Capítulo 19
MAX VOELKLEIN.
Tuve que obligarla a repetirlo porque no podía darle crédito a lo que había escuchado de su boca. De su dulce e inmaculada boca. Me encontraba en mi apartamento, en la soledad de este y sólo su voz, su preciosa voz, podía darme esa paz que yo necesitaba en mis días sofocados de labor y estrés.
Ada Valentina Gray, ese era su nombre, un nombre que a mi parecer irradiaba valentía, decisión y seducción. Desde muy pequeño analizaba los nombres de cualquier persona que conociera y el de ella era mi preferido.
Me dejé caer de manera pesada en mi sofá, con la vista en algún punto del ventanal de la ciudad. Sentía que estaba viviendo un mal sueño. La perdí, la perdí por ser tan imbécil. La perdí por no darle la suficiente atención, la perdí por comportarme
Capítulo 20.MAX VOELKLEIN.Aún tenía su voz en mi cabezadiciéndomeque ya no quería verme. Que ya noqueríasaber más nada de mí.Mi cerebro se ocupó de transformar sus palabrasdecaídasen puñales en el pecho. Filosas dagas de lo que ya no quiere ser.Tarde o tempranoocurriría. Lo nuestro siempre fue y será una especie de bomba de tiempo. Hoy, el día de su cumpleaños, estalló en mi cara.Mi amigo Peter, un luchador profesional que solía abrir su gimnasio en ocasiones excepcionales, merecibiócon los brazos abiertos aquella noche en donde mi luz se había apagado.En el sótano se realizaban peleas que lapolicíanodebíaenterarse. A mi simplemente me daba lo mismo.—Mi
Capítulo 21.—¡Por favor, no puedes echarme sin darme una explicación! —lloriqueé, mientras Miranda me empujaba hacia la puerta, enfurecida.—¡No voy a meterme, ese secreto no me corresponde revelarte lo a ti!—¡Por favor! —le supliqué, desesperada antes de que abra la puerta de la entrada—¡Dime quién es Max! Adam logró abrir la puerta y ambos dimos saltitos de victoria con palmadas incluidas. Que momento tan hermoso. Aunque el dolor en mi pecho seguía teniendo un nombre y era el de Max. Adam encendió la luz del dormitorio y lo primero que hizo fue arrojarse a su cama boca abajo y soltando un gran quejido.—No volveré a beber cerveza en mi vida —me dijo él, asqueado —. Pero tu cumpleaños lo vale.—¿Estás culpando a mi fecha de nacimiento por tu borrachera? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama con la intención de sacarme los zapatos que me estaban mataCapítulo 21 (parte 2)
Capítulo 22Me observé en el espejo. Me recogí el cabello en un moño flojo que caía con bucles en las puntas sobre mi hombro. Opté por un vestido color pastel que compré en una tienda que no estaba demasiado lejos del campus. La universidad no estaba tan lejos del centro de New York, y eso era favorable porque cada vez que necesitaba algo para una ocasión, las tiendas estaban abiertas a la mañana.Por lo que calculaba, Max pasaría a recogerme a la una de la tarde, así que sólo me quedaba una hora para alistarme. Si lograba hacerlo, marcaria mi propio récord
Una 4x4 oscura estacionó frente a mí y bajó la ventanilla de la parte del conductor. El auto era tan negro y alto que me sorprendió por su monstruosidad. Tan reluciente e impecable...—¿Subes o te vas a quedar mirando el coche? —se burló Max, mostrándome su encantadora sonrisa.—Es extraño no verte con chofer —le dije.—Quiero ser digno de llevarte yo esta vez—coqueteó, tras darme un guiño de ojo
Capítulo 23Una enorme carpa blanca estaba en el medio de un jardín impresionante. La fiesta era en un enorme salón al aire libre y habían elegido como sitio el alrededor de las plantas, árboles y flores de colores que pronto estarían por morir por el comienzo del otoño.Había un montón de globos con tonos claros en la entrada del jardín, mesas redondas de vidrio con decoración floral en el centro. Había muchos camareros que se movían de aquí a allá, con sus vestimentas de pingüino. En el centro del jardín había una gran alfombra
Max Voelklein me llevó a su apartamento que era igual de grande que un piso del edificio del campus. Abrió la puerta con desesperación, conmigo en brazos con mis piernas rodeándole la cintura, buscando el picaporte con sus manos y logró hacerlo.Aunque él me sonreía, alegre y con la punta de su nariz pegada a la mía. Yo fingía que todo estaba bien y que no se me partía el corazón verlo de aquella forma. Tenía mis manos acunando su rostro perfecto, sosteniéndolo a cada lado de su mejilla. Mientras tanto él, buscaba mis labios con desesperación. Recorría sus manos en mi espalda y me llevaba algún sitio de la casa. Besaba mi rostro, devoraba mi cuello, provocándome un inexplica
Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel momento, pero no era posible.Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya que estábamos en nuestro propio mundo.El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una respuesta. Tuve que concentrarme fuertemente en su rostro y no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no importarle estar desnudo frente a mí. Tragué saliva.&nbs