LAURA JENNER
Esto es ridículo. Llevo una hora repasando todas las cláusulas. Cada una de ellas es estúpida. Cada una me hace querer pegarle fuerte en la cabeza cuando las leo. Ha mencionado todo, cada detalle que tengo que hacer. No hay ni una sola laguna que me haya costado tanto encontrar. Gruñí y leí la siguiente cláusula.
¡¿Qué?! ¡Todas son así! ¡Algunas cláusulas son aún más estúpidas!
Cláusula 4: Elige el traje y los pantalones que debe llevar para el trabajo.
Cláusula 5: Anudarse la corbata todos los días.
Cláusula 6: Debe desayunar, comer y cenar con él todos los días.
¿Qué es esto? ¿Es este el trabajo de una asistente? Se aseguró de que pasara cada minuto, cada segundo del día con él. Lo miré y lo encontré sonriendo mientras miraba un archivo. Sé que puede sentir mi enfado y que está disfrutando con ello. Urggh... No aguanto más. Me levanté enfadada y fui hacia él.
—¡Señor Díaz! —, le llamé enfadada. Él seguía mirando su expediente. Le llamé lo suficientemente alto como para que me oyera.
—Natanael—, le grité esta vez con más rabia. Seguía sin hacerme caso. Ahora quiero arrancarle ese expediente.
—¡Nate! —, le llamé y levantó la cabeza para mirarme mientras sonreía.
—Sí, Baby. ¿Me has llamado? —, preguntó inocentemente. Mi mandíbula está apretada por la ira. Puse delante de él la fotocopia que me había dado sobre esas estúpidas cláusulas.
—¿Qué es esto? ¿Qué son estas cláusulas? Son tan... tan... No sé ni qué decir—, levanté las manos.
—Entonces no digas nada Baby—, dijo mirándome.
—¡Tú! ¡Me has acorralado para que lo firme sin leerlo! —, le acusé. Ahora mismo quiero pisar fuerte y enseñarle un dedo.
—¿Qué? ¡No! Recuerda bien. Solo he dicho que tienes miedo de hacer lo que pone en el contrato. No te he dicho que no lo leas. ¿Cómo es eso de provocarte? —, me preguntó poniendo cara de inocente. Pero yo sabía mejor que no hay inocencia presente en esta Bestia delante de mí.
—¡Nate! Los dos sabemos que lo has dicho intencionadamente—, le dije en voz peligrosamente baja. Pero a él parece no afectarle. Se recostó en su silla tranquilamente y me miró. Yo no dejé de fulminarle con la mirada.
—Sí. Tienes razón. Lo hice intencionadamente para provocarte. Pero no te dije que te provocaras. Solo lo intenté. ¿Qué vas a hacer ahora? —, me preguntó sonriendo. ¡Cómo me gustaría quitarle esa sonrisa de la cara!
—¡Te odio Nate! Te odio muchísimo. Tú... Bestia—, grité furiosa. Sus ojos parecieron adoloridos por un segundo, pero pronto lo disimuló.
—Sí, pequeña. Yo soy la Bestia—, dijo con arrogancia.
Estoy segura de que se me veían las venas del cuello de la rabia.
—¡Ahora! Lee cada uno de ellos. Estoy seguro de que no has leído todo el archivo—, dijo devolviéndomelo. Quiero coger ese archivo y golpearle repetidamente en la cabeza con él. Me imagino haciéndolo. Pero me conformo con cogérselo con la mandíbula apretada.
Estaba a punto de volver al sofá, pero él me detuvo diciendo.
—Ven. Siéntate aquí—, dijo invitándome a sentarme en su regazo. Le fulminé con la mirada.
—¡No!
—Me gusta cuando muestras enfado en tus ojos. Es como si un gato bebé intentara enfadarse, pero aun así parece tan tierna—. Volviendo al tema. ¿Has olvidado una de las cláusulas? Siéntate en su regazo cuando te lo pida—, dijo, y yo me acerqué a él sin dejar de mirarle y me puse a su lado. ¿Cómo debo sentarme ahora? Me cogió por la cintura y grité
—¡Nate! —. Me besó la mejilla de lado y lo empujé al instante. Sus besos me producían asco.
Acercó la silla a la mesa y empezó a trabajar. Su respiración me acariciaba la cara y sus labios rozaban mi mejilla y cada vez que se tocaban me besaba. Es irritante.
—Siéntate aquí—, me ordenó.
—Es incómodo contigo trabajando y yo leyendo.
—Entonces pon tu cabeza en mi pecho y yo me siento en mi silla a trabajar—, sugirió, y volví a mirarle con odio.
—No. No lo haré. —Bajé la vista y leí otra cláusula.
Sírvele comida todas las mañanas.
—¡Nate! ¿Qué es esto? ¿Crees que soy tu sirvienta? —, dije enfadada.
—¿Qué? ¡No! ¿Qué ha pasado?
—Lea la cláusula 17—, le dije dándole el expediente. Lo cogió y lo leyó. Luego me miró sonriendo tímidamente. Le miré confusa.
—Sabes, pequeña, yo no te obligaría a hacer cosas así. Solo lo he puesto por si te sirve cuando te enfades conmigo—, me dijo sonriendo. Quiero tirarle el soporte del bolígrafo ahora mismo. Le quité la carpeta. Empecé a leer de nuevo, preparando mi mente para otro sobresalto.
Dormir en la misma habitación que él.
Solté un grito ahogado. Levanté la vista y lo encontré sonriéndome.
Me quitó la carpeta del otro lado de la mesa y leyó la cláusula.
—Es una de mis favoritas—, dijo, y yo me quedé allí sentada. No sabía qué decir. Le quité el expediente.
—De ninguna manera voy a acostarme contigo. Deja de soñar—, le dije.
—Oh, nena. Yo nunca sueño. Consigo lo que quiero. Dormirás en la misma habitación que yo. Cuando te mudes conmigo hoy, entenderás por qué.
—¿Qué? ¿Debo mudarme contigo hoy? —, pregunté sorprendida.
—No te preocupes. He llamado a mis trabajadores para que recojan tus cosas de tu casa y las pongan en mi habitación—, dijo quitándole importancia al asunto. Quise abalanzarme sobre él y eso fue lo que hice. Me acerqué a él y estuve a punto de golpearle en el pecho con rabia. Me tiró hacia él y caí sobre él. Estaba a punto de apartarme, pero me agarró de los muslos y me movió, y de repente estoy a horcajadas sobre él.
Jadeé. Intenté levantarme, pero fue inútil. Me puso la mano en el pelo y tiró suavemente de él. Se movió hacia mí y yo retrocedí. Me inclinó hacia atrás y ahora mi espalda tocaba la mesa de cristal y mi espalda estaba arqueada
—Mi niña luchadora. Has crecido mucho—, me dijo sin dejar de besarme.
—Nate—, le grité. Se separó lentamente y me sostuvo con él. Le miré fijamente a los ojos fríos.
—Nena—, dijo lentamente. Entonces llamaron a la puerta. Me aparté rápidamente de él y me levanté.
Le oí maldecir por lo bajo y le dije a la persona que entrara.
—Samantha, ¿qué pasa? —, le preguntó.
—Tienes una reunión a las once—, le dijo ella y él asintió.
—Vale. ¿Eso es todo? —, le preguntó y ella asintió.
Ella miró entre los dos y él volvió a hablar.
—Oh, Samantha, te presento a mi novia Laura. Laura, este es Samantha, mi asistente personal—, dijo y yo le fulminé con la mirada.
Cláusula 23: A todo el mundo me presentará como su novia.
—Hola—, me dijo tendiéndome la mano. Me sonrió cálidamente y yo le devolví la sonrisa.
—¡Hola! —, cogí su mano y la estreché.
—Puedes irte Samantha—, dijo y ella asintió antes de irse.
—En serio. Odio esa cláusula y todo tu maldito contrato, al igual que a ti—, dije en voz baja.
*
—¿Has terminado? —, le pregunté mientras me levantaba.
—Solo dos minutos más, pequeña. Nos vamos—, dijo sin mirarme. Asentí con la cabeza, aunque él no podía verme.
Cogí mi bolso y nos dispusimos a salir juntos, pero él se detuvo.
—Has crecido mucho, baby—, me dijo mientras me empujaba contra la pared de cristal. Le miré a los ojos.
—No me llames así—, le dije mientras me sujetaba las manos por encima de la cabeza.
—¿Que no te llame qué? —, preguntó mientras ponía su pierna entre mis piernas para impedir que me moviera. Nuestras respiraciones se entrecortaron.
—Baby—, le respondí.
—¿Y si te llamo nuevamente? —, retó mientras me miraba los labios.
—No quiero que lo hagas—. Su cercanía está afectando a mi cuerpo. Siento que le respondo.
—Nena—, dice y se dispone a besarme, cuando su teléfono empieza a sonar. Maldijo en voz baja y yo solté un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. ¡Dios, contrólate Laura! ¡Él es el villano! ¡No puedes enamorarte de él! No cometas el mismo error dos veces. Me recordé a mí misma. Se apartó de mí y respondió a su llamada.
Seguía hablando por teléfono. Ambos entramos en el ascensor y le oí dar órdenes. Pronto llegamos abajo y cortó la llamada. Seguía sujetándome la mano con fuerza, que, aunque me dejara un segundo, saldría corriendo de su lado
—Mi casa—, le dijo al conductor. Me volví hacia él.
—Natanael quiero ir a casa una vez. Necesito llevarme algunas cosas de allí—, le dije.
—No hace falta. Todas tus cosas las llevo a mi suite. No tienes que preocuparte—, me dijo.
—¿En serio? ¿Todo?
Se encogió de hombros. Seguía cogiéndome de la mano.
—¿Por qué haces esto? —, le pregunté mientras resoplaba. Me miró a los ojos. Hubo un minuto de silencio antes de que volviera a hablar.
—No quiero que vuelvas a huir de mí—, dijo y le fulminé con la mirada.
—De todas formas, no me voy a quedar aquí. Cuando acabe este contrato, me iré de la empresa—, dije enfadada y me llevé las manos al pecho mientras las soltaba.
—Sí. Como si alguna vez fuera a ocurrir—, dijo y le devolví la mirada.
—¿Por qué no iba a pasar? —, pregunté y él se rio entre dientes.
—Nena, piensa una vez. Vivirás conmigo cada segundo en mi oficina, en mi casa, en mi habitación. No me dejarás. Lo sé. Porque soy demasiado guapo y atractivo—, dijo con arrogancia. Puse los ojos en blanco.
—Oh, y para eso, ¿tardarás dos años? —, me burlé de él. Me fulminó con la mirada.
—No. Con un año me basta—, dijo apretando los dientes.
—¡¿Un año?! ¿¡Un año entero!?—, dije como sorprendida, mientras me ponía las manos en la cara con los ojos muy abiertos. —Pensé que un hombre como tú solo tardaría cuatro o cinco meses en enamorar a una chica.
—Oh puedo hacer que te enamores de mí en solo un mes. Espera un momento. Ya te has enamorado de mí, Baby. Así que no necesito intentarlo más. Solo necesito que te des cuenta—, dijo sonriendo.
—Sí, hacer que una chica se enamore de ti es muy fácil. Porque eso es lo que haces todo el tiempo. Jugar con sus corazones y aplastarlos al final. Una vieja historia la cual viví en carne propia y lo sabes—, murmuré en voz baja. Me miró como si hubiera oído lo que dije.
—¿Qué ha sido eso?
—Nada. Entonces, si solo un mes es suficiente, ¿por qué no reduces el contrato a un mes, en lugar de años? —. Giro la cabeza para mirarle y me encuentro con que me mira divertido.
—No puedes provocarme, pequeña. Soy más listo que tú. Puedo entender tus planes. Te conozco mejor que tú misma. No lo olvides—, me dijo al oído. Apreté los dientes. Sus palabras me traen recuerdos lindos y tristes:
—¿Cómo sabes que quiero este helado ahora?
—Lo sé porque hoy es sábado y son las once de la noche. Comes helado a esta hora todos los sábados, ¿verdad? —, dijo y yo asentí.
—¿Cómo lo sabes?
—Nena, no necesitas preguntarle a la persona que amas para saber de ella—. Me sonrojé.
—Gracias de nuevo.
—Nena, recuerda una cosa. Te conozco mejor de lo que tú te conoces a ti misma. No lo olvides. ¿Vale? —, dijo y yo asentí.
—De acuerdo.
—Ahora dame las gracias correctamente—, dijo y me besó en los labios. Le devolví el beso sonriendo.
Éramos tan felices. Pero luego todo cambió.
¿Por qué tenía que hacerlo? ¿Por qué?
LAURA JENNER —¿Ya hemos llegado? —, le pregunté, mientras seguíamos en su coche. —Sí, casi—, respondió mirándome. Giré la cabeza para no tener su intensa mirada sobre mí.—Mmm—, dije mirando por la ventanilla. Pronto el coche se detuvo y le oí decir.—Hogar. No, dulce hogar, ahora que estás aquí—, me susurró al oído, apartándome un poco el pelo.—Basta, Natanael—, le dije alejándome de él. No tardó en rodearme la cintura con la mano y tirar de mí. —¿De verdad necesitas tirar de mí hacia ti todo el tiempo? —Lo siento, pequeña. No puedo evitarlo. Llevas diez años lejos de mí. No sabes cuánto te he echado de menos.—¿Me enseñas mi habitación? —, dije sintiéndome un poco cansada. —Nuestra habitación—, corrigió y tiró de mí con él. —Esto no es una broma. Enséñame mi habitación—, le ordené. Se detuvo y me miró, inclinando la cabeza hacia un lado y cruzó las manos cerca del pecho como si estuviera pensando.—Ok. Es tu habitación la que compartiré contigo—, dijo y tomó mi mano jalándome
LAURA JENNER Cuando dejé de llorar, me acerqué al armario de su habitación y abrí la puerta. Entré y saqué unos pantalones cortos de algodón azul oscuro y una camiseta de tirantes blanca. Salí y lo encontré tumbado en su cama, sonriendo mientras miraba al techo. Le fruncí el ceño y entré en el cuarto de baño. Me sorprende ver que allí están mis jabones favoritos. ¡¿Se acordaba de todas estas cosas sobre mí incluso después de diez años?! ¿Por qué? ¿No soy nada para él? ¿Verdad? Salí de mis pensamientos y me quité la ropa. Me bañé limpiamente y me puse la ropa que había traído. Me miré hacia abajo. Mis pantalones cortos son un poco demasiado cortos delante de él. Con ese pensamiento salgo y me lo encuentro entrando en la habitación solo con un bóxer azul. Mis ojos se abren de par en par. ¿Qué lleva puesto? ¡¿No sabe que ahora hay una mujer viviendo con él en su casa?! Me miró y vino hacia mí. Empezó a acercarse, pero levanté la mano para detenerlo. ¡Cielos! Está tan bueno con... co
LAURA JENNER Me desperté jadeando cuando el estruendo del trueno retumbó a mi alrededor. Mis ojos buscaron frenéticamente a Nate, pero la cama estaba vacía. El recuerdo de mi sueño inquietante aún persistía, recordándome promesas rotas y heridas abiertas que se resisten a sanar. ¿Realmente alguna vez signifiqué algo para él? ¿O fui solo su apuesta? ¿Su juguete sexual? —Buenos días, niña— su voz resonó alegremente, irrumpiendo en mis pensamientos. Lo vi entrar y depositar una bandeja en la mesita de noche. ¿Qué se supone que está haciendo? —¡Maldita sea! ¿Cuántas veces te voy a decir que no me llames así?— Le dije con el ceño fruncido. —No puedes evitarlo. Y también te traje el desayuno. Toma.— Su oferta quedó suspendida cuando otro trueno rugió. Apreté los puños, ocultando mi temor. Pero él lo notó, capturando mi ansiedad mientras mis dificultosas respiraciones me traicionaban. ¡Mierda! Aunque estoy furiosa con él, se me dificulta tener valor para los truenos. —Oh, mi niña, — mu
LAURA JENNER Regresé al cuarto y me di cuenta de que Nate seguía ahí. Me senté en la cama hasta que salió del baño. Comí el desayuno que trajo y leí el periódico que trajo junto con la comida. Las gotas de agua gotean de su pecho desnudo y se puede ver su línea en V. —Pensé que te habías ido—, dije mirando hacia abajo. No quería verlo casi desnudo. —No hay necesidad de evitar que me deseas, nena, esto es todo tuyo. Puedes mirarlo cuando quieras. Además... ¿Quién puede resistirlo?—, agregó con arrogancia. —¡Graaan cosa!—Respondo tratando de provocarlo.— quizás si supiera que eso lo utilizaste solo en mí, fuera diferente, pero… no, querido, yo paso. —¡¿Qué?! ¿Cómo puedes decirme eso? Al menos si yo estuviera en tu lugar estaría babeando porque se te cayera la toalla—, dijo guiñando un ojo. —¡Nate!—, me detuve— Lo siento, pero lo último que harás, será ponerme un dedo encima de mi cuerpo. —Yo de ti no estuviera tan segura de eso, sabes que cuando me propongo algo lo cumplo—, dijo
LAURA JENNER—Luke es...—, dejé de mirar hacia otro lado.—¿Quién es él?—, Preguntó con impaciencia.—Luke es realmente mi exnovio y le dije que no me llamara 'Bebé', pero no me escucha—, le respondí mirándolo. Nate sigue mirándome con ojos enojados. Sin embargo, me mantuve firme. Doblé mis manos cerca de mi pecho y miré sus ojos enojados.—Vi un mensaje sobre él diciendo 'Estaré esperando tu respuesta bebé'. ¿Qué significa eso?—, preguntó. Ahora toda mi confianza se ha ido. ¡Oh, no! Esto no es bueno—Yo... Uh…—¡Solo di lo que es, nena!—, siseó. Miré sus enojados ojos rojos.—Él quiere que estemos juntos de nuevo y me pidió que lo pensara—, respondí mientras temblaba ligeramente por su ira. Su rostro ahora luce amenazador. Di un paso atrás, pero él tiró de mí por el brazo. Nuestros rostros están tan cerca.—¿Tú?—¿Qué?—, pregunté confundida.—¿Quieres volver con él?—No. No quiero—, dije honestamente.—Bien. Porque no me gustaría y lo hubiera matado con ira—, dijo mirándome a los ojo
NATANAEL DÍAZMe quedé allí en estado de shock, con la boca casi abierta. ¿Ella supo? ¿Ella sabía sobre la apuesta? ¡¿Cómo?! ¿Cómo lo supo? Dobló las manos cerca del pecho y levantó una ceja hacia mí.—¿Sorprendido?—, preguntó con arrogancia en su voz.La miré sin saber qué decir.—Yo también me sorprendí, al igual que tú, cuando me enteré. De cómo me usaste para la apuesta—, espetó con veneno en su voz. Ella me dio una mirada de disgusto. No puedo soportar esa mirada en sus ojos por mí. No. Por favor, no me mires así, Laura.—Niña-—, dije dando un paso hacia ella mientras extendía mi mano para sostener su brazo. Instantáneamente retrocedió, no queriendo que la tocara, como si mi toque quemara su piel.—¡No! ¡No! ¡Detente ahí!—, Ordenó mientras levantaba la mano.—Laura, escucha—, comencé de nuevo, queriendo que ella escuchara mi desesperación.—¡No! ¡No me queda nada por escuchar! ¡Se acabó! ¡Se acabó todo! ¡No quiero escuchar nada de lo que sale de tu boca! ¡No te creeré!—Por favor
LAURA JENNERTodavía estamos de camino a casa de Nate, pero todo lo que puedo pensar es en qué consiste la apuesta. ¿Cómo estoy involucrada en ella? ¿Todo es verdad? ¿Debería creer a Nate? Pero sea lo que haya dicho, ¡puedo ver en sus ojos que todo es verdad! Debería averiguarlo pronto.—Ya hemos llegado—, oí decir a Nate mientras salía del coche y me abría la puerta. Le di las gracias. Estaba a punto de salir cuando me ofreció su mano para que la cogiera. Lo miré y luego volví a mirarlo. ¿Debería cogerla? Antes de que pudiera responder, me cogió de la mano y tiró suavemente de mí.Empezamos a caminar hacia la entrada de su casa. Es la primera vez que vengo aquí. Conocí a sus padres el día de la boda de su hermana Amelia. Son una pareja encantadora. A pesar de sus cincuenta años, se quieren mucho. Solo que no los conocí entonces como su novia. La casa es preciosa, es una villa. Llegamos a la parte trasera de la casa.Hay un hermoso césped verde y grandes árboles que actúan como límite
LAURA JENNERNate tenía razón sobre Trent. Hace ya una hora y media que estamos sentados en la sala de reuniones. Hay al menos diez personas en la sala. Trent está sentado frente a mí y Nate está sentado a mi lado con su mano en mi muslo. Me quedo sentada mientras una persona me explica la empresa textil que Nate va a comprar.Es muy aburrido. Para colmo, el tal Trent me lanza miradas lujuriosas de vez en cuando. Incluso me besó los nudillos espeluznantemente cuando Nate me lo presentó mientras me mostraba su estúpida sonrisa. Puse los ojos en blanco y me volví hacia Nate, que tenía la mandíbula apretada. Nate casi había saltado sobre él cuando me besó los nudillos, pero lo detuve mientras le cogía la mano.Dejé escapar un gran suspiro y esperé a que terminara la reunión.—Así que, eso es todo caballeros. Espero que les guste nuestra compañía, señor Díaz—, dijo el hombre que estaba explicando antes, Mason.—Me gusta. Pero quiero cambiar algunas cosas. Sin embargo, lo haré después de c