Elaine simplemente enrojecía, aun sujeta a la mano del príncipe.Ninguno de ellos intuía ni siquiera de manera extremadamente remota que el verdadero motivo oculto detrás de la felicidad de la pareja era uno mas simple y básico. Amor.Por primera vez en muchos años, ambos habían encontrado en el otro un amor reciproco. Un guardián, y para Damino también un confidente. Aunque la princesa se encon
Elaine se quedo quieta, sin mover un solo centímetro de su cuerpo. Así pasaron largos minutos que sucedieron a las horas, hasta que el hermoso príncipe a su lado dejo de abrazarla con tanta fuerza y su respiración se volvió pesada.Lentamente, la princesa se dio la vuelta entre los brazos del príncipe, encontrando finalmente el rostro de el relajado, sumido en el mas placido de los sueños. Damino se había dormido, y en sus facciones aun se exhibía la muestra de la paz y felicidad, la misma que ella había encontrado en su compañía.Sintiendo que su corazón se destrozaba en un millón de pedazos, Elaine se aparto del calor y amor que brindaba el príncipe durmiente, dejando un suave beso en su mejilla, el ultimo que le daría.Elaine avanzo por el cuarto y reunió en silencio alguna de sus cosas, evitando hacer el más mínimo de los sonidos y sobresaltándose cuando alguna sombra que proyectaba la vela de noche la engañaba. Pero Damino no se movió de su posición, por el contrario, el creyó qu
Elaine había sentido el miedo durante muchos momentos de su vida, por no decir que cada momento de su existencia había sido dictado por el terror. Aun así, y a pesar de vivir bajo su sombra día y noche, la sensación que le generaba el miedo, el terror, seguían agobiándola de un modo increíble. Sus músculos se habían tensado por completo gracias a la adrenalina que corría a gran velocidad por su torrente sanguíneo, el cual era empujado por un latir desbocado de su corazón.El frio y el sudor se hicieron uno, generando aquel estado digno de horror y espanto.Con sus manos aun temblorosas, Elaine se aferro con violencia a las cuerdas del caballo, mientras observaba a Azriel, aguardando el momento culminante en el que el llamaría a los guardias, los cuales la arrestarían y arrastrarían al calabozo más cercano.En el momento que los labios del hermoso hombre se separaron, el miedo culmino en su cuerpo, mientras aguardaba oír las palabras que serian su condena final. Pero no fueron estas la
El corazón de Elaine se había quedado duro como una roca, mientras miraba a Damino directamente a los ojos, temerosa de apartarlos y encontrar su fin.—Te hice una pregunta, Elaine—volvió a decir el príncipe con su tono de voz notablemente afectado, mientras su mirada se colmaba de más lágrimas.El apretaba la carta entre sus manos con fuerza, como si intentase aferrarse al recuerdo de su vida antes de que ese trozo de papel la arruinara. Damino no se movió de la cama ni un solo centímetro, el simplemente se quedó mirándola a los ojos, con un dolor inmenso.>—¿No dirás nada? —insistió el, pero el terror que se arremolinaba con violencia en el corazón de Elaine la había dejado paralizada, a unos pasos de la puerta, preparada para huir de ser necesario.Damino noto aquello, y una lagrima se deslizo por su mejilla, mientras sus ojos se deslizaban hacia el morral con las pertenencias de Elaine, que ella mantenía apretada entre sus manos con fuerza.Los labios del príncipe se apretaron en
Damino salió del cuarto sin saber quemas hacer, sintiendo como su corazón se apretaba de manera extremadamente dolorosa en el centro de su pecho. El único consuelo que el príncipe tenía sobre aquella situación era que Elaine no amaba a Azriel, al menos él podía seguir consolándose con la idea de que escogiera a un hombre mejor para custodiar su corazón.Con una sonrisa triste surcando sus labios, Damino recorrió gran parte del castillo, intentando encontrar un pequeño lugar para él, para descansar. Cuando finalmente encontró lugar cerca de una ventana, en un corredor apartado del castillo, el simplemente se sentó contra estas y se dedico a observar las estrellas, contemplando su belleza, mientras en silencio pedía un deseo.Uno que no era para él, sino para Elaine.El le suplico a las estrellas que Elaine pudiera ser feliz con el hombre que amaba, incluso aunque eso le destrozara el corazón a él. Lo único que Damino deseaba en ese momento era la felicidad de Elaine.Y el le confió su
El son brillaba con fuerza en el cielo, y hacia varias horas ya había logrado borrar cualquier rastro de la noche en el firmamento. El príncipe Damino sopeso durante un largo tiempo que hacer, si seria prudente asistir al desayuno y toparse con Elaine luego de lo ocurrido la noche anterior, o sería mejor quedarse allí y saltárselo.Al cabo de varios minutos el decidió que lo mas prudente seria asistir al desayuno, de lo contrario se lamentaría por no haberlo hecho y los fantasmas de su propia consciencia lo devorarían.Liberando un profundo suspiro, Damino salió de su pequeño escondrijo, se alisto lo mejor que pudo intentando no dar una apariencia de lamento y miseria, aunque así se sintiera realmente, y finalmente salió a su encuentro.Jamás, en toda su vida, el camino hacia el comedor había sido tan rápido. Quizás era solo el deseo de no llegar lo que hacia que la tortura se volviera increíblemente mas próxima. Aquel abnegado deseo de escapar de algo que a su vez el deseaba era tan