¿Qué puede esperar un hombre que ha cometido tantos errores en la vida?Nada.¿Qué futuro le queda a un hombre perseguido por su pasado y atormentado por sus equivocaciones?Ninguno.Luciano Rinaldi ajustó las solapas de su abrigo, tratando de contener el frío que calaba en sus huesos. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y continuó caminando por las frías calles de Nueva York, la ciudad que, de alguna manera, había terminado por convertirse en su nuevo hogar.Tres meses atrás, había llegado a la Gran Manzana con la intención de desvanecerse entre sus veinticuatro millones de habitantes. Había contratado a un bufete de abogados y a un corredor de bolsa para que gestionaran su dinero, mientras él intentaba reconstruir una vida lejos de su tierra natal, lejos de su hija… la hija a quien había decidido renunciar voluntariamente, convencido de que así ella podría ser feliz.El móvil en su bolsillo vibró, sacándolo de sus pensamientos. Luciano lo sacó, desbloqueó la pantalla y a
—Entonces, ¿cómo te fue con Ezra?La mano de Melanie quedó suspendida en el aire ante la pregunta de África, una de las trillizas y su mejor amiga.—Ni siquiera me menciones a ese idiota —gruñó, masticando el trozo de manzana con más fuerza de la necesaria.—¿No se le paró? —preguntó divertida la joven de veinte años.—Shhh ¡Claro que se le paró! —gritó, empujando su plato y levantándose de la silla con enojo—. Se le paró lo suficiente como para enterrar la espada en otra vaina —admitió.África abrió la boca y la cerró, no dijo nada, impactada por la sorpresa.—¿Cómo?—No pienso describirte lo que pasó, África. El muy cretino es igual a todos los hombres —argumentó caminando de un lado a otro, deteniéndose frente a su amiga—. Bueno, no a todos —rectificó, recordando al hombre de ojos oscuros y de mirada profunda que conoció anoche en medio de su huida.—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó la chica con curiosidad. Conocía muy bien a Melanie como para saber que había una razón para es
Melanie parpadeó varias veces. Luciano no traía camisa y de repente se sintió hambrienta cuando sus ojos recorrieron el pecho y los perfectos abdominales de lavadero del hombre.La garganta se le secó y sus dedos picaron para acariciar aquella perfecta piel. Quería confirmar que ese hombre delante de sus ojos en realidad era humano y no un dios bajado del mismísimo Olimpo.—¿Qué haces aquí? —preguntó con algo más de brusquedad de la necesaria. Luciano no pudo evitar sentirse molesto al ver el hambre con la que esa pequeña diabla lo miraba.Fijándose bien en ella, se dio cuenta de que debía apenas ser legal. Su rostro no traía ni una pisca de maquillaje y se veía perfecta. Sus ojos eran grises y oscuros, como el metal fundido, y sus largas y rizadas pestañas le hacían ver… Luciano movió la cabeza con brusquedad para apartar aquellos pensamientos de su cabeza y apartó la mirada del rostro de Melanie. Solo para encontrarse con el pequeño top que apenas le cubría los pechos y unos diminut
África arrastró a Melanie del brazo hacia el jardín. La fiesta estaba lejos de comenzar, por lo que aprovechó para conversar con ella. Le preocupaba esa emoción que sentía por el desconocido que la rescató.—Oye, eso duele —se quejó Melanie, sobándose la muñeca.África abrió los ojos como platos cuando se fijó en el hematoma que manchaba la piel de su amiga, la cual trataba de disimular con un grueso brazalete.—¿Qué demonios te pasó? —preguntó, imaginándose lo peor.Melanie suspiró.—Me lo hice con la puerta.—¿Eres boba o crees que la boba soy yo? —espetó la joven, inspeccionando mejor esa marca que, en efecto, tenía toda la apariencia de haber sido un golpe, ya que no había señales de dedos alrededor.—Te juro que no te miento —dijo, apartando la mano y tomando la copa de vino para darle un sorbo.África la imitó, se sentó en la banca y tomó la mano de Melanie para que hiciera lo mismo.—¿Qué pasó con tu dios griego? —preguntó—. ¿Pudiste averiguar algo de él? —añadió, bebiendo otro
África movió las piernas afianzadas en el césped. Cuando salió de casa de la familia O’Connor, acompañada de Jr., estaba confundida y no ayudó el hecho de que él no dijera nada durante el trayecto al parque.—¿Te sientes bien? —preguntó el muchacho.África asintió.—¿No es un poco tarde para estar en el parque? —cuestionó ella, no sabía qué decir.—No sabía a donde llevarte, aunque si lo prefieres, podemos ir al Inframundo. Unas copas y un poco de baile te hará sentir mejor.África negó.—¿Por qué me ayudaste?Angelo sonrió.—No soy ciego, África —respondió—. No sé lo que pasa o pasó entre mi hermano y tú, pero te vi demasiado incómoda con la llegada de Galilea. Además, desde que ellos andan, dejaste de venir a visitarnos.África se mordió el labio, ¿tan obvia había sido?—No pasa nada entre Caleb y yo —aseguró, sabiendo que mentía, pero no estaba lista para decirle a Jr. que había sido la amante secreta de su hermano.—No voy a presionarte, solo quiero que sepas que cuentas conmigo.
Esperanzas…Luciano dio tres vueltas en la cama tratando de encontrar una posición adecuada para descansar, pero le era imposible. Desde que dejó el gimnasio no había hecho otra cosa que sentirse extraño.Emociones que no debería sentir se adueñaban de su corazón y le hacían vibrar como no lo había hecho antes.«Melanie», pensó.Cerró los ojos y suspiró. Tenía que obligarse a dormir y a dejar de pensar en ella. Era una locura querer y desear algo con lo que ni siquiera debería soñar…Sin embargo, a la mañana siguiente, esperó a que ella llamara a la puerta, algo que no sucedió.«No voy a insistir, de cualquier manera, si un día necesitas una amiga. Vivo en el piso de abajo y siempre estaré dispuesta a escucharte.»Era una tentación recordar sus palabras. Luciano bebió un sorbo de su amargo café y se sentó en el sillón. No había nada que revisar hoy, así que tenía el día libre, por lo que era bueno pensar en que ocupar su cabeza o terminaría pensando todo el día en ella.«Sea lo que se
Luciano miró a su abogado. Habían estado hablando sobre los nuevos contratos de compra de inmuebles, pero él no prestó atención a ninguna de las palabras del hombre. Su mente estaba perdida, tratando de adivinar el contenido de la bolsa en el asiento trasero de su auto.Lo quisiera reconocer o no, terminaba pensando en Melanie. Lo cual estaba mal, era una joven que apenas empezaba a vivir, mientras que él, era un hombre con un pasado muy oscuro.—Si usted está de acuerdo, podemos negociar por el edificio completo y no solo quedarnos con unos cuantos pisos —expresó Grayson.Luciano asintió sin saber de lo que el abogado hablaba, bien podía decirle que los cerdos volaban y él estaría de acuerdo.—¿Conoce o me puede recomendar a un investigador privado? —preguntó de repente.—¿Qué?—Necesito saber de alguien —dijo.Grayson jugó con el bolígrafo, se recostó en el sillón y miró a Luciano, convencido de que su cliente no le había prestado el más mínimo interés.—Conozco uno que otro que son
Melanie bajó de su auto y se dio prisa para entrar al ascensor. Tenía que evitar que Elías le entregara la bolsa a Luciano, por lo que no perdió el tiempo y no se dio cuenta de que el dueño de sus pensamientos, estaba aparcado a solo dos vehículos del suyo.—¡Elías! —gritó la joven, apenas las puertas metálicas se abrieron. El guardia levantó el rostro y la saludó con una sonrisa amable.—Señorita O’Connor —dijo, dejando de lado lo que estaba haciendo.—Perdone que lo moleste tanto, Elías, pero quisiera saber si le ha entregado mi encargo a Luciano —preguntó con prisa, deseando que la respuesta del hombre fuera un rotundo no.—Apenas lo he visto esta mañana y se lo he entregado de inmediato —respondió el hombre, contento de hacer su trabajo bien.Melanie se sintió decepcionada, ya no tenía ninguna excusa para buscarlo. No había deudas entre ellos, tal como Luciano se lo había recalcado.—Gracias, Elías —susurró, girándose para llamar al ascensor de nuevo e ir a su piso. Toda su loca c