Capítulo 11.

— ¡Feliz cumpleaños, Harold! —gritaron sus amigos, cuando Harry llegó al carro de Taolath.

— Gracias. Ya dejen de decirme Harold, odio ese nombre —dijo Harry, rodando los ojos.

— Ya lo sabemos. Eres un niño grande, pero jamás igual que yo —bromeó el mayor, de los chicos.

— Ja. Eres un viejo, jamás serás joven de nuevo, maldito negro.

— Y tu envidioso, porque este negro te gusta —dijo riendo, y Harry solo pudo darle un zape en la cabeza.

— Tu jamás dejarás de ser más viejo, ni siquiera cuando te ponga las cosas que te pongas en la cara —dijo Harry, sacándole la lengua.

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