Marco se alejó de Lía justo cuando Alessandro entró como un vendaval al salón y solo segundos después lo hicieron Leandro, Isabelle y sus padres.—¡Tía Lía, te extrañé! —gritó Alessandro, abrazando la cintura de Lía.—¿Cómo es que…?—Decidimos darles una sorpresa, hijo —le interrumpió Alessia, tendiéndole una mano que Marco tomó con gusto.—Y vaya que nos lo han dado —respondió—. Estaba tratando de convencer a Lía para ir por ustedes al helipuerto y luego irnos a comer —comentó, saludando a su padre y luego a Leandro e Isabelle.—Pues… adivinamos tus intenciones y nos adelantamos. Hemos comprado comida para todos —dijo Fabricio, al tiempo que dos hombres entraban con varias bolsas en las manos.Lía miró a Marco y le sonrió.—Creo que comeremos acá —dijo con voz cantarina, acercándose para saludar a los recién llegados, mientras otros se encargaban de limpiar una de las mesas grandes y colocar las bolsas de comida en ellas.El almuerzo pasó en un ambiente agradable, aunque el estómago
«¡Voy a matarlo!»Lía salió de su estupor cuando las palabras de Marco hicieron clic en su cabeza y se dio cuenta de las conjeturas que hizo. No estaba lejos de la verdad, y, aun así, no podía permitir que buscara a Salvatore. Conocía su agresividad de primera mano.—No, Marco.—¿Vas a protegerlo, Lía? —le cuestionó con la voz rota y con lágrimas de impotencia en los ojos.—No, no lo protejo a él, sino a ti.—¿Crees que no soy rival para él? —le preguntó— ¡¿Cuántos atropellos más vas a soportar de ese tipo para dejar de amarlo, Lía?!Ella se estremeció ante la pregunta de Marco.—Lo siento, no quise gritarte. Solo estoy indignado por lo que te ha hecho, Lía, ese hombre no tiene perdón. ¡No merece que lo protejas! —pronunció elevando la voz.Lía cerró los ojos y dejó que sus lágrimas rodaran por sus mejillas. Aún estaba impactada por la noticia y también asustada. No quería que sus padres se enteraran de lo que Salvatore le había hecho. No estaba protegiéndolo a él, estaba protegiéndos
«Cásate conmigo, Lía.»Ella se tensó y con una calma que no sentía se alejó de Marco. Lo miró como si lo viera por primera vez mientras trataba de controlar sus lágrimas.—Marco…—Sé que te parecerá una locura, Lía, pero es la mejor forma que tengo de protegerte y de proteger al bebé.Lía ahogó un sollozo.—No puedo permitir que hagas un sacrificio tan grande, Marco. Un matrimonio debe darse por las razones adecuadas. Además, tú estás enamorado de otra mujer y no seré yo quien se interponga en tu felicidad. Tal vez ella se dé cuenta de que también te ama y sea tarde para ustedes —murmuró.Marco estiró la mano y limpió las lágrimas que rodaban por las mejillas de Lía, las mismas que ella intentó detener sin éxito.—No es ningún sacrificio para mí, Lía.Ella se alejó de su toque y se puso de pie, dándole la espalda.—No quiero ser una piedra en tu camino, Marco.—Quiero protegerte, Lía.—¿A costa de tu felicidad, Marco? —preguntó, sintiendo las manos del hombre sobre sus hombros. Lía te
Marco se detuvo con la mano en el pomo de la puerta y se estremeció al escuchar las arcadas de Lía en el cuarto de baño. No la estaba pasando nada bien y sabía, por lo que leyó la noche anterior que algunos síntomas iban hasta el final del primer trimestre. Con un suspiro de resignación, se alejó de la puerta y volvió a la cocina.Mientras tanto, Lía se limpió la boca y se levantó para ir al lavamanos. Se enjuagó la boca y se lavó el rostro. Su intención era quedarse en la cama todo el tiempo posible, pero su amanecer fue distinto y otro viaje al cuarto de baño la abrumó.Ella recargó la cabeza a la pared y respiró varias veces para controlarse. Sentía que la garganta le ardía por el esfuerzo y el pecho le subía y bajaba con agitación. Lía tomó el cepillo de dientes y se cepilló hasta que el sabor de menta fuera todo lo que quedara en su boca. Tomó la toalla y se dio una ducha. Cuando salió de la habitación, el reloj marcaba apenas las ocho de la mañana.—Buenos días —saludó Marco de
Salvatore estaba parado frente al ventanal, tenía las manos dentro de sus bolsillos y miraba a un punto fijo en la nada mientras escuchaba a su madre.—¿Pensaste que no íbamos a enterarnos de lo que sucedió la noche de la exposición? —preguntó Victoria a unos pasos de distancia de su hijo.Salvatore permaneció callado.—¿En qué estabas pensando para pelearte con Marco? —le interrogó Victoria. El silencio de Salvatore estaba a punto de hacerle perder la cabeza—. Te estoy haciendo una pregunta, Salvatore o ¿prefieres que vaya y le pregunte a él? —espetó, tratando de controlar su enojo.Salvatore se giró lo suficiente para verla.—¿Qué es lo que quieres saber, mamá? ¿Qué esperas que te diga?—La verdad. Desde hace tiempo has estado actuando raro, exactamente desde que Paula perdió al bebé —le señaló—. ¿Qué es lo que le hiciste a Lía?Salvatore sintió un nudo apretarse en su garganta. ¿Tendría el valor para admitir su crimen? ¿Entendería su madre que en un arranque de ira y de deseo de ve
Isabelle se quedó sin palabras al escuchar la noticia. Un bebé podía complicar la situación para Lía, sin tener en cuenta de que sería un recordatorio constante de la agresión sufrida. No podía siquiera imaginarse lo difícil que estaba siendo para ella la situación.—Lía…—Quiero proteger a mi bebé, Isabelle, mas no sé qué decisión es la correcta. Nuestras familias se verán afectadas de una u otra manera y no quiero cargar con más culpas sobre mis hombros —dijo.Isabelle sintió un poco de alivio al escuchar que Lía quería al bebé, sería terrible si no lo hiciera, pero comprensible. —Es una situación muy difícil, Lía, pero sea cual sea la decisión que tomes, quiero que sepas que tendrás mi apoyo incondicional. Cuentas con Leandro y conmigo, que eso no se te olvide.Lía asintió.—Gracias, Isabelle. Me estaba asfixiando con todo esto. Si no fuera por Marco ni siquiera sé si estaría aquí.—¿Marco lo sabe?—Sí, me ha propuesto matrimonio. Sé que lo hace con la intención de protegerme y d
Lía abrió los ojos con sorpresa. Cada día que pasó sin tener noticias de Gustavo fue perdiendo la esperanza de poder demostrar su inocencia no para quedar bien ante Salvatore, lo que él pensara de ella ya no le importaba ni le interesaba, pero si para limpiar su nombre, para qué jamás volviera a señalarla con el dedo y tener un pretexto para “castigarla”.—¿Lo consiguió? —preguntó cuando encontró su voz, saliendo de su sorpresa.—Sí. Y, apenas me lo ha entregado he venido a buscarte. Entiendo que no quieras verme, Lía; sin embargo, no pude esperar. Lo siento.Lía se mordió el labio. Sentía culpa por alejarse de esa manera tan abrupta, pero lo había necesitado para entender un poco más de lo que estaba experimentando con respecto a Marco. No le era indiferente y eso la tomó por sorpresa.—Pasa, Marco —le pidió, haciéndose a un lado.Él no sabía si era buena idea, no obstante, no quiso desaprovechar esos minutos que Lía le estaba regalando.—¿Cómo has estado? —preguntó, sentándose en el
Paula entró del brazo de Salvatore al salón de fiestas. Su mirada era arrogante y triunfadora. Lo había conseguido, se había convertido en un miembro de la familia Rinaldi, pese al disgusto que eso le provocaba a su suegra.La mirada que Paula le dedicó a Victoria estaba llena de soberbia, quería gritarle que le había ganado. Que se quedó con su hijo y más pronto que tarde iba a hacer lo mismo con su fortuna…—No la soporto —murmuró Victoria, viéndola pavonearse como si fuera una reina.—Es la esposa de nuestro hijo.—Y espero que no tenga que arrepentirse de su elección. De entre todas las mujeres, tuvo que elegir a la peor —espetó, apartando la mirada de la pareja.—Tratamos de hacerle ver su error y solo conseguimos alejarlo más de nosotros —respondió Salvatore padre.—Ni siquiera se ha dejado ayudar, nuestro hijo no está bien —se quejó volviendo la atención a la pareja.Victoria cerró los ojos brevemente, sentía que su mundo estaba a punto de colapsar. Había guardado hasta el últi