Paula entró del brazo de Salvatore al salón de fiestas. Su mirada era arrogante y triunfadora. Lo había conseguido, se había convertido en un miembro de la familia Rinaldi, pese al disgusto que eso le provocaba a su suegra.La mirada que Paula le dedicó a Victoria estaba llena de soberbia, quería gritarle que le había ganado. Que se quedó con su hijo y más pronto que tarde iba a hacer lo mismo con su fortuna…—No la soporto —murmuró Victoria, viéndola pavonearse como si fuera una reina.—Es la esposa de nuestro hijo.—Y espero que no tenga que arrepentirse de su elección. De entre todas las mujeres, tuvo que elegir a la peor —espetó, apartando la mirada de la pareja.—Tratamos de hacerle ver su error y solo conseguimos alejarlo más de nosotros —respondió Salvatore padre.—Ni siquiera se ha dejado ayudar, nuestro hijo no está bien —se quejó volviendo la atención a la pareja.Victoria cerró los ojos brevemente, sentía que su mundo estaba a punto de colapsar. Había guardado hasta el últi
Salvatore no opuso resistencia, se giró con la intención de ver a Lía una vez más, pero su familia había hecho un muro impenetrable para protegerla. El dolor laceró su ya destruido corazón. La verdad revelada lo había despertado de golpe a la realidad y era muy tarde para el arrepentimiento. Nada de lo que dijera iba a cambiar lo que hizo y el daño que le causó a Lía. Siempre se dejó llevar por ese sentimiento descontrolado que ella le provocaba, con su rebeldía, con su espíritu libre y justiciero. La realidad es que nunca supo aceptar que ella no lo necesitaba.Salvatore se sumergió en sus pensamientos, ni siquiera fue consciente del momento que dejaron el salón, ni de los gritos que Paula daba desesperada llamando su atención. Él simplemente se cerró y se sumergió por completo en sus recuerdos.Él sabía exactamente el momento en que todo comenzó. En los recuerdos de su infancia, no hubo maltratos. En su casa y desde que tuvo uso de razón, vio a sus padres felices, amándose tod
Lía sintió un nudo subirle a la garganta y las náuseas se hicieron más fuertes. Tuvo que obligarse a respirar varias veces para controlarlas, cosa que parecía imposible de conseguir.—¿Irte? —preguntó con voz ahogada.—Alguien tiene que hacerse cargo de la constructora. Leandro e Isabelle van a quedarse unos días y por mucho que deseo estar a tu lado, también tengo que darte tu tiempo y tu espacio.Lía le tomó la mano, se lamió los labios y respiró.—Marco.—No quiero que te sientas presionada.—Jamás me he sentido así, Marco. Las circunstancias en las que me encuentro hacen que todo sea difícil. Las dos semanas que estuve lejos de ti me bastaron para saber que eres una pieza importante en mi vida. Un engranaje sin el que no puedo funcionar —le dijo, apretando su mano.Marco miró la mano y luego miró a los ojos de Lía, ¿le estaba diciendo que era importante para ella o había entendido mal?—Ahora mismo no tengo mucho que ofrecerte, Marco, y… —Él la calló colocando un dedo sobre sus la
El silencio que la rodeaba no era lo último que ella recordaba antes de desmayarse. Recordaba que Isabelle había gritado, pero de allí, todo su mundo se sumergió en una oscuridad apabullante que la envolvió y arrastró hasta sus profundidades.Lía abrió los ojos y parpadeó varias veces para acostumbrarse a la luz de la habitación, no tuvo que ver el lugar para saber que estaba en el hospital. Su mano fue instintivamente a su vientre, respiró tranquila cuando sintió la curva y la acarició. Su hijo estaba bien.—Has despertado —susurró una voz que ella conocía muy bien.Lía giró el rostro para encontrarse con el rostro sereno de Marco, entonces no se había dado cuenta que una de sus manos estaba atrapada entre las suyas.—Marco…—¿Cómo te sientes? —le preguntó en tono bajo.—Me he desmayado y yo que pensaba que había superado con éxito el primer trimestre —bromeó, pero sentía un nudo en la garganta que estaba cortándole la respiración poco a poco—. ¿Qué ha dicho el médico? —preguntó, vie
Luciano trató de mirar a Lía desde donde estaba, pero la espalda de la abogada se lo impedía. Lo hacía apropósito y su propio abogado tampoco le ayudaba, incluso le recomendó que mantuviera la calma y que apartara la mirada de Lía. Sin embargo, era difícil para él estar en el mismo lugar que ella y no poder verla o hablarle.El secretario encargado tomó la palabra, identificando el número de causa, advirtiendo a ambas partes que debían guardar calma y orden dentro de la sala.Él se puso de pie cuando su abogado le dio un ligero golpe en el brazo para llamar su atención mientras el secretario anunciaba el nombre del Juez. Este hizo su ingreso y subió al estrado.—Damos inicio a la sesión —habló el juez.Luciano giró el rostro justo a tiempo y cuando nada se interponía entre ellos. Entonces la vio, fue un breve momento antes de que ella se sentara de nuevo y quedara protegida por su abogada y la mesa. Él contuvo la respiración ante lo que sus ojos vieron. Tal vez solo había sido product
Marco caminó por el largo pasillo, en ese momento deseaba estar junto a Lía, pero no había podido echar en saco roto la llamada que recibió y menos negarse a la petición que le hizo Victoria.Él nunca en su vida había pisado una cárcel, esta era la primera vez y la sensación fue abrumadora, pero se obligó a caminar y llegar a la sala donde lo esperaba. Cuando el guardia le abrió la puerta, entró sin dudar, encontrándose con Salvatore, sentado detrás de una mesa.Marco sintió una sensación de vacío, ellos nunca tuvieron una buena relación, pero jamás lo consideró su enemigo.—Salvatore —dijo para llamar su atención. El hombre parecía sumergido en sus pensamientos, sus ojos estaban fijos en la esquina de la habitación.—Siéntate, Marco —le pidió sin verlo.Él haló la silla y se sentó. El silencio que se instaló entre ellos fue largo hasta el punto de que Marco empezó a desesperarse. No tenía sentido estar sentado frente a frente y no decirse nada, pero ¿qué podía decirle en ese momento?
«Perdonarse y perdonar es una decisión para estar bien con uno mismo, antes que con los demás. El perdón a nosotros mismos es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos.»Luciano dejó el libro que estaba leyendo sobre la cama y reflexionó en las palabras de la psicóloga. Perdonarse… ¿Realmente, podría perdonarse? La pregunta acudía todos los días a su mente y aún no tenía una respuesta.Los últimos treinta días había estado conversando con su psicóloga religiosamente. Era la primera vez que hablaba con alguien largo y tendido. La primera vez que expresaba exactamente lo que sentía y no justificó el abandono de sus terapias en el pasado con excusas. Se limitó a decir la verdad. Él creyó que podía controlar su trastorno de ira, pensó que el pasado iba a borrarse si no hablaba de él.Una grave equivocación que no volvería a cometer. Su primer paso fue aceptar abiertamente que necesitaba ayuda profesional y acudir a su cita en la hora acordada. No se le obligaba, él iba por voluntad pr
Marco guardó silencio, claramente no se esperaba las palabras de Lía, las deseaba escuchar con todo su corazón, pero creyó que le llevaría más tiempo. Tiempo en el que él no tenía problema en esperar. A ojos de muchos podía parecer que solo perdía el tiempo esperando por algo que no iba a suceder. Él no perdía las esperanzas de ser correspondido.Había dejado la semilla en Lía el día que le confesó sus sentimientos y había estado cuidando y regando esa semilla como una flor. La alimentaba con detalles, mensajes y paciencia.—¿Marco?Lía sintió un poco de pánico ante el silencio que le siguió a su confesión, ¿Marco ya no esperaba por ella? ¿Se había demorado mucho?—Me has tomado por sorpresa, Lía, no me esperaba que…Lía sonrió y le colocó un dedo en los labios para callarlo.—No era así como tenía pensado decírtelo —dijo, tragando el nudo que se le formó en la garganta.—Las cosas planeadas no siempre salen como uno quiere —dijo, tomando la mano que descansaba sobre su mejilla.Marco