Amor cruel

—¿Por qué no trajiste a lass?, quería verla—

—Si quieres verla, ve por ella y déjame en paz, ya le dije que venga, pero no quiere, dice que le duele la cabeza, humana, al fin siempre les duele algo—

—Mi hermana, cada vez está más rara —miró a daimon con una ceja alzada mientras me acomodó en la mesa.

—Daimon atiende el plato, se enfría la comida— Akira lo regaña, alzó un poco la cabeza, quería saber a qué se refería el pequeño. La conversación cambia de rumbo, todos están hablando. Arturo y Naím no hacen silencio, ríen y beben. Mis hermanos Usher y Frederick juegan en la mesa mientras que yo leo un libro y escucho a mi mamá murmurar sobre mí con Akira —es muy apuesto— y ríen silenciosamente.

—Si lo es, pensé que tu hija y él serían mates, pero al parecer no fue así—

—Es una lástima, ¿cierto?— Sus ojos se posaron en ambas y doblo un poco el cuello para tranquilamente espetar —¿Si saben que tengo una habilidad excepcional para escuchar incluso los pasos cerca de la puerta y más allá?— Pero Naím molestó con él, espetó.

—has desarrollado muchas habilidades no pareces un lobo cualquiera, la única habilidad que te falta desarrollar es saber tratar un poco mejor a mi hija en los entrenamientos y a los compañeros, incluso aquí en mi casa delante de todos le faltas el respeto solo por ser humana— akira tocó su mano para que se calmara, sabía que estaba enojado conmigo por lo de esta mañana lo ignoré reí un poco y lo mire dejando el libro sobre la mesa —iré a ver qué a lass se le haya quitado el dolor de cabeza y le pediré una disculpa para que «mi tío» no me ataque porque está a punto de; me permiten un plato para llevarle cena—

Hubo un silencio, mi padre y yo vivíamos en un constante conflicto, porque él sabía lo ignorante que podía llegar a ser. Si algo no me importaba cómo estaba pasando ahora, mi hipocresía era tan notoria.

—Vael debes ser más respetuoso—

—Justo eso estoy siendo, padre, ¿qué quieres que le diga? ¿Sí, señor, usted tiene toda la razón? Lo oí es suficiente—

—Por favor, estamos bien y felices, no debemos armar una pelea, ven, te serviré— Akira me sirvió la cena y subí las escaleras hasta llegar al cuarto de ella. El olor a sangre me golpeó la nariz, respiré profundo y abrí. La puerta estaba dormida y su mano había manchado las sábanas.

—¿Por qué, m****a, no te vendaste esa mano?—Estaba hecha un desastre. Entro al baño, recojo los cristales y los echo a la basura y limpio la sangre, abro el grifo, el agua está muy fría, sonrió y llegó una idea a mi cabeza, bajé a la cocina en silencio y volví con hielo. Pongo jabón en la bañera y hago espuma. La levantó de la cama, con toda su ropa la sumerjo en el agua helada, se despierta, soltando un grito y le tapó la boca. Al verme, se quedó pasmada, temblando por el frío y por el miedo.

—El agua se enfrió, dejaste el grifo abierto— mira el agua y ve los cubitos de hielo, me acomodo hasta quedar a su altura y echo agua en su cabeza haciendo que gima y su boca empiece a temblar, agarro su mano.

—Esa herida es profunda, voy a suturarla— Busco una sutura —. Si sigues temblando, dolerá más.— Empiezo a suturar, cierra los ojos por el dolor, trata de no temblar, pero es imposible. El agua está muy helada para su cuerpo humano débil. Gime de dolor cuando estoy por terminar y suelto una carcajada para luego hablarle —¿Cómo es que me tocó un mate tan débil? ¿Quieres que te bañe?— Trata de hablarme, pero no puede. Sus labios están de otro color, mi lobo me gruñe. “Piensas matarla de frío”.

“Ya la sacaré de aquí, es solo para que aprenda a ser más cuidadosa y que los actos de sus malcriadezas traen consecuencias”.

Destapo la bañera, su cuerpo estaba hecho bolitas y abro el grifo con agua caliente, se llena y se queda tranquila, su mano herida está fuera del agua.

—Haré el favor de bañarte, pero no te acostumbres —Trato de quitar su ropa, pero se niega y coloca su mentón en sus rodillas —. Bueno, pues, si lo quieres por las malas —sacó una garra y destrozó su camiseta y sobre su nariz —¿por qué vas a llorar? ¿Qué m****a vas a resolver llorando? Deja de llorar por todo. ME HARTAS CON TUS LÁGRIMAS SI QUIERES, LASTIMATE LA MANO Y DÚCHATE COMO PUEDAS— Salgo de muy mal humor, odiaba que llorara, era como si alguna parte de mí sufriera, odiaba el sentimiento de saber que estaba llorando incluso de sentirlo. Me quedé sobre la cama sentado con mis manos cruzadas mirando a la nada, ni siquiera sabía qué hacía ahí todavía, pero me preocupaba otro sentimiento que odiaba. Cerré los ojos por inercia, empecé a sentir una sensación extraña así que mire hacia la puerta del baño y caminé rápidamente hasta allá no la veo sentada en la bañera y cuando me acercó estaba intentando ahogarse tenía los ojos abiertos y se quedaba tranquila mientras las burbujas empezaban a subir. Con rapidez la saque de la bañera y la acosté en el piso.

—¿Qué estabas pensando?—

Fue lo único que pude decir, creo que de todas las veces que la hice sentir mal, esta era la primera que atentaba contra su vida. Coloqué una toalla sobre el piso y saqué toda el agua de sus pulmones, respiró profundo y abrió sus ojos solo un poco y con voz débil habló.

—Me morí y aquí también te encontré, vael eres una maldición, m-mi maldición— Volvió a cerrar sus ojos. La tomé en mis brazos después de quitar toda la ropa mojada y la acosté sobre la cama. Tenía un gran moretón en su ojo y muchas ojeras, estaba mal, podía sentirlo. Abrí su cajón buscando ropa, no lo sé y vi unos frascos vacíos; eran para la ansiedad y el estrés, la miré y guardé uno en mi bolsillo. —Las cosas que me haces hacer— la cubrí con una manta y, después de dejar todo en orden, me marché.

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