CAPÍTULO 22

Es Nickolas, su expresión inescrutable mientras me mira fijamente, con las fosas nasales dilatadas y los nudillos poniéndose blancos por la tensión. 

Una sensación de hundimiento se instala en la boca de mi estómago cuando me doy cuenta de que esto no es bueno.

—¿Dónde está tu ropa?— La voz de Nickolas corta el tenso silencio, su agarre en mi brazo aún firme y provocando una aguda punzada de dolor que me atraviesa.

A pesar del malestar, me abstengo de hablar, sabiendo que es mejor no decir nada para empeorar la situación.

—Ember se la llevó—, respondo con sinceridad, sin dudar en divulgar los hechos del asunto. Después de todo, no es que Nickolas fuera a tomar ninguna medida contra ella por sus acciones.

 

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