Vernazza era un hermoso pueblo situado en la provincia de La Spezia, Liguria al noroeste de Italia, constituía uno de las cinco localidades que integran la región de Cinque Terre, una localidad sin tráfico, poseedora de una carretera que conducía a un estacionamiento en los límites de la población donde debían quedarse los vehículos. Un pueblo de pescadores, declarado como patrimonio mundial de la humanidad por la Unesco, cuya principal característica o la más resaltante es una torre que corona sobre lo alto, a Bella le parecía el lugar perfecto para criar a su bebé.
La villa que alquiló estaba ubicada en un acantilado, con una espectacular terraza con vista al mediterráneo, era una hermosa casa de piedra de doscientos metros cuadrado de construcción, donde se observaba un mar con aguas cristalinas, tenía dos plantas, con cinco habitaciones, cinco baños, una cocina con grandes ventanales, una enorme sala, un comedor y un bello jardín frontal, a solo trescientos metros del aparcamiento del pueblo, el lugar era de ensueño aunque demasiado grande para su gusto, sin embargo, no debía quejarse, estaba segura que allí sería feliz.
Así fueron pasando los días, las semanas y su vientre iba creciendo a una velocidad impresionante, los vómitos y mareos habían dimitido, sólo perduraban unas ganas inmensas de comer, se paraba en la madrugada con demasiada hambre y devoraba todo lo que encontraba a su paso y mucho sueño, se quedaba dormida sin previo aviso, situación que cambio para finales del segundo trimestre, iba a su consulta mensual para saber la evolución de su hijo o mejor dicho sus hijos, porque al quinto mes de embarazo le dieron una noticia inesperada, ¡Estaba esperando gemelos!
Aparte de sorprenderse, si antes estaba asustada ahora sentía terror, si le parecía difícil enfrentar la vida con un bebé, imagínate con dos, llamó a sus padres para darles la noticia, y ellos felicísimos, trataron de convencerla para que regresara a Palermo, alegaron que no necesitaba sacrificarse lejos de casa, porque los tenía a ellos, pero Anabella no cedió, se mantenía firme en su decisión. y, aunque se asustó mucho al principio porque iba a tener gemelos, luego se calmó y empezó a disfrutar cada nueva experiencia. Así fueron pasando los meses y su embarazo casi no la dejaba caminar.
Seguía manteniendo contacto continuo con sus padres, tenían largas conversaciones telefónicas con ellos, al igual que con Fernando. Además había hecho amistad con una chica llamada Leyla, era una muchacha de veinticuatro años trigueña, un poco más alta que ella, de ojos café, juntas habían abierto una pequeña tienda donde vendían artesanías, esculturas elaboradas por su amiga y sus pinturas.
Entre Leyla y Anabella, había crecido una bonita amistad, ella la apoyaba mucho, estaba pendiente de su embarazo y la acompañaba a sus consultas médicas, a algunas de las cuales asistía también Fernando, quien se planificaba para visitarla en los días que coincidían con sus citas al médico.
En una de esas citas, tuvieron la oportunidad de ver a los bebés cuando se hizo un eco en 4D, y observaron sus rasgos, como abrían y cerraban la boquita, como sacaban la lengua, el movimiento de sus bracitos, realmente fue una experiencia única que los conmovió a los tres, terminando todos con lágrimas en los ojos.
Su amistad había crecido en gran manera, hasta hacerse los tres inseparables, incluso sospechaba que Leyla gustaba de Fernando y por eso buscaba la forma de unirlos haciendo el papel de Cupido, intentando que él se fijara en su amiga, pero a Fernando parecía no atraerle de esa forma, sino que se empeñaba en cortejarla a ella mientras su amiga sufría su indiferencia.
A las treinta y cuatro semanas de gestación, tuvo un parto prematuro Anabella empezó a sentir contracciones, su amiga la llevó al centro de salud, sin embargo, en virtud de que no dilató lo suficiente hubo que hacerle una cesárea de emergencia, así nacieron sus hermosos gemelos, los cuales debieron ser ingresados en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del Hospital La Spezia ubicado a dieciocho minutos de Vernazza, donde fueron colocados en incubadoras por dos semanas. Al nacer pesaron dos kilos con doscientos cincuenta gramos uno y el otro dos kilos cien, uno midió cuarenta y ocho y el otro cuarenta y seis centímetros. Ambos de cabellos oscuros, y tez igual a su padre y ojos azules. Eran una cuchitura, con solo verlos se activaban sus instintos de protección, aunque no tenían mucha carne, porque estaban realmente muy delgados.
Bella y Leyla iban diariamente a la clínica a visitar a los bebés, los gemelos eran su todo, con pocos días de nacido su vida giraba en torno a ellos. Daba gracias a Dios por haber tomado la decisión correcta, eran los bebés más bellos que había visto en su vida, así estuviesen súper flacos, seguro que al pasar los meses engordarían un poco, se dijo sonriendo.
Fernando fue a visitarlos durante los días que sus entrenamientos se lo permitió, luego de dos semanas los gemelos fueron llevados a casa, les puso por nombre al mayor Taddeo Renaldo y al segundo Camillo Alonzo, realmente desconocía el impulso que la llevó a colocarle a uno de sus bebés el nombre de Sebastián, tal vez para demostrarle que estaba equivocado y que sus hijos eran de él o por torpeza, no lo sabía.
El haberle puesto el nombre de Sebastián a uno de sus hijos, le costó una gran discusión e incluso su amistad con Fernando, quien al saberlo le dijo —Eres una tonta Bella, sigues enamorada de un hombre que te desprecia, por eso le pusiste el nombre de él al bebé. Y lo has ocultado estos meses.
—Claro que no, no sigo enamorada de Sebastián, ¡te equivocas! Además mi padrastro también se llama Renaldo —se justificó Bella tratando de apaciguar la molestia de Fernando.
—Por supuesto que lo sigues amando, lo dices para cubrirte, cuando los dos sabemos que lo hiciste en honor a Sebastián, no tienes dignidad, es sorprendente que lo continúes amando después de cómo te trató, ¡Eres una masoquista! ¿Qué piensas, que él va a volver de rodillas a pedirte perdón y que vivirán felices para siempre? Eres una pobre ilusa, ni siquiera te piensa, ni se acuerda de ti, está demasiado ocupado con mujeres deseables para pensar en alguien tan insignificante en su vida como tú y tus hijos—espetó molesto su amigo.
—¿Por qué me dices esas cosas?—interrogó ella herida por su actitud hacia ella.
—¿Por qué me dices esas cosas?— repitió mofándose Fernando con el rostro enrojecido por la rabia—.¿Quieres ver cuáles son las mujeres que le gustan y lo excitan?—le dijo y saliendo de la habitación, volvió a entrar a los minutos con decena de revistas de diversos nombres, las abrió y les fue mostrando fotografías de Sebastián del brazo con distintas mujeres, besándolas o bailando en fiestas, museos, restaurantes, incluso las últimas fotografías le fueron tomadas haciendo el amor con una rubia en la cubierta de una de sus barcos, y se distinguía claramente su rostro, Fernando le lanzó una a una las revistas, mientras ella las observaba detalladamente sintiendo que puñales se le clavaban en el corazón.
« Viste que eres la más grande de las majaderas—continuó con rabia.
En ese momento llegó Leyla y vio lo que estaba pasando y manifestó indignada —No es tú problema si le puso el nombre al niño por Sebastián. Lo que si es claro es que no tienes porque tratarla así. Eso no te hace mejor que él.
—¡Cállate! que no es contigo. La trato como me da la gana para que entienda. Yo la amo, he estado con ella todo este tiempo cuidándola a ella y a sus hijos, esperando que se de cuenta de mi amor y reaccione, mientras que ese imbécil ni se recuerda de su existencia, ella aún suspira por él. Pues yo me cansé de esperarla. ¡Ya no más! —y viendo a Anabella le dijo —. No volveré a verte. Nuestra amistad ha terminado Anabella.
Ella con sus ojos grises húmedos, conteniendo las lágrimas le contestó —.Lo entiendo, no querías mi amistad, tu interés por mi tenía un trasfondo que te aceptara en mi vida con una relación amorosa, porque de lo contrario no amenazarías con abandonarme y cortar todo lazo conmigo. Te voy a dejar claro, no siento el tipo de amor por ti que se requiere para sostener una relación de pareja, aunque tampoco amo a Sebastián y solo sienta desprecio por él. Y si eso es lo que te movía puedes salir por esa puerta.
—Realmente no te creo lo que me dices y si es así demuéstramelo y cásate conmigo —habló retándola.
Ella se quedó observándolo— Eres un hermoso ser humano por dentro y por fuera, no quisiera perder tu amistad ¡Pero no voy a casarme contigo! —expresó con decisión.
—Si no hay esperanza para nosotros, entonces me vas a perder, porque no puedo estar más cerca de ti, tengo derecho a hacer mi vida con una mujer que me ame, que se apasione por mí y quiera estar a mi lado —manifestó con determinación.
—¡Pues búscatela! Yo no te he impedido que lo hagas, por el contrario te apoyaría si lo hicieras. Tu amistad es importante y tu apoyo ha sido como un soplo de aire fresco a medio de éste tormento que he vivido, pero no me pidas que me involucre contigo en una relación que no me interesa —afirmó Bella.
— ¡Eres una egoísta! — exclamó con rabia Fernando.
—¿Por qué piensa eso?—le dijo Anabella enarcando sus cejas.
—No quieres estar conmigo, pero tampoco sin mí, eso es egoísta para conmigo —continuó sin querer perder la discusión.
—¡Claro que no! quiero tú felicidad —continúo la chica sin dejarse convencer por las palabras de Fernando.
—No entiendes que solo tú me haces feliz —pronunció Fernando.
—Y tú a mí, me gusta tu compañía, nuestras conversaciones, pero no te amo, debes entenderlo, no intentes que tome decisiones con las cuales no estoy de acuerdo solo por agradecimiento a ti —enfatizó la chica queriendo en su fuero interno que su amigo la entendiera.
—¿Qué te detiene a decidirte? —le interrogó Fernando.
Ella se quedó en silencio y Fernando le dijo « ¡Está bien! No me respondas. Debo irme, no me llames, no quiero volver a verte. ¡Esto se acabó! Te has convertido en una obsesión y no es sano, es necesario que me aleje de ti. No te comuniques conmigo, no busques excusas para hacerlo, porque no te voy atender. Tampoco puedo asumir el papel que quieres darme en la vida de tus hijos, si no vienes tú con ellos—indicó con firmeza el hombre.
—No quiero darte ningún papel en la vida de mis hijos, solo quería tu amistad y apoyo en estas circunstancias. Pero si te parece que no es bueno para ti, verme y estar a mi lado no hay nada que decir—le dijo Anabella con seriedad.
—Si lo voy a hacer, no entiendes que me hace daño estar cerca de ti sin tenerte. Siento que te estás aprovechando de mí, no quiero que lo hagas más. Adiós Anabella. Cuida a los pequeños —. Se despidió de los gemelos besándoles en sus pequeñas cabecitas y se volteó diciéndole adiós con la mano.
Bella quedó entristecida con su partida, estaba rota, pasaron los días, semanas y meses. Trataba de cobrar ánimo por sus gemelos, pero sus esfuerzos eran en vano, estaba deprimida, no descansaba mucho, tenía grandes ojeras producto del poco descanso, los bebés exigían muchos cuidados y mientras atendía a uno él otro lloraba inconsolablemente, tenía los nervios a flor de piel, no le daba tiempo de dedicarse a ella, casi no comía, se irritaba y lloraba continuamente.
Sus amigos la abandonaron, Fernando no la llamó ni la visitó más, había cumplido su palabra se alejó de ella. Con su madre, conversaba diariamente telefónicamente pero por corto tiempo, porque los niños exigían dedicación, estaba realmente abrumada, en algunos momentos le provocaba correr al mar y sumergirse en sus profundidades y olvidarse de todo.
Se sentía sola, su madre le decía que se regresara a casa pero ella no quería volver para no encontrarse con Sebastián, aunque su madre le dijo que él no había vuelto a visitar la casa familiar.
Su amiga Leyla se había ido de viaje a Milán, conoció a un guapo chico español que había ido de turista y se había marchado a vivir con él, la visitaba pero no con la frecuencia de antes, Leyla se había deprimido un poco cuando Fernando se alejó, hasta que conoció a Juan, un hombre realmente espectacular que la consentía y por quien ella sentía algo especial.
Por esas razones Leyla viajaba continuamente, pero por poco tiempo, por eso no había abierto más la tienda, hasta que en su última visita le manifestó, que no quería seguir con la sociedad, situación que la alarmó porque esa era su única fuente de ingreso, no quería molestar a su madre o su padrastro para pedirles dinero a cada momento. Eso complicaría más su vida.
Cansada de la cotidianidad, un día se animó y salió a dar un paseo con los gemelos, al caminar se encontró con la señora Amine, la conoció cuando apenas había llegado a Vernazza, se habían visto un par de veces, se pusieron a conversar sobre los gemelos, le dijo que tenían cuatro meses de edad, eran unos bebés muy inquietos, se desahogó, le contó todo lo sucedido, sobre lo abrumada que se sentía y la soledad que la agobiaba, ella la escuchó, le dijo que luego de dar a luz era normal sentirse un poco deprimida, lo anormal era que esos sentimientos permanecieran por mucho tiempo, se ofreció a cuidar de los gemelos mientras retomaba su trabajo en la tienda, le animó manifestándole que podía contar con ella, esa señora le hizo muy bien, a partir de ese momento nació una gran amistad entre ellas, haciéndose inseparables.
Al día siguiente, llevó a Taddeo y a Camillo para que los cuidara la señora Amine, mientras tanto ella viajó a un pueblo cercano, a La Spezia y dedicó su día a consentirse, fue para que le dieran unos masajes, se arregló su cabello, se hizo la manicura y pedicura, luego fue de compras, en la tarde el cansancio la venció y se acostó a dormir hasta que se hizo la hora de buscar a los bebés, se sentía más relajada y su ánimo había mejorado. Habló una hora con Amine y después se fue a casa donde acostó a los niños y llamó a su madre. —Hola madre. ¿Cómo has estado?
—Bien mi niña. ¿Y tú? ¿Cuándo vienes a casa? Necesitamos estar contigo, no creo sea buena idea que sigas huyendo de nosotros. Eres nuestra hija, queremos verte a ti y a los gemelos. Tenemos derecho a estar contigo ¿Hasta cuándo vas a seguir castigándonos?
—No los castigo madre. Aun no estoy preparada, pero no te preocupes, estoy bien madre. Me conseguí una señora que me está ayudando con los bebés. Hoy me dediqué a mí. Mañana volveré a la tienda, quiero volver a pintar. Y pronto iré a verlos —pronunció feliz, ese día había renovado sus fuerzas para luchas con sus hijos.
—Giovanni está un poco afectado de salud. Ha estado triste, te extraña y como cosa rara su hijo no lo ha vuelto a llamar ni ha venido a visitarlo y eso lo tiene un tanto deprimido —le contó su madre.
—Te prometo, que más tardar el mes venidero iré a Palermo y llevaré a los niños para que los conozcan y disfruten de sus nietos —manifestó comprometiéndose con su madre.
—Eso espero hija. No creo sea buena idea que sigas huyendo para no encontrarte con Sebastián, si él no quiere saber nada de sus hijos ni de ti, lo siento por él, va a perder la oportunidad de estar con los seres más maravillosos de la tierra. Te amo hija.
—Yo te amo más madre. Siento mucho haber puesto este distanciamiento entre nosotras.
—No te preocupes hija, solo remédialo, por favor. Te extraño —le dijo su madre con un tono de voz conmovido.
—Así lo haré madre. Adiós —se despidió con un nudo en la garganta.
—Cuídate mi niña. Hasta pronto —habló su mamá con tristeza.
Así fueron transcurriendo los días, con la ayuda de Amine las cosas marchaban mejor. Anabella se sentía contenta y más positiva, estaba planificando una estadía con sus padres, los iba a sorprender, pero antes organizaría sus cosas en Vernazza. Llamaría a Leyla para que cuadraran lo de la tienda, quería volver a pintar y sin pérdida de tiempo se fue al estudio que tenía en su casa, tomó un lienzo y sus oleos y empezó a pintar un acantilado en el cual se divisaba un fastuoso paisaje donde resaltaba un embravecido mar de color turquesa y una soberbia ave que resurgía majestuosa, así se sentía ella resurgiendo como el ave fénix de sus cenizas.
Al siguiente día, llevó a los niños donde Amine y luego se fue a la tienda, llamó a Leyla la convenció de reunirse, se encontraron la sintió emocionada, le contó cómo le iba y realmente se alegró por su felicidad, y así retomaron la discusión sobre los asuntos de su sociedad, resolviéndolos en un tiempo menor de lo pensado.
De esta manera, inició la nueva etapa en la vida de Anabella. Luego de dos semanas del cambio suscitado, se sentía positiva, la venta de sus cuadros repuntaron, hasta tal punto que una pareja la invitó a ir a su villa ubicada en La Toscana para que observara el paisaje de su viñedo y sacará unos bocetos para luego pintarlo, eso la emocionó debía viajar en una semana por unos cinco días, le daba un tanto de nervios dejar a su bebés, aunque Amine se había encariñado con ellos y se ofreció de buena manera a cuidarlos, además los niños se habían adaptado fácilmente a ella.
Como lo pensó días atrás, había resurgido del polvo y solo la esperaban cosas buenas, iba a lograr su meta de ser una pintora famosa, vería crecer a sus hijos y sería feliz, en tres días cumpliría sus diecinueve años y tal vez, quizás algún día encontraría alguien a quien amar y que la amara con la misma intensidad, y si nunca le pasaba no importaba, no necesitaba de un hombre para sentirse completa
Sebastián era el pasado y allí permanecería, así esas hermosuras de sus hijos le recordaran su rostro en sus facciones, no podían parecerse más a su padre, eran su viva imagen, ambos de tez citrina, cabellos negros, ojos azules con hermosas pestañas y cejas oscuras, y unas naricitas perfiladas, era una cruel burla del destino para que siempre lo tuviera presente, así él nunca jamás volviera a recordarse de ellos.
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Sebastián se encontraba en su oficina revisando unos proyectos hoteleros, de allí iría con sus amigos a divertirse, no había bajado el ritmo, estaba viviendo a los extremos, seguía insatisfecho con su vida, pasaba de una mujer a otra con facilidad, buscando una conexión que no encontraba, no dejaba de pensar en Anabella, no había querido visitar a su padre para no encontrársela, aunque por lo que le decían los hombres que tenía vigilando la casa de Palermo, ella no había aparecido más, era como si la tierra se la hubiese tragado y por Dios que había intentado verla, yendo frente a la casa de Palermo, se quedaba por horas pero ella nunca aparecía.
Sabía que no estaba con Fernando porque había seguido su carrera futbolística y personal y Anabella con su hijo no figuraban por ningún lado. ¿Y si ese niño era de él? Se preguntó. Luego desechó esos pensamientos porque si eso resultaba así entonces él sería el hombre más miserable de la tierra. No, se dijo con firmeza, ese niño no puede ser mío.
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