Sebastián se levantó con una horrible resaca, su vida era un asco, desde el día que logró vengarse de Alicia utilizando a Anabella.
No había vuelto a saber de ella desde el día que le anunció su embarazo, esa conversación siempre llegaba a su mente y le hacía formularse varias preguntas ¿Sería verdad que el hijo que esperaba era de él? ¿Cuánto tiempo tendría? ¿Cómo sería? ¿Dónde vivirían? ¿Por qué no había ido a la casa familiar? Él estaba informado de todo lo que acontecía en la casa de Palermo, pero sobre ella nada. ¿Cuándo iba a dejar de sentir esa inquietud? ¿Ella estará bien? ¡Ya Sebastián! Se dijo, no continúes con esos pensamientos.
Ese bebé no es tuyo, trataba de convencerse, apenas estuviste una vez con ella, mientras con Fernando quien sabe cuántas veces estuvo, por lo menos una vez estaba seguro que lo habían hecho porque él mismo los había visto, Fernando y ella habían subido abrazados a su habitación, apenas dos días después de haberse acostado con él, Bella no era una mujer en quien debía confiarse, estaba seguro que Fernando y ella habían sido amantes así este último lo negara, no debía sentir remordimientos de lo que hizo con ella, se lo tenía merecido, pensó, por ser una mujer de cascos ligeros. Al rato se volvió a preguntar ¿Sería verdad que era de cascos ligeros?
A su mente acudieron los recuerdos cuando estuvo con Bella y lo humillante que había sido con ella, como la había expuesto a los presentes mientras le decía una sarta de mentiras, ¡Por Dios! como se atrevió a decirle que no era importante, si desde que llegó a su casa su vida giraba en torno a ella, evitaba que su padre le diera permiso para salir, porque no quería que ella se enamorara de nadie y le espantaba a cualquier adolescente hormonal que se le acercara. Desde que se convirtió en una linda jovencita, desde ese momento procuraba que no tuviera contacto con el género masculino, excusándose en que quería protegerla, cuando la verdad era que quería guardarla para si, que creciera para hacerla suya.
Al principio no quiso hacerla objeto de su venganza, pero luego de una lucha interna, ganó esa opción, siempre sintió odio por Alicia, por lo que le hizo a su madre y que mejor forma de cobrárselas todas, que haciendo sufrir a quien ella más amaba, solo que jamás pensó que él también iba a ser destruido en el proceso, porque Anabella durante todos esos años había calado profundamente en él. Eso era lo malo de la venganza terminaba destruyendo también a quien la ejecutaba y en ese momento así se sentía él destruido. No había vuelto a levantar cabeza desde ese día, se sentía con un enorme vacío y el sexo aunque para él era algo inevitable, sentía que ya no le producía ningún tipo de placer.
Luego la recordó cuando cumplió sus quince años se veía maravillosa, había dejado de ser una niña para convertirse en una mujer muy hermosa, menuda, frágil, con la sonrisa y los ojos más impactantes que había visto, aún recordaba cuando la había besado, lo dejó sorprendido y casi cae en la tentación, hasta que pudo tomar el control y quitársela de encima, podía haber sido acusado de pedófilo y con el odio que le tenía la Alicia, la insoportable mujer de su padre, la causante de su desgracia, porque fue ella quien se le metió por los ojos a su padre, no es que estuviera justificándolo, pero claro cómo no iba a tentarlo una mujer más bonita y joven mientras su madre luchaba contra el cáncer, los dos eran culpables, ambos engañaron a su madre, Alicia aprovechándose de su juventud tenía veintinueve años cuando se casó con su padre quien tenía cuarenta y cuatro para ese momento, pero su relación la habían iniciado mucho antes y por culpa de esa arpía había perdido la oportunidad con la única mujer, con la cual su corazón latía aceleradamente.
El día que la besó en la piscina, antes de su cumpleaños dieciocho, fue el más maravilloso de su vida, sintió como todos sus sentidos despertaban y aunque concluyó el beso, no pudo negarse a ir en su búsqueda después, donde tuvo la noche más placentera de su vida, ese día supo la diferencia entre hacer el amor y practicar sexo y se sintió tan orgulloso de ser su primer amante que se puso nervioso porque eso afectaba su venganza, por eso cuando lo recordó no pudo evitar humillarla diciéndole todas esas cosas de que fue solo sexo.
Y su memoria negada a callar, trajo las palabras que le lanzó ese día "¿Y qué creías? Que me acostaría contigo porque eras muy deseable, ¿No te has visto? ¿Ves a las mujeres que me acompañan?" agarrándola por los brazos comenzó a hacer una comparación odiosa entre Pamela y ella, "¿Crees que puedo desearte a ti más que a ella?", ella había llorado y Fernando la había defendido, lo que despertó su cólera, diciéndole que se la regalaba y que la disfrutara, la llamó golfa y se carcajeó deseándole feliz cumpleaños porque la había destruido.
Su conciencia siempre le había remordido un poco, con cada acto que hacía en su contra, pero su soberbia siempre se imponía, por eso desechaba esos pensamientos, aunque hasta el día de hoy no le dejaban de martillar, ¡Oh Dios! y cuando le dijo a Fernando y se lo repitió a ella, que ese embarazo no era responsabilidad de él y la acusó de querer endosarle al hijo de otro, porque el la vio acostada con Fernando, además ese estúpido vivía como lapa pegado de ella. La trató de lo peor y maldijo hasta a su hijo, la acusó de ir tras su dinero, le dijo que no le interesaba ninguno y que ella le daba asco y que no sabía cómo tuvo estómago para acostarse con ella.
Bella no le perdonaría lo que le hizo jamás, ya era tarde para rectificar. ¿Y quién quiere su perdón? Se dijo. El último año no había dejado de divertirse con las más divinas mujeres, salía con una y con otra, se acostaba con ellas, pero no se sentía satisfecho, no podía olvidarse de la noche que vivió con Anabella, "Maldita mujer, era un incordio" "La odiaba por hacerle eso" No había podido sacarla de su cabeza por más que lo había intentado, todos sus esfuerzos habían sido en vano. Maldita sea el día que la había hecho suya, allí firmó su sentencia.
Se levantó y llamó a su padre, con quien no había conversado en los últimos diez meses, aunque si estuvo pendiente de él, tenía quien le informara sobre su estado. Le contestó con molestia —Aló, Sebastián, ¿Te recordaste que tienes padre?
— Siempre me recuerdo de ti—Le dijo pasándose una mano por la cabeza—¿Cómo estás padre?
—No muy bien. Las preocupaciones no me dejan estar.
— ¿Por qué lo dices? —indagó con curiosidad.
—No te he visto a ti. Tampoco a mi hija y a mis nietos —la voz de su padre se escuchó triste.
—¡Ella no es tu hija! Y ese niño no es tu nieto—pronunció Sebastián con rabia.
—¡Por supuesto que lo es! Ha sido mi hija por más de once años y la he criado como si fuese mi propia sangre —habló indignado su padre.
—Claro si contamos los años que fuiste amante de su madre son como catorce. Y claro le has dado todo, seguro que aún sigue siendo una mantenida, cargándote con su bastardo —pronunció con odio a penas contenido.
—No sé de dónde sacas eso, pero no tengo que explicarte nada. Por otra parte, Bella no me ha recibido dinero. Se ha negado a pesar de mis intentos y considerando su situación tan particular —confesó su padre.
—¿Qué situación particular? —indagó Sebastián sin poder ocultar su curiosidad.
—Anabella tuvo gemelos, Taddeo Renaldo y Camillo Alonzo —enfatizó don Giovanni.
—Ella si es verdad que la sabe hacer, no sabía quién era el padre y le puso a uno el segundo nombre de Fernando y al otro el mío, ¡Es una descarada! —exclamó con odio Sebastián.
—Lamento decirte que Bella está clara quien es el padre de sus hijos, un imbécil que se va a perder de disfrutar a sus hijos por dudar de ella —indicó molesto el padre.
—No son mis hijos—expresó, pero esta vez las dudas bullían en su interior.
—¿Estás seguro? Yo no tengo la menor duda, son tuyos, una copia exacta de ti. Te voy a enviar fotos de ellos para que los veas.
—No pierdas el tiempo padre en enviarme fotografías, porque ni siquiera las voy abrir, las borraré sin verlas, no me interesan —pronunció con miedo de haberse equivocado.
—Sabes hijo, algún día te arrepentirás y te maldecirás por haber dudado de ella y pido a Dios que cuando ese momento llegue, no sea muy tarde para ti Sebastián y pierdas a la maravillosa mujer que es Anabella y a tus pequeños.
—Eso no pasará jamás. Nunca me arrepiento de nada, nunca lo he hecho y no voy a empezar a éstas alturas— expresó con orgullo.
—Créeme, cuando te digo que lo lamentarás —afirmó Don Giovanni.
—No voy a seguir hablando contigo sobre eso padre —la mortificación estaba haciendo mellas en él.
—Y yo no quiero hablar contigo de ningún otro tema. ¡Ci vediamo Sebastián! —Y cortó la comunicación.
Se quedó pensando en la conversación con su padre, cuando estuvo con Bella, ella no había estado con más nadie, pero estaba seguro que ella y Fernando tenían algo, aparte de lo que había visto en su habitación de Palermo, estaba también lo que había pasado cuando los encontró en aquel restaurante, el imbécil tenía su lengua metida en las amígdalas de ella, casi los mata, cuando los vio, no podía fiarse de una mujer así. La ira lo cegaba, le corría por las venas como lava y desbordaba un odio que sólo ella lo hacía sentir, quería hacerle daño, debía sufrir el tormento provocado en su vida. Siempre había vivido sin remordimientos, tomando lo deseado y llevándose todo a su paso sin medir consecuencias, hacía lo que le viniera en gana y ella le estaba complicando su existencia. ¿Y si la buscaba? No. ¿Por qué lo haría?
Sin embargo, no pudo evitar llamar a un detective privado para ubicarla,— Peter, quiero que me ayudes a ubicar a alguien, se llama Anabella Estrada—le dio todo los datos sobre ella. Y le ocultó la información a su padre, de que andaba buscándola, no quería que él supiera que estaba dudando.
Pasó un par de días y se quedó esperando la fotografía que iba a enviarle su padre de los niños, pero nunca llegó. Tal vez esos bebés no se parezcan a él y su padre se lo está haciendo creer, porque ama profundamente a Anabella, pensó. No seguiría con eso, mejor no ilusionarse, decidido marcó al detective, cuando le respondió le dijo—Hola Peter, aborta todo. Ya no quiero que la ubiques.
—Pero te tenía información muy importante, tengo fotos...
Sebastián lo interrumpió—Peter ¿Qué parte no entendiste?
—Pero... —quiso continuar el hombre, pero Sebastián no lo dejo hablar.
—¡Ya peter! Para ser un buen detective eres de poca comprensión, te dije que canceles todo, no quiero ubicarla, ni saber nada de ella. Olvídalo. Te enviaré tus honorario por la molestia, pero el asunto está cerrado —le dijo colgando la llamada—. ¡Nunca más Anabella! no voy a dudar de lo que estoy seguro, yo te vi, tú te acostaste con Fernando por eso esos niños no pueden ser míos.