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VIDA ROBADA - LUNA INDOMABLE
VIDA ROBADA - LUNA INDOMABLE
Por: Liseth Torrealba
1 – JURO QUE SIEMPRE TE AMARÉ.

BOSQUE DE TRILLEMARKA

NORUEGA – 1424

Naya solo deja que sus piernas se muevan por instinto propio, en ningún momento se fija hacia qué lugar le dirigen. Tal vez porque está más centrada en el dolor que siente al saber que todo está perdido, o quizás porque intenta borrar la imagen de la confusión en el rostro de Fenrir cuando se volteó hacia ella y olfateó el aire sin encontrar nada, o quizás porque solo quiere encontrar una forma rápida de acabar con todo.

Aquel era su final, simplemente la última oportunidad a la que tan fuertemente se había aferrado, se le acaba de escapar de las manos.

—¡Naya, basta! — Son las firmes palabras del pelinegro al quedar frente a ella y cerrarle el paso—. ¡Deja de huir de mí!

—¡Aléjate! — Exclama entre lágrimas. Dejando que su cuerpo se mueva hacia un nuevo rumbo, o eso intenta, pues Fenrir la sujeta con fuerza—. ¡Suéltame! ¡Déjame ir!

—¡Naya, basta! — Fenrir deja salir sus palabras con un tono de súplica.

Y aunque es más que seguro que otros dirían que ese no es un tono digno para un lobo de su casta, a él poco le importa suplicar, si esa súplica es a la mujer que siempre ha amado. Porque entiende su miedo, porque él también está aterrado.

༻ 10 AÑOS ANTES ༺

El crepitar de las llamas es el único sonido que Naya puede identificar sin problemas, de resto, las palabras son solo murmullos que no puede entender y el aire ya no se siente como algo necesario sino aquello que oprime su pecho y le dificulta respirar.

En cada imagen y sueño que su mente creó sobre su futuro, su madre estaba junto a ella, pero ahora, esas imágenes y sueños quedarían en nada, nunca supo quién fue su padre y ahora, su madre también se había ido, y cuando las llamas de las piras funerarias cesaran, no quedarían más que cenizas.

El invierno estaba por comenzar, y tendría que enfrentarlo sola. Sabe que no llegará al final de la estación con vida, ningún cachorro puede hacerlo solo.

—Naya — es el suave llamado de una voz femenina.

Una mano posándose en su hombro acompaña la voz. Al girar su rostro se encuentra con la dulce mirada de una total desconocida, aunque en realidad todos allí lo son, después de todo, hace solo un par de semanas que habían llegado a esa nueva manada.

— ¿Mmm? — Es su simple respuesta.

—Soy Danna, la esposa del Alfa — se presenta amablemente la rubia. La mujer sonríe con ternura, casi como si buscara que ese gesto pudiera aliviar el dolor que se acumula en el pecho de la pequeña niña. — Lamento mucho lo ocurrido.

Naya solo asiente, sin decir una palabra. La carga tristeza presente en su mirada.

—Quiero que sepas, que no estás sola, cariño. Mi esposo y yo hemos estado hablando, y nos gustaría que te quedaras en esta manada y que aceptaras vivir con nosotros. — Danna dice todo aquello mientras señala en la dirección donde se encuentra un imponente hombre, Naya sabe que aún si tuviera más de seis años, aquel hombre seguiría viéndose inmenso e imponente, sin duda alguna es un alfa. Volviendo su mirada a la mujer, puede ver como esta le ofrece una mano amigable.

Naya vacila, sintiendo la resistencia a aceptar la ayuda. ¿Por qué aquella mujer querría ayudar a una total desconocida? ¿Por qué el alfa se preocuparía por alguien que recién ingresó en su territorio y en su manada? Son demasiadas las preguntas que tiene, pero algo en la mirada de Danna la hace replantearse.

—No puedo ofrecerte reemplazar la figura de tu madre, nadie podría, pero me gustaría ofrecerte mi cariño— Danna señala hacia un grupo de niños jugando a lo lejos. — Además, mi hijo Fenrir estaría encantado de conocerte y poder jugar contigo. ¿Te gustaría conocerlo?

Naya nuevamente sigue la dirección de la mirada de Danna y encuentra al pequeño niño mencionado, aunque no es difícil, es como una versión pequeña del imponente alfa. Puede notar cómo el niño la observa con ojos curiosos y una chispa de amabilidad. Por un momento, esa mirada es casi suficiente para hacer que el dolor en su pecho ceda un poco y le de paso a la tranquilidad.

—Ven, Naya — Insiste la rubia volviendo a ofrecer su mano—. El invierno está cada vez más cerca, y no tienes que enfrentarlo sola.

Danna insiste, y su sonrisa se acentúa al ver como la pequeña y temblorosa mano de la niña se posa en la de ella, por lo que procede a guiarla hacia el grupo de niños.

El pequeño llamado Fenrir se acerca tímidamente, pero sus ojos brillan con una sincera curiosidad y empatía. Naya lo mira y siente nuevamente algo en su interior, pero esta vez es más fuerte, casi como si hubiera encontrado el destello de luz que tan desesperadamente buscaba en medio de la oscuridad que la envuelve.

—Hola, soy Fenrir — se presenta el niño.

Aunque algo dentro de ella le grita que permanezca junto a él, casi por instinto, Naya se esconde detrás de la pierna de la mayor, pero busca que su mirada se mantenga en todo momento en contacto con aquella que le transmite tanta paz.

—So…soy, Naya— dice con un bajo.

—Es un lindo nombre. ¿Quieres venir a jugar conmigo? — pregunta el niño con una sonrisa tierna.

Naya regresa su mirada a la pira funeraria, y casi puede jurar que alcanza a ver a su madre de pie, al otro lado de las llamas sonriéndole mientras se despide con un delicado gesto de su mano.

Volviendo su mirada a Fenrir, nota como el niño sigue a la espera de una respuesta, pero en su mirada no hay apuro, solo la esperanza iluminando su rostro. Asintiendo con suavidad, procede a tomar la pequeña mano que se extiende ante ella, y a medida que sus manos se unen, siente que la soledad se borra de su corazón.

Mientras, Fenrir puede sentir como aquel tacto se vuelve el único que desea sentir por toda su vida.

༻ TIEMPO ACTUAL ༺

Fenrir no duda en apretar sus manos alrededor de los brazos de Naya, pero sin llegar a lastimarla. Para su lobo es fácil sentir el medio y el dolor que emana de ella, pero, aun así, se mantiene firme en su posición de no dejarla ir.

En un intento de calmarla, sus ojos, intensos y decididos, buscan los de ella con desesperación.

—Naya, no puedes simplemente alejarme de ti— dice con un tono bajo, totalmente íntimo.

—Fenrir — ella solo pronuncia su nombre con marcado dolor.

—No, no puedo simplemente dejar que te alejes de mí — su voz ronca revela la abrumadora tormenta de emociones que está experimentando.

—Debes hacerlo. — Insiste mientras sus manos se apoyan en las mejillas de pelinegro — No podemos estar juntos, no me presente, y las leyes dictan que…

 —¡No me importa lo que eres o lo que no eres! ¡no me interesan las leyes! — Afirma con fuerza mientras cortas las palabras de Naya. — No me importa si eres cambiante o una inwere. Te amo, y eso nada va a cambiar.

Naya no puede evitar dejar caer sus manos y apartar la mirada, incapaz de sostener la intensidad presente en la mirada de Fenrir. Su corazón late con fuerza, y las lágrimas siguen fluyendo por sus mejillas. Su corazón se muestra totalmente afligido por la idea de tener que hacerse a un lado, el saber que no podrá formar parte del futuro de Fenrir es un tormento tan grande que la hace sentir como si la vida fuese a abandonarla en cualquier segundo.

—No merezco tu amor, Fenrir. Solo seré una carga, quedarme a tu lado sería lo más cruel que podría hacerte. — Susurra, con la voz quebrada. — Tu compañera debe ser tan fuerte como tú, alguien capaz de luchar a tu lado, de protegerte, yo nunca podría permitir que te lastimen por mi culpa, o ser yo quien te lastime.

Ante las angustiantes palabras de Naya, Fenrir inclina la cabeza, acercando su frente a la de ella, buscando desesperadamente calmarla.

—Naya, — dice con firmeza. — Escúchame bien. No me importa lo que piensen los demás. No me importa si el destino o las leyes dicen que al ser una inwere no hay una oportunidad para nosotros. Eres mi todo, y nada cambiará eso. Puedo enfrentar cualquier cosa por estar a tu lado. No eres una carga, eres mi mundo, mi vida, mi fuerza…eres mi todo

Naya se estremece ante esas palabras, sintiendo la calidez de su aliento y el cómo las mismas incrementan su torbellino de emociones. Una vez más trata de liberar sus brazos, pero Fenrir simplemente no cede.

—¿Cómo puedes decir eso? — murmura ella, con incredulidad en su voz. Tratando inútilmente de retener el dolor y sus lágrimas.

Fenrir acaricia suavemente su mejilla con el pulgar, obligándola a enfrentar sus ojos mientras limpia el rastro marcado por su llanto.

—Porque te amo, Naya. Porque te he amado desde el primer instante que nuestras miradas se cruzaron, porque desde la primera vez nuestras manos se unieron me juré a mí mismo no permitir que nada ni nadie las separase. No necesitas ser una cambiante para ser digna de mi amor. ¿Qué importa si el destino dice que eres una inwere? Eres más fuerte de lo que crees y no conoces límites cuando deseas algo, y estoy seguro que juntos podemos superar cualquier obstáculo. No dejes que todo está tontería de leyes absurdas y arcaicas sean las diferencias que nos separen. No me alejaré de ti, ni ahora, ni nunca.

Naya mantiene la mira fija en aquellos hermosos y profundos ojos negros que la observan como si ella fuese el más grande y valioso tesoro, se queda allí, por un momento sumida en sus pensamientos. Finalmente, la resistencia en su cuerpo cede poco a poco, hasta que se deja envolver por los brazos de Fenrir, esos brazos que a lo largo de diez años han sido su refugio y lugar favorito.

—No puedo prometerte un futuro fácil, Fenrir. No seré como tú, un día me volveré inestable y todo será un desastre— Susurra ella, con la voz aún temblorosa. Los inwere son mal vistos por todos los cambiantes, el eslabón más bajo y débil, aquel que debe ser eliminado.

—No necesito un futuro fácil, solo necesito un futuro contigo. — Responde él, abrazándola con más fuerza.

Y en ese abrazo, en medio de la oscuridad que los rodea, Naya se aferra a esas palabras como su salvavidas, uno que, si suelta, sabe que se hundirá en un mar de dolor y desesperanza.

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