África arrastró a Melanie del brazo hacia el jardín. La fiesta estaba lejos de comenzar, por lo que aprovechó para conversar con ella. Le preocupaba esa emoción que sentía por el desconocido que la rescató.—Oye, eso duele —se quejó Melanie, sobándose la muñeca.África abrió los ojos como platos cuando se fijó en el hematoma que manchaba la piel de su amiga, la cual trataba de disimular con un grueso brazalete.—¿Qué demonios te pasó? —preguntó, imaginándose lo peor.Melanie suspiró.—Me lo hice con la puerta.—¿Eres boba o crees que la boba soy yo? —espetó la joven, inspeccionando mejor esa marca que, en efecto, tenía toda la apariencia de haber sido un golpe, ya que no había señales de dedos alrededor.—Te juro que no te miento —dijo, apartando la mano y tomando la copa de vino para darle un sorbo.África la imitó, se sentó en la banca y tomó la mano de Melanie para que hiciera lo mismo.—¿Qué pasó con tu dios griego? —preguntó—. ¿Pudiste averiguar algo de él? —añadió, bebiendo otro
África movió las piernas afianzadas en el césped. Cuando salió de casa de la familia O’Connor, acompañada de Jr., estaba confundida y no ayudó el hecho de que él no dijera nada durante el trayecto al parque.—¿Te sientes bien? —preguntó el muchacho.África asintió.—¿No es un poco tarde para estar en el parque? —cuestionó ella, no sabía qué decir.—No sabía a donde llevarte, aunque si lo prefieres, podemos ir al Inframundo. Unas copas y un poco de baile te hará sentir mejor.África negó.—¿Por qué me ayudaste?Angelo sonrió.—No soy ciego, África —respondió—. No sé lo que pasa o pasó entre mi hermano y tú, pero te vi demasiado incómoda con la llegada de Galilea. Además, desde que ellos andan, dejaste de venir a visitarnos.África se mordió el labio, ¿tan obvia había sido?—No pasa nada entre Caleb y yo —aseguró, sabiendo que mentía, pero no estaba lista para decirle a Jr. que había sido la amante secreta de su hermano.—No voy a presionarte, solo quiero que sepas que cuentas conmigo.
Esperanzas…Luciano dio tres vueltas en la cama tratando de encontrar una posición adecuada para descansar, pero le era imposible. Desde que dejó el gimnasio no había hecho otra cosa que sentirse extraño.Emociones que no debería sentir se adueñaban de su corazón y le hacían vibrar como no lo había hecho antes.«Melanie», pensó.Cerró los ojos y suspiró. Tenía que obligarse a dormir y a dejar de pensar en ella. Era una locura querer y desear algo con lo que ni siquiera debería soñar…Sin embargo, a la mañana siguiente, esperó a que ella llamara a la puerta, algo que no sucedió.«No voy a insistir, de cualquier manera, si un día necesitas una amiga. Vivo en el piso de abajo y siempre estaré dispuesta a escucharte.»Era una tentación recordar sus palabras. Luciano bebió un sorbo de su amargo café y se sentó en el sillón. No había nada que revisar hoy, así que tenía el día libre, por lo que era bueno pensar en que ocupar su cabeza o terminaría pensando todo el día en ella.«Sea lo que se
Luciano miró a su abogado. Habían estado hablando sobre los nuevos contratos de compra de inmuebles, pero él no prestó atención a ninguna de las palabras del hombre. Su mente estaba perdida, tratando de adivinar el contenido de la bolsa en el asiento trasero de su auto.Lo quisiera reconocer o no, terminaba pensando en Melanie. Lo cual estaba mal, era una joven que apenas empezaba a vivir, mientras que él, era un hombre con un pasado muy oscuro.—Si usted está de acuerdo, podemos negociar por el edificio completo y no solo quedarnos con unos cuantos pisos —expresó Grayson.Luciano asintió sin saber de lo que el abogado hablaba, bien podía decirle que los cerdos volaban y él estaría de acuerdo.—¿Conoce o me puede recomendar a un investigador privado? —preguntó de repente.—¿Qué?—Necesito saber de alguien —dijo.Grayson jugó con el bolígrafo, se recostó en el sillón y miró a Luciano, convencido de que su cliente no le había prestado el más mínimo interés.—Conozco uno que otro que son
Melanie bajó de su auto y se dio prisa para entrar al ascensor. Tenía que evitar que Elías le entregara la bolsa a Luciano, por lo que no perdió el tiempo y no se dio cuenta de que el dueño de sus pensamientos, estaba aparcado a solo dos vehículos del suyo.—¡Elías! —gritó la joven, apenas las puertas metálicas se abrieron. El guardia levantó el rostro y la saludó con una sonrisa amable.—Señorita O’Connor —dijo, dejando de lado lo que estaba haciendo.—Perdone que lo moleste tanto, Elías, pero quisiera saber si le ha entregado mi encargo a Luciano —preguntó con prisa, deseando que la respuesta del hombre fuera un rotundo no.—Apenas lo he visto esta mañana y se lo he entregado de inmediato —respondió el hombre, contento de hacer su trabajo bien.Melanie se sintió decepcionada, ya no tenía ninguna excusa para buscarlo. No había deudas entre ellos, tal como Luciano se lo había recalcado.—Gracias, Elías —susurró, girándose para llamar al ascensor de nuevo e ir a su piso. Toda su loca c
El miedo se apoderó de Melanie, ella jaló su brazo para tratar de liberarse del agarre de Ezra, pero el hombre se aferraba a su muñeca como si fuese una esposa de metal.—Suéltame —gruñó ella, luchando para no darle ventajas, pero todo lo que consiguió fue que Ezra la estrellara contra el auto.El aire escapó de los pulmones de Melanie abruptamente y el dolor de su pecho casi logró asfixiarla.—¿Creíste que iba a dejar pasar la bofetada que me diste la otra noche? —Ezra se rio mientras preguntaba.—Es lo menos que merecías y lo menos que mereces ahora mismo —lo enfrentó ella, agitándose para empujarlo y tener una sola oportunidad de volver a escapar. No podía subir a su auto, pues las llaves se le habían caído y buscarlas no era una opción.—Te equivocaste de hombre conmigo. Nunca dejo ir una presa sin antes saborearla —aseguró, tomándola del cabello y obligándola a mirarlo.—¿Sabes que te están grabando pedazo de imbécil? —le preguntó ella con los dientes apretados por el dolor que s
Luciano apretó los puños con fuerza mientras golpeaba al hombre debajo de su cuerpo. Quería asesinarlo, cegarle la vida con sus propias manos y salvar a Melanie, pero por mucho que intentaba llegar a ella, cada vez le resultaba más difícil acercarse. Era como si una fuerza invisible la apartara de él.—¡No puedes tocarla, tienes las manos sucias! —la rudeza en la voz que le hablaba le hizo dar un paso atrás, liberando al hombre que había golpeado.Luciano miró sus manos, las tenía llenas de sangre.—Eres culpable, nada cambiará la verdad. ¡Cometiste un crimen!—¡Por el cual ya he pagado! —gritó ante la acusación de aquella voz que se negaba a darle la cara.—¿Crees que eso borrará tu pecado?—He renunciado a todo para expiar mi culpa —sollozó, sintiendo el dolor abrirse paso por su corazón. —¡He renunciado a mi hija!Asha, su pequeña Asha a quien jamás podría llamar hija ante los demás. Ella sería eternamente su amor en silencio.—Solo la dejaste, para limpiar tu conciencia por lo que
Luciano sintió el calor inundar su cuerpo de nuevo y un nudo se le formó en la garganta al ver la sonrisa en el rostro de Melanie. Esos preciosos ojos lo miraban con un brillo y una emoción que le encogió el corazón. Ella no le tenía miedo.—¿Café? —preguntó caminando con pies descalzos hacia Luciano, se sentó a su lado y sin perder la sonrisa de su rostro, le ofreció la humeante taza.Con manos temblorosas, él tomó la taza, el olor llenó sus fosas nasales, pero no pudo disfrutarlo como otras mañanas. No podía, teniendo a Melanie medio desnuda sentada en su cama, con su camisa como única prenda sobre su cuerpo.—Está caliente —le avisó ella, invitándolo a dar un pequeño sorbo.Luciano, como si fuera un niño obediente, tomó un trago; no tenía azúcar, tal como lo prefería, pero, por alguna razón, no tuvo el mismo sabor.Un silencio casi sepulcral se adueñó de la habitación. Melanie no tenía prisa para escucharlo hablar, pues tenía miedo de que le dijera que olvidara lo que habían hecho