************LEONARDO************La veo marcharse y no puedo evitar sentirme como un completo patán...«Yo solo fui amable», recuerdo mis estúpidas palabras con mucha molestia, ya que no debí haberle dicho eso por dos grandes razones. La primera era porque, cuando pronuncié aquellas palabras, me di cuenta de que la herí y aquello me hizo sentir como un imbécil. Por otro lado, la segunda y más importante razón por la que no debí haber dicho eso era porque... era porque... era porque...—Es mentira —susurro mientras continúo observando su camino—. No está llamando a ningún taxi —me digo a mí mismo, un tanto preocupado, al solo ver que ella se limita a caminar sin sacar su celular para pedir movilidad.—Carajo, Leonardo, eres un completo imbécil —me resondro—. No... no debes dejarla irse sola —determino con mucha firmeza al decidir salir tras ella por otras dos razones.La primera era que no me sentía tranquilo con que fuese sola a su hotel y la segunda, la segunda era porque apenas ayer
************LEONARDO************—Dime... te escucho —articulo sereno y dispuesto a escuchar la petición de mi esposa.—Quiero que pongas a mi disposición el avión privado —solicita con su autoritario tono de voz.—Norka...—Lo quiero para hoy en la noche, Leonardo...—Norka...—No, mejor no —pronuncia de pronto—.. Lo quiero cuanto antes, para dentro de una hora —especifica—. Ya tengo mis maletas listas —informa mientras escucho cómo parece estar cerrando una de estas.—Norka...—Y quiero que venga Román para recogerme; no quiero a ningún otro inepto —señala despectiva.—Norka, escúchame...—No, Leonardo —refuta—. Escúchame tú a mí; necesito llegar cuanto antes a Nueva York —manifiesta molesta—. Mejor dime en cuánto tiempo crees que vendrán a recogerme para llevarme al aeropuerto —articula impaciente.—Norka, escúchame, pro favor...—¿Qué quieres? —interroga sin mucho ánimo.—Norka, no puedes usar el avión privado.—¿Y se puede saber por qué? —arremete con molestia.—Norka, primero, t
************LEONARDO************—Diablos —susurro mientras continúo pensando en los dos problemas que debía resolver—. Aunque no sé qué pueda hacer por Norka —expreso con toda sinceridad, ya que no iba a acceder a poner el avión a su disposición; eso sí era seguro—. Sin embargo, tengo que hacer algo para compensarlo —señalo serio, ya que, de otro modo, sabía que Norka iba a continuar muy molesta."Señor", escucho la voz de mi ama de llaves.—Pasa, Marianita —le pido; y, al instante, la mujer abre la puerta de mi despacho.—¿Señor?—Dime, Mariana...—El señor Max está aquí —me informa.—¿Por qué no pasa?—Porque me preguntó por usted y yo le dije que estaba atendiendo una llamada de la señora Norka en el despacho, así que decidió no molestarlo —precisa amable.—¿Y dónde está? —interrogo curioso al levantarme de mi silla para dirigirme hacia la puerta.—Ahora está en la sala, viendo un poco de televisión y comiendo un sándwich que le preparé —detalla divertida; y yo sonrío ante aquella
************LEONARDO************—En serio que estás bien enamorado de Norka —vuelvo a escuchar la voz de mi amigo; y, ante ello, yo me giro a verlo—. Te has quedado callado después de mi consejo.—No es una decisión tan fácil para mí, Max...—Y yo lo sé, Leonardo; créeme —manifiesta serio—. Sin embargo, tú me pediste un consejo y te lo di pensando en tu bienestar y en el de tus hijos.—¿Qué hay de Norka?—También beneficia a Norka —señala con mucha seguridad—. No creo que ella también esté feliz de vivir con una discusión diferente cada día.—¿No crees que deba intentarlo otra vez?—Creo que ya lo has hecho muchas veces —señala firme—. ¿Qué cambiaría ahora?—Vamos a cumplir diecinueve años de casos, Max...—Los años que sea, Leonardo —contesta serio—. ¿No me digas que, por diecinueve años de casados, vas a sacrificarte en vivir en un matrimonio que, evidentemente, no te hace feliz?—También hemos tenido momentos buenos...—Señala el último que recuerdes —solicita con mucha seriedad—.
************LEONARDO************—Oye, Leo...—Dime, te escucho...—¿Qué hay de Lorey? —cuestiona de forma repentina y, cuando la nombra, no puedo evitar sentirme como un completo imbécil y exhalar de forma muy pesada—. Vaya, vaya, también conozco eso —señala algo divertido al mirarme de la misma manera.—¿Qué gesto?—El gesto en tu rostro es el mismo de siempre...—¿Cómo el mismo de siempre?—El mismo que pones cada vez que has arruinado o has hecho algo que no debiste hacer —menciona con mucha seguridad—. Dime, ¿qué pasó?—Una cosa stupida... Io fatto una cosa stupida —repito decepcionado al recordar lo que sucedió con Lorey hace menos de dos horas.—¿Qué hiciste? —interroga con mucha curiosidad y, en ese instante, me quedo callado, ya que... no sabía qué decirle a Max, puesto que contarle la verdad, tendría que incluir el hecho de decirle que había pasado una noche con Lorey y que, hace menos de dos horas, la misma me está pidiendo otra más y sin compromiso alguno.Y debo admitir c
************LEONARDO************—Es complicado, Max...—Lo siento, Leo —menciona mi amigo—, pero yo creo que aquí, lo único complicado eres tú —señala firme.—Me he de estar viendo como un adolescente sin saber qué hacer, ¿cierto?—Peor que un adolescente —puntualiza mi amigo, un poco divertido—. Leo, hazme caso, como amigo, quédate aquí y piensa bien lo que vas a hacer —aconseja—. Si extrañas a tus hijos, yo podría traerlos cada fin de semana, pero necesitas estar solo para poder relajarte y tomar la mejor decisión —indica—. No te apresures en hacerlo; porque nada, a prisa, resulta bien —concluye con mucha seguridad—. Por tu bien, Leo. Por el cariño que te tengo como un hermano más que como un amigo... —me mira fijamente a los ojos—, quédate en Ibiza y piensa bien las cosas —precisa—. Si luego de los tres meses, que tú mismo pactaste quedarte en este lugar, crees que lo mejor es no divorciarte y darte otra oportunidad con Norka, está bien... TE APOYARÉ —pronuncia serio—. De verdad l
************LEONARDO************—¿Y qué haces por aquí, Geronimo? —interroga Max.—¿Qué? ¿Ahora no puedo venir a visitar a mi amigo? —responde divertido al mirarme.Después del raro incidente de hace un rato, en el que mi ama de llaves se mostraba muy seria (como nunca antes la había visto), Geronimo, Max y yo nos dirigimos a la pequeña terraza que estaba adjunta a mi sala.Estar en ese lugar era demasiado relajante para mí; sin embargo, desde lo que sucedió con Lorey, hace un par de horas, de algún modo, afectó a que este, por el momento, ya no sea mi lugar para calmarme, puesto que, en este instante, solo me recordaba lo tonto que me comporté con la mujer que... me hizo volver a sentir deseado y, a decir verdad, a la que yo también deseaba.No iba a mentirme... yo sí deseaba otra noche más a su lado. Sin embargo, con lo que había hecho, lo más probable era que, ahora, más allá de otra noche de pasión, lo único que ella querría es abofetearme.«Tengo que arreglar lo que hice», piens
************LEONARDO************—Eres un gran amigo, Leonardo —expresa Geronimo al mirarme y sonreír.—Y tú también eres un gran amigo, Geronimo —correspondo a sus palabras.—Bien, pues, en honor a la amistad —interviene Max—, ¿qué les parece si hacemos un brindis?—Me parece una gran idea —secundo la propuesta de mi amigo.—Bueno, propongo que sea con el delicioso jugo de frambuesas que ha traído Geronimo —añade Max, un tanto divertido, al tiempo en que comienza a servir el jugo en nuestros vasos.—Me parece un poco extraño —comento de forma repentina, con lo cual me gano la atención de mis dos mejores amigos.—¿Qué cosa te parece extraña? —interroga Max.—Que este jugo es de la juguería a la que siempre vamos, cada vez que estamos en Ibiza —les recuerdo; y ellos asienten.—Sí, ahí compré los jugos —menciona Geronimo.—Sí, lo sé —sonrío.—¿Entonces? ¿Qué es lo extraño? —cuestiona mi amigo.—Lo extraño es que a ti no te gustan mucho las frambuesas, Geronimo —le recuerdo—. ¿Por qué tr