CAPÍTULO 20

—¡Levantarse!— su ladrido perfora el aire, y su presencia proyecta una sombra amenazadora sobre mí. 

Permanezco congelada, mi cuerpo temblando incontrolablemente mientras gemidos desesperados brotan de mi garganta. 

Acurrucándome sobre mí misma, acerco las rodillas al pecho, buscando cualquier apariencia de protección que pueda reunir. 

Rezo en silencio para que no duela, tal como me aseguró Beatrice.

—Oh, joder, nadie te va a follar esta noche. Prefiero dejar que un hombre me folle antes que hacer eso—, sus palabras aterrizan como un golpe aplastante, y la sorpresa es evidente en mi expresión relajada. 

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