Anabella, llegó al Aeropuerto y tomó su vuelo con destino a Palermo, no había podido desechar la tristeza, ¿Cómo iba a hacerlo? Si las palabras proferidas por Sebastián se repetían constantemente, cada gesto, desprecio y humillación que había sufrido de su parte.
Ella lo había amado desde siempre, fue su héroe, su modelo de hombre ideal, —Ja ja ja— se carcajeó—resultó que mi ídolo tenía pies de barro.
Esos eran sus pensamientos hasta que llegó a su destino en menos de cuarenta minutos, la ciudad de Palermo, el lugar que amaba, donde nació y se crió y del que tantos recuerdos buenos tenía, hasta ahora que había sufrido la humillación más grande y cuyo recuerdo era recurrente, por eso quería irse, alejarse y empezar de nuevo en otro lugar, pero ya pensaría en eso, necesitaba estar con sus padres contarle sobre el bebé y sentirse querida, porque en ese momento se sentía tan insignificante, tan poca cosa, Sebastián no sólo la había tomado, sino que también la arrojó a la basura sin remordimientos.
Se secó las lágrimas que brotaron de sus ojos, tenía que superar ese momento, no era la primera ni sería la última que padecía algo así, debía ser fuerte para que nunca nadie la volviera a humillar, tenía que recuperarse, por su bebé y por ella misma.
Al aterrizar en el Aeropuerto Punta Raisi de Palermo, tomó un taxi para ir a su casa, cuando llegó, abrió la puerta principal, y al entrar a la sala de estar sus padres la estaban esperando, ella les había avisado que estaba en camino. Ellos la recibieron ansiosos, abrazándola, ella les regresó el gesto y los saludo —Madre, padre me contenta que estén bien. Discúlpenme por no avisarles que me iba ausentar por tantos días, pero necesitaba meditar en todo lo que está pasando en mi vida.
—Tranquila hija. Lo entendemos. Sin embargo, no pudimos evitar la preocupación. Teníamos temor de que te pasara algo. Solo recibimos el mensaje donde decías que estabas bien. Por favor no nos pongas a pasar nuevamente por esa zozobra.
—De verdad lo siento, no volveré a hacerlo, si me vuelvo a ir los llamaré diariamente—afirmó—. Madre, padre, tengo otra noticia que darles—pronunció avergonzada, dio un suspiro, cerró los ojos y soltó de sopetón—, estoy embarazada, por eso me fui. Necesitaba pensar, estuve a punto de abortar éste bebé, luché conmigo misma para no hacerlo, hasta que la voz de mi conciencia me incordió y salió vencedora, por eso al momento de someterme al procedimiento me arrepentí —mientras hablaba, un sollozo escapó de sus labios y lágrimas comenzaron a surcar su rostro—, no pude acabar con la vida de mi hijo y ahora siento tanto remordimiento, por sólo haberlo pensado, pero es que estoy tan asustada con ésta responsabilidad que me cayó encima.
Sus padres se quedaron viéndola sorprendidos pero sin recriminarla, hasta que luego de un momento, la primera en hablar fue su madre, diciendo—No te preocupes mi niña, no tienes nada de que avergonzarte, son cosas que pasan. Además, lo importante es que no pudiste hacerle daño a tu bebé, porque ya amas a esa criaturita que crece dentro de ti, y respecto al miedo todos los sentimos en ese momento cuando nos enfrentamos al inicio de una nueva vida ¿Crees que no me sentí aterrada cuando supe que estaba embarazada de ti? —manifestó con ternura—, pero el amor, me ayudó a superar todos los obstáculos que se presentaron, y me inspiró a continuar y a no darme por vencida, porque el amor es el don que nos impulsa a seguir adelante, a ser mejores personas, es la esencia de la vida misma, y en mi caso fue él amor que sentí por ti. Con el tiempo comprobé y tú también lo harás, que todo sacrificio valió la pena y que si tuviera la oportunidad de cambiar las cosas, sin lugar a duda no cambiaría nada, haría exactamente todo cuanto hice —terminó emotiva su madre, abrazándola nuevamente.
Mientras que su padre le dijo —Ese bebé es bienvenido a ésta casa, va a ser mi nieto por partida doble, porque es hijo de mi hijo, y sabes que a ti aunque no seas mi hija de sangre te amo como tal, eres la hija de mi corazón. Lo que si voy a pedirte, es que hables con Sebastián, no le vayas a negar el derecho de ver a su hijo y de relacionarse con él. Tiene derecho a saber que va a ser padre. Además eso lo hará feliz y hasta puede que después de todo, se logren solucionar las cosas entre ustedes —concluyó emocionado.
Bella sonrió con melancolía —Lo siento padre eso no será posible. Ya hablé con él y la palabra más dulce que me llamó fue zorra —expresó haciendo una mueca—, también me dijo que éste bastardo que estoy esperando no era su hijo —su padre se sorprendió y una mirada de tristeza asomó en sus rostros mientras lágrimas pugnaban por salir de sus ojos.
Ella intentó ocultarle y y protegerlo de las palabras tan duras que le había dicho Sebastián, pero él no lo permitió.
—Anabella hija, quiero que me cuentes todo lo que pasó, por favor no me ocultes nada, quiero conocer la verdad —le dijo su padre.
Ella titubeó un poco, pero luego de pensarlo unos segundos le respondió —Está bien padre te contaré lo que pasó — . Y así les contó a ambos, toda la conversación que había sostenido con Sebastián.
Al terminar de contarles, ambos estaban acongojados y su padrastro le dijo: —¡Por Dios mi niña! Me siento tan avergonzado por la actitud de Sebastián, no entiendo porque se está comportando de esa manera, yo no lo críe así, desconozco en que momento se envenenó tanto por una venganza que no tiene razón de ser, jamás hicimos nada en contra de su madre; No entiendo nada, él te quería cuando estabas chica, tú eras la niña de sus ojos, te protegía de tal manera, que no quería que te dejáramos salir con nadie, estoy desconcertado hija, no se que pensar, pero quiero que me perdones por todo el daño que te está causando mi hijo —le dijo afectado.
—Tranquilo padre, tú no has hecho nada, no es tu culpa, no tengo que perdonarte, por el contrario debo agradecerte por tu dedicación, eres una persona extraordinaria, me recibiste y me has tratado como tu hija, sólo he recibido amor de tú parte —pronunció Anabella dándole un beso en cada mejilla.
—Sabes que puedes contar conmigo y con tu madre hija, nunca te abandonaremos, lo que necesites solo dímelo. Mi nieto no tendrá un padre que lo ame, pero tiene un abuelo que con gusto se consumirá por hacerlo feliz y darle todo el amor que reboza en mi pecho, va a ser la criatura más amada —le dijo su padre.
—Gracias padre, no esperaba menos de ti —respondió sintiendo un aliciente en su corazón con sus palabras.
Luego de la emotiva platica, conversaron por un rato más, hasta que fueron interrumpidos por el sonido de su celular —Aló.
—Aló Bella, te habla Fernando ¿Cómo estás?
—Muy bien. Llegando de Roma sólo hace un momento —respondió ella.
—Me tenías preocupado. ¿Cómo fuiste capaz de haberte perdido así? Ni siquiera avisaste dónde estarías, tenías preocupado también a tus padres, fuiste muy desconsiderada —la recriminó su amigo.
—Fernando no quiero ser grosera contigo, pero mis padres no me reclamaron nada y no creo que tú tengas derecho a hacerlo. Solo somos amigos —le afirmó Anabella.
—Lo siento Bella, tienes razón. No te enojes conmigo por mi atrevimiento. Yo sólo necesito verte, por favor. Ya voy llegando a tu casa—. Se despidieron y luego de diez minutos estaba entrando a la casa.
Cuando Fernando la vio se lanzó a abrazarla y besarla diciéndole —¡Por Dios mujer! no vuelvas a hacerme esto. No te pierdas sin avisarme. Sé que lo hiciste por venganza de no haberte llamado la semana que me fui, por eso te pido disculpas, pero te juro que no fue intencional, los entrenamientos habían estado duros y mi celular se había dañado, tuve que comprar otro con la misma línea después del juego con La Roma.
—Ésta bien, te disculpo todo y prometo no volverme a perder sin avisarte mi destino —le expresó con una sonrisa, mientras lo abrazaba y sentía un alivio en su corazón.
Conversaron un buen rato, le contó que había ido a conversar con Sebastián y lo que le había contado. Fernando en ese momento pensó que era la oportunidad perfecta para decirle lo que sentía por ella, porque estaba decepcionada de Sebastián que mejor momento que ese, por eso sin perdida de tiempo le confesó —Anabella, estoy enamorado de ti, estoy dispuesto a casarme contigo y aceptar al bebé como si fuese mío.
Ella se quedó viéndolo incómoda y le respondió —Fernando agradezco todo el apoyo que me has brindado, pero no entiendo como vas a estar enamorado de mi, si apenas nos conocemos desde hace pocos meses. Por otra parte, he aprendido la lección, no quiero precipitarme a tomar decisiones, necesitó pensar, todo me ha sucedido demasiado rápido, no he podido procesar nada, a veces tengo la impresión que estoy viviendo una película, de que nada de esto es real y le sucede a otro persona.
—Sabes, no siempre vas a tener a tu disposición, la opción que te estoy dando —le dijo con seriedad Fernando.
—Correré el riesgo, pero por favor, no me compliques más las cosas —manifestó en tono suplicante.
Se despidieron en horas de la madrugada, ella subió a su habitación, se bañó y se acostó, aunque no pudo dormir pensando en lo que debía hacer, así pasó un poco menos de un par de horas, hasta que el cansancio la venció y se quedó dormida.
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Sebastián se encontraba en su casa de Roma, aún seguía tomando con sus amigos, pero se sentía vacío nada lo llenaba, siempre había sido así. Bervely se le acercó y se montó a horcajadas encima de él, comenzó a menearse con sexuales movimientos adelante y atrás buscando excitarlo y empezó a besarlo.
Ella tomó por su cabeza y la acercó a su boca mordisqueándola, seguidamente él se levantó del sofá y la llevó cargada sosteniéndola para evitar que cayera al suelo. Entró con ella a una habitación de abajo de la mansión, allí se desnudaron sin perdida de tiempo, ella besó cada parte de su cuerpo, lo tomó con la boca para excitarlo, pero mientras lo hacía no sentía ningún placer, sus caricias eran vacías, no lo llenaban, negándose a sentirse así, comenzó a besarla con desespero, tomó sus senos y los succionó, besaba su cuello, mientras ella enloquecida jadeaba pidiendo que la poseyera, abrió la mesita de noche ubicada a lado de la cama y sacó un preservativo y se lo colocó.
Entretanto Bervely totalmente enloquecida del deseo se subió encima de él, tomó su miembro y se lo introdujo en su femineidad y comenzó a moverse como una posesa gritando desesperadamente, procurándole hacerle sentir placer, pero él no sintió fuego recorrer su cuerpo, solo se limitó a eyacular como un acto meramente biológico, no sintió que había ido al cielo, ni explosión de colores, ni nada que se le pareciera.
Ninguna mujer lo había hecho sentir pleno, ni antes ni después lo habían hecho sentirlo, solo ella, Anabella tuvo esa capacidad, con ella todo fue perfecto, no fue sexo sino amor. Sólo ella pudo llenarlo. ¿Por qué cedió a esos deseos de venganza? Se preguntaba.
Pero ya estaba hecho y jamás cedería a sus deseos por ella, así estuviera obligado a buscarse cientos de amantes que lo satisficieran. Ante esa traidora nunca se doblegaría, había corrido de sus brazos a los del desgraciado de Fernando a los dos días de haberse entregado a él, y no fue que se lo contaron, él los vio, como un idiota quiso pedirle perdón y proponerle que iniciaran una relación, cuando llegó a la casa y subió a su habitación se encontró con semejante sorpresa, Fernando y ella abrazados en la misma cama.
No volvería a pensar en eso, desecho esos pensamientos, apartó a Bervely de encima de él, se levantó de la cama, entró al baño, se quitó el preservativo, lo amarró, lo arrojó a la papelera y se duchó. Salió del baño se vistió y siguió tomando, bailando, rumbeando, tratando de llenar el vacío que sentía en su corazón. Pero siempre se colaba en sus recuerdos, su rostro triste y las lágrimas rodando por sus mejillas. Se fue sin decir nada más, sin insistirle, solo dio media vuelta y ni siquiera dijo adiós. Eso era lo mejor, porque en su vida no había cabida para el arrepentimiento.
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Anabella se levantó temprano, con una decisión tomada, se iría de casa de sus padres, ya no se sentía a gusto allí, sobre todo porque vivía con el temor de que Sebastián apareciera, no quería volverlo a ver jamás, por lo cual con unos ahorros que tenía, un poco de apoyo de sus padres, logró alquilar una villa de un amigo de Fernando en Vernazza a 1344 kilómetros de Palermo, no le dijo a su madre con exactitud su destino para evitar que ella le contará a Giovanni y éste obligara a su hijo a ir tras de ella.
Partió en un vuelo privado hasta Roma que duró treinta y cinco minutos, de allí compró en un vuelo chárter hasta el Aeropuerto de Génova que duró tres horas y media, después tomó un tren, con destino a Vernazza, y llegó allí donde iniciaría un nuevo comienzo, tenía tantas ilusiones y mucha fe de que todo le saldría bien. Ese sería el lugar donde nacería su hijo, lo criaría y sería feliz.