NATANAEL DÍAZ
Seguí comprobando el expediente que tenía delante por si había algún error, como hago con todos los expedientes. Pero mi mente ya no está aquí. Espero que hoy sea el día. Espero que al menos hoy venga a mi despacho. Estoy seguro de que mi plan funcionará. Oigo sonar mi teléfono y lo cojo.
—Señor, la señorita Jenner está aquí. Dice que no tiene cita, pero parece que quiere hablar con usted. ¿La hago subir? —, preguntó mi recepcionista. Menos mal que el plan funciona.
—Que suba—, dije y corté.
Sabía que mi poder influía mucho en la sociedad, así que investigue un poco de la vida de mi querida exnovia. Me di cuenta de que no le estaba yendo tan bien que digamos. Su padre está muy enfermo y ahora que está despedida no tiene más alternativa que aceptar lo que le tengo preparado. Nada puede salir mal.
Bien. Ahora subirá a contarme por qué me ha dejado y hablaremos los dos. Las cosas se calmarán. Así de simple. O me rogará por un trabajo. ¡Ya está! Pero algo en mi mente me dice que estoy equivocado. De todos modos, estoy feliz de haber encontrado a mi chica después de todos estos años. Han pasado diez años. ¡Diez malditos años! Desde la última vez que la vi. El día de nuestra graduación.
Estaba a punto de hacer nuestra relación para siempre en ese día. Estaba a punto de proponerle matrimonio ese día, pero ella huyó.
¿Por qué me dejó y huyó?
Sea cual sea la razón. Ahora que la tengo, nunca la perderé de vista. Nunca. Ella cree que puede esconderse de mí para siempre. Pues te equivocas nena.
Cuando la encontré en el bar, bailando con mi propia hermana que también, fue como un golpe en mi mente. Nunca esperé verla allí. Pero antes de que pudiera reaccionar, ella huyó, otra vez.
Ahora, todo cambió. Encontré a mi hermana y también descubrí que Laura trabaja para su marido. Le pedí a mi cuñado que la despidiera del trabajo. No lo cuestionó, pero la despidió como le pedí.
Ahora, todo está en mis manos. La pelota está en mis manos, puedo hacerla girar como quiera. Mis pensamientos se interrumpieron cuando la puerta de mi despacho se abrió de golpe y entró Laura, que parecía furiosamente. Parecía tan enfadada. Solo quería aplastarla contra mí y sentirla contra mí.
—¡Señor Díaz! ¡¿Qué crees que haces?! ¡¿Eh?! Solo porque sea dueño de una gran empresa, no significa que pueda despedir a la gente de sus puestos de trabajo y quitarles su medio de vida. Además, yo...—, la interrumpí en su sesión de palabras de despido.
—¡Señorita Jenner! —, dije en voz alta y ella se detuvo. Me fulminó con la mirada.
—¡¿Qué?!
—¿Quieres dejar de gritar y sentarte para que podamos hablar? —, le dije con desgana.
—¡¿Qué?! ¡¿Hablar contigo?! Oh, ¡por favor!
Esto no es lo que esperaba. ¡Dios mío! ¡Ha cambiado!
—¿Qué estás mirando? Sé que tuviste algo que ver con que yo perdiera mi trabajo—, me acusó con la mirada. De acuerdo, entonces me interpondré en su camino. Me recosté en mi sillón de cuero y crucé las piernas. La miré con arrogancia.
—Sí, tienes razón. Sí, tienes razón. Yo soy la razón por la que perdiste tu trabajo. ¿Y qué vas a hacer al respecto? —, le pregunté mientras enarcaba una ceja y sonreía. Se quedó con la boca abierta. Parece que mi chica no se esperaba esto de mí.
Su boca se abría y se cerraba constantemente. Eso me hizo mirar sus deliciosos labios, que había probado hace mucho tiempo. La sola idea me trajo recuerdos de nuestra primera y última noche de amor, cuando me entregó su virginidad
—Dime Baby. ¿Qué vas a hacer ahora? —, le pregunté y ella se puso rígida cuando la llamé Baby, como siempre solía hacer cuando salíamos en el último curso.
—YO... YO...
—¡Oh! Pobre de ti. Sin trabajo. ¿Cómo vas a vivir ahora? —, le pregunté sin dejar de mirarla. Me arrepentí en cuanto dije esas palabras. M*****a sea. Ahora va a llorar. Es tan sensible. ¿No puedo pensármelo dos veces antes de hablar? La miré preocupado, pero nunca esperé que me sonriera. Se cruzó de brazos mientras me miraba a los ojos. ¡Dios, qué ojos! Los echaba de menos.
—Haré lo que sea. Pero nunca acudiré a ti en busca de ayuda—, dijo y se dio la vuelta para marcharse. Me levanté rápidamente. ¡No! No puede dejarme.
—Ah, ¿y cómo vas a hacerlo? —, le pregunté y ella se dio la vuelta.
—No es asunto tuyo.
—Niña. Estoy seguro de que a estas alturas habrás probado muchas empresas y asistido a muchas entrevistas, pero ¿sabes por qué no has conseguido ninguna de ellas? —, le pregunté mientras daba la vuelta a mi mesa y me acercaba a ella. —Es por mi culpa—, completé mientras me colocaba frente a ella.
—Lo sé—, me dijo en voz baja y enfadada. Ahora solo quiero llevarla a mi mesa. Está tan buena con esa ropa de trabajo y esas gafas negras.
—Entonces, ¿cómo crees que vas a conseguir un trabajo? Oh, y estoy seguro de que ni siquiera te convertirás en camarera. No te dejaré hacer ese tipo de trabajos—, le dije mirándola a los ojos. Ella gruñó.
—Tú... Tú... tú...—, empezó y yo me reí. Dios, ¡todavía no sabe decir palabrotas!
—¿Qué? ¿Todavía no sabes maldecir? —, me burlé de ella y me miró fijamente. Su cara estaba roja de ira. Le sale humo por las orejas. Es un espectáculo digno de ver.
—¡Te odio! —, dijo enfadada y se me paró el corazón. Así no es como quería que fueran las cosas. ¡¿Me odia?! ¿De verdad me odia o lo dice por rabia? Debería ser yo el que estuviera enfadado por haberme dejado.
—¡Ódiame todo lo que quieras! Pero no vas a conseguir trabajo en ningún sitio—, le dije.
—¡¿Qué quieres de mí?!—. Sonreí con satisfacción. Te tengo donde quiero. Fui detrás de ella y me aseguré de que mis labios tocaran ligeramente su oreja. Se estremeció cuando lo hice. Qué bien.
—Trabaja para mí—, susurré.
—No. No lo haré—, dijo y se dio la vuelta.
—Lo harás, pequeña. No tienes elección. Sé que tu padre está muy mal y no tienes como pagar los gastos médicos. Piénsalo. Si sales de esta oficina y buscas otros trabajos, ¿Podrás reunir todo ese dinero? No. No lo harás. Quiero que trabajes para mí y trabajarás para mí. Consigo lo que quiero—, completé con arrogancia, haciéndola mirar mientras lo decía, levantándole la cabeza con mi dedo bajo la barbilla. Su cara está tan cerca de mí. Ahora quiero besarla.
—¿Cómo sabes lo de mi padre? — frunció el ceño.
—Soy poderoso en la sociedad— alardeé.— Averiguar algo como eso es pan comido para mí.
—¡Urggh! —, dijo mientras se apartaba de mí. Le sonreí con satisfacción, mientras volvía a atraerla hacia mí. La aplasté contra mí y sus pechos se apretaron contra mi pecho. Su aroma me envolvió. Tragué saliva.
—Parece que alguien no tiene elección—, le susurré al oído. Ella me miró y yo sonreí por dentro mientras mantenía una mirada arrogante por fuera.
—Realmente eres una persona de corazón frío. Eres... Eres una bestia—, dijo mientras hacía gestos de frustración con las manos en el aire.
—Quizás…
—Si trabajo aquí, ¿cuál será mi trabajo? —, preguntó.
—¿Qué? ¿Trabajarás para mí? —. Sonreí.
—Por supuesto que no. Te dije que no necesito de tu m*****a lástima. — empuño las manos.
—Bueno, el cáncer de tu padre avanzará lo suficientemente rápido como para que, de acá a ciertos meses tengas que enterrarlo— me di la vuelta sabiendo lo que pasaría. — Solo espero que tu conciencia no te persiga el resto de tu vida— sus ojos estaban llorosos. No sabía si de tristeza o de rabia. Bajo la cabeza viendo hacia el suelo en un completo silencio. Pasaron unos minutos hasta que nuevamente abrió su boca.
—¿Cuál sería mi trabajo?
—Bien, tu trabajo es ser mi asistente personal—, dije cada letra lenta y seductoramente. Ella tomó aire y cerró los ojos. Puse mi cara en su cuello.
—Pero si ya tienes una asistente personal—, dijo con calma. Le di un beso. Se estremeció e intentó empujarme. La abracé con fuerza. Su piel seguía siendo tan suave.
—Nena, no me has oído bien. Quiero que trabajes como mi asistente muy, pero muy personal—, le dije mientras le daba un beso en la boca. Por un minuto ella no protestó y justo cuando estaba a punto de reclamar sus labios, me empujó.
—¿Qué? ¿Qué clase de trabajo es ese? —, preguntó mirándome con el ceño fruncido. Está tan hermosa.
—Es un trabajo muy especial.
—Sé que estás planeando algo. No lo haré si es una especie de trampa—, dijo decidida. Me encogí de hombros.
—Es tu deseo. O lo haces o tu padre muere—. Por favor, déjate llevar. Se lo pensó un momento. Resopló, me miró y luego bajó la mirada.
—De acuerdo, lo hago por la vida de mi padre, porque si no fuera por eso, jamás trabajaría contigo Natanael Díaz—, dijo, y yo bailé feliz en mi mente. Una sonrisa malvada bailó en mis labios.
—Bien. Puedes empezar a partir de mañana—, dije y la dejé. Pero quería besarla. Me senté en mi silla.
—Vale—, dijo ella y estaba a punto de marcharse. ¿No puede quedarse un poco más?
—Ven a las seis de la mañana. Odio a la gente que llega tarde—, le dije y se dio la vuelta con la boca abierta.
—¡¿Qué?! ¡¿Las seis de la mañana?!—, preguntó con cara de asombro.
—Sí. Ahora si me disculpas—, dije mirando mi expediente. Si me quedo mirándola un minuto más, la besaré sin sentido.
—Bestia—, la oí murmurar en voz baja, antes de que cerrara la puerta. Cuando se fue, levanté la cabeza y miré hacia la puerta.
Soy una bestia, pequeña. Pero yo soy tu Bestia y tú eres mi bella.
LAURA JENNERMe desperté a las cinco de la mañana. Por culpa de ese bastardo. Urrgh... Me preparé rápidamente y salí. Me senté en mi asiento y conduje hasta la oficina. Golpeé el volante enfadada.No puedo creer que tenga el descaro de buscarme después de lo que me hizo con su amigo. Pase uno de los momentos más vergonzosos. Esa apuesta lo cambió todo y jamás se lo perdonaré.¡Seguía huyendo de él y ahora me ha encontrado! ¡¿Qué más quiere de mí?! Se lo di todo. ¡¿Aún no está satisfecho?! ¿Qué más puede romper en mí? Ya me rompió el corazón. Ahora me está haciendo trabajar para él y estar con él todos los días, cada minuto. Urrgh...Habría hecho algún trabajo barato o cualquier otro, pero necesito más dinero y para eso tengo que hacer este trabajo. Mi padre está en el hospital. Su enfermedad pulmonar es cada día más peligrosa. Necesito dinero para su operación. Para eso tengo que trabajar aquí. Mi padre es mi única familia. Mi madre murió cuando yo tenía trece años de la misma enferme
LAURA JENNEREsto es ridículo. Llevo una hora repasando todas las cláusulas. Cada una de ellas es estúpida. Cada una me hace querer pegarle fuerte en la cabeza cuando las leo. Ha mencionado todo, cada detalle que tengo que hacer. No hay ni una sola laguna que me haya costado tanto encontrar. Gruñí y leí la siguiente cláusula.¡¿Qué?! ¡Todas son así! ¡Algunas cláusulas son aún más estúpidas!Cláusula 4: Elige el traje y los pantalones que debe llevar para el trabajo.Cláusula 5: Anudarse la corbata todos los días.Cláusula 6: Debe desayunar, comer y cenar con él todos los días.¿Qué es esto? ¿Es este el trabajo de una asistente? Se aseguró de que pasara cada minuto, cada segundo del día con él. Lo miré y lo encontré sonriendo mientras miraba un archivo. Sé que puede sentir mi enfado y que está disfrutando con ello. Urggh... No aguanto más. Me levanté enfadada y fui hacia él.—¡Señor Díaz! —, le llamé enfadada. Él seguía mirando su expediente. Le llamé lo suficientemente alto como para
LAURA JENNER —¿Ya hemos llegado? —, le pregunté, mientras seguíamos en su coche. —Sí, casi—, respondió mirándome. Giré la cabeza para no tener su intensa mirada sobre mí.—Mmm—, dije mirando por la ventanilla. Pronto el coche se detuvo y le oí decir.—Hogar. No, dulce hogar, ahora que estás aquí—, me susurró al oído, apartándome un poco el pelo.—Basta, Natanael—, le dije alejándome de él. No tardó en rodearme la cintura con la mano y tirar de mí. —¿De verdad necesitas tirar de mí hacia ti todo el tiempo? —Lo siento, pequeña. No puedo evitarlo. Llevas diez años lejos de mí. No sabes cuánto te he echado de menos.—¿Me enseñas mi habitación? —, dije sintiéndome un poco cansada. —Nuestra habitación—, corrigió y tiró de mí con él. —Esto no es una broma. Enséñame mi habitación—, le ordené. Se detuvo y me miró, inclinando la cabeza hacia un lado y cruzó las manos cerca del pecho como si estuviera pensando.—Ok. Es tu habitación la que compartiré contigo—, dijo y tomó mi mano jalándome
LAURA JENNER Cuando dejé de llorar, me acerqué al armario de su habitación y abrí la puerta. Entré y saqué unos pantalones cortos de algodón azul oscuro y una camiseta de tirantes blanca. Salí y lo encontré tumbado en su cama, sonriendo mientras miraba al techo. Le fruncí el ceño y entré en el cuarto de baño. Me sorprende ver que allí están mis jabones favoritos. ¡¿Se acordaba de todas estas cosas sobre mí incluso después de diez años?! ¿Por qué? ¿No soy nada para él? ¿Verdad? Salí de mis pensamientos y me quité la ropa. Me bañé limpiamente y me puse la ropa que había traído. Me miré hacia abajo. Mis pantalones cortos son un poco demasiado cortos delante de él. Con ese pensamiento salgo y me lo encuentro entrando en la habitación solo con un bóxer azul. Mis ojos se abren de par en par. ¿Qué lleva puesto? ¡¿No sabe que ahora hay una mujer viviendo con él en su casa?! Me miró y vino hacia mí. Empezó a acercarse, pero levanté la mano para detenerlo. ¡Cielos! Está tan bueno con... co
LAURA JENNER Me desperté jadeando cuando el estruendo del trueno retumbó a mi alrededor. Mis ojos buscaron frenéticamente a Nate, pero la cama estaba vacía. El recuerdo de mi sueño inquietante aún persistía, recordándome promesas rotas y heridas abiertas que se resisten a sanar. ¿Realmente alguna vez signifiqué algo para él? ¿O fui solo su apuesta? ¿Su juguete sexual? —Buenos días, niña— su voz resonó alegremente, irrumpiendo en mis pensamientos. Lo vi entrar y depositar una bandeja en la mesita de noche. ¿Qué se supone que está haciendo? —¡Maldita sea! ¿Cuántas veces te voy a decir que no me llames así?— Le dije con el ceño fruncido. —No puedes evitarlo. Y también te traje el desayuno. Toma.— Su oferta quedó suspendida cuando otro trueno rugió. Apreté los puños, ocultando mi temor. Pero él lo notó, capturando mi ansiedad mientras mis dificultosas respiraciones me traicionaban. ¡Mierda! Aunque estoy furiosa con él, se me dificulta tener valor para los truenos. —Oh, mi niña, — mu
LAURA JENNER Regresé al cuarto y me di cuenta de que Nate seguía ahí. Me senté en la cama hasta que salió del baño. Comí el desayuno que trajo y leí el periódico que trajo junto con la comida. Las gotas de agua gotean de su pecho desnudo y se puede ver su línea en V. —Pensé que te habías ido—, dije mirando hacia abajo. No quería verlo casi desnudo. —No hay necesidad de evitar que me deseas, nena, esto es todo tuyo. Puedes mirarlo cuando quieras. Además... ¿Quién puede resistirlo?—, agregó con arrogancia. —¡Graaan cosa!—Respondo tratando de provocarlo.— quizás si supiera que eso lo utilizaste solo en mí, fuera diferente, pero… no, querido, yo paso. —¡¿Qué?! ¿Cómo puedes decirme eso? Al menos si yo estuviera en tu lugar estaría babeando porque se te cayera la toalla—, dijo guiñando un ojo. —¡Nate!—, me detuve— Lo siento, pero lo último que harás, será ponerme un dedo encima de mi cuerpo. —Yo de ti no estuviera tan segura de eso, sabes que cuando me propongo algo lo cumplo—, dijo
LAURA JENNER—Luke es...—, dejé de mirar hacia otro lado.—¿Quién es él?—, Preguntó con impaciencia.—Luke es realmente mi exnovio y le dije que no me llamara 'Bebé', pero no me escucha—, le respondí mirándolo. Nate sigue mirándome con ojos enojados. Sin embargo, me mantuve firme. Doblé mis manos cerca de mi pecho y miré sus ojos enojados.—Vi un mensaje sobre él diciendo 'Estaré esperando tu respuesta bebé'. ¿Qué significa eso?—, preguntó. Ahora toda mi confianza se ha ido. ¡Oh, no! Esto no es bueno—Yo... Uh…—¡Solo di lo que es, nena!—, siseó. Miré sus enojados ojos rojos.—Él quiere que estemos juntos de nuevo y me pidió que lo pensara—, respondí mientras temblaba ligeramente por su ira. Su rostro ahora luce amenazador. Di un paso atrás, pero él tiró de mí por el brazo. Nuestros rostros están tan cerca.—¿Tú?—¿Qué?—, pregunté confundida.—¿Quieres volver con él?—No. No quiero—, dije honestamente.—Bien. Porque no me gustaría y lo hubiera matado con ira—, dijo mirándome a los ojo
NATANAEL DÍAZMe quedé allí en estado de shock, con la boca casi abierta. ¿Ella supo? ¿Ella sabía sobre la apuesta? ¡¿Cómo?! ¿Cómo lo supo? Dobló las manos cerca del pecho y levantó una ceja hacia mí.—¿Sorprendido?—, preguntó con arrogancia en su voz.La miré sin saber qué decir.—Yo también me sorprendí, al igual que tú, cuando me enteré. De cómo me usaste para la apuesta—, espetó con veneno en su voz. Ella me dio una mirada de disgusto. No puedo soportar esa mirada en sus ojos por mí. No. Por favor, no me mires así, Laura.—Niña-—, dije dando un paso hacia ella mientras extendía mi mano para sostener su brazo. Instantáneamente retrocedió, no queriendo que la tocara, como si mi toque quemara su piel.—¡No! ¡No! ¡Detente ahí!—, Ordenó mientras levantaba la mano.—Laura, escucha—, comencé de nuevo, queriendo que ella escuchara mi desesperación.—¡No! ¡No me queda nada por escuchar! ¡Se acabó! ¡Se acabó todo! ¡No quiero escuchar nada de lo que sale de tu boca! ¡No te creeré!—Por favor