***************LOREY****************Después de habernos entregado otra vez, Leonardo y yo nos quedamos, un momento más, dentro del mar hasta poder recuperar nuestra regular respiración. Ya había pasado el tiempo necesario, así que ya estábamos casi listos como para poder articular otra palabra y terminarla.—¿Más tranquilo? —pregunto sonriente al mirarlo.Leonardo, después de nuestra sesión de coito, había recostado su cabeza entre mis senos desnudos, mientras que yo seguía recostada sobre la inmensa roca y con mis piernas envuelta en su cintura.—Sí, más tranquilo —confirma sonriente al tiempo en que eleva su mirada hacia la mía; y, ante ello, yo reacciono, de manera involuntaria, tocando sus muy alborotados cabellos.—Bien...—susurro muy feliz; y eso era una sensación inevitable en mí, en este momento.Ello debido a que, desde hace mucho tiempo, no recordaba cuán perfecto era el sexo y, sobre todo, el del bueno. Leonardo me había hecho sentir completamente extasiada y complacida; t
***************LOREY****************—El camino es más largo de lo que pensé —preciso sonriente al continuar caminando, pero, cada vez, de manera más lenta, puesto que me sentía muy cansada.—Ya falta poco, Lorey —me dice Leonardo al verme.—¿Cuánto?—Solo diez minutos más como máximo —precisa sereno.—Bien... creo que sí lo puedo lograr —señalo divertida al reír.—Tengo una idea —menciona de pronto.—¿Qué idea? ¿Cuál? —interrogo curiosa cuando aquel se ha detenido y, por ende, yo también, puesto que él tenía sujetada una de mis manos.—Ven —se acerca completamente a mí.—¿Qué cosa? ¿Qué harás?—Voy a cargarte —anuncia natural al colocarse de espalda, delante de mí—. ¡Ven! ¡Sube! —me pide al golpear sus hombros con sus manos.—No, Leonardo —me niego en el acto—. Usted debe estar muy cansado.—Suba, Lorey. La cargaré —enfatiza tranquilo—. Yo estoy bien; puedo cargarla.—No, Leo, puedo caminar —puntualizo firme— De verdad, no te preocupes —le pido algo apenada por pensar en que habré es
***************LOREY****************—Aquí..., aquí, aquí, ¡aquí! —indico emocionada al taxista.—Tranquila, Lorey —me habla Leonardo—. El señor conoce el hotel —precisa divertido al sonreírme.Ante ello, yo me giro a verlo y le sonrío también para luego, darle un beso en sus labios.—Lo siento, pero emociona saber que ya llegamos a mi hotel y que solo me queda caminar hasta el fondo, tomar el ascensor, abrir la puerta de mi departamento y tirarme a mi cama —expreso contenta, con lo cual logro hacerlo sonreír —. ¡Ah, pero eso sí! Una ducha primero —agrego serena; y Leonardo vuelve a sonreír.—Bueno, bajemos —me pide—. Te acompañaré hasta tu departamento —señala para después, girarse a ver al taxista—. ¿Usted cree que pueda esperarme por favor?—Claro que sí, señor —le contesta amigable, el hombre.—Gracias —le responde Leo y luego, regresa su mirada a mí—. Bueno, vamos, bajemos...—Ah..., no, no...—¿Qué pasa? —pregunta extrañado al fruncir su ceño.—Tú también debes estar cansado —pu
************************************************************LEONARDO****************Me sentía extraño e... incómodo, pero no era por ella; no era por la hermosa mujer que estaba a mi lado, sino por mí..., por el hecho de que... estaba compartiendo una cama con una mujer que no era mi esposa.Ya había decidido divorciarme de Norka, pero... aún no era libre, así que... no podía dejar de sentirme peor. Sin embargo, por otra extraña razón, a pesar de que la consciencia me indicaba que ya debía parar con esto, no podía, no quería alejarme; me estaba gustando, todo lo que había vivido en los últimos días, me estaba gustando. Todas estas experiencias estaban siendo fantásticas y tenía miedo.Contarle a Lorey la verdad, en este preciso instante, no era una opción. Tenía que encontrar un mejor momento para decirle que estuvo con un mentiroso hombre casado.Era cobarde, pero no sabía qué más hacer; no quería que esto se terminara, no cuando me había dado cuenta de que, tal vez, por impensable
***************LEO****************Llego a mi casa, después de haber salido de su departamento recién por la noche. Habíamos llegado en la mañana a aquel, pero entre la ducha, la comida, el dormir, el conversar, el volver a hacerla mía...; las horas fueron pasando y yo no me había dado cuenta de ello hasta que vi que el sol se había ocultado.Cuando fui consciente de la hora, me despedí y regresé a mi casa. Ordené a todos que se fueran a descansar y que me dejaran solo. Necesitaba pensar sobre varias cosas, pero lo más importante de todo era eso: mi divorcio.Voy a mi despacho, cierro la puerta y camino hacia la pequeña mesa en la que estaban mis botellas de Whiskey. Ahí, me sirvo uno doble para después ir hacia detrás de mi escritorio y tomar mi lugar. Seguido a ello, inhalo y exhalo profundamente un par de veces para poder aminorar, en mí, el nerviosismo y la tensión que sentía.—Bien... llegó la hora —susurro al tiempo en que tomo mi teléfono y comienzo a marcar el número de la per
***************LEO****************—Gracias por escucharme, Max —expreso con total honestidad.—Leo, eso hacen los amigos —señala firme—; además, me alegró mucho saber que la pasaste bien al lado de Lorey —precisa—. Créeme, estás tomando la mejor decisión de todas.—Eso espero, Max —susurro.—Así es, Leonardo —expresa firme—. Ahora, creo que ya es hora de que te comuniques con Norka.—Sí, eso es lo que iba a hacer —señalo serio—. Y tú también ya debes ir con Clarisse —le recuerdo.—Clarisse ya debió haberse dormido después de los gritos que te di —señala divertido—. Estoy segura de que supo que tardaría —señala con diversión; y yo sonrío.—Dale mis saludos a Clarisse, por favor —indico—. Y también a mi ahijada...—No te preocupes; yo lo hago...—Bien, pues entonces me despido; debo llamar a Norka ya...—Bien, Leonardo —responde—. Me avisas a qué hora llegas a Roma para ver algunos puntos, que considero importantes, sobre lo de tu divorcio —menciona—. Necesito de ti para ello.—Bien, n
***************LEO****************Después de haber llamado a los padres de Norka y que su madre me dijera que estaba durmiendo, me puse a pensar en qué es lo que debería de hacer; y así llegué a la conclusión de que informarle mi decisión por teléfono y pedirle que regresara para conversar (o proponerle que yo viajara a Nueva York para hacer lo mismo), no era la mejor manera.—Señor, ¿necesita algo más? —me pregunta mi ama de llaves.—No, muchas gracias —le contesto gentil al acercarme a ella y darle un beso en su frente.—Que le vaya bien en su viaje, señor...—Muchas gracias, Mariana —expreso sincero.—Sé que no debo meterme, pero ¿regresará a Ibiza nuevamente o desea que enviemos su equipaje a Roma?—No, Mariana —respondo—. Yo pienso a regresar a Ibiza, después de resolver el asunto importante que tengo.—Muy bien, señor; entonces me encargaré de que toda la casa marche bien.—Confío en ti, Mariana —preciso al tomar mi pequeña maleta.—Puedo llamar a alguien para que lleve su equi
***************LEO****************—Norka....—¡Ya hablé, Leonardo! —me interrumpe—. ¡No pienso volver! —recalca—. Yo te lo advertí. ¡Te dije que era una idea absurda separarnos tres meses! —exclama—, así que, digas lo que digas, ¡no pienso volver a Roma ahora! Yo te dije que...—¡Ya, Norka! ¡Silencio! —exclamo exasperado—. ¡Ya no soporto que discutamos y peleemos como si no hubiesen otras formas de conversar sobre nuestros problemas! —preciso exaltado—. ¡Y no! ¡No te estoy llamando para que vuelvas y continuemos con nuestro matrimonio! ¡Y sí! ¡Pedirte tres meses de separación fue absurdo! PERO FUE ABSURDO PORQUE NO NECESITÁBAMOS, NI SIQUIERA, DE UN SOLO DÍA PARA SABER QUÉ ES LO MEJOR PARA AMBOS —preciso—. ¡PORQUE YA ERA MÁS QUE EVIDENTE LO QUE DEBÍAMOS HACER; SIN EMBARGO... NO ENTIENDO CÓMO ES QUE NO NOS HABÍAMOS DADO CUENTA! —sentencio al dejar de habalr para poder tranquilizarme un poco, puesto que me había exaltado más de lo que pretendí; de hecho, nunca antes había gritdo de esta