KeiraSu vestido de diseñador y su ropa interior de encaje se pueden ir a la mismísima mierda. —N-no tenía que… —balbucea, pero lo interrumpo abruptamente con una advertencia enérgica.—¡Más le vale no volver a preguntar por mí en la agencia, señor Decker!Al terminar con mi acto de rebeldía, y sin darle oportunidad de redimirse, corro a la habitación y me escondo a puerta cerrada.No puedo creer lo que hice. ¡Estoy loca! Sí, definitivamente, lo estoy. Jamás pensé que sería capaz de hacer algo así. Y aunque una parte de mí está avergonzada, la otra se siente temeraria. Si él pensaba que me iba a humillar, se equivocó de mujer.—¿Cómo pude sentir atracción por alguien así? —Me cuestiono enojada.Eso es lo de menos ahora, lo único que necesito en este momentos es vestirme y largarme de esta jodida suite, y de la vida del señor Decker.Temiendo que él esté fuera de la habitación, llamo a Jess y le hago un resumen de lo que pasó, no tengo tiempo para entrar en detalles. Ella ofrece venir
KeiraFinalmente, el auto se detiene frente al Madam Geneva, un bar en Bleecker Street en el que he entrado algunas veces, pero a esta hora está cerrado y se lo hago saber al engreído de Decker. Una minúscula sonrisa se dibuja en su boca por mi comentario. ¿Se burla de mí? Estoy por mandarlo a la mierda cuando dice:—Conozco al dueño.Es muy sagaz, debo aceptarlo. Traerme a un bar cerrado… eso no lo vi venir. —Mantenga su mano quieta. —Le advierto cuando noto su intención de ponerla en mi espalda una vez que abandonamos el auto. No va a andar tocándome cada vez que le dé la gana.El interior del bar es muy acogedor, decorado en tono marrón y dorado, con bonitas mesas y sillas de madera. En el techo, el estilo es algo más rústico, mostrando vigas de hierro pintadas en color terracota; mientras que la luz la proveen bombillas amarillas que cuelgan de un armazón circular de hierro. Pero Decker no tiene planeado que ocupemos alguna de las tantas mesitas o un puesto en la barra, sino que
Keira Desde aquel beso, no he podido dejar de pensar en Sebastian, en sus fuertes manos sosteniendo mi cuerpo, en su lengua saboreando mi boca, en lo mucho que deseaba que me follara sobre ese sofá, como se atrevió a decir. Sigo cuestionando lo débil que me vuelvo cuando se trata de él. Considerando los hechos, no lo fui tanto. Hui, pude hacerlo, a pesar de lo dispuesta que estaba a entregarme a la lujuria que desbordaba de su cuerpo, visible en esa profunda mirada que era una mezcla de oscuridad y ardiente pasión. Su aroma varonil sigue flotando delante de mí como si lo tuviera a escasos centímetros de mi cuerpo, llevándome de nuevo a sentir esa sensación de mareo y éxtasis que me roba la cordura. Lo recuerdo de una forma vívida en mis momentos de soledad, cuando toco el costado de mi cama y la siento vacía, cuando hace frío y descubro que no hay ningún cuerpo al lado para brindarme calor. La verdad es que me encuentro en un momento vulnerable de mi vida. Estoy demasiado cansada de
Keira Marcus me llevó a cenar a un lindo restaurant y después fuimos a un club de salsa donde estuvimos bailando un buen rato. Él me trató muy bien, fue amable y atento, pero por muy guapo y divertido que fue, no me alborotó las hormonas como lo hacía el alemán. Compartimos algunos besos y caricias, pero eso fue todo. Me llevó al apartamento cerca de la medianoche y nos despedimos sin más. No tuve que decirle nada, él entendió que no estaba interesada en tener otra cita. Jess se enojó, me acusó de no haberle dado una oportunidad verdadera por estar pensando en Sebastian y tuve que darle la razón, era cierto, no dejé de pensar en él toda la noche. Incluso, tenía más ganas de verlo que antes. Una semana después, Ángel fue hospitalizado con un severo cuadro de neumonía. Pasé un susto de muerte cuando intentaba alimentarlo con el biberón. No sé qué sucedió, yo lo estaba haciendo bien, pero de pronto, comenzó a ahogarse y su pecho se infló de una forma inusual. Llamé a Brian y me dijo qu
KeiraPor favor, por favor, que suene la campanilla de cambio de vías. —Sebastian —saluda Ferreira con familiaridad—, ella es Keira Morrison. —Me presenta.—Mucho gusto, señor —articulo con voz compuesta y comedida, haciendo uso de las capacidades actorales de las que presumo. Sí, soy una actriz que está por perder los papeles al notar que la mano de Decker se acerca a la mía.—Sebastian Decker —pronuncia en tono grave y sensual, trayendo a mi memoria todas las veces que susurró frases en mi oído. Son malos recuerdos. Bueno, no malos, pero sí incorrectos y peligrosos.Y hablando de peligro… Al momento que desliza su mano contra la mía, se desata un ciclón hambriento y feroz en la parte más sensible de mi cuerpo, sucumbiendo ante una excitación descarada y bochornosa.¿Qué me pasa? Yo no soy así. Le atribuiré mi calentura a los tres años de abstinencia. Sí, me están pasando factura. Aparto la mano con cierta sutileza, para no parecer descortés ante los ojos de mi cliente, y Sebastian
Lo miro sin disimulo, tratando de que lea en mis ojos lo mucho que lo desprecio, pero quedo atrapada en esas pupilas color plomo que me abrasan como fuego ardiente. ¿Por qué le otorgo ese poder?En ese momento, la voz de Ferreira interrumpe mis pensamientos. Y no es a mí a quien se dirige, sino a la francesa.—Fue un placer contar esta noche con su presencia, señorita Dugés —pronuncia Ferreira con pleitesía.¡Lame botas portugués!—¡Oh!, dime solo Elie —refiere risueña y hasta parece que lo está follando con los ojos, la muy descarada.¿Cómo puede mirarlo así, teniendo al bombón de Sebastian a su lado? No lo comprendo, a menos que…—¿Disfrutó esta noche, señorita Morrison? —pregunta el alemán, mirándome, sin prestarle atención al descarado comportamiento de su acompañante hacia el portugués. —Sí, fue una reunión interesante —contesto con notable hipocresía, ganándome una mirada inquisitiva de Elie. ¿Qué pregunta se estará haciendo en esa cabeza hueca?—Estoy de acuerdo. Espero que se
KeiraSu cuerpo caliente y sudoroso cae sobre el mío, me acurruca contra su pecho y me arrastra con él hasta el centro de la cama. En mi cuello, planta un beso húmedo y luego pronuncia «mía». En otro momento, estaría furiosa por esa palabra posesiva que ha repetido en varias ocasiones, pero no hoy, no cuando sigo sintiendo los rastros de su pasión en el interior de mis muslos. No quiero cuestionar las consecuencias de este encuentro, no quiero pensar en nada más que en lo perfecto que encaja mi cuerpo dentro del suyo y en lo mucho que deseo quedarme aquí hasta que salga el sol… o mucho después de eso.Pueden haber pasado diez minutos o cinco horas, no lo sé, he perdido la noción del tiempo estando aquí, en los brazos del sexy alemán que me tomó con pasión. Su aroma huele distinto, es una mezcla del perfume que utiliza y de su propia esencia varonil. Disfruto de él, de su respiración caliente en mi cuello, de los dibujos invisibles que traza sobre mi piel con un roce suave y perenne qu
KeiraDejo el plato en la mesita de noche y me pongo en pie. Mi cabeza es un lío que gira alrededor de sus palabras. Quiere exclusividad de acompañante por un año sin que eso implique sexo, esa es su propuesta. Pero ¿por qué me preguntó si tengo pareja? Además de esa duda, tengo muchas más, todas con respecto a él y a su afirmación de que no había disfrutado el sexo desde hace un tiempo, cosa que dudo mucho porque Decker es un excelente amante. Volviendo a mis interrogantes: ¿cuánto tiempo estuvo “dormido”?, ¿qué pasó?, ¿solo se excita conmigo? Son preguntas muy íntimas que no me corresponde hacer. Aunque él no tuvo pelos en la lengua para abordarme aquella vez, cuando me interrogó en cuanto a si disfrutaba del sexo.—Tengo algunas preguntas. Pero antes, ponte algo de ropa, no puedo concentrarme contigo desnudo —señalo esforzándome por mantener la vista en su cara.Él ladea una sonrisa, una que me provoca un no sé qué en el estómago, y se pone los calzoncillos y el pantalón.—¿Así o m