LAURA JENNERNate abrió la puerta del coche y yo salí, cogiendo la mano que me daba. Entramos en el ascensor y pulsamos el botón. Pronto llegamos a su piso y ambos salimos del ascensor. Nate fue directo a su habitación y se tumbó en la cama con la espalda apoyada en ella y separó los brazos, intentando relajarse.Pobrecito. Hoy ha trabajado mucho. Está estresado. Ahora tenemos que ir a la fiesta. Por eso estamos en casa a las cinco y media. Cierra los ojos y respira un poco. Tengo tantas ganas de dormir a su lado y ponerle la mano en el pecho para masajearle los hombros y liberarle del estrés. Pero no lo hago. Me quedé mirándole fijamente.—Nate, ¿estás bien?—, le pregunté de pie al borde de la cama, observándole. Abrió los ojos y me miró. Se sentó sobre el codo izquierdo para mirarme.—No—, respondió.—¿Puedo ayudarte? Pareces muy estresado—, le dije acercándome a él.—En realidad, sí. Pero no ahora. Esta noche, cuando gane—, sonrió y le fulminé con la mirada. ¡Urrgh! Su arrogancia.
LAURA JENNER—Nate.—No puedo evitar decirlo. Estás más guapa de lo normal—, dijo mirándome a los ojos. Me sonrojé ante su comentario. Es una sensación totalmente diferente cuando la persona a la que quiero me hace un cumplido. No puedo contener el rubor. Me aparté el pelo detrás de la oreja.—Gracias.—Todavía te dura la costumbre, ¿eh?—, comentó mientras cogía la mano con la que me echaba el pelo hacia atrás. Siempre que me siento tímida o nerviosa me pongo el pelo detrás de la oreja.—Sí—, respondí tímidamente mirando hacia abajo. Me cogió de la mano y tiró de mí.—Vamos—, dijo mientras me acompañaba fuera de la habitación.—Ahora yo tengo nueve años y tú once. Desde que me devolviste los tacones—, le recordé.—Aún así estás dos puntos por detrás de mí.—Puedo superarlo.—Ya veremos—, dijo mientras entrábamos en el ascensor y éste se ponía en marcha al pulsar el botón. Pronto llegamos a la planta baja y nos dirigimos a su coche. Nos sentamos en su coche. Conduce y pronto estamos en
DIEZ AÑOS ANTESNATANAEL DÍAZSus labios se sienten tan suaves contra los míos. Abrió la boca y le metí la lengua. Sabía tan dulce como el chocolate que acababa de comer. La rodeé con mis manos, acercándola más a mí.—Nate—, gimió y nunca me había gustado tanto mi nombre. Nos separamos lentamente y la miré fijamente a los ojos mientras acariciaba su mejilla derecha con mi mano y la otra la sujetaba por la cintura. Ella me devolvió la mirada. Sólo veo amor e inocencia. Estoy seguro de que mis ojos reflejan lo mismo. Pero no la inocencia.Ella inclinó su cabeza contra la mía. Nuestras narices se tocan. Oigo el piar de los pájaros. Lo de anoche es un éxtasis. Es tan hermosa, encantadora y pura. Me dio su virginidad. Estoy tan orgulloso de ser su primero, en todo. Ella confía tanto en mí y no voy a defraudarla. Ella es mía y sólo mía.—Nate—, volvió a gritar. Me quedé mirándola. —Hmm—, tarareé.—Debería irme. Papá puede salir de casa en cualquier momento ya que estamos aparcados delante
DIEZ AÑOS ANTESLAURA JENNER—Ven aquí—, me dijo mientras abría los brazos. Fui y le abracé. Me devolvió el abrazo mientras me acariciaba la espalda. Me separé y me dio un beso en la frente.—¿Papá?—, le pregunté por qué estaba tan emocionado.—Es como si fuera ayer cuando tenía tu cuerpecito en mis brazos y ya te estás graduando—, me dijo sonriendo. Yo sonreí y él me dio unas palmaditas en la cabeza.Los dos salimos y subimos a su coche. Me alegro de que papá esté aquí el día de mi graduación. Pronto llegamos a la escuela y recibí una llamada de Nate mientras aparcábamos el coche.—¿Nate?—, preguntó papá mientras miraba mi teléfono que estaba sonando. Asentí con la cabeza y contesté.—¡Hola!—, dije al teléfono.—¡Hola Baby! ¿dónde estás? ¿Has venido al colegio? ¿O estás de camino?—, preguntó rápidamente. Sonreí ante sus preguntas.—Acabamos de llegar. Hemos aparcado el coche—, le dije saliendo del coche. Papá también lo hizo y cerró las puertas.—Vale, estaré allí en un minuto—, dijo
DIEZ AÑOS ANTESLAURA JENNER—¿Sí papá?—, le pregunté saliendo de mis pensamientos mientras seguía sentado en el coche pensando en lo que había pasado hacía media hora. Me miró preocupado.—¿Estás bien?—, preguntó con la preocupación dibujada en su rostro. Aparté la mirada de él. No quiero mentir. Papá siempre se da cuenta.—No—, susurré mientras mis ojos volvían a llenarse de lágrimas.—Princesa, sea lo que sea puedes decírmelo. ¿Hizo algo Nate?—, preguntó como si se lo estuviera preguntando a una niña de cinco años. Nate. Su propio nombre me hace llorar. ¿Cómo puede hacerlo? ¿Cómo puede traicionarme así? ¿Era todo sexo para él? ¿Nunca le importaron mis sentimientos? Definitivamente no. Sentí la mano de mi padre en mi hombro, sacándome una vez más de mis pensamientos.—No papá. El no hizo nada. Sólo estoy muy triste porque nos vamos. Eso es todo—, me tapé. El camión que llevaba todo el equipaje se puso en marcha. Todas las cosas estaban empacadas cuando llegamos.—Oh mi niña. Ven aqu
DIEZ AÑOS ANTES NATANAEL DÍAZ—Parece que he ganado—, oí decir a Román desde detrás de mí. ¿Ganado? ¿De qué está hablando? Me doy la vuelta y le miro. Tiene una sonrisa de satisfacción en la cara mientras mira a César.—¿Ganar qué?—, pregunto confusa. Mis otros amigos también sonríen.—La apuesta—, dijo. La he ganado. No es que me siga importando. ¿Pero de qué está hablando? ¿Qué apuesta ha ganado?—¿Qué apuesta ganaste?—, le pregunté.—No, no es la apuesta entre tú y yo. Es una apuesta entre César y yo—, me explicó. Le miré con el ceño fruncido. ¿Una apuesta entre ellos?—¿De qué se trata?—, pregunté con curiosidad.—¿Por qué no lo dices Cesar?—, dijo Román y Cesar lo fulminó con la mirada antes de mirarme a mí.—Era una apuesta sobre si te enamorarías de Laura o no—, dijo. ¡¿Qué?!—¡¿Qué?!—, pregunté en voz alta.—Todo empezó antes incluso de que hiciéramos una apuesta—, dijo Román mirándome fríamente.—¡Román! Será mejor que me digas de qué va esta mierda!—, grité impacientándome.
LAURA JENNER—¡Me has asustado!—, dije poniéndome una mano en el pecho.—Lo siento—, se disculpó.—¿Qué haces en un baño de chicas?—Sólo quería hablar contigo.—¿Sobre qué?—, le pregunté.—De ti, de Nate y de la apuesta ....—, dijo dando un paso hacia mí.Aparté la mirada, sin saber qué decir.—Sé que no estás preparado para enfrentarte a mí, pero deberías afrontar la verdad.—Ah, sí. Ya sé la verdad. Hicisteis una estúpida apuesta que me involucraba. Sé que no se trata de mi virginidad, pero estoy segura de que al final se trata de romperme el corazón...—, me cortó.—¡No! ¡No se trata de romperte el corazón! Espera un momento. ¿Cómo sabes siquiera que teníamos una apuesta?—, preguntó mirándome.—Os oí hablar el día de la graduación.—¿Qué oíste?—¡Os oí hablar la noche anterior de que por fin lo íbamos a hacer! Así que, ¡supuse que se trataba de mi virginidad! Pensé que Nate me iba a romper el corazón, diciéndome que íbamos a romper o que me iba a poner en ridículo delante de vosotr
LAURA JENNERSalimos los dos del coche mientras él lo aparca en el sótano. No puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en la cara. Entramos en el ascensor cogidos de la mano. Pulsó el botón hasta su planta.—¿Estás bien?—, le oí preguntar.—Sí. ¿Por qué?—. Me quedé confusa al saber por qué me preguntaba eso.—Por nada. Es sólo que .... estás sonriendo y me coges de la mano. No es que no me guste. Me encanta. Pero, ¿es una broma?—, me preguntó mirándome divertido.—No. No lo es—, respondí tímidamente, sonrojada por no sé qué.—Ahora sí que te sonrojas—, dijo sonriendo satisfecho.—He dicho que tengo algo que contarte, ¿verdad?—Sí, ¿y este comportamiento está relacionado con ese algo?—Sí—, admití.—Entonces ese algo debe ser muy bueno—, dijo sonriendo también. El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron con un tintineo. Entramos en su casa y me acompañó directamente a su habitación. Empecé a sentirme nerviosa por hablar las cosas con él.Vamos, Laura. Puedes hacerlo. Todo habrá t