18.

­Nos despedimos de los señores y salimos por la puerta directo al carro sin escalas, una vez dentro giro las llaves en el switch haciendo rugir el motor, cuando estamos a una distancia considerable Tristán saca de su saco las cápsulas, las ve en contra luz confundido, voltea a verme fijamente.

—¿Qué carajos tendrán?—, dice volviendo a guardarlas.

—Apuesto a que se lo que tienen…— digo sin quitar la vista del camino, me urge llegar a la mansión y que Cliff las analice.

Vamos en silencio, acelero cada vez más, noto que Tristán empieza a ponerse nervioso, pero no le tomo importancia, sigo acelerando, de repente siento de nuevo que la vista se me nubla, me mareo, intento jalar aire, pero se me está dificultando, siento que me ahogo, trato de concentrarme, quiero quitar mi pie del acelerador, pero no puedo, no coordino, es como si mi pie estuviera atado al pe

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