Alexander se encontraba sentado en la cama de su habitación del hotel, con el teléfono en la mano e intentando llamar a Diana una vez más.Aún no se había recuperado de la impresión que le dio ver el contenido de ese sobre.Se sentía burlado y no dejaba de pensar en sus hijos y en la reacción que tendrían al saberlo.Volvió a marcar el número de su esposa, porque por más que Rebeca estuviese viva, para él su mujer continuaba siendo Diana.El teléfono saltó directo al buzón de voz y de nuevo volvió a dejar un mensaje pidiéndole que lo llamara en cuanto los escuchara.No pensaba desahogarse con aquella máquina, quería una explicación, saber de dónde había sacado esa información sobre Rebeca y dejarle muy claro que no iba a rendirse.Miró a su alrededor y llegó a una conclusión, encerrado allí no conseguiría nada.Dudaba mucho de que Diana continuara en la ciudad, por lo que la conocía lo más probable es que se encontrara de camino a casa y lo primero que haría sería contactar a sus hijo
Diana salió de la casa de sus suegros con el corazón roto y la mente nublada de tanta preocupación. Había ido a visitarlos con la esperanza de que le permitieran llevarse a sus hijos, pero en lugar de eso, se encontró con aquella negativa y los insultos.Se había esforzado tanto por ser una buena esposa y una buena madre, pero parecía que nunca era suficiente.Ni para Alexander, ni para sus suegros, ni para su padre.No sabía qué hacer, debería pedir un taxi o llamar a Mathew para que pasara a recogerla, pero en ese instante se encontraba exhausta.La realidad era que no había cavilado su siguiente paso, en lo único que pensó fue en huir de Alexander antes de que se enterara de que Rebeca estaba con vida.Se le había pasado por la mente ir a su apartamento con sus hijos y avisar a Alexander para que no creyera que los había secuestrado, porque regresar a la casa donde comenzó su relación se le hacía demasiado duro.Mientras se debatía sobre qué paso seguir, se fijó en que un hombre s
Diana llegó a la casa de sus padres y observó a su madre demasiado tranquila para la situación.Permanecía sentada en el sofá, en una postura muy recta, como si se encontrara en una casa ajena y no quisiera acomodarse demasiado.No la miró cuando entró, ni siquiera cuando le habló.—Mamá… ¿Mamá? —repitió y hasta que no se sentó a su lado es que la mujer se mostró consciente de que no estaba sola.—Yo sé que no fue un buen padre, pero él no quiso que te destruyeran de esa forma ante las cámaras. Él me lo dijo, que no se fiaba de Izan y que solo quería que te separaras de Alexander. Incluso mencionó que tal vez fuese mejor que tú te hicieras cargo de todo una vez que ya no estuvieras casada con ese hombre al que él odiaba tanto —pronunció su madre con mucha calma. Como si tuviera el discurso ensayado para soltarlo sin respirar—. No lo mencionó, pero sé que en el fondo te quería.Diana le acarició la mano y la mujer agradeció el contacto tomándola entre las suyas.No quiso llevarle la co
Cuando Alexander aterrizó lo primero que hizo fue encender su teléfono.Tenía varias llamadas perdidas de su familia, pero de Roger y Diana no había absolutamente nada.Nervioso por esa falta de información, decidió marcar de nuevo a su esposa, pero, al igual de cómo ocurrió el resto del día, su teléfono se encontraba apagado.Mientras esperaba la salida del equipaje marcó a su asistente una y otra vez, pero Roger tampoco contestaba el teléfono.Aquello no auguraba nada bueno y él estaba a punto de volverse loco.Vio sus maletas aparecer en la cinta trasportadora y las agarró con brusquedad.«Roger, desgraciado, como te estés aprovechando de la vulnerabilidad de mi esposa el aumento de sueldo lo obtendrás cuando lo lance sobre tu tumba». Le mandó en un mensaje contundente y salió del aeropuerto.Lo recibió Mathew, este le abrió la puerta del coche y se ocupó del equipaje.En cuanto el chofer entró se dispuso a preguntarle:—Dime que mi esposa te ha llamado para que vinieras a por ella
Diana contestó el teléfono porque no podía ser tan cobarde y de esa forma era una forma menos complicada de dar la cara después de haberse marchado.—Hola… Me dijo Roger que habías decidido viajar —fue lo primero que se le ocurrió decir antes de que se le atragantaran sus propias palabras.Escuchó el suspiro aliviado de Alexander al otro lado de la línea, como si él no hubiera esperado que ella contestara.—¿Por qué te fuiste? —soltó de golpe sin un saludo.Los dos estaban ansiosos, tanto que no eran capaces ni de fingir un poco antes de ir al grano.—Uf, parece que vas directo al grano, ¿no vamos a hablar del tiempo antes? ¿O de si hubo turbulencias en tu vuelo? ¿Ya estás en Canadá? —apenas lo preguntó se colocó la mano sobre los labios—. No me digas nada, prefiero no saber.—¿En Canadá? No, cariño, ¿eso pensabas? Me encuentro en nuestra casa, en nuestra cama y por cierto que todo está silencioso y muy vacío sin que estén aquí. ¿Lo niños ya se durmieron?Diana no entendía la actitud
Diana que no esperaba ese impulso de Alexander no pudo evitar dejarse llevar, cerrar los ojos y abrazarlo con fuerzas.Apenas sintió sus labios se olvidó de que acababa de compararla con un espectro y de que no era buena idea que cayera en sus brazos porque solo estaba dándole una caricia a su corazón antes del impacto.Sintió el aliento de su esposo en la pie cuando abandonó sus labios e intentó recorrerle el cuello.—Horrible camisón —lo escuchó gruñir cuando se encontró con la barrera asfixiante de la tela que llevaba abrochada al completo.Su corazón latía con fuerzas cuando él regresó a tomar sus labios.Lo abrazó con más fuerza, pero para ella no fue suficiente, no quería que dejara de besarla, ni que volviera a mencionar una sola queja más sobre lo que llevaba puesto.Ese insufrible hombre era un idiota sin remedio, pero en ese momento era «su idiota» y ella no era tan fuerte como para desaprovechar la oportunidad.En esa ocasión fue ella la que enredó su mano en su cabello par
Diana no sabía qué contestar a esa pregunta.Quería entender que él quisiera respuestas, pero la idea de que Alexander se viera de nuevo con Rebeca solo la hacía creer que revivirían los sentimientos del pasado.—Tal vez cuando la vuelvas a ver…Alexander le cubrió los labios con su dedo índice, la calló y negó con la cabeza.—¿Tú sentiste algo cuando volviste a ver a Izan? —Diana lo miró, le agarró la muñeca y apartó su mano para que la dejara hablar.—No es lo mismo, yo no he estado diciendo todo el tiempo que era el amor de mi vida, que solo lo iba a amar a él, que él era la perfección. Me has creado demasiadas inseguridades y no sé si estoy dispuesta a esperar para que después llegues feliz del brazo de Rebeca —soltó todo casi sin respirar, llevaba con eso mucho tiempo atorado en su pecho.Esperó por la queja de Alexander, por su enfado, por cualquier reacción de macho ofendido como ya era su costumbre, pero él solo la miró avergonzado.—Yo sé que decirte que soy un idiota no va a
Cuando Diana y su marido escucharon las palabras de su madre ambos se miraron con sorpresa.—¿Qué le puedo regalar a tu madre? Comienza a caerme muy bien, quiero ser un buen yerno. —Diana miró a su madre con preocupación, si continuaba hablando así temía que a Izan no le importara golpearla en público.Su expresión era de tanta rabia que daba miedo.Le parecía mentira que hubiera estado casada con él y se hubiese mantenido ciega todo un año.Ese hombre era un cínico, un mentiroso y además un manipulador.—Voy a detener a mi madre, no quiero que ese hombre le haga algo. —Antes de que pudiera salir de entre los bancos, Alexander la agarró.—Tú no irás a ninguna parte sola, se te olvida que yo estoy aquí y no voy a permitir que nadie le toque un solo cabello a tu madre o a ti.Diana sintió que el cuerpo se le quedaba sin fuerzas y que sus hombros que momentos antes habían estado rígidos sucumbían a su propio peso.—¿De verdad? —preguntó, incrédula—. Yo… No sé qué decir.Era tan extraño t