Vampirismo
Vampirismo
Por: Sathara
1.

El viaje de regreso a casa fue muy tranquilo, el vuelo no tuvo ningún contra tiempo y las azafatas fueron en todo momento muy atentas. Claramente la vista por la ventanilla siempre fue espectacular, ver las nubes y las estrellas todo el camino fue relajante, el tiempo pasó tan rápido que cuando me di cuenta ya estábamos llegando al aeropuerto. 

Mi nombre es Artemisa Stoneblack, mi padre Abraham Stoneblack era el líder de la casa Stoneblack, cazadores de vampiros, lobos y otros monstruos, nosotros hemos tratado de mantener a raya a todas las bestias que amenazan a la humanidad, fui hija única y al morir mis padres yo quedé como única heredera, la única responsable de seguir con su legado y con su trabajo. 

Hay tres casas que trabajamos en la oscuridad, lejos de los ojos de la gente para protegerla de esas aberraciones, somos tres familias encargadas de su seguridad, somos humanos, por lo general no permitimos la intervención de estas criaturas que creen ser buenos y mejores que sus demás congéneres, que argumentan que no se dejan guiar por sus instintos y cuidan a los humanos, simplemente, para mí, es imposible que se contengan, dicen ser capaces de evitar atacarnos, pero es cuestión de tiempo para que se dejen guiar por sus más bajos instintos y empiecen a asesinar. 

Cada casa tiene un guardián, claro, excepto la mía porque soy renuente a tener al enemigo durmiendo en mi propia casa, ¿qué es un guardián?, por lo general es un vampiro o un hombre lobo, a veces incluso una hechicera, cada guardián sirve a un solo amo, a un solo integrante de esa casa, lo cual se me hace algo peligroso.

Los Stoneheart tienen a un hombre lobo, lleva años sirviendo a la familia. El motivo de mi visita fue ese, Dorian Stoneheart, está preocupado por que esté sola al frente de una de las casas y sin guardián, tengo gente, soldados que están a mi disposición y a mi fiel mayordomo Cliff, prácticamente hemos vivido juntos desde nuestra infancia, nos acoplamos muy bien los dos, además no le veo sentido a meter a mi casa a una bestia de esas, ¿cómo sé que no me rebanará la garganta en la noche?, no pienso arriesgarme y se lo dejé muy claro, pese a que ese perro que tiene ha estado ahí por años no significa que sea de total confianza. 

Estoy algo desidiosa sobre bajar del avión, pese a que el viaje fue tranquilo me siento cansada, cuando la gente empieza a bajar y los asientos quedan vacíos decido acercarme a la puerta de salida, las azafatas como siempre son educadas y se despiden con cortesía, camino con mi pequeña maleta, fue un viaje rápido así que no le vi sentido a cargar con mucho, pude adelantar mi regreso ya que las cosas están un poco difíciles últimamente, ha habido casos de vampiros que no terminan la transformación, neófitos agresivos con comportamiento errático e impulsivo, no sabemos cuál sea el origen, pero en eso tenemos que trabajar.

Aunque las casas de cazadores están muy lejos de ser conocidas por el público en general, no somos ajenos para el gobierno y mucho menos para el ejército, nos llaman cuando sus asuntos están revueltos con los nuestros, aunque no todas las jerarquías nos conocen los altos mandos si, están conscientes de nosotros y sobre todo de los monstruos que nos rodean, así que últimamente nos hemos comunicado bastante con la guardia nacional, nos han reportado de esas criaturas sanguinarias y agresivas que han arrasado pueblos pequeños a las afueras de las ciudades grandes, incluso han acabado con pelotones de soldados que han intentado hacerles frente, las cosas se están saliendo un poco de control, por eso también la insistencia de Dorian para que me haga de un guardián, el motivo es insuficiente para convencerme, por lo menos por ahora.

Atravieso el aeropuerto con mis audífonos a todo volumen, salgo y trato de buscar a Cliff, debería de estar aquí, pero no lo veo, volteo hacia todos lados, la gente empieza a voltear curiosa, los ignoro como si simplemente no existieran hasta que tres hombres se acercan a mí con interés, son de mediana edad, vienen bien trajeados, con abrigos y guantes, me quito los audífonos para poder escucharlos, me mantengo a distancia mientras averiguo quienes son y que hacen aquí.

—¿Srita. Artemisa?—,  pregunta el moreno de en medio, intenta sonreír agradablemente, pero no logra ganarse mi confianza —nos mandó su mayordomo Cliff... no puede venir por usted, así que venimos a escoltarla nosotros—. Me dice con una sonrisa en el rostro y toda su buena disposición mientras el segundo hombre, se acerca y toma mi maleta con desinterés, ni siquiera voltea a verme.

—¿Cliff los mandó?, él siempre viene por mí...—  Les digo sin ocultar mi desconfianza, noto que el primer hombre sonríe.

—Sí, tenía mucho por arreglar para su regreso a la mansión— me señala el camino con la mano, invitándome a caminar a su paso mientras los otros dos se ponen detrás.

Avanzamos con algo de prisa, decido no hacer más preguntas, claramente esto está mal en más de un sentido. Llegamos a un auto, un Mercedez Benz bastante lindo, claramente ajeno a los autos de la organización, no sé si molestarme porque creen que soy lo suficiente estúpida para creerme todo esto. Abren la puerta de atrás y me invitan a subir, les sonrío y así lo hago, uno de ellos se sube atrás conmigo mientras que los otros dos adelante, en cuanto me recargo en el asiento noto que mi compañero de a lado trae un arma metida dentro del saco, desvío la mirada mientras él lo cubre lo mejor que puede acomodándose la ropa.

Volteo hacia la ventanilla, noto la mirada del conductor por el retrovisor, el coche avanza y seguimos el camino hacia la mansión por un buen rato, lo cual no me desagrada, pero en la primera oportunidad se desvían dando vuelta por una calle algo más cerrada y oscura, sobre todo, sola. Siento como mi celular vibra y lo saco lentamente, con naturalidad, noto que es un mensaje de Cliff, dice que no tarda, que va en camino, vuelvo a guardar el teléfono, ocultando mi desconfianza, me inclino un poco sobándome los tobillos mientras me zafo el zapato con cuidado, cuando salimos de nuevo hacia una avenida grande levanto el zapato mientras que mi acompañante intenta meter la mano entre su saco para sacar el arma, sujeto su muñeca y mantengo su mano guardada entre sus ropas sin posibilidad de sacar la pistola, golpeo con el tacón su pecho una y mil veces haciéndolo sangrar, el copiloto intenta voltear y apuntar con su arma, golpeo su mano con el tacón de aguja de mi zapato haciéndolo tirarla en el piso del auto, mientras él se queja abro la puerta para sacar el cuerpo de quien venía a mi lado, al mismo tiempo que golpeo la cabeza del conductor con el tacón, encajándolo en su sien, siento como entra en su cabeza, con la misma facilidad que un cuchillo en la mantequilla.

El carro pierde el control, en una coleada termino acostada sobre el asiento trasero, alcanzo a sujetar la pistola del copiloto que tiró y a través del respaldo disparo contra él un par de veces. Noto como el carro se dirige hacia el muro de contención, antes de que choque busco con rapidez ponerme el cinturón de seguridad y en cuanto escucho el "clic" del seguro, el carro se levanta, gira en el aire y caemos sobre el techo del mismo, este patina un par de metros más hasta detenerse por completo.

Me quedo colgando un momento boca abajo, pensando en todo lo que pasó, me estiro con cuidado y saco mi zapato de la cabeza del tipo, entró fácil, pero parece que salir es una historia diferente; me lo pongo con dificultad y boto el seguro liberándome del cinturón de seguridad, salgo con cuidado del auto y el poco glamour que me queda, veo a mi alrededor y noto el desastre, camino con dificultad, tambaleándome mientras saco mi celular y marco a Cliff. 

—¡Estoy a punto de llegar!, ¡ya no tardo!—, me dice algo preocupado.

—No estoy en el aeropuerto, te mando la ubicación— le cuelgo con pesadez y de inmediato prendo mi GPS mientras saco mi cajetilla.

Me acerco al muro de contención y me siento ahí mientras prendo un cigarro, espero pacientemente, ¿quién llegará primero?, ¿Cliff?, ¿la policía?, ¿las ambulancias? Suspiro con fuerza para después seguir fumando con calma mi cigarro, que bueno es regresar a casa.

—Srita. Artemisa... — me dice viendo todo el desastre, el carro volteado, los cuerpos en el asfalto, voltea a verme con sorpresa y decepción a la vez.

—¿”Srita. Artemisa”?, ¿desde cuándo me hablas así?—,  me cruzo de brazos mientras lo volteo a ver con una sonrisa en la boca y la ceja levantada.

—Desde que me causas dolores de cabeza constantes— suspira y empieza a revisar su teléfono, realiza un sin fin de llamadas con el fin de que alguien venga a arreglar el desperfecto.

Nos conocemos desde que éramos niños, su padre era el mayordomo de la familia y amigo de mi padre, siempre fue su mano derecha, incluso después de la muerte del mío, su padre se volvió un segundo padre para mí, me cuidaba y me guiaba, me enseñó como tomar el lugar de líder ya que quedé huérfana a temprana edad. Prácticamente Cliff y yo crecimos juntos, cuando su padre se retiró, él se volvió mi mayordomo y mano derecha, podría decir que es mi mejor amigo, no sé si yo sea su mejor amiga, ya que le traigo más problemas que alegrías, pero él mío si es. 

—Revisarán los cuerpos, buscarán una explicación al intento de secuestro— voltea hacia mí, me ve de arriba a abajo como inspeccionándome. —¿Cómo los mataste?, hoy no vienes armada— noto el escepticismo en su mirada.

—Jajajajajaja lo sé... soy bárbara—le guiño un ojo y doy la media vuelta, camino hacia el carro en el que llegó. —No quiero estar aquí cuando llegue el coronel— abro la puerta de atrás y entro sin voltear a ver atrás.

Cliff me alcanza y entra al asiento del piloto, enciende el carro, un Bently Bentayga color negro. Me acomodo y veo por la ventana como retomamos el camino hacia casa, siento la mirada de mi mayordomo fugazmente por el retrovisor, pero decido ignorarla, el cielo empieza a nublarse y unas gotas de lluvia caen sobre el vidrio avisando que la tormenta está por comenzar.

—¿Cómo te fue?, a parte de tu plática con el señor Dorian— me pregunta mientras lo veo espejear e integrarse al tránsito de la vía principal.

—¿”Señor”?, es casi de mi edad... si acaso uno o dos años más grande que yo— me da gracia como hace referencia a Dorian, es un chico que no sabe lo que es un entrenamiento militar, siempre fue protegido por sus padres y hasta la fecha lo siguen haciendo, quien pelea por él es ese lobo grande que tiene de guardián.

—Señor, señorito, lo que gustes... no importa... lo que me interesa es tu visita con el doctor... fuiste a ver a un especialista ¿no?—, siento una punzada en el corazón, me rehúso a decirle lo que pasa dentro de mí, por lo menos por ahora no se me hace necesario.

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