Cuando Alexander bajó del avión y por fin acabó aquel terrorífico viaje, se encontró a su esposa y a sus hijos esperándolo en el aeropuerto.Roger se había quedado rezagado porque la caminata del día anterior lo había dejado mal parado y con dolor en todos los músculos.—Blandengue —le dijo Alexander al ver que le faltaba poco para caer desmayado en mitad del aeropuerto—. Cuando llegues a mi edad vas a estar para que te tiren al cubo de la basura.—Cuando llegue a tu edad seré un venerable anciano al igual que tú, querido amigo.Alexander le iba a lanzar un par de gruñidos sobre el puño que iba a tragarse de ese anciano, cuando tres niños corrieron hacia él gritando: ¡papá!Sus hijos se le agarraron a la cintura como si hiciera semanas que no lo veían.Era maravilloso estar de vuelta.—Papi, papi, derrotamos a un hombre malo y yo le di con una piedra en un ojo. ¡Yo sola, papi! —gritó su hija con emoción y salvaba mientras le agarraba del cinturón.Alexander no entendía a qué se referí
Unos meses después…Tras el viaje a Canadá y que Alexander decidiera enviarle las pruebas a Caleb sobre Rebeca, tanto Diana como él decidieron dejar a esa mujer en el pasado.Su nombre no volvió a mencionarse y si cuando sus hijos fueran mayores deseaban saber, no les dolería tanto pensar que su madre biológica los abandonó ya que tuvieron a una mamá que luchó por quedarse junto a ellos.—Parezco una mesa, solo falta que me pongan platos encima —dijo Diana cuando se vio frente al espejo con su vestido de novia y el enorme vientre de ocho meses.Su madre, que se encontraba sentada en un sillón del probador de la tienda de novias y con su copa de Martini en la mano, comenzó a reprocharle sus «te lo dije».—Te dije…—¡Mamá! Calculé mal el tiempo, pensé que terminaríamos de organizar la boda antes, pensaba casarme con seis meses de embarazo, cuando todavía no hubiera un planeta colocado en mi vientre y pudiera bailar junto a mi esposo sin ponerme de lado —la calló Diana, ella ya sabía que
El día de la boda llegó y en la casa todo era ajetreo.La niñera perseguía a los niños que habían decidido comerse varias bolsas de golosinas a escondidas y estaban más activos que de costumbre.La pobre mujer se veía agotada corriendo por toda la casa detrás de ellos e intentando que se arreglaran.A Diana le estaban haciendo los últimos arreglos y estaba nerviosa porque Alexander se había marchado muy temprano esa mañana para no verla vestida de novia antes de tiempo.Se encontrarían en la iglesia y Roger se había ofrecido a ser quien la acompañara hasta el altar.Sus hijos deseaban ir detrás sujetando la cola de su traje de novia.Solo por ellos es que había escogido aquel vestido que le pesaba demasiado.Apenas habían terminado de darle los últimos retoques y ya sentía que quería ir a meterse en la cama.Tal vez hubiera sido buena idea posponer la boda, pero a una hora del enlace ella no pensaba echarse atrás.Cuando todos estuvieron listos, Diana se dirigió hasta la sala donde se
Diez años después…Con la marcha de Roger a Miami para hacerse cargo de la empresa familiar, Alexander se apoyó en su esposa para llevar la empresa.Por más que contrató nuevos asistentes, nunca encontró a uno que se pareciera a su gran amigo y terminaba por despedirlos.Ninguno de ellos tenían las cualidades necesarias, ser sinceros hasta resultar insoportables, meterse en lo que no le llamaban y no tener vida social.Pero el asistente era feliz y eso era lo que les importaba a ellos que intentaban mantener el contacto de forma regular.La madre de Diana terminó por casarse dos años después con Jacob, tardó en hacerlo lo suficiente para que nadie hablara de ella, porque a los cinco meses de acudir a citas ya estaban viviendo juntos.Su querida suegrita había tardado en descubrir lo que era ser tratada como lo merecía, pero ahora vivía feliz junto a un hombre que la presumía y la trataba como a la bella mujer que era.Tal como él trataba a su esposa.Alexander imaginaba que Diana enve
Roger se despidió de la vida que había llevado durante más de diez años en New York para ponerse rumbo a Miami, el lugar donde vivía su familia.Lo sentía como una soga en el cuello que estaba tirando de él y lo arrastraba a convertirse en lo que no deseaba, en una persona adicta al trabajo como Alexander o su padre.—No seas tan dramático. —Roger miró a Alexander que se encontraba a su lado, en el aeropuerto, sentados en unas de las cafeterías de la entrada porque con los nervios habían llegado cuatro horas antes.—No estoy siendo dramático, no conoces a mi familia —se quejó Roger.No le era de mucha ayuda que su amigo en lugar de darle la razón le intentara hacer ver el punto positivo de su vuelta a casa.¿Por qué no podía ponerse de rodillas y suplicar para que se quedara?Roger prefería quedarse con su mísero sueldo de asistente toda la vida, en su pequeño apartamento y…No, no podía continuar viviendo a través de Alexander y su familia, tenía que formar una propia.Por eso regres
—¡Lo mejor de esta casa ya llegó! —gritó Roger apenas le dieron paso al hogar familiar.—¿Ya está la comida? Porque eso es lo mejor que pasa en esta casa —preguntó Joseph sin hacerle el menor caso.Su hermano menor se encontraba tirado en el sofá y mirando la pantalla del teléfono como si su llegada no fuese con él.—Lo mejor de esta casa soy yo, sin comida pueden sobrevivir, pero no sin mí —masculló Roger sin darle importancia a su comportamiento.Su hermano alzó la vista del teléfono y se sorprendió al verlo allí, de pie, con sus dos maletas una junto a la otra y cara de cansado.—¿Hermano? —volvió a preguntar, lo miró como si estuviera viendo un fantasma, pero continuó sin moverse del sofá.Las cosas allí no cambiaban y entendía mejor que nunca la insistencia de su padre todos esos años para que regresara.Joseph era incapaz de hacerse cargo de sí mismo, menos de una empresa.Paulina, su hermana, salió de la nada y se colgó sobre su espalda con mucha efusividad.Apenas lo hizo come
Roger cayó en la cama, agotado, después de mentirle a todos menos a su padre.Cuando regresó de hablar con su padre y que le mostrara todos los cambios que había realizado en ese tiempo en la empresa, volvió a su nuevo hogar.Quería encerrarse por un rato en esa habitación que había dejado tantos años atrás y pensar en su nueva situación.Lo que pensó y lo que ocurrió fueron cosas distintas.Su madre lo cazó apenas cruzó la puerta y quiso interrogarlo.—Dime que te harás cargo y no nos dejarás en manos de tu hermano.Roger sintió que todos y cada unos de los vellos de su cuerpo se erizaron.Su madre apareció como un felino y casi saltó sobre él mientras murmuraba esas palabras.Esa mujer era intensa y debía reconocer que temía que llegara la hora de presentarle a Natalie.Ella era muy especial con la gente, no le gustaba nadie o más bien no le gustaba nadie que no fuera 100% un dechado de virtudes.La perfección en todos los sentidos.Claro, esa perfección era juzgada dentro de sus es
La conversación con Alexander lo ayudó a aclarar ideas.Sin querer se demoró más de lo que debían y cuando estaba a punto de dormirse recibió un mensaje de su amigo donde le decía: «Desgraciado, Diana se quedó dormida. Esta me las pagas».No había sido esa su intención, pero tenía que reconocer que fastidiarlo era uno de sus pasamientos preferidos.Su padre le había dicho que siguiera a su intuición y si sentía que debía poner a prueba a Natalie, lo hiciera, pero que después no se quejara si eso tenía consecuencias.Su intuición en aquel momento estaba atrofiada, en algún punto del camino se le había descompuesto y ya no sabía qué tenía que hacer.Alexander no fue como su padre.Él insistió en que Natalie era una arpía tan traicionera como lo fue Rebeca, pero Roger creía que solo lo decía porque estaba sentido con ella por lo que ocurrió con su esposa.Su novia lo conoció siendo un asistente y así lo había aceptado.Puede que él cometiera el error de querer impresionarla y le hablara