Marco no se esperaba esta sorpresa y mucho menos esta petición de matrimonio. Había sido sorprendido por Lía y le encantaba. Hoy se sentía mucho más enamorado que ayer y menos que el día de mañana, lo sabía.—Lía —susurró tomando sus manos y bajando hasta quedar a su altura.—Aún no me has respondido —murmuró ella, viéndose fijamente a los ojos.Marco se inclinó, depositó un beso en cada una de las manos de Lía, todo sin apartar su mirada.—En los últimos días, he estado pensando en cuál sería el mejor momento para hacerte mi proposición, jamás pensé que serías tú quien lo hiciera.Lía batió las pestañas, estaba empezando a sentir nervios ante la falta de respuesta de Marco.—Acepto, Lía, acepto ser tu compañero de vida, tu cómplice y tu esposo —le respondió buscando su boca.Lía tomó la boca de Marco e inició un apasionado beso que calentó cada rincón y cada poro de su cuerpo. Experimentó una felicidad difícil de explicar, como si volviera a nacer.Marco se estremeció ante la pasión
Lía abrió los ojos a un nuevo día y supo que era un nuevo y maravilloso despertar. Se sentía realizada, renacida en más de un sentido. Tenía el corazón rebosante de felicidad, sentir el cuerpo de Marco muy pegado al suyo, sentir su calor y sus caricias eran lo máximo.—Buenos días —el susurro de Marco le hizo temblar. Un hormigueo le recorrió la nuca y le erizó la piel.—Buenos días, amor —le respondió con una sonrisa que Marco no pudo ver debido a la posición en la que se encontraban.—¿Dormiste bien? —preguntó, besando la piel de Lía.—¿Será pecado si digo que he dormido como un ángel? —le cuestionó ella en respuesta, girándose entre los brazos de Marco para que sus ojos se encontraran por primera vez esa mañana.—No, no lo creo —respondió Marco, dándole un beso en la punta de la nariz.Lía esbozó una radiante sonrisa y se lanzó a la boca de Marco, quien gustoso la recibió y correspondió.—Creo que me volveré una adicta a tus besos —le dijo cuando se separaron. Marco le sonrió.—Me
Un año después, Lía estaba parada delante del espejo, viendo cómo las mujeres de la familia le ayudaban a vestirse de novia. Hoy era el gran día.Cuando le propuso a Marco ser su esposo, creyó que iban a casarse rápido, pero él decidió lo contrario y la hizo esperar un año. Exactamente, el mismo día en que se lo propuso.—Dios, estoy nerviosa. ¿Es normal sentirme así? —preguntó y las tres mujeres asintieron.—Es muy normal para una novia estar nerviosa, incluso uno llega a pensar si es mejor no presentarse a la iglesia —comentó Allegra.—¡No, eso no! No he sentido deseos de escapar, todo lo contrario —admitió Lía—. Estoy deseando poder saltarme la ceremonia y la fiesta.Las mujeres se vieron con complicidad y rieron a carcajadas al entender las palabras de la muchacha.—¿Por qué se ríen? —cuestionó ella, elevando una ceja.—De nada, de nada —respondió Isabelle—. Ahora siéntate o no podré colocarte la tiara y el velo. Y si no te has fijado en la hora, estamos quedándonos sin tiempo.Lí
Luciano Salvatore miró los documentos delante de sus narices, tenía el bolígrafo en la mano, solo tenía que firmar.—¿Han tenido ya el juicio? —preguntó a su abogado. No tuvo necesidad de pronunciar un nombre específico, los dos sabían de quienes hablaban.—No, ya sabe cómo es esto, señor Rinaldi. Su caso fue una excepción a la regla —respondió el hombre.Luciano entendía muy bien esa “excepción a la regla”, el dinero de su familia había movido influencias para que el caso tuviese una pronta resolución. Además, al aceptar su culpa, ahorró mucho tiempo en las investigaciones.—No hay movimiento, han tenido tres abogados del Estado en los dos años que han pasado.Luciano asintió y firmó los papeles del divorcio y se los entregó a su abogado.—Con esto damos por finalizado su matrimonio con la señora Paula. Estoy haciendo todo lo posible para anular su boda religiosa, eso nos llevará un poco más de tiempo.—Tiempo es lo que me sobra —respondió Luciano.Ahora tenía todo el maldito tiempo
Los tenues rayos del sol que se filtraban por las rendijas del ventanal alumbraron dos cuerpos enredados sobre la cama. El cuerpo de dos amantes que se amaron hasta el amanecer y que podían volver a amarse una vez más.Marco sonrió al sentir el calor que emanaba del cuerpo de Lía, abrió los ojos lentamente y observó el rostro tranquilo y sereno de su esposa. Él podía pasar toda una vida admirando a Lía y no se cansaría de hacerlo. Amaba su valentía, su capacidad de amar y de entregarse por completo.Había tantos calificativos para ella y sentía que ninguno eras suficiente para describir lo que Lía significaba para él.Marco se inclinó un poco sobre el rostro de Lía y fue llenándolo de besos, no podía describir lo que sentía por ella con palabras, pero no tenía ningún problema en demostrarle sus sentimientos, su amor y su pasión.—Marco, ¿qué haces? —preguntó ella ligeramente aturdida por los besos de su marido.—Dándote los buenos días —respondió él, buscando su boca y fundiéndose en u
No parecía tener los síntomas, ¡los tenía! Marco no toleraba los olores fuertes y terminó en el cuarto de baño durante el primer trimestre del embarazo y todo lo aceptaba con gusto. Él podía estar pálido y ojeroso, pero su esposa estaba radiante como un girasol.¿Si valía la pena?¡Valía toda la maldita pena! No se quejaba en lo más mínimo, pues tenía la atención y el amor de sus dos mujeres.—Te he traído un té de jengibre y galletas saladas, ¿o prefieres las de jengibre? —preguntó Lía, sentándose a su lado. Hoy no lo había escuchado vomitar por la mañana, lo que fue un alivio para ella.Le mataba escucharlo devolver el estómago, quería hacer algo por él, pero no había nada que pudiera hacer más que estar a su lado y ayudarle a controlar un poco las náuseas con la misma técnica que él usó con ella durante el embarazo de Asha.—Hoy me siento mejor —respondió, tomando una galleta de la bandeja—. ¿Asha se ha despertado?—No, ayer terminó muy cansada —dijo. Era normal que Asha cayera re
«A partir de hoy, es usted un hombre libre.»Habían pasado seis meses desde entonces y Luciano continuaba sin creer que estaba fuera de prisión, pues aún se sentía como un pájaro enjaulado. Estos últimos seis meses había estado recluido en su apartamento y solo salía para acudir a sus citas con la psicóloga. Aunque ella le había dicho que podía tomar un descanso para ver cómo evolucionaba estando de nuevo libre, pero él se negó. No quería arriesgarse.Además, había algo que aún debía hacer y le llevó exactamente seis meses tomar la decisión de salir no solo de su casa, sino también de la Antigua.El frío característico de diciembre en la ciudad de los Altos le dio la bienvenida, el haló blanco salió de sus labios cuando suspiró.—¿Estás seguro de lo que quieres hacer? —preguntó Victoria, viéndolo con preocupación.—Sí, necesito hacerlo, mamá. Es la única manera de dejar el pasado atrás y renacer de mis cenizas —respondió, metiendo las manos en las bolsas de su abrigo.Esta era la pri
¿Qué puede esperar un hombre que ha cometido tantos errores en la vida?Nada.¿Qué futuro le queda a un hombre perseguido por su pasado y atormentado por sus equivocaciones?Ninguno.Luciano Rinaldi ajustó las solapas de su abrigo, tratando de contener el frío que calaba en sus huesos. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y continuó caminando por las frías calles de Nueva York, la ciudad que, de alguna manera, había terminado por convertirse en su nuevo hogar.Tres meses atrás, había llegado a la Gran Manzana con la intención de desvanecerse entre sus veinticuatro millones de habitantes. Había contratado a un bufete de abogados y a un corredor de bolsa para que gestionaran su dinero, mientras él intentaba reconstruir una vida lejos de su tierra natal, lejos de su hija… la hija a quien había decidido renunciar voluntariamente, convencido de que así ella podría ser feliz.El móvil en su bolsillo vibró, sacándolo de sus pensamientos. Luciano lo sacó, desbloqueó la pantalla y a