Un año después, Lía estaba parada delante del espejo, viendo cómo las mujeres de la familia le ayudaban a vestirse de novia. Hoy era el gran día.Cuando le propuso a Marco ser su esposo, creyó que iban a casarse rápido, pero él decidió lo contrario y la hizo esperar un año. Exactamente, el mismo día en que se lo propuso.—Dios, estoy nerviosa. ¿Es normal sentirme así? —preguntó y las tres mujeres asintieron.—Es muy normal para una novia estar nerviosa, incluso uno llega a pensar si es mejor no presentarse a la iglesia —comentó Allegra.—¡No, eso no! No he sentido deseos de escapar, todo lo contrario —admitió Lía—. Estoy deseando poder saltarme la ceremonia y la fiesta.Las mujeres se vieron con complicidad y rieron a carcajadas al entender las palabras de la muchacha.—¿Por qué se ríen? —cuestionó ella, elevando una ceja.—De nada, de nada —respondió Isabelle—. Ahora siéntate o no podré colocarte la tiara y el velo. Y si no te has fijado en la hora, estamos quedándonos sin tiempo.Lí
Luciano Salvatore miró los documentos delante de sus narices, tenía el bolígrafo en la mano, solo tenía que firmar.—¿Han tenido ya el juicio? —preguntó a su abogado. No tuvo necesidad de pronunciar un nombre específico, los dos sabían de quienes hablaban.—No, ya sabe cómo es esto, señor Rinaldi. Su caso fue una excepción a la regla —respondió el hombre.Luciano entendía muy bien esa “excepción a la regla”, el dinero de su familia había movido influencias para que el caso tuviese una pronta resolución. Además, al aceptar su culpa, ahorró mucho tiempo en las investigaciones.—No hay movimiento, han tenido tres abogados del Estado en los dos años que han pasado.Luciano asintió y firmó los papeles del divorcio y se los entregó a su abogado.—Con esto damos por finalizado su matrimonio con la señora Paula. Estoy haciendo todo lo posible para anular su boda religiosa, eso nos llevará un poco más de tiempo.—Tiempo es lo que me sobra —respondió Luciano.Ahora tenía todo el maldito tiempo
Los tenues rayos del sol que se filtraban por las rendijas del ventanal alumbraron dos cuerpos enredados sobre la cama. El cuerpo de dos amantes que se amaron hasta el amanecer y que podían volver a amarse una vez más.Marco sonrió al sentir el calor que emanaba del cuerpo de Lía, abrió los ojos lentamente y observó el rostro tranquilo y sereno de su esposa. Él podía pasar toda una vida admirando a Lía y no se cansaría de hacerlo. Amaba su valentía, su capacidad de amar y de entregarse por completo.Había tantos calificativos para ella y sentía que ninguno eras suficiente para describir lo que Lía significaba para él.Marco se inclinó un poco sobre el rostro de Lía y fue llenándolo de besos, no podía describir lo que sentía por ella con palabras, pero no tenía ningún problema en demostrarle sus sentimientos, su amor y su pasión.—Marco, ¿qué haces? —preguntó ella ligeramente aturdida por los besos de su marido.—Dándote los buenos días —respondió él, buscando su boca y fundiéndose en u
No parecía tener los síntomas, ¡los tenía! Marco no toleraba los olores fuertes y terminó en el cuarto de baño durante el primer trimestre del embarazo y todo lo aceptaba con gusto. Él podía estar pálido y ojeroso, pero su esposa estaba radiante como un girasol.¿Si valía la pena?¡Valía toda la maldita pena! No se quejaba en lo más mínimo, pues tenía la atención y el amor de sus dos mujeres.—Te he traído un té de jengibre y galletas saladas, ¿o prefieres las de jengibre? —preguntó Lía, sentándose a su lado. Hoy no lo había escuchado vomitar por la mañana, lo que fue un alivio para ella.Le mataba escucharlo devolver el estómago, quería hacer algo por él, pero no había nada que pudiera hacer más que estar a su lado y ayudarle a controlar un poco las náuseas con la misma técnica que él usó con ella durante el embarazo de Asha.—Hoy me siento mejor —respondió, tomando una galleta de la bandeja—. ¿Asha se ha despertado?—No, ayer terminó muy cansada —dijo. Era normal que Asha cayera re
«A partir de hoy, es usted un hombre libre.»Habían pasado seis meses desde entonces y Luciano continuaba sin creer que estaba fuera de prisión, pues aún se sentía como un pájaro enjaulado. Estos últimos seis meses había estado recluido en su apartamento y solo salía para acudir a sus citas con la psicóloga. Aunque ella le había dicho que podía tomar un descanso para ver cómo evolucionaba estando de nuevo libre, pero él se negó. No quería arriesgarse.Además, había algo que aún debía hacer y le llevó exactamente seis meses tomar la decisión de salir no solo de su casa, sino también de la Antigua.El frío característico de diciembre en la ciudad de los Altos le dio la bienvenida, el haló blanco salió de sus labios cuando suspiró.—¿Estás seguro de lo que quieres hacer? —preguntó Victoria, viéndolo con preocupación.—Sí, necesito hacerlo, mamá. Es la única manera de dejar el pasado atrás y renacer de mis cenizas —respondió, metiendo las manos en las bolsas de su abrigo.Esta era la pri
¿Qué puede esperar un hombre que ha cometido tantos errores en la vida?Nada.¿Qué futuro le queda a un hombre perseguido por su pasado y atormentado por sus equivocaciones?Ninguno.Luciano Rinaldi ajustó las solapas de su abrigo, tratando de contener el frío que calaba en sus huesos. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y continuó caminando por las frías calles de Nueva York, la ciudad que, de alguna manera, había terminado por convertirse en su nuevo hogar.Tres meses atrás, había llegado a la Gran Manzana con la intención de desvanecerse entre sus veinticuatro millones de habitantes. Había contratado a un bufete de abogados y a un corredor de bolsa para que gestionaran su dinero, mientras él intentaba reconstruir una vida lejos de su tierra natal, lejos de su hija… la hija a quien había decidido renunciar voluntariamente, convencido de que así ella podría ser feliz.El móvil en su bolsillo vibró, sacándolo de sus pensamientos. Luciano lo sacó, desbloqueó la pantalla y a
—Entonces, ¿cómo te fue con Ezra?La mano de Melanie quedó suspendida en el aire ante la pregunta de África, una de las trillizas y su mejor amiga.—Ni siquiera me menciones a ese idiota —gruñó, masticando el trozo de manzana con más fuerza de la necesaria.—¿No se le paró? —preguntó divertida la joven de veinte años.—Shhh ¡Claro que se le paró! —gritó, empujando su plato y levantándose de la silla con enojo—. Se le paró lo suficiente como para enterrar la espada en otra vaina —admitió.África abrió la boca y la cerró, no dijo nada, impactada por la sorpresa.—¿Cómo?—No pienso describirte lo que pasó, África. El muy cretino es igual a todos los hombres —argumentó caminando de un lado a otro, deteniéndose frente a su amiga—. Bueno, no a todos —rectificó, recordando al hombre de ojos oscuros y de mirada profunda que conoció anoche en medio de su huida.—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó la chica con curiosidad. Conocía muy bien a Melanie como para saber que había una razón para es
Melanie parpadeó varias veces. Luciano no traía camisa y de repente se sintió hambrienta cuando sus ojos recorrieron el pecho y los perfectos abdominales de lavadero del hombre.La garganta se le secó y sus dedos picaron para acariciar aquella perfecta piel. Quería confirmar que ese hombre delante de sus ojos en realidad era humano y no un dios bajado del mismísimo Olimpo.—¿Qué haces aquí? —preguntó con algo más de brusquedad de la necesaria. Luciano no pudo evitar sentirse molesto al ver el hambre con la que esa pequeña diabla lo miraba.Fijándose bien en ella, se dio cuenta de que debía apenas ser legal. Su rostro no traía ni una pisca de maquillaje y se veía perfecta. Sus ojos eran grises y oscuros, como el metal fundido, y sus largas y rizadas pestañas le hacían ver… Luciano movió la cabeza con brusquedad para apartar aquellos pensamientos de su cabeza y apartó la mirada del rostro de Melanie. Solo para encontrarse con el pequeño top que apenas le cubría los pechos y unos diminut