Lía se despertó muy temprano el viernes por la mañana. Había estado muy nerviosa la noche anterior que le fue un poco difícil conciliar el sueño y no fue hasta que Marco volvió a casa que finalmente pudo encontrar descanso entre sus brazos.—Aún es muy temprano, Bonita, duerme un rato más —le susurró Marco al oído, besando el lóbulo de la oreja de Lía, acariciándole el cuello con su aliento.—No puedo, siento una presión en el pecho, creo que… tengo miedo —susurró.—Entiendo que estés nerviosa, Bonita, pero no hay porque tener miedo. Las cosas saldrán bien y en unas horas, le daremos la bienvenida a nuestra Asha.Lía se giró para quedar frente a Marco. Sus miradas se encontraron y ella no pudo evitar estirar la mano y acariciar la mejilla masculina.—¿Entrarás a la sala conmigo? —preguntó y Marco asintió.—Por supuesto que sí. Entraré a la sala contigo y te sostendré la mano, no te dejaré —le prometió, cerrando la distancia entre ellos y buscando los labios de Lía.Ella abrió la boca
El llanto de Asha despertó a Lía, ella abrió los ojos para encontrarse con Marco, meciendo a la pequeña por toda la habitación, tratando de dormirla.—Debe tener hambre —musitó ella, escondiendo un bostezo detrás de su brazo.Marco se detuvo y se giró para ver a Lía estirar los brazos en su dirección. Él se acercó y le llevó a Asha, la colocó entre sus brazos y se sentó en la silla cerca de la cama.Lía se desnudó el pecho y colocó el pezón en la pequeña boca de la niña. Ella se aferró al botón de su madre y succionó con fuerza, haciendo ruiditos mientras se alimentaba.—¿Te duele? —preguntó Marco al verla hacer una mueca.—Es un poco incómodo, pero duele menos que la primera vez —respondió con sinceridad.—Vas a acostumbrarte, Bonita, aunque también podemos optar por darle fórmula —respondió, acariciando la pequeña cabeza de Asha sobre su gorrito.—Sé que es una buena opción, pero no hay nada mejor que la lactancia materna. Además, muchos bebés suelen rechazar la fórmula —dijo. Un ge
Marco no se esperaba esta sorpresa y mucho menos esta petición de matrimonio. Había sido sorprendido por Lía y le encantaba. Hoy se sentía mucho más enamorado que ayer y menos que el día de mañana, lo sabía.—Lía —susurró tomando sus manos y bajando hasta quedar a su altura.—Aún no me has respondido —murmuró ella, viéndose fijamente a los ojos.Marco se inclinó, depositó un beso en cada una de las manos de Lía, todo sin apartar su mirada.—En los últimos días, he estado pensando en cuál sería el mejor momento para hacerte mi proposición, jamás pensé que serías tú quien lo hiciera.Lía batió las pestañas, estaba empezando a sentir nervios ante la falta de respuesta de Marco.—Acepto, Lía, acepto ser tu compañero de vida, tu cómplice y tu esposo —le respondió buscando su boca.Lía tomó la boca de Marco e inició un apasionado beso que calentó cada rincón y cada poro de su cuerpo. Experimentó una felicidad difícil de explicar, como si volviera a nacer.Marco se estremeció ante la pasión
Lía abrió los ojos a un nuevo día y supo que era un nuevo y maravilloso despertar. Se sentía realizada, renacida en más de un sentido. Tenía el corazón rebosante de felicidad, sentir el cuerpo de Marco muy pegado al suyo, sentir su calor y sus caricias eran lo máximo.—Buenos días —el susurro de Marco le hizo temblar. Un hormigueo le recorrió la nuca y le erizó la piel.—Buenos días, amor —le respondió con una sonrisa que Marco no pudo ver debido a la posición en la que se encontraban.—¿Dormiste bien? —preguntó, besando la piel de Lía.—¿Será pecado si digo que he dormido como un ángel? —le cuestionó ella en respuesta, girándose entre los brazos de Marco para que sus ojos se encontraran por primera vez esa mañana.—No, no lo creo —respondió Marco, dándole un beso en la punta de la nariz.Lía esbozó una radiante sonrisa y se lanzó a la boca de Marco, quien gustoso la recibió y correspondió.—Creo que me volveré una adicta a tus besos —le dijo cuando se separaron. Marco le sonrió.—Me
Un año después, Lía estaba parada delante del espejo, viendo cómo las mujeres de la familia le ayudaban a vestirse de novia. Hoy era el gran día.Cuando le propuso a Marco ser su esposo, creyó que iban a casarse rápido, pero él decidió lo contrario y la hizo esperar un año. Exactamente, el mismo día en que se lo propuso.—Dios, estoy nerviosa. ¿Es normal sentirme así? —preguntó y las tres mujeres asintieron.—Es muy normal para una novia estar nerviosa, incluso uno llega a pensar si es mejor no presentarse a la iglesia —comentó Allegra.—¡No, eso no! No he sentido deseos de escapar, todo lo contrario —admitió Lía—. Estoy deseando poder saltarme la ceremonia y la fiesta.Las mujeres se vieron con complicidad y rieron a carcajadas al entender las palabras de la muchacha.—¿Por qué se ríen? —cuestionó ella, elevando una ceja.—De nada, de nada —respondió Isabelle—. Ahora siéntate o no podré colocarte la tiara y el velo. Y si no te has fijado en la hora, estamos quedándonos sin tiempo.Lí
Luciano Salvatore miró los documentos delante de sus narices, tenía el bolígrafo en la mano, solo tenía que firmar.—¿Han tenido ya el juicio? —preguntó a su abogado. No tuvo necesidad de pronunciar un nombre específico, los dos sabían de quienes hablaban.—No, ya sabe cómo es esto, señor Rinaldi. Su caso fue una excepción a la regla —respondió el hombre.Luciano entendía muy bien esa “excepción a la regla”, el dinero de su familia había movido influencias para que el caso tuviese una pronta resolución. Además, al aceptar su culpa, ahorró mucho tiempo en las investigaciones.—No hay movimiento, han tenido tres abogados del Estado en los dos años que han pasado.Luciano asintió y firmó los papeles del divorcio y se los entregó a su abogado.—Con esto damos por finalizado su matrimonio con la señora Paula. Estoy haciendo todo lo posible para anular su boda religiosa, eso nos llevará un poco más de tiempo.—Tiempo es lo que me sobra —respondió Luciano.Ahora tenía todo el maldito tiempo
Los tenues rayos del sol que se filtraban por las rendijas del ventanal alumbraron dos cuerpos enredados sobre la cama. El cuerpo de dos amantes que se amaron hasta el amanecer y que podían volver a amarse una vez más.Marco sonrió al sentir el calor que emanaba del cuerpo de Lía, abrió los ojos lentamente y observó el rostro tranquilo y sereno de su esposa. Él podía pasar toda una vida admirando a Lía y no se cansaría de hacerlo. Amaba su valentía, su capacidad de amar y de entregarse por completo.Había tantos calificativos para ella y sentía que ninguno eras suficiente para describir lo que Lía significaba para él.Marco se inclinó un poco sobre el rostro de Lía y fue llenándolo de besos, no podía describir lo que sentía por ella con palabras, pero no tenía ningún problema en demostrarle sus sentimientos, su amor y su pasión.—Marco, ¿qué haces? —preguntó ella ligeramente aturdida por los besos de su marido.—Dándote los buenos días —respondió él, buscando su boca y fundiéndose en u
No parecía tener los síntomas, ¡los tenía! Marco no toleraba los olores fuertes y terminó en el cuarto de baño durante el primer trimestre del embarazo y todo lo aceptaba con gusto. Él podía estar pálido y ojeroso, pero su esposa estaba radiante como un girasol.¿Si valía la pena?¡Valía toda la maldita pena! No se quejaba en lo más mínimo, pues tenía la atención y el amor de sus dos mujeres.—Te he traído un té de jengibre y galletas saladas, ¿o prefieres las de jengibre? —preguntó Lía, sentándose a su lado. Hoy no lo había escuchado vomitar por la mañana, lo que fue un alivio para ella.Le mataba escucharlo devolver el estómago, quería hacer algo por él, pero no había nada que pudiera hacer más que estar a su lado y ayudarle a controlar un poco las náuseas con la misma técnica que él usó con ella durante el embarazo de Asha.—Hoy me siento mejor —respondió, tomando una galleta de la bandeja—. ¿Asha se ha despertado?—No, ayer terminó muy cansada —dijo. Era normal que Asha cayera re