Luciano trató de mirar a Lía desde donde estaba, pero la espalda de la abogada se lo impedía. Lo hacía apropósito y su propio abogado tampoco le ayudaba, incluso le recomendó que mantuviera la calma y que apartara la mirada de Lía. Sin embargo, era difícil para él estar en el mismo lugar que ella y no poder verla o hablarle.El secretario encargado tomó la palabra, identificando el número de causa, advirtiendo a ambas partes que debían guardar calma y orden dentro de la sala.Él se puso de pie cuando su abogado le dio un ligero golpe en el brazo para llamar su atención mientras el secretario anunciaba el nombre del Juez. Este hizo su ingreso y subió al estrado.—Damos inicio a la sesión —habló el juez.Luciano giró el rostro justo a tiempo y cuando nada se interponía entre ellos. Entonces la vio, fue un breve momento antes de que ella se sentara de nuevo y quedara protegida por su abogada y la mesa. Él contuvo la respiración ante lo que sus ojos vieron. Tal vez solo había sido product
Marco caminó por el largo pasillo, en ese momento deseaba estar junto a Lía, pero no había podido echar en saco roto la llamada que recibió y menos negarse a la petición que le hizo Victoria.Él nunca en su vida había pisado una cárcel, esta era la primera vez y la sensación fue abrumadora, pero se obligó a caminar y llegar a la sala donde lo esperaba. Cuando el guardia le abrió la puerta, entró sin dudar, encontrándose con Salvatore, sentado detrás de una mesa.Marco sintió una sensación de vacío, ellos nunca tuvieron una buena relación, pero jamás lo consideró su enemigo.—Salvatore —dijo para llamar su atención. El hombre parecía sumergido en sus pensamientos, sus ojos estaban fijos en la esquina de la habitación.—Siéntate, Marco —le pidió sin verlo.Él haló la silla y se sentó. El silencio que se instaló entre ellos fue largo hasta el punto de que Marco empezó a desesperarse. No tenía sentido estar sentado frente a frente y no decirse nada, pero ¿qué podía decirle en ese momento?
«Perdonarse y perdonar es una decisión para estar bien con uno mismo, antes que con los demás. El perdón a nosotros mismos es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos.»Luciano dejó el libro que estaba leyendo sobre la cama y reflexionó en las palabras de la psicóloga. Perdonarse… ¿Realmente, podría perdonarse? La pregunta acudía todos los días a su mente y aún no tenía una respuesta.Los últimos treinta días había estado conversando con su psicóloga religiosamente. Era la primera vez que hablaba con alguien largo y tendido. La primera vez que expresaba exactamente lo que sentía y no justificó el abandono de sus terapias en el pasado con excusas. Se limitó a decir la verdad. Él creyó que podía controlar su trastorno de ira, pensó que el pasado iba a borrarse si no hablaba de él.Una grave equivocación que no volvería a cometer. Su primer paso fue aceptar abiertamente que necesitaba ayuda profesional y acudir a su cita en la hora acordada. No se le obligaba, él iba por voluntad pr
Marco guardó silencio, claramente no se esperaba las palabras de Lía, las deseaba escuchar con todo su corazón, pero creyó que le llevaría más tiempo. Tiempo en el que él no tenía problema en esperar. A ojos de muchos podía parecer que solo perdía el tiempo esperando por algo que no iba a suceder. Él no perdía las esperanzas de ser correspondido.Había dejado la semilla en Lía el día que le confesó sus sentimientos y había estado cuidando y regando esa semilla como una flor. La alimentaba con detalles, mensajes y paciencia.—¿Marco?Lía sintió un poco de pánico ante el silencio que le siguió a su confesión, ¿Marco ya no esperaba por ella? ¿Se había demorado mucho?—Me has tomado por sorpresa, Lía, no me esperaba que…Lía sonrió y le colocó un dedo en los labios para callarlo.—No era así como tenía pensado decírtelo —dijo, tragando el nudo que se le formó en la garganta.—Las cosas planeadas no siempre salen como uno quiere —dijo, tomando la mano que descansaba sobre su mejilla.Marco
Lía se estremeció y palideció cuando otro grito salió de la garganta de Isabelle. ¿De verdad dolía tanto traer un bebé al mundo? Ella tocó su vientre y lo acarició.—¿Tú vas a portarte bien, mi Asha? —le susurró antes de que otro grito inundara la sala. No era de dolor.Era Isabelle diciéndole a Leandro que tenían que pasar por la pañalera de los bebés.—Llévala al hospital, Lía y yo iremos por la pañalera —se ofreció Marco, tomando la mano de Lía, mostrando su preocupación.—Gracias, Marco.—¡También avísale a Milena y a Juan Carlos! —gritó Isabelle mientras Leandro la llevaba al auto.—¡Y yo! ¡Qué haré yo! —gritó Alessandro corriendo a la puerta.—Tú vendrás conmigo —habló Fabricio, tomándolo de la mano y llevando al niño junto a su esposa.—Iremos a ver a tu mamá, cariño, pero primero tendremos que llamar a tus abuelos para avisarles que tus hermanitos están por nacer, ¿te parece? —preguntó Alessia con paciencia.—Está bien, tía Alessia. Todos tienen que venir para conocer a mis h
Leandro abrió los ojos, las paredes blancas de la habitación le dieron la bienvenida, él parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz y para recordar lo que había sucedido. El último registro claro en su cabeza, era el nacimiento de sus bebés. Ese momento único y especial que vivió junto a Isabelle. Un momento que quedaría grabado para siempre en su memoria junto al dolor de no haber estado a su lado en el momento que Alessandro nació.Haciendo a un lado ese sentimiento de culpa, recordó haberles dado un beso antes de que la doctora le pidiera abandonar la sala para terminar el trabajo con Isabelle.—Te has despertado.Leandro abrió los ojos de nuevo y se fijó en su familia. Todos estaban allí, parados delante de él.—¡¿Estás bien, papito?! —medio preguntó, medio gritó Alessandro, siendo el primero en acercarse.Leandro miró a su hijo mayor e ignoró las miradas divertidas del resto. Estaba seguro de que iban a burlarse de él por el resto de su vida, pero… no importaba.—Estoy
Marco se levantó poco a poco de su posición, y fue recostando a Lía sobre el respaldo del sillón sin liberar sus labios del apasionado beso.Sus respiraciones estaban agitadas, los dedos de Lía se enredaron en los cortos cabellos de Marco y presionó un poco más, profundizando el beso.Marco se apartó de la boca de Lía cuando el aire empezó a faltarles. Sus miradas se encontraron y, por un momento, Marco tuvo miedo de encontrar rechazo o arrepentimiento en los ojos de Lía, pero no fue así.La mirada de Lía brillaba, tal vez eran solo ideas suyas, quizá solo fuese una ilusión, pero le bastaba perderse en esas dos preciosas joyas azules verdosas para sentirse profundamente dichoso.No, para los que creían que él tenía una posición fácil para ganarse el amor de Lía era porque no conocían su historia. Él estaba luchando por ganarse el corazón de la mujer que amaba de una manera distinta.Lía no necesitaba un amor arrebatado y loco en ese momento, ella necesitaba paciencia y dulzura. Había b
Lía se mostró sorprendida. Ella no esperaba ver a Victoria Santoro parada en su puerta, ella dio un paso atrás y su mano fue a su vientre de manera protectora. No era necesario, pero eso era algo que no podían explicárselo a una madre.Victoria tragó el nudo que se le formó en la garganta y miró el vientre de Lía.—Te ves, hermosa —le dijo casi sin voz.Lía se pasó la lengua por sus labios secos, ¿qué debía hacer en esta situación? No le podía cerrar la puerta en las narices, sería muy grosero de su parte. Victoria no tenía la culpa de nada.—Gracias —respondió cuando se dio cuenta de que ella esperaba que hablara—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó cuando no supo qué decir.Victoria no se movió de su lugar, cuando decidió visitar a Lía tenía cada palabra en su cabeza, ahora, no encontraba esas palabras.—Pasa, Victoria —resolvió Lía luego de un largo e incómodo momento. La joven se hizo a un lado.Victoria asintió y entró al apartamento. Lía se fijó en las bolsas que traía en la mano, pe